La arrogancia del Vicepresidente a la hora de luchar contra el terrorismo es alarmante. A la hora de definir la posición ideológica de su partido, su absolutismo es necio. Siendo un hombre reconocido por su intelecto, aparentemente su inteligencia es limitada a la hora de entender la importancia de una oposición pujante; un vigor político que nace de la tensión entre múltiples posiciones, incluso dentro de su propio partido. Lo más preocupante es que nada - ni siquiera el evidente fracaso de sus métodos - lo conduce a reconocer que estaba equivocado. Con la prepotencia de monarcas de antaño, reclama poderes divinos cuando exclama que si tuviese la oportunidad de hacerlo todo de nuevo, haría de nuevo exactamente igual.
Ciego ante el hecho que, debido a la ilegalidad con la que actuaron, su partido está siendo repudiado por la población entera, el Vicepresidente se ha aliado al periodista que acusa a un ex -dignatario de emitir su voto por alguien simplemente “porque ambos pertenecen a una misma raza”. Al legitimar el comentario del periodista, el Vicepresidente pretende también cuestionar el liderazgo de quien en las próximas elecciones podría ser candidato de la oposición; a la vez de justificar la acusación de “racismo” vertida sobre el ex - dignatario. Después de todo, si es cierto que en las pasadas elecciones este ex – dignatario votó por el actual Presidente simplemente porque pertenecen a la misma etnia, eso sería un voto racista.
En la visión maniquea del Vicepresidente, votar por el líder del oficialismo es implícitamente renunciar al derecho de ser candidato de la oposición. Para los que están confundidos con un artificio ya trillado, mareados por los dimes y diretes, tal vez sería más fácil seguir el hilo del argumento si en lugar de abstracciones, se proporcionasen nombres y apellidos. Es más fácil saber si debemos repudiar o defender al ex -Vicepresidente (o mandatario), si se nos brinda primero la oportunidad de olfatearlos, para de esa manera reconocer si es uno de los nuestros, o si es un odiado rival. No vivimos en un mundo de abstracciones. Eso me queda absolutamente claro.
Antes de desenmascarar a los personajes detrás de este drama de crónica roja, voy a presentar el argumento del ex – mandatario, si tan solo como un experimento que usted mismo ha de realizar, sin que nadie lo juzgue o califique. ¿Puede aguantarse las ganas de saber de “quien” estoy hablando? Es muy probable que no pueda aguantar las ganas de ojear más abajo, hasta encontrar un nombre, para salir de una vez de la duda. Después de todo, la política no se trata de un proceso dialectico entre ideas, sino de una pugna de crónica roja entre estandartes de piel y hueso. Esa es la naturaleza humana. Yo haría exactamente igual.
El ex –mandatario en cuestión reclama su derecho de decretarse miembro de la “oposición” y rechaza haber renunciado a esa condición simplemente porque ejerció su derecho de votar por quien consideraba era el mejor candidato: el actual Presidente de la nación. El haber votado por el actual Presidente, después de todo, no impide que el ex – mandatario tal vez decida ahora vencerlo en las próximas elecciones. El hecho que ambos pertenezcan a una etnia atropellada y denigrada durante siglos por descendientes de europeos, tampoco desmerita o deslegitima su posible futura candidatura.
Pero ese no es el argumento del ex – mandatario. Su argumento es un argumento republicano, que tiene que ver con la necesidad de darle un lugar dentro de la contienda política a diferentes puntos de vista. El argumento es que la sociedad sufre cuando permite la arrogancia de quienes pretenden tener un derecho divino a ser los únicos con acceso a toda la verdad. La verdad, después de todo, también se va creando mediante un proceso dialéctico en el cual se requieren dos argumentos en contraposición. Ignorar ese básico precepto de la dialéctica y convivencia republicana es simplemente estúpido.
A quien se acusa de voto racista es a Collin Powell, el primer afroamericano Secretario de Estado, elegido al cargo por el ex – Presidente Bush. Quien lo acusa de racismo es Rush Limbaugh, el “periodista” portavoz de la extrema derecha. El ex -vicepresidente en cuestión es Dick Cheney. El flamante Presidente constitucional es el también afroamericano Barack Obama. Ahora que tenemos por fin a los protagonistas, con la magia del Internet usted puede seguir el drama de crónica roja, utilizando su buscador favorito. De esta manera, podrá entrever el debate entre Cheney y Obama sobre Guantánamo. El debate permite entender los detalles y justificativos en la violación a los derechos básicos de quienes “ayudaron” a terroristas, una política de estado que le costó al partido del ex -Vicepresidente las elecciones presidenciales. En medio de lo que se ha convertido en una guerra mediática, el ex -Vicepresidente defiende los actos ilegales de su administración, bajo el argumento que – en la guerra contra el terrorismo – se vale todo, incluso atropellar a la constitución.
Cuando la nación fue atacada por fuerzas terroristas, el ex -Vicepresidente admite públicamente que su psique quedo seriamente afectada, entrando en un trance paranoico que le impide – incluso hoy – reconocer que su gobierno cometió graves atropellos y estúpidos errores en nombre de defender a la patria. Con su partido ahora hecho pedazos (del 54% del voto en 2004, a tan solo 22% en 2009, según PEW), insiste en la pureza ideológica del ala radical conservadora, denigrando a las fuerzas moderadas – como ser Powell - que intentan llevar a su partido hacia el centro político. Atormentado por las sórdidas imágenes del 11 de septiembre (¿de 1973?), el ex -Vicepresidente no está dispuesto a renunciar a la tarea “histórica” que supuestamente le fue encomendada por la providencia, incluso si la mayoría del pueblo ahora repudia los métodos utilizados durante su gestión. La historia está repleta de idénticas instancias de arrogancia y descalabros políticos incluso más dramáticos.
El proceso dialéctico, al igual que el proceso evolutivo, afortunadamente no depende de los mortales que momentáneamente cargan en sus cerebros (cuerpos) las ideas (genes) que van perfeccionando al ser humano. En el debate entre Barack Obama y Dick Cheney sobre la legalidad de los métodos utilizados para luchar contra el terrorismo observamos una pequeña parte del proceso que hace siglos conduce a la humanidad hacia cada vez más amplios horizontes. Refiriéndose al gobierno anterior, el Presidente Obama fue contundente al decir en relación a Guantánamo que, “con demasiada frecuencia nuestro gobierno acomoda los hechos y evidencia para que encajen en las predisposiciones ideológicas”. Por su parte, el Vicepresidente Cheney no ha desperdiciado oportunidad para acusar a la nueva administración de – debido a su apego a la legalidad - poner en peligro al pueblo norteamericano. La visión radical de Cheney es que, “en la lucha contra el terrorismo no existen puntos intermedios, y medidas a medias mantienen [al pueblo] medio expuesto”.
Las lecciones tienen una manera milagrosa de infiltrarse en la historia, creando una consciencia más avanzada, que permite a su vez crear soluciones más complejas y acertadas para lidiar con los males que afligen a la humanidad. La lucha contra el terrorismo demuestra no ser la excepción. El pueblo parece claudicar ante banderas nacionalistas, pero está cuidadosamente observando. Y aunque parece que el pueblo puede ser manipulado por el miedo de las fuerzas externas y represiones internas, el proceso dialéctico – al igual que el evolutivo – es inexorable. Digerir las lecciones toma tiempo, pero sobre todo requiere el valor moral de permanentemente verter ideas a la contienda, para que el proceso siga su curso, incluso cuando debe enfrentar la sutil violencia de aquellos que ondean la bandera del patriotismo para hacer traidor a todo aquel que se opone a sus métodos. La historia, afortunadamente, siempre tiene la ultima palabra.
La oposición tal vez encuentre en el liderazgo de Collin Powell una voz moderada que logre ampliar la coalición, que por el momento está pasando por una de sus crisis más profundas de su historia. Estoy seguro que el Presidente Obama habrá de celebrar el hecho de enfrentar a una oposición recuperada de su descalabro político. Verán, tal vez el Presidente Obama no sea un marxista-leninista, pero entiende de las grandes ventajas de una oposición que avance el proceso dialéctico mediante el cual una sociedad pujante desarrolla gradualmente mejores maneras de crear su propia verdad. El espíritu republicano, después de todo, es uno de interdependencia entre pequeñas partes que – al ejercer fuerzas opuestas - crean el equilibrio que sostiene y empuja hacia arriba a la nación.
Ignorar que la nación necesita de todas las partes que la conforman, incluyen a las diferentes voces de una vital oposición, puede ser natural de aquellos ignorantes que sostienen la pureza de su cometido, como intentó hacerlo George W. Bush. Pero su ignorancia no ha pasado desapercibida. La arrogancia del poder impide a los protagonistas circunstanciales entender que, en el devenir de la vida, somos todos parte del pasado. En el fondo, somos todos ex – protagonistas de una crónica roja de ayer. El futuro pertenece al pueblo, que aun es joven e impresionable, por lo que necesitará tiempo para entender que con una sola ala la república no puede levantar vuelo, mucho menos si es un ala radical. Entender que forjar una república fuerte requiere del aporte y tensión entre fuerzas dialécticamente en contraposición ha de tomar tiempo y de antipáticas reiteraciones ad nauseum (como ésta).
En la administración de Obama, la disposición de encontrar argumentos útiles en la posición del otro se hace manifiesta en el renacimiento intelectual de Edmund Burke. El periodista Jon Meachan nos recuerda que Burke – conservador irlandés del siglo XVIII – desconfiaba de los absolutos y hacia un llamado a obedecer la gran ley del cambio, porque “es la más poderosa ley de la naturaleza”. Según Burke, “el individuo es tonto, la multitud, por el momento es tonta, cuando actúan sin deliberación; pero la especie es sabia, y cuando se le permite el beneficio del tiempo, como especie siempre actúa de la manera correcta”. Todo partido político está en permanente proceso de cambio. El pretender ser dueño de verdades absolutas es una crónica roja de ayer. En ese sentido, un afroamericano, Collin Powell, tal vez sea quien ayude a su partido enmendar errores del pasado. Después de la administración de George W. Bush, su partido deberá redimirse por haber manipulado el patriotismo, miedo y sed de venganza del pueblo norteamericano. El hecho que el pueblo, en su juventud, permita ser manipulado, no quiere decir que el pueblo sea estúpido. El cambio siempre llega, aunque a veces se haga esperar.
miércoles, 27 de mayo de 2009
lunes, 25 de mayo de 2009
Intrigante Idea
Mortíferas plagas permiten avanzar el conocimiento humano sobre como mejor preservar la vida. Señalar lo obvio no equivale a ser cómplice del virus asesino. De igual manera, señalar que la guerra ayuda crear mejores formas de organizar la vida tampoco es anhelarla. Al igual que una plaga, nadie desea ataques enemigos. En plagas y guerras, sin embargo, yacen lecciones valiosas. No nos devolverá el Pacifico; pero Bolivia puede avanzar condiciones para una más pacífica convivencia si sabemos hacerle bien la guerra al terrorismo. Nada mejor que un enemigo en común para afinar el sentido de cooperación; peligros que obligan hacer a un lado estériles pugnas ideológicas.
Es vieja táctica del enemigo provocar, obligando al régimen imponer prácticas draconianas que logren desmoralizar al pueblo. Si en nombre de luchar contra el terrorismo el gobierno boliviano viola derechos básicos, como lo hizo George W. Bush, la causa perderá legitimidad. Nadie quiere que triunfen las fuerzas terroristas, cualquiera su extremismo ideológico, por lo que debemos aguantar la tentación de actuar fuera del marco de la ley. Hacerlo seria una victoria para el enemigo.
Esta guerra es por los corazones y la mente del pueblo boliviano, un objetivo que obliga ser éticos y no caer en la discrecionalidad. Un pueblo motivado para luchar es aquel que siente que su causa es justa. Es importante que no se justifique – por muy noble la causa - caer en la ilegalidad. Para enfrentar juntos al enemigo debemos hacer a un lado rivalidades políticas. En la unidad de su pueblo Bolivia tendrá su mejor arma, una noble ingeniería social que permitirá avanzar causas compartidas. Si esta causa logra crear consensos, dejará de ser una imposibilidad suscribir el anhelado pacto social.
Hace años el vicepresidente Lineras dejo entrever nuestra ventaja competitiva cuando declaró estar contra la educación “Modelo T”. Los bolivianos no fabricamos autos, desarrollamos energía psico-espiritual. La crisis terrorista es una oportunidad de demostrar al mundo el poder del mundo andino, que yace en la sinergia entra las múltiples cosmovisiones que conforman nuestra herencia cultural. Esta es la oportunidad de síntesis anunciada por la era de Acuario. Ante un gran desafío, oriente y occidente pueden por fin fundirse en un abrazo cósmico y fraternal.
En esta mágica inversión de roles, occidente es Eros, la esencia femenina que invoca la celebración de la unidad. Oriente se transforma en Logos, un ímpetu de darle orden y simetría a la causa compartida. Si la causa es salvar a la patria de fuerzas terroristas, que sea también de terroristas que navegan bajo la decrepita bandera de Fidel. Temo que esta vez el eufemismo “fuerzas beligerantes” no logrará satisfacer la condición de consistencia: fuerzas extranjeras irregulares, aunque solo vengan a transformar y comercializar la hoja sagrada, no se valen. ¿De acuerdo?
Debido a proximidades ideológicas y cercanía a materias primas, las FARC estudian establecer en este suelo soberano una sucursal. Ello es peligroso para todos. Si he dudado del sagrado compromiso de las FFAA y nuestro digno Mandatario de protegernos consistentemente de toda fuerza irregular, ofrezco una disculpa. Dudo que por 40 monedas de oro nuestra jerarquía castrense se vende (los ojos), cuando entren al Chapare “asesores” colombianos. Un equilibrio entre la unidad orgánica y energía espiritual de occidente, y la legitimidad constitucional y legalidad de oriente, tiene el potencial de reemplazar intrigas palaciegas, con la intrigante idea de – unidos - ganar esta guerra. Siempre existe una primera vez.
Es vieja táctica del enemigo provocar, obligando al régimen imponer prácticas draconianas que logren desmoralizar al pueblo. Si en nombre de luchar contra el terrorismo el gobierno boliviano viola derechos básicos, como lo hizo George W. Bush, la causa perderá legitimidad. Nadie quiere que triunfen las fuerzas terroristas, cualquiera su extremismo ideológico, por lo que debemos aguantar la tentación de actuar fuera del marco de la ley. Hacerlo seria una victoria para el enemigo.
Esta guerra es por los corazones y la mente del pueblo boliviano, un objetivo que obliga ser éticos y no caer en la discrecionalidad. Un pueblo motivado para luchar es aquel que siente que su causa es justa. Es importante que no se justifique – por muy noble la causa - caer en la ilegalidad. Para enfrentar juntos al enemigo debemos hacer a un lado rivalidades políticas. En la unidad de su pueblo Bolivia tendrá su mejor arma, una noble ingeniería social que permitirá avanzar causas compartidas. Si esta causa logra crear consensos, dejará de ser una imposibilidad suscribir el anhelado pacto social.
Hace años el vicepresidente Lineras dejo entrever nuestra ventaja competitiva cuando declaró estar contra la educación “Modelo T”. Los bolivianos no fabricamos autos, desarrollamos energía psico-espiritual. La crisis terrorista es una oportunidad de demostrar al mundo el poder del mundo andino, que yace en la sinergia entra las múltiples cosmovisiones que conforman nuestra herencia cultural. Esta es la oportunidad de síntesis anunciada por la era de Acuario. Ante un gran desafío, oriente y occidente pueden por fin fundirse en un abrazo cósmico y fraternal.
En esta mágica inversión de roles, occidente es Eros, la esencia femenina que invoca la celebración de la unidad. Oriente se transforma en Logos, un ímpetu de darle orden y simetría a la causa compartida. Si la causa es salvar a la patria de fuerzas terroristas, que sea también de terroristas que navegan bajo la decrepita bandera de Fidel. Temo que esta vez el eufemismo “fuerzas beligerantes” no logrará satisfacer la condición de consistencia: fuerzas extranjeras irregulares, aunque solo vengan a transformar y comercializar la hoja sagrada, no se valen. ¿De acuerdo?
Debido a proximidades ideológicas y cercanía a materias primas, las FARC estudian establecer en este suelo soberano una sucursal. Ello es peligroso para todos. Si he dudado del sagrado compromiso de las FFAA y nuestro digno Mandatario de protegernos consistentemente de toda fuerza irregular, ofrezco una disculpa. Dudo que por 40 monedas de oro nuestra jerarquía castrense se vende (los ojos), cuando entren al Chapare “asesores” colombianos. Un equilibrio entre la unidad orgánica y energía espiritual de occidente, y la legitimidad constitucional y legalidad de oriente, tiene el potencial de reemplazar intrigas palaciegas, con la intrigante idea de – unidos - ganar esta guerra. Siempre existe una primera vez.
domingo, 17 de mayo de 2009
Un Primer Equilibrio
Una foto captura solo un segundo, pero cuenta la historia mejor que mil palabras. No vale ni un segundo especular sobre el motivo que tuvieron aquellos que retrataron el cadáver del Comandante Che Guevara; acribillado cobardemente sin derecho a juicio. Eran otras épocas y eran otros los que venían a Bolivia a imponer sus causas. Me refiero, por supuesto, a la C.I.A. Pero si me atreveré a especular que la razón detrás de sacar la macabra foto fue diferente a la razón que luego tuvieron en publicarla; dándola a conocer ante la opinión mundial.
Nuestra ancestral guerra contra el terrorismo se remonta a Pizarro, cuando se imponía pánico en las calles de nuestro propio imperio con bestias que parecían escupir fuego por la nariz. Bolivia nuevamente debe enfrentar a fuerzas extranjeras que desean cambiar el orden establecido mediante el uso de violencia. La nueva versión de este terrorismo internacional demanda que el gobierno boliviano sea cauteloso y evite ofrecerle herramientas al enemigo. Una foto del cuerpo acribillado de Rószas lograría tan solo atizar el fanatismo y sed de venganza de aquellos desgraciados que quieren hacerle daño a la integridad de la nación.
El único que ha ofrecido “transparencia” en su lucha contra el terrorismo es Barack Obama. Por ende, es al único que tenemos derecho de reclamar consistencia. En Bolivia nadie ha prometido ser transparente, mucho menos se ha prometido simetría alguna en la aplicación de principios. Somos, después de todo, la reserva mundial de la doble moral, un título que nos confiere derecho a reclamar transparencia, consistencia y soberanía, a la vez que nos libera de cualquier obligación de respetar el derecho ajeno, la soberanía de terceros o normas internacionales. Argumentando que las fotos de prisioneros en Guantánamo pone en peligro la vida de los jovenzuelos que están en Irak cumpliendo órdenes, Obama ha dejado en manos de las cortes rendir el veredicto si las fotos pueden o no ser presentadas ante el tribunal de la opinión mundial. ¡Qué descaro! Me refiero a los que repudian y justifican exactamente el mismo pecado, dependiendo de quién es que lo comete. ¿Dónde está la transparencia del gobierno boliviano? Que me disculpen los europeos, Human Rights Watch, Naciones Unidas, moros y cristianos, porque en este suelo soberano estamos luchando contra terroristas, por lo que jamás se prometió semejante estupidez.
Barack Obama tuvo que decidir entre hacer públicos memorándum que comprometen al gobierno de su país en actos de tortura, o hacer públicas nuevas fotos de prisioneros encapuchados. Su “transparencia” se limitó a admitir que su gobierno cometió un crimen. La escenografía en las fotos anteriormente liberadas muestra un lado frívolo y despreciable de aquellos que creen que supuestamente proteger a su nación del enemigo confiere el derecho de humillar prisioneros robados de su derecho a habeas corpus. Sin necesitar cortarle a nadie la cabeza, unas fotos dejaron consternado al mundo entero. El crimen fue demostrado. Mostrar ahora nuevas fotos de prisioneros, por mucho que muestren prisioneros encapuchados rezando o comiéndose un helado, causaría una respuesta visceral en aquellos más propensos a entrar en trances de simétrica crueldad debido al efecto deshumanizador de odiar al enemigo.
Al hacer públicos ante la opinión mundial los memorándums sobre tortura, el Presidente Obama a puesto en “jaque” a todo su aparato de seguridad nacional, incluyendo a los militares. Meter aun más el dedo en la llaga – a la vez de facilitar al enemigo fotos a ser utilizadas en el proselitismo de su causa– hubiese afectado la moral del ejército norteamericano. ¡Maldita inconsistencia! Me refiero a la decisión del gobierno boliviano de negarle a Perú la petición de extraditar a Walter Chávez, un presunto terrorista, a la vez de exigir del Perú una conducta que nuestro gobierno no fue capaz en su momento de ofrecer. El Presidente Morales tuvo que elegir entre respetar la decisión soberana del gobierno peruano de exigir la extradición de un presunto terrorista, que debe rendir cuentas ante la justicia peruana, o ser juez y parte al ignorar dicho reclamo. Ahora el presidente Morales está dispuesto a poner en peligro la estabilidad regional reclamando lo que no supo ofrecer en su momento, con tal de tener la cabeza de Javier Torres Goitia, Ministro de Salud durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Losada. Resulta que Torres Goitia es un médico genocida, mientras que Walter Chávez es un pobre periodista. Nuestro sentido de proporcionalidad es consistente con nuestro sentido de simetría y reciprocidad.
Perdemos el tiempo señalando lo obvio a los pequeños cerebros que tan solo cumplen con su deber de engatusar al pueblo boliviano. Sugiero no gastar ni un segundo más especulando sobre evidentes inconsistencias. Existe otra batalla contra el terror que pretende infundir la derecha norteamericana que está pasando desapercibida en el radar de la opinión mundial: la intención de matar la reforma al sistema de salud. ¿Por qué debe interesarnos este tema ajeno? Admito que es un poco extravagante intentar rescatar lecciones de experiencias ajenas, en particular cuando la experiencia pertenece a nuestro odiado enemigo. Para los intelectualmente curiosos que sí están interesados en aprender a hacer mejor las cosas, creo que representa una lección en liderazgo de un mozuelo afroamericano que recién empieza a afilar los dientes de la nueva izquierda internacional.
En la forma de una oposición cada vez más radicalizada, el Presidente Obama tiene un frente interno que no pierde oportunidad para acusar a su agenda de reformar el sistema de salud nacional de ser una agenda “socialista”. Obama tienen el reto de enfrentar el absolutismo de la derecha (doctrinalmente capitalista) y el absolutismo de la extrema izquierda (doctrinalmente chinchosa). Debido a que Obama ha dejado que sean las cortes quienes decidan si se hacen públicas fotos de encapuchados, la extrema izquierda norteamericana lo acusa de traicionar su promesa de transparencia. Sin importar si el fundamentalista reclamo de la ACLU de absoluta transparencia (en medio de una guerra) posiblemente distrae capital político de la lucha por una reivindicación social (salud universal) – una reivindicación que no solamente hace justicia al pueblo norteamericano, sino que es pieza clave en reactivar la economía - la izquierda radical demanda se publiquen las fotos a cualquier precio. Parece que una foto muestra exactamente el extremo al cual están dispuestos a llegar por su causa los fundamentalistas. Sería interesante escuchar la opinión del gobierno boliviano en este sentido, ya que no se cansa de dignarse en juzgar las decisiones y gestión pública de otros mandatarios.
La importancia de la batalla política de Obama en relación a la reforma del sistema de salud es que será un rompe aguas que, al romper con la dogmática hegemonía capitalista en el seno del icono del capitalismo mundial, ha de determinar el éxito de la nueva izquierda internacional bajo el liderazgo de Barack Obama. La apuesta es grande y el equilibrio a ser creado dentro de una estéril pugna ideológica será de tremenda importancia en el destino de la humanidad. Equilibrar el sistema es de suma importancia, por lo que deberán ser evitados los errores de ayer. Para evitar repetir errores, Obama ha sido cauteloso de evitar aquellos cometidos por el Presidente Clinton. Además del acérrimo “anti-socialismo” entre los republicanos, dos obstáculos impidieron que Clinton tenga éxito: la ignorancia del Congreso norteamericano y la ignorancia con la cual procedieron desde la Casa Blanca.
La ignorancia del Congreso es natural de todo organismo que aprende y tiene memoria institucional. Cuando Hillary Clinton propuso su plan para reformar el sistema de salud, el Congreso había tenido pocas instancias y experiencias en lidiar con un tema tan complejo. El Congreso norteamericano ha ido paulatinamente estudiando estas complejidades, adquiriendo una perspectiva muy diferente a la que tenía hace apenas una década y media. La otra ignorancia es la de Bill Clinton, una ignorancia natural de cualquier ser humano que, sin saberlo todo, ostenta muchísimo poder. Cuando el poder Ejecutivo presentó al Congreso un proyecto de ley elaborado sin consultar con el brazo legislativo, ello fue interpretado como una imposición. Incluso un gran estadista, como Bill Clinton, tuvo que aprender que avanzar el bien del pueblo requiere crear consensos.
Habiendo aprendido la lección, el Presidente Obama ha tomado deliberadamente la decisión de no participar en el diseño y definición del nuevo proyecto de ley, dejando que quienes participen esta vez del proceso sean exclusivamente los legisladores de ambos partidos. La consistencia que demuestra Obama es una de método, de un ímpetu de crear equipos, de reconciliar ideas e intereses, de intentar crear equilibrios entre el imperativo de ser ético y proteger a quienes están dispuestos a sacrificar sus vidas con tal de proteger a su nación. Las vidas que correrían peligro si se publican las fotos, después de todo, son de jovenzuelos que solo cumplen órdenes. A la vez que intenta subsanar el barullo ético de una guerra heredada, en el frente de la guerra ideológica, Obama está demostrando que le interesa avanzar equilibrios que beneficien a todo su pueblo.
Cuando la única capacidad de gestión es en la esfera de la demagogia, reclamar consistencia a los demás (a la vez que se contradice todo principio) forma parte de la agenda de engatusar al pueblo; en particular cuando esos gritos de consistencia son sumamente selectivos. Nuestra doble moral se reserva ante el mundo el derecho de honrar a terroristas si vienen a Bolivia vestidos de rojo. Si los terroristas son de extrema izquierda, nuestros principios relativos transforman soberanía en una buena acogida. En defensa de Walter Chávez, el gobierno boliviano le otorgó asilo en 1992, mucho antes de convertirse en asesor en el gobierno Evo Morales. En defensa del gobierno del Perú, ellos están ejerciendo el mismo derecho soberano que ejerció Bolivia al brindar asilo a un refugiado político. Pero si de consistencia se trata, aquellas imágenes que muestran como nuestro Mandatario honra a los militares que perdieron la vida defendiendo la soberanía del suelo boliviano del terror del Comandante Che Guevara, parecen haberse perdido, tal vez corrompidas por un virus, lo mismo que la memoria institucional.
La memoria de nuestra lucha contra terroristas que vinieron a plantar violencia en nuestro suelo soberano parece ser frágil (o selectiva), porque hemos olvidado que los soldados abatidos en la década de 1960 también protegían a Bolivia de fuerzas extranjeras; jovenzuelos que solo cumplían órdenes. Eran otras épocas, otras causas, en un Macondo donde nada es hondo y todo análisis es superficial. Por ende, en nuestro suelo soberano no se invierte siquiera un solo segundo en crear consensos que permitan avanzar reivindicaciones sociales en los hechos, reservándonos el derecho de promulgar los grandes avances de la revolución en estériles banderas ideológicas que han secuestrado - cual virus mental – incluso nuestra capacidad de razonar. Otras fuerzas terroristas posiblemente vendrán a defender banderas ideológicas sustentadas por el actual gobierno, por lo que esas fuerzas terroristas serán bienvenidas. Y como el pueblo boliviano ha sido engatusado al punto de ser incapaz de detectar la falta de transparencia y múltiples inconsistencias, de un primer equilibrio no tenemos siquiera una estúpida fotografía.
Nuestra ancestral guerra contra el terrorismo se remonta a Pizarro, cuando se imponía pánico en las calles de nuestro propio imperio con bestias que parecían escupir fuego por la nariz. Bolivia nuevamente debe enfrentar a fuerzas extranjeras que desean cambiar el orden establecido mediante el uso de violencia. La nueva versión de este terrorismo internacional demanda que el gobierno boliviano sea cauteloso y evite ofrecerle herramientas al enemigo. Una foto del cuerpo acribillado de Rószas lograría tan solo atizar el fanatismo y sed de venganza de aquellos desgraciados que quieren hacerle daño a la integridad de la nación.
El único que ha ofrecido “transparencia” en su lucha contra el terrorismo es Barack Obama. Por ende, es al único que tenemos derecho de reclamar consistencia. En Bolivia nadie ha prometido ser transparente, mucho menos se ha prometido simetría alguna en la aplicación de principios. Somos, después de todo, la reserva mundial de la doble moral, un título que nos confiere derecho a reclamar transparencia, consistencia y soberanía, a la vez que nos libera de cualquier obligación de respetar el derecho ajeno, la soberanía de terceros o normas internacionales. Argumentando que las fotos de prisioneros en Guantánamo pone en peligro la vida de los jovenzuelos que están en Irak cumpliendo órdenes, Obama ha dejado en manos de las cortes rendir el veredicto si las fotos pueden o no ser presentadas ante el tribunal de la opinión mundial. ¡Qué descaro! Me refiero a los que repudian y justifican exactamente el mismo pecado, dependiendo de quién es que lo comete. ¿Dónde está la transparencia del gobierno boliviano? Que me disculpen los europeos, Human Rights Watch, Naciones Unidas, moros y cristianos, porque en este suelo soberano estamos luchando contra terroristas, por lo que jamás se prometió semejante estupidez.
Barack Obama tuvo que decidir entre hacer públicos memorándum que comprometen al gobierno de su país en actos de tortura, o hacer públicas nuevas fotos de prisioneros encapuchados. Su “transparencia” se limitó a admitir que su gobierno cometió un crimen. La escenografía en las fotos anteriormente liberadas muestra un lado frívolo y despreciable de aquellos que creen que supuestamente proteger a su nación del enemigo confiere el derecho de humillar prisioneros robados de su derecho a habeas corpus. Sin necesitar cortarle a nadie la cabeza, unas fotos dejaron consternado al mundo entero. El crimen fue demostrado. Mostrar ahora nuevas fotos de prisioneros, por mucho que muestren prisioneros encapuchados rezando o comiéndose un helado, causaría una respuesta visceral en aquellos más propensos a entrar en trances de simétrica crueldad debido al efecto deshumanizador de odiar al enemigo.
Al hacer públicos ante la opinión mundial los memorándums sobre tortura, el Presidente Obama a puesto en “jaque” a todo su aparato de seguridad nacional, incluyendo a los militares. Meter aun más el dedo en la llaga – a la vez de facilitar al enemigo fotos a ser utilizadas en el proselitismo de su causa– hubiese afectado la moral del ejército norteamericano. ¡Maldita inconsistencia! Me refiero a la decisión del gobierno boliviano de negarle a Perú la petición de extraditar a Walter Chávez, un presunto terrorista, a la vez de exigir del Perú una conducta que nuestro gobierno no fue capaz en su momento de ofrecer. El Presidente Morales tuvo que elegir entre respetar la decisión soberana del gobierno peruano de exigir la extradición de un presunto terrorista, que debe rendir cuentas ante la justicia peruana, o ser juez y parte al ignorar dicho reclamo. Ahora el presidente Morales está dispuesto a poner en peligro la estabilidad regional reclamando lo que no supo ofrecer en su momento, con tal de tener la cabeza de Javier Torres Goitia, Ministro de Salud durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Losada. Resulta que Torres Goitia es un médico genocida, mientras que Walter Chávez es un pobre periodista. Nuestro sentido de proporcionalidad es consistente con nuestro sentido de simetría y reciprocidad.
Perdemos el tiempo señalando lo obvio a los pequeños cerebros que tan solo cumplen con su deber de engatusar al pueblo boliviano. Sugiero no gastar ni un segundo más especulando sobre evidentes inconsistencias. Existe otra batalla contra el terror que pretende infundir la derecha norteamericana que está pasando desapercibida en el radar de la opinión mundial: la intención de matar la reforma al sistema de salud. ¿Por qué debe interesarnos este tema ajeno? Admito que es un poco extravagante intentar rescatar lecciones de experiencias ajenas, en particular cuando la experiencia pertenece a nuestro odiado enemigo. Para los intelectualmente curiosos que sí están interesados en aprender a hacer mejor las cosas, creo que representa una lección en liderazgo de un mozuelo afroamericano que recién empieza a afilar los dientes de la nueva izquierda internacional.
En la forma de una oposición cada vez más radicalizada, el Presidente Obama tiene un frente interno que no pierde oportunidad para acusar a su agenda de reformar el sistema de salud nacional de ser una agenda “socialista”. Obama tienen el reto de enfrentar el absolutismo de la derecha (doctrinalmente capitalista) y el absolutismo de la extrema izquierda (doctrinalmente chinchosa). Debido a que Obama ha dejado que sean las cortes quienes decidan si se hacen públicas fotos de encapuchados, la extrema izquierda norteamericana lo acusa de traicionar su promesa de transparencia. Sin importar si el fundamentalista reclamo de la ACLU de absoluta transparencia (en medio de una guerra) posiblemente distrae capital político de la lucha por una reivindicación social (salud universal) – una reivindicación que no solamente hace justicia al pueblo norteamericano, sino que es pieza clave en reactivar la economía - la izquierda radical demanda se publiquen las fotos a cualquier precio. Parece que una foto muestra exactamente el extremo al cual están dispuestos a llegar por su causa los fundamentalistas. Sería interesante escuchar la opinión del gobierno boliviano en este sentido, ya que no se cansa de dignarse en juzgar las decisiones y gestión pública de otros mandatarios.
La importancia de la batalla política de Obama en relación a la reforma del sistema de salud es que será un rompe aguas que, al romper con la dogmática hegemonía capitalista en el seno del icono del capitalismo mundial, ha de determinar el éxito de la nueva izquierda internacional bajo el liderazgo de Barack Obama. La apuesta es grande y el equilibrio a ser creado dentro de una estéril pugna ideológica será de tremenda importancia en el destino de la humanidad. Equilibrar el sistema es de suma importancia, por lo que deberán ser evitados los errores de ayer. Para evitar repetir errores, Obama ha sido cauteloso de evitar aquellos cometidos por el Presidente Clinton. Además del acérrimo “anti-socialismo” entre los republicanos, dos obstáculos impidieron que Clinton tenga éxito: la ignorancia del Congreso norteamericano y la ignorancia con la cual procedieron desde la Casa Blanca.
La ignorancia del Congreso es natural de todo organismo que aprende y tiene memoria institucional. Cuando Hillary Clinton propuso su plan para reformar el sistema de salud, el Congreso había tenido pocas instancias y experiencias en lidiar con un tema tan complejo. El Congreso norteamericano ha ido paulatinamente estudiando estas complejidades, adquiriendo una perspectiva muy diferente a la que tenía hace apenas una década y media. La otra ignorancia es la de Bill Clinton, una ignorancia natural de cualquier ser humano que, sin saberlo todo, ostenta muchísimo poder. Cuando el poder Ejecutivo presentó al Congreso un proyecto de ley elaborado sin consultar con el brazo legislativo, ello fue interpretado como una imposición. Incluso un gran estadista, como Bill Clinton, tuvo que aprender que avanzar el bien del pueblo requiere crear consensos.
Habiendo aprendido la lección, el Presidente Obama ha tomado deliberadamente la decisión de no participar en el diseño y definición del nuevo proyecto de ley, dejando que quienes participen esta vez del proceso sean exclusivamente los legisladores de ambos partidos. La consistencia que demuestra Obama es una de método, de un ímpetu de crear equipos, de reconciliar ideas e intereses, de intentar crear equilibrios entre el imperativo de ser ético y proteger a quienes están dispuestos a sacrificar sus vidas con tal de proteger a su nación. Las vidas que correrían peligro si se publican las fotos, después de todo, son de jovenzuelos que solo cumplen órdenes. A la vez que intenta subsanar el barullo ético de una guerra heredada, en el frente de la guerra ideológica, Obama está demostrando que le interesa avanzar equilibrios que beneficien a todo su pueblo.
Cuando la única capacidad de gestión es en la esfera de la demagogia, reclamar consistencia a los demás (a la vez que se contradice todo principio) forma parte de la agenda de engatusar al pueblo; en particular cuando esos gritos de consistencia son sumamente selectivos. Nuestra doble moral se reserva ante el mundo el derecho de honrar a terroristas si vienen a Bolivia vestidos de rojo. Si los terroristas son de extrema izquierda, nuestros principios relativos transforman soberanía en una buena acogida. En defensa de Walter Chávez, el gobierno boliviano le otorgó asilo en 1992, mucho antes de convertirse en asesor en el gobierno Evo Morales. En defensa del gobierno del Perú, ellos están ejerciendo el mismo derecho soberano que ejerció Bolivia al brindar asilo a un refugiado político. Pero si de consistencia se trata, aquellas imágenes que muestran como nuestro Mandatario honra a los militares que perdieron la vida defendiendo la soberanía del suelo boliviano del terror del Comandante Che Guevara, parecen haberse perdido, tal vez corrompidas por un virus, lo mismo que la memoria institucional.
La memoria de nuestra lucha contra terroristas que vinieron a plantar violencia en nuestro suelo soberano parece ser frágil (o selectiva), porque hemos olvidado que los soldados abatidos en la década de 1960 también protegían a Bolivia de fuerzas extranjeras; jovenzuelos que solo cumplían órdenes. Eran otras épocas, otras causas, en un Macondo donde nada es hondo y todo análisis es superficial. Por ende, en nuestro suelo soberano no se invierte siquiera un solo segundo en crear consensos que permitan avanzar reivindicaciones sociales en los hechos, reservándonos el derecho de promulgar los grandes avances de la revolución en estériles banderas ideológicas que han secuestrado - cual virus mental – incluso nuestra capacidad de razonar. Otras fuerzas terroristas posiblemente vendrán a defender banderas ideológicas sustentadas por el actual gobierno, por lo que esas fuerzas terroristas serán bienvenidas. Y como el pueblo boliviano ha sido engatusado al punto de ser incapaz de detectar la falta de transparencia y múltiples inconsistencias, de un primer equilibrio no tenemos siquiera una estúpida fotografía.
lunes, 11 de mayo de 2009
Pro Anti Terrorista
Si usted no se declara inmediatamente “pro” lucha contra el terrorismo, puede ser por apatía. La indiferencia, sin embargo, perjudica los intereses de la nación, por lo que también puede ser expresión anti-patriota. La apatía en relación al terrorismo antes no molestaba a nadie, porque ninguna fuerza extranjera se había dado la molestia de aterrorizar en suelo boliviano. Por ende, no le habíamos préstamos mucha atención al tema; si acaso tan solo para criticar las tácticas implementadas por los norteamericanos. Ahora que fuerzas extranjeras intentan atizar una guerra cultural y violar nuestra soberanía, de pronto todos debemos aportar nuestro granito de arena. Así que, participe, por favor.
Procedo a confesar (digo, “relatar”) cómo – según yo - hago mi parte en pos de contribuir a la lucha global contra el terrorismo. Para ello he basado mi comprensión del mal que nos aqueja en un par de experiencias rescatadas de ocho años de arduos intentos, que cobraron forma después del 11 de septiembre, 2001. Una de las experiencias sirve de ejemplo de aquello que no se debe hacer. Me refiero a la advertencia de George W. Bush: “están con notros o están en contra de nosotros”. Ese maniqueísmo demostró ser ignorante hasta las patas. Otros elementos sirven mejor a la causa compartida, como ser la advertencia de Bush que la guerra contra el terrorismo va a demandar grandes sacrificios, porque ha de requerir de “varias generaciones”. Estoy de acuerdo sobre la importancia de entender que no hay soluciones mágicas; que derrotar al terrorismo es un arduo proceso que requiere de paciencia y comprensión. Por ende, me suscribo a esta última premisa.
Para luchar contra el terrorismo, se deben ir erradicando gradualmente las condiciones que crean ese tipo de reacción. Me refiero exclusivamente a los radicales islámicos de al Qaeda. No vayan a creer que me refiero a terroristas vascos, húngaros, mucho menos croatas. Tampoco me refiero a la necesaria transformación de la ‘cultura del poder boliviana’. ¡Para nada! Me refiero a los terroristas que quieren destruir a occidente. ¡Guay! Perdón. Me refiero al otro “occidente”, al que existe en el norte y está dominado por diablos de ojos azules. Permítanme ser absolutamente claro: me refiero a transformar al occidente culpable de haber creado una denigrante y hereje cosmovisión materialista. No me refiero al occidente de Bolivia. ¡Para nada!
Los miles de millones de individuos que sufrimos del deterioro espiritual ocasionado por la maldita cosmovisión occidental, que somete a la humanidad a una vida estúpidamente limitada, sentimos un grado de complicidad con aquellos que clava su dedo en el ojo de la gran serpiente. Convencidos que existe una gran conspiración por parte del sistema occidental (en particular del sistema bancario) para crear autómatas consumistas fáciles de controlar mediante la manipulación de su adicción a sentir “placer tras placer”, hay quienes creen que con eliminar a ambos (bancos y egoísmo narcisista) hemos de acabar con el monstro capitalista. Si bien comparto el disgusto hacia la cosmovisión hedonista y exacerbado individualismo occidental, no estoy tan convencido de la efectividad de una estrategia basada en esta última premisa.
Me atrevo a sugerir que si somos limitados y vivimos una vida superficial, ello no obedece tanto a una conspiración consumista por parte de banqueros, sino al hecho que el mejorar los métodos para perfeccionar la sociedad (y obtener la tecnología necesaria) ha tomado todo el tiempo que tiene la actual civilización. Después de todo, son “apenas” 500 generaciones las que el ser humano ha tenido hasta la fecha para trascender su esencia instintiva-primal. Nos ha tomados todo ese tiempo aprender gradualmente a hacer las cosas más “humanamente”. Si somos adictos a sentir “satisfacción” consumiendo bienes y servicios, en parte es herencia de nuestro pasado en praderas africanas, hace cientos de miles de años, cuando la obsesiva búsqueda del placer de engullir grasas y azúcares representaba algo más que un instinto burgués de alcanzar mayor estatus social.
En vez de destruir al sistema financiero y someter al ser humano a un ascetismo monástico que ni siquiera los hijos del comandante Chávez, o el padre Alberto Cutié, han podido hacer suyo, tal vez sea mejor estrategia transformar ambos. De esta manera, en unas tres generaciones, los nuevos banqueros que dosificarán el capital global serán chinos, rusos, brasileros e indios, que deberán demostrar ser éticos e inteligentes, en lugar de holandeses de tez blanca y ojos azules, que deben su posición a su abolengo y codicia. En lugar de satisfacer banales apetitos materialistas, nuestros nietos tendrán las herramientas que hagan posible (y deseable) encontrar satisfacción en desarrollar un ser más equilibrado. De esta manera, la siguiente generación tendrá dos pesadillas menos con los cuales lidiar en las noches (recesiones económicas y el vacío nihilista derivado de la superficialidad). Si perfeccionamos las reglas de juego (cultura) que rigen el sistema financiero y definen nuestros placeres, tal vez nuestra generación sea la última que deba retozar en la cama bajo el yugo del insomnio, intentando darle sentido a nuestro efímero paso por este paraíso terrenal.
Vivimos atormentados por un sistema occidental que ha vendido su alma al metalizado diablo en nombre de optimizar procesos. Ha de tomar generaciones para perfeccionar este planeta a tal punto que los nietos de Osama bin Laden no se sientan inclinados a intentar destruir al Gran Satán. En la medida que futuras generaciones de musulmanes recuperen el sentido de dignidad y valor intrínseco de su cultura, logrando salir de la sombra del frívolo hedonismo occidental, nuestra energía colectiva podrá ser nuevamente enfocada en mejorar nuestra convivencia, en lugar de intentar imponer el cambio utilizando el reino del terror. El paradigma occidental está pasando por un proceso de transformación, no porque alguien lo haya decidido (o dicte desde arriba), sino porque el ser humano que existe hoy es diferente del ser humano que hasta hace poco era tan fácil de manipular. Nuestros nietos serán tanto más astutos y menos fáciles de embaucar con un modelo de desarrollo tan superficial como el que impone el modelo occidental; un caduco paradigma que nos reduce a ratas que se escurren por laberintos, obsesionadas con presionan botones que permitan saciar una adicción a apetitos viscerales.
Las nuevas generaciones occidentales demuestran poca inclinación a reproducir los mismos valores racistas y apetito de someter a otras culturas al poder del “occidente” que habían expresado generaciones anteriores. Delante de nuestros propios ojos, el modelo occidental está pasando por las “varias generaciones” necesarias para crear condiciones de convivencia pacífica entre occidente y oriente. Las nuevas generaciones (Obama) se han dado cuenta que la pugna por el poder geopolítico empezaba a costarle hambre y penuria a cada vez más seres humanos, que deben buscar su sustento en una economía que está hecha pedazos. En lugar de insulsas guerras ideológicas y pugnas culturales, “occidente” empieza a darse cuenta que hay que abandonar doctrinas y hacer “aquello que funciona”. Esperemos que occidente abandone su antiguo jueguito político y empiece a crear condiciones para verdadera igualdad, más allá de su cansado discurso político y alharaca sobre lo mucho que hace por avanzar la justicia (ojo, me refiero a occidente de “ojos azules”).
En Bolivia tenemos nuestra propia pugna ideológica y cultural entre oriente y occidente. Aquí también se han de requerir varias generaciones para eliminar las causas del malestar que actualmente nos aqueja. Las idiosincrasias están demasiado arraigadas como para resolver las diferencias mágicamente. Ha de tomar tiempo. En este sentido, se acercan nuevamente elecciones presidenciales, una tácita realidad que obliga hacer a un lado exquisiteces “gradualistas”, para lidiar con un peldaño tangible en la escalera del “lento proceso evolutivo”. Entre las experiencias que debemos tener en cuenta esta vez, se encuentra la experiencia norteamericana en relación al terrorismo. Sobre todo, debemos aprender lecciones sobre como el miedo fue utilizado por Bush para crear un clima de paranoia que – entre otros – dio lugar al Acto Patriota, una ley que incrementó la capacidad de servicios de seguridad nacional de violar libertades civiles en nombre de evitar el terrorismo.
Al principio el pueblo fue engatusado y eligió al muy nacionalista y bien intencionado imbécil que hundió la reputación y economía occidental (ojo, me refiero a Bush). Pero el pueblo eventualmente se dio cuenta de la patraña. Gracias a la visión maniquea del mundo que tan torpemente expuso Bush, y gracias a que se hicieron evidentes las consecuencias de su ignorancia e ímpetu doctrinal, el pueblo se ha dado cuenta de su error y ha sido posible el gran cambio que representa Obama.
Nos equivocamos, bolivianos y norteamericanos por igual, si creemos que simplemente con elegir como Presidente alguien que pertenece a una etnia que fue sometida a la esclavitud, el racismo ha de desparecer mágicamente. A su vez, solamente porque Obama habla de respeto y mutuo interés cuando habla con oriente, no quiere decir que las cientos de bases militares norteamericanas serán inmediatamente clausuradas. Primero se requiere que los chinos, rusos, indios e indonesios empiecen lentamente a llenar el vacío de poder. Nos gustaría que la evolución sea inmediata. No lo es. Además, cincuenta años, en términos evolutivos, es un abrir y cerrar de ojos. En Bolivia, la oposición querrá a toda costa ganar las próximas elecciones. Es la naturaleza de la bestia. Pero no hemos de ganar nada si no empezamos también a crear las condiciones para ir erradicando gradualmente las condiciones que crean el racismo, arrogancia totalitaria y ganas de imponer una verdad. En este sentido, debemos brindarles a las siguientes generaciones de bolivianos el buen ejemplo, mediante la exposición de argumentos maduros, obligando a las partes a participar de debates civilizados entre dignos oponentes políticos.
Los bolivianos somos un pueblo apático. Nos resulta fácil quejarnos amargamente, pero nos da muchísima flojera hilvanar coherentemente un argumento político, o participar en el mercado de intercambio de ideas. Si bien hasta hace poco podíamos darnos ese lujo, ahora debemos empezar a – respetuosamente – desarrollar conceptos, para luego compartir y defenderlos. Debemos empezar a crear una cultura del dialogo; una cultura que sea también tolerante de la diversidad ideológica. Después de todo, “terroristas” también son aquellos que pretenden callar las voces disidentes utilizando el miedo. Así que, por favor haga patria, abandone su indiferencia y - mediante su conducta y exposición de mejores ideas - transfórmese en el cambio gradual. El cambio tal vez sea lento, la conversación parecerá ser entre necios y sordos, pero sus esfuerzos para eliminar el terrorismo y así crear una cultura democrática, participativa y tolerante, nuestros hijos (Bolivia) mucho se lo agradecerán.
Procedo a confesar (digo, “relatar”) cómo – según yo - hago mi parte en pos de contribuir a la lucha global contra el terrorismo. Para ello he basado mi comprensión del mal que nos aqueja en un par de experiencias rescatadas de ocho años de arduos intentos, que cobraron forma después del 11 de septiembre, 2001. Una de las experiencias sirve de ejemplo de aquello que no se debe hacer. Me refiero a la advertencia de George W. Bush: “están con notros o están en contra de nosotros”. Ese maniqueísmo demostró ser ignorante hasta las patas. Otros elementos sirven mejor a la causa compartida, como ser la advertencia de Bush que la guerra contra el terrorismo va a demandar grandes sacrificios, porque ha de requerir de “varias generaciones”. Estoy de acuerdo sobre la importancia de entender que no hay soluciones mágicas; que derrotar al terrorismo es un arduo proceso que requiere de paciencia y comprensión. Por ende, me suscribo a esta última premisa.
Para luchar contra el terrorismo, se deben ir erradicando gradualmente las condiciones que crean ese tipo de reacción. Me refiero exclusivamente a los radicales islámicos de al Qaeda. No vayan a creer que me refiero a terroristas vascos, húngaros, mucho menos croatas. Tampoco me refiero a la necesaria transformación de la ‘cultura del poder boliviana’. ¡Para nada! Me refiero a los terroristas que quieren destruir a occidente. ¡Guay! Perdón. Me refiero al otro “occidente”, al que existe en el norte y está dominado por diablos de ojos azules. Permítanme ser absolutamente claro: me refiero a transformar al occidente culpable de haber creado una denigrante y hereje cosmovisión materialista. No me refiero al occidente de Bolivia. ¡Para nada!
Los miles de millones de individuos que sufrimos del deterioro espiritual ocasionado por la maldita cosmovisión occidental, que somete a la humanidad a una vida estúpidamente limitada, sentimos un grado de complicidad con aquellos que clava su dedo en el ojo de la gran serpiente. Convencidos que existe una gran conspiración por parte del sistema occidental (en particular del sistema bancario) para crear autómatas consumistas fáciles de controlar mediante la manipulación de su adicción a sentir “placer tras placer”, hay quienes creen que con eliminar a ambos (bancos y egoísmo narcisista) hemos de acabar con el monstro capitalista. Si bien comparto el disgusto hacia la cosmovisión hedonista y exacerbado individualismo occidental, no estoy tan convencido de la efectividad de una estrategia basada en esta última premisa.
Me atrevo a sugerir que si somos limitados y vivimos una vida superficial, ello no obedece tanto a una conspiración consumista por parte de banqueros, sino al hecho que el mejorar los métodos para perfeccionar la sociedad (y obtener la tecnología necesaria) ha tomado todo el tiempo que tiene la actual civilización. Después de todo, son “apenas” 500 generaciones las que el ser humano ha tenido hasta la fecha para trascender su esencia instintiva-primal. Nos ha tomados todo ese tiempo aprender gradualmente a hacer las cosas más “humanamente”. Si somos adictos a sentir “satisfacción” consumiendo bienes y servicios, en parte es herencia de nuestro pasado en praderas africanas, hace cientos de miles de años, cuando la obsesiva búsqueda del placer de engullir grasas y azúcares representaba algo más que un instinto burgués de alcanzar mayor estatus social.
En vez de destruir al sistema financiero y someter al ser humano a un ascetismo monástico que ni siquiera los hijos del comandante Chávez, o el padre Alberto Cutié, han podido hacer suyo, tal vez sea mejor estrategia transformar ambos. De esta manera, en unas tres generaciones, los nuevos banqueros que dosificarán el capital global serán chinos, rusos, brasileros e indios, que deberán demostrar ser éticos e inteligentes, en lugar de holandeses de tez blanca y ojos azules, que deben su posición a su abolengo y codicia. En lugar de satisfacer banales apetitos materialistas, nuestros nietos tendrán las herramientas que hagan posible (y deseable) encontrar satisfacción en desarrollar un ser más equilibrado. De esta manera, la siguiente generación tendrá dos pesadillas menos con los cuales lidiar en las noches (recesiones económicas y el vacío nihilista derivado de la superficialidad). Si perfeccionamos las reglas de juego (cultura) que rigen el sistema financiero y definen nuestros placeres, tal vez nuestra generación sea la última que deba retozar en la cama bajo el yugo del insomnio, intentando darle sentido a nuestro efímero paso por este paraíso terrenal.
Vivimos atormentados por un sistema occidental que ha vendido su alma al metalizado diablo en nombre de optimizar procesos. Ha de tomar generaciones para perfeccionar este planeta a tal punto que los nietos de Osama bin Laden no se sientan inclinados a intentar destruir al Gran Satán. En la medida que futuras generaciones de musulmanes recuperen el sentido de dignidad y valor intrínseco de su cultura, logrando salir de la sombra del frívolo hedonismo occidental, nuestra energía colectiva podrá ser nuevamente enfocada en mejorar nuestra convivencia, en lugar de intentar imponer el cambio utilizando el reino del terror. El paradigma occidental está pasando por un proceso de transformación, no porque alguien lo haya decidido (o dicte desde arriba), sino porque el ser humano que existe hoy es diferente del ser humano que hasta hace poco era tan fácil de manipular. Nuestros nietos serán tanto más astutos y menos fáciles de embaucar con un modelo de desarrollo tan superficial como el que impone el modelo occidental; un caduco paradigma que nos reduce a ratas que se escurren por laberintos, obsesionadas con presionan botones que permitan saciar una adicción a apetitos viscerales.
Las nuevas generaciones occidentales demuestran poca inclinación a reproducir los mismos valores racistas y apetito de someter a otras culturas al poder del “occidente” que habían expresado generaciones anteriores. Delante de nuestros propios ojos, el modelo occidental está pasando por las “varias generaciones” necesarias para crear condiciones de convivencia pacífica entre occidente y oriente. Las nuevas generaciones (Obama) se han dado cuenta que la pugna por el poder geopolítico empezaba a costarle hambre y penuria a cada vez más seres humanos, que deben buscar su sustento en una economía que está hecha pedazos. En lugar de insulsas guerras ideológicas y pugnas culturales, “occidente” empieza a darse cuenta que hay que abandonar doctrinas y hacer “aquello que funciona”. Esperemos que occidente abandone su antiguo jueguito político y empiece a crear condiciones para verdadera igualdad, más allá de su cansado discurso político y alharaca sobre lo mucho que hace por avanzar la justicia (ojo, me refiero a occidente de “ojos azules”).
En Bolivia tenemos nuestra propia pugna ideológica y cultural entre oriente y occidente. Aquí también se han de requerir varias generaciones para eliminar las causas del malestar que actualmente nos aqueja. Las idiosincrasias están demasiado arraigadas como para resolver las diferencias mágicamente. Ha de tomar tiempo. En este sentido, se acercan nuevamente elecciones presidenciales, una tácita realidad que obliga hacer a un lado exquisiteces “gradualistas”, para lidiar con un peldaño tangible en la escalera del “lento proceso evolutivo”. Entre las experiencias que debemos tener en cuenta esta vez, se encuentra la experiencia norteamericana en relación al terrorismo. Sobre todo, debemos aprender lecciones sobre como el miedo fue utilizado por Bush para crear un clima de paranoia que – entre otros – dio lugar al Acto Patriota, una ley que incrementó la capacidad de servicios de seguridad nacional de violar libertades civiles en nombre de evitar el terrorismo.
Al principio el pueblo fue engatusado y eligió al muy nacionalista y bien intencionado imbécil que hundió la reputación y economía occidental (ojo, me refiero a Bush). Pero el pueblo eventualmente se dio cuenta de la patraña. Gracias a la visión maniquea del mundo que tan torpemente expuso Bush, y gracias a que se hicieron evidentes las consecuencias de su ignorancia e ímpetu doctrinal, el pueblo se ha dado cuenta de su error y ha sido posible el gran cambio que representa Obama.
Nos equivocamos, bolivianos y norteamericanos por igual, si creemos que simplemente con elegir como Presidente alguien que pertenece a una etnia que fue sometida a la esclavitud, el racismo ha de desparecer mágicamente. A su vez, solamente porque Obama habla de respeto y mutuo interés cuando habla con oriente, no quiere decir que las cientos de bases militares norteamericanas serán inmediatamente clausuradas. Primero se requiere que los chinos, rusos, indios e indonesios empiecen lentamente a llenar el vacío de poder. Nos gustaría que la evolución sea inmediata. No lo es. Además, cincuenta años, en términos evolutivos, es un abrir y cerrar de ojos. En Bolivia, la oposición querrá a toda costa ganar las próximas elecciones. Es la naturaleza de la bestia. Pero no hemos de ganar nada si no empezamos también a crear las condiciones para ir erradicando gradualmente las condiciones que crean el racismo, arrogancia totalitaria y ganas de imponer una verdad. En este sentido, debemos brindarles a las siguientes generaciones de bolivianos el buen ejemplo, mediante la exposición de argumentos maduros, obligando a las partes a participar de debates civilizados entre dignos oponentes políticos.
Los bolivianos somos un pueblo apático. Nos resulta fácil quejarnos amargamente, pero nos da muchísima flojera hilvanar coherentemente un argumento político, o participar en el mercado de intercambio de ideas. Si bien hasta hace poco podíamos darnos ese lujo, ahora debemos empezar a – respetuosamente – desarrollar conceptos, para luego compartir y defenderlos. Debemos empezar a crear una cultura del dialogo; una cultura que sea también tolerante de la diversidad ideológica. Después de todo, “terroristas” también son aquellos que pretenden callar las voces disidentes utilizando el miedo. Así que, por favor haga patria, abandone su indiferencia y - mediante su conducta y exposición de mejores ideas - transfórmese en el cambio gradual. El cambio tal vez sea lento, la conversación parecerá ser entre necios y sordos, pero sus esfuerzos para eliminar el terrorismo y así crear una cultura democrática, participativa y tolerante, nuestros hijos (Bolivia) mucho se lo agradecerán.
jueves, 7 de mayo de 2009
Humedad Relativa
No importa que el mundo esté observando, ni que la humedad fuera tortura suficiente. Los prisioneros de deben abandonar Cuba para regresar a casa. Son 117 los apresados por EEUU que han sido repatriados en aviones jumbo 747 que Arabia Saudita envía a Guantánamo para asimilar mercenarios que se declararon enemigos de la monarquía saudí. Aquellos capturados luchando hombro a hombro con Osama bin Laden – enemigo número uno de la realeza - reciben auto, casa y perdón del Estado. El régimen saudí es una tiranía, lo suficientemente sofisticada como para emprender una campaña de relaciones públicas a costilla de la más radical de toda posible oposición. Arabia Saudita no es siquiera una democracia, mucho menos intenta ser estándar de respeto a los derechos humanos. Además, ya tienen el mundo a sus pies, en particular a EE.UU., cuya supervivencia económica depende de su petróleo. Sus esfuerzos de reintegrar a terroristas a su sociedad, sin embargo, demuestra que le preocupa proyectar ante el mundo una imagen de benevolencia y humanidad.
Hace muchísimos años, EE.UU. demostraba también idéntica predisposición a montar patrañas mediáticas para vender propaganda nacionalista. Los terroristas en aquel entonces era un contingente de 36 hombres, mujeres y niños que, bajo el liderazgo del legendario Gerónimo, desafiaron al ejército norteamericano, hasta ser capturados en 1886. El pueblo chiricagua, al cual pertenecía Gerónimo, es de la tribu Apache, indomables guerreros que, una vez capturados, fueron recluidos en campos de concentración. En contraste con los prisioneros de guerra internados en Guantánamo, la humedad primero de Florida y luego Alabama, fue tortura suficiente para los chiricagua, acostumbrados a climas secos de las praderas.
Gerónimo se convirtió en reconocida celebridad, llegando incluso a participar en el desfile de festejo de la ascensión al poder del Presidente Teodoro Roosevelt. A Gerónimo se le otorgaron varias libertades, menos regresar a su tierra natal. Si bien en aquel entonces no había medios de comunicación masivos, el gobierno norteamericano utilizó a su prisionero de guerra para proyectar internamente a su nación la imagen de benevolencia y humanidad.
El Presidente Obama sabe que el mundo está mirando. Las consecuencias políticas de procesar los autores intelectuales de patrañas legales que dieron luz verde a la tortura están siendo sopesadas. La oposición republicana ha amenazado con incendiar Washington si el oficialismo se atreve levantar cargos contra el equipo de seguridad nacional del ex – Presidente Bush. En juego está la reputación de los EE.UU., toda una humanidad que impávidamente observa cómo se aplican los supuestos derechos inalienables del ser humano en el seno de la nación que más se jacta en defenderlos.
Debido que Bolivia es reserva moral de la humanidad, nadie se molesta en observar nuestra conducta. Además de sigilo, el título confiere derecho al siguiente relativismo moral: EE.UU. tiene poder militar y económico. Por ende, si torturan a quienes asesinaron 3,000 de sus ciudadanos, cometen un crimen de lesa humanidad. En cambio, Bolivia es un país pobre, sin recursos, que ha sido sometido a la explotación económica de una élite racista. Por ende, ajusticiar sumariamente a sospechosos cuyos pasos habíamos venido siguiendo durante cuatro meses, para luego justificar una cacería de “terroristas”, aquí es perfectamente legítimo. Además, no hay equivalencia moral entre Guantánamo y la cárcel de San Pedro, porque allí las bofetadas se aplican humanamente; y la “humedad” es solo para los que tienen poder.
Hace muchísimos años, EE.UU. demostraba también idéntica predisposición a montar patrañas mediáticas para vender propaganda nacionalista. Los terroristas en aquel entonces era un contingente de 36 hombres, mujeres y niños que, bajo el liderazgo del legendario Gerónimo, desafiaron al ejército norteamericano, hasta ser capturados en 1886. El pueblo chiricagua, al cual pertenecía Gerónimo, es de la tribu Apache, indomables guerreros que, una vez capturados, fueron recluidos en campos de concentración. En contraste con los prisioneros de guerra internados en Guantánamo, la humedad primero de Florida y luego Alabama, fue tortura suficiente para los chiricagua, acostumbrados a climas secos de las praderas.
Gerónimo se convirtió en reconocida celebridad, llegando incluso a participar en el desfile de festejo de la ascensión al poder del Presidente Teodoro Roosevelt. A Gerónimo se le otorgaron varias libertades, menos regresar a su tierra natal. Si bien en aquel entonces no había medios de comunicación masivos, el gobierno norteamericano utilizó a su prisionero de guerra para proyectar internamente a su nación la imagen de benevolencia y humanidad.
El Presidente Obama sabe que el mundo está mirando. Las consecuencias políticas de procesar los autores intelectuales de patrañas legales que dieron luz verde a la tortura están siendo sopesadas. La oposición republicana ha amenazado con incendiar Washington si el oficialismo se atreve levantar cargos contra el equipo de seguridad nacional del ex – Presidente Bush. En juego está la reputación de los EE.UU., toda una humanidad que impávidamente observa cómo se aplican los supuestos derechos inalienables del ser humano en el seno de la nación que más se jacta en defenderlos.
Debido que Bolivia es reserva moral de la humanidad, nadie se molesta en observar nuestra conducta. Además de sigilo, el título confiere derecho al siguiente relativismo moral: EE.UU. tiene poder militar y económico. Por ende, si torturan a quienes asesinaron 3,000 de sus ciudadanos, cometen un crimen de lesa humanidad. En cambio, Bolivia es un país pobre, sin recursos, que ha sido sometido a la explotación económica de una élite racista. Por ende, ajusticiar sumariamente a sospechosos cuyos pasos habíamos venido siguiendo durante cuatro meses, para luego justificar una cacería de “terroristas”, aquí es perfectamente legítimo. Además, no hay equivalencia moral entre Guantánamo y la cárcel de San Pedro, porque allí las bofetadas se aplican humanamente; y la “humedad” es solo para los que tienen poder.
domingo, 3 de mayo de 2009
A Cuenta Gotas
El mundo de lo abstracto, donde se “es” o “no se es”, es la dimensión que alberga nuestro espíritu y donde nacen las emociones, brindando gran sentido a la vida. Es natural entonces que la gran pregunta - “ser o no ser” – haya sido enaltecida por encima de todas las demás. Diferentes preguntas permiten observar y actuar en las diferentes dimensiones que conforman la existencia. La vida no está compuesta de una sola dimensión y todo tipo de preguntas son también importantes. Por ende, no deberían existir una pregunta “más” legítima que otra. Pero con la perfidia propia de los fanáticos de una sola causa, hay preguntas que han sido relegadas a la infamia.
Otra dimensión es el mundo material, sin el cual tampoco es posible la existencia. La odiosa dimensión de la materia, donde lo que cuenta es la conducta, se empobrece cuando dejamos de analizar lo que funciona, o cuando contamos un cuento, inventándonos los resultados. “Contar o no contar”, por lo tanto, es también una pregunta legítima, porque permite entender mejor cuántos somos, cuanto hay; si estamos haciendo bien las cosas, o si la estamos “cagando”. La información que proviene de las estadísticas es un punto de vista muy útil, por lo que “¿cuánto?” merece ser rehabilitada en la Acrópolis de interrogantes.
El descubrimiento de Newton de la ley de la gravedad enalteció el mundo de la materia, que inmediatamente paso a asumir un papel preponderante en la construcción de una cosmovisión científica. Luego, los avances teóricos de Einstein hicieron posibles la física cuántica, permitiendo al ser humano acceso a otra dimensión, donde la posición del electrón depende de si “se lo está”, o “no se lo está” observando. La nueva comprensión de la dimensión subatómica hoy permite desarrollar transistores que incrementan geométricamente la capacidad de procesar información. La ley de la gravedad, sin embargo, también ha aportado a la civilización, mediante acueductos que mueven con certeza el líquido elemento.
Cuando llegó a su amargo final el imperio romano, el ser humano descuidó la aplicación de una valiosa lección: la ley de la gravedad permite al agua fluir cuesta abajo. Tuvieron que pasar (lean bien) más de mil años para que las ciudades nuevamente tengan alcantarillados que permitan desalojar los desperdicios humanos, una tecnología básica que fue primero aplicada 500 años antes del nacimiento de Jesús; pero que de pronto desapareció, condenando al ser humano a lidiar con pestes contagiosas, hasta que la tecnología fue rehabilitada en el siglo XIX. La ley de la gravedad, tan “materialista”, resultó ser clave en la convivencia pacífica. No aplicar bien el conocimiento básico sobre gradientes – un precepto que hace posible desaguaderos - empobreció radicalmente la vida en sociedad.
La dimensión “cuántica” fue descubierta hace apenas un siglo. Antes, el universo subatómico permanecía oculto detrás de la materia. Descubrir una dimensión donde un electrón puede estar en dos lugares al mismo tiempo y cuya posición parece depender de la mente humana, empieza a rehabilitar nuestra fe en la fuerza de la voluntad. Creo que recuperar la capacidad de definir horizontes es un gran aporte de la física cuántica, una capacidad primero secuestrada por la teoría de la predestinación; luego por la visión mecanicista de Descartes, que redujo la conducta humana a impulsos instintivos y decisiones racionales altamente predecibles. Con la física cuántica hemos recuperado la ilusión que nuestra consciencia puede impactar el devenir de la historia humana. ¡Bien! Pero como suele suceder con fenómenos que recién se empiezan a comprender, hay quienes creen que con adquirir la capacidad de ejercer influencia sobre la posición de un electrón, mágicamente hemos adquirido la capacidad de desarrollar a la sociedad simplemente con la voluntad de la mente.
Circula por ahí el “secreto”, una psicología “pop” basada en la “ancestral ley de la atracción”, supuestamente mucho más poderosa que la ley de la gravedad. Mientras que la ley de gravedad apenas tiene el mérito de brindarle cohesión y orden al infinito universo, la ley de atracción “cósmica” del secreto permite darle órdenes, para que con tan solo pedir, el “cosmos” se siente impelido a brindarnos bienes materiales. Es decir, se ha creado una nueva ilusión que se origina en la siguiente premisa: debido a que electrón se mueve caprichosamente (según lo estemos o no observando), por ende, con “pedirle al universo”, es suficiente para lograr mover bienes y servicios en nuestra dirección. Seré el último en menospreciar a la física cuántica, una dimensión de la materia cuyas leyes tienen gran valor humano y científico. Lo que preocupa es el fundamentalismo con el cual existen quienes - en el Partenón de mitos con los cuales se construye la realidad - pretenden elevar la dimensión de lo que permanece “oculto” detrás de la materia por encima de todas las demás esferas.
Es tan ridícula la predisposición humana de intentar elevar una dimensión por encima de las demás, que existen aquellos que sugieren debemos tomar partido entre Newton (materia) y Einstein (energía), como si fuesen fuerzas opuestas en una batalla cósmica en la cual una de ellas debe ser derrotada. Son dos dimensiones de la realidad, con sus propias leyes, que se complementan a la perfección. La mente analítica no invalida la mente emocional, ni la esfera material al espíritu. El hecho que el electrón sea un rebelde “sin cauce” exacto, no quiere decir que “contar” sea un demonio judeo-capitalista. Un buen ejemplo de las virtudes de contar (y contar bien) es el padrón biométrico que la Corte Electoral piensa implementar, con el propósito de llevar un mejor registro de los ciudadanos y evitar corromper el proceso democrático mediante el fraude. Existe la tecnología que permite elaborar un padrón electoral más preciso. Si tenemos la tecnología para contar mejor, ¿por qué no utilizarla?
Un pedacito de materia contiene toda la información necesaria para que - en nueve meses –el substrato biológico que hace posible la consciencia sea construido. Una sola célula fertilizada dentro del vientre de la madre empieza a dividirse, utilizando la información genética que ordena la producción, distribución y organización de diferentes proteínas, que se convierten en tejidos musculares, órganos vitales, ojos y orejas. En el ovario, allí donde empieza una vida, el embrión se transforma “dividiéndose, reconstruyendo, revisando, extendiendo, repitiendo”, todo gracias a la información contenida en los planos arquitectónicos del ADN, que permiten construir un cerebro humano y el magnífico cuerpo que le brinda movilidad.
De la física a la biología, las leyes que gobiernan el universo demuestran una milagrosa capacidad de organizar las diversas dimensiones, organizándolas muy bien. El ímpetu de la energía suprema de crear un orden se impone en todo rincón del cosmos sobre el caos. Quienes duden de este milagro, es porque ignoran cómo funciona el universo. Donde sea que observen, encontrarán sencillos algoritmos que crean, organizan y hacen posible la vida en este espacio infinito, donde un pequeño planeta tierra es evidencia del potencial de exuberancia natural. Entre todas sus bellísimas manifestaciones, su máximo esplendor es la consciencia humana.
En su permanente evolución, la consciencia humana empieza a encontrar un obstáculo irónicamente en aquello que originalmente permitió su desarrollo. El cerebro humano está gobernado por un algoritmo básico que le instruye a organizar la información en el menor número posible de dimensiones. La más básica de esas dimensiones es identificar la energía básica: “alimento” o “no alimento”. Otra dimensión elemental es “amigo” o “enemigo”. En la medida que la vida se vuelve más compleja, las dimensiones son cada vez más difíciles de categorizar nítidamente. Por ejemplo, el algoritmo “optimizar procesos” es vital en la dimensión del mercado, donde los intereses están en conflicto y deben ser reconciliados. Pero en la dimensión de la familia, en la cual un padre debe enseñarle a su hija el valor de ciertas virtudes, la paciencia y el ejemplo ha de avanzar mejor el objetivo. Si al abandonar su trabajo un padre es incapaz de realizar la transición de la dimensión “optimizar procesos” (en base a fríos cálculos de utilidad) a “educar mediante el ejemplo”, con seguridad que su hija no entenderá la lección.
La capacidad de adaptar nuestra mente a las diferentes circunstancia que enfrentamos en la vida es una facultad que todos poseemos. No siempre procesamos la información utilizando la parte del cerebro que permite calcular: el hemisferio izquierdo. Incluso la persona más fría y analítica tiene momentos en los cuales su cerebro procesa la información utilizando el hemisferio derecho, la dimensión abstracta de la cual emergen las emociones. Todos nos movemos entre los diversos espacios que componen el cerebro, que tiene más de una manera de procesar la información. Si suponen que el suspiro inspirado por un bello paisaje no requiere procesar información (estimulo externo), es porque no entienden como funciona la consciencia. La vida, lean bien, es un proceso de permanentemente procesar información. El hecho que dos astros no calculen conscientemente la fuerza gravitacional que los atrae, no quiere decir que ese dato no esté siendo procesado.
No se puede reconocer a alguien, a menos que el cerebro procese la información visual de su rostro, el sonido de su voz, su forma física, o tan siquiera el olor que emana de su sobaco. Uno no puede amar a quien no reconoce. ¿O es posible amar a quien uno no puede representar en la dimensión de la consciencia? Existen millones de diferentes maneras de procesar información, algo que puede atestiguar murciélagos y delfines. Un mismo cerebro y una misma cultura observa diferentes dimensiones de la realidad, información que es permanentemente dividida, reconstruida, revisada, extendida y repetida; para ser organizada y distribuida según la dimensión a la que corresponde. A Cesar lo que es del Cesar, y a cada tipo de información, un lugar en su dimensión correspondiente. Debemos abandonar el chauvinismo que pretende reducir el universo a una sola dimensión.
El sector productivo es una “pequeña” y cada vez más insignificante dimensión de nuestra realidad. Para que fluyan los recursos hacia aquellas áreas donde son más productivos, debe existir una manera de entender si esos recursos están siendo bien o mal utilizados. Las estadísticas ayudan desarrollar una dimensión de la existencia que impacta a todos: la economía. Ante los actuales vacios estadísticos y señales que están siendo emitidas, las inversiones están fluyendo hacia Bolivia en cuenta gotas. Sin no aprendemos a optimizar la maldita dimensión material, lo único que nuestra economía será capaz de atraer es vendedores de ilusiones que engatusan al pueblo con la metafísica de la ley de la atracción: un modelo de desarrollo material basado en un “secreto”.
Otra dimensión es el mundo material, sin el cual tampoco es posible la existencia. La odiosa dimensión de la materia, donde lo que cuenta es la conducta, se empobrece cuando dejamos de analizar lo que funciona, o cuando contamos un cuento, inventándonos los resultados. “Contar o no contar”, por lo tanto, es también una pregunta legítima, porque permite entender mejor cuántos somos, cuanto hay; si estamos haciendo bien las cosas, o si la estamos “cagando”. La información que proviene de las estadísticas es un punto de vista muy útil, por lo que “¿cuánto?” merece ser rehabilitada en la Acrópolis de interrogantes.
El descubrimiento de Newton de la ley de la gravedad enalteció el mundo de la materia, que inmediatamente paso a asumir un papel preponderante en la construcción de una cosmovisión científica. Luego, los avances teóricos de Einstein hicieron posibles la física cuántica, permitiendo al ser humano acceso a otra dimensión, donde la posición del electrón depende de si “se lo está”, o “no se lo está” observando. La nueva comprensión de la dimensión subatómica hoy permite desarrollar transistores que incrementan geométricamente la capacidad de procesar información. La ley de la gravedad, sin embargo, también ha aportado a la civilización, mediante acueductos que mueven con certeza el líquido elemento.
Cuando llegó a su amargo final el imperio romano, el ser humano descuidó la aplicación de una valiosa lección: la ley de la gravedad permite al agua fluir cuesta abajo. Tuvieron que pasar (lean bien) más de mil años para que las ciudades nuevamente tengan alcantarillados que permitan desalojar los desperdicios humanos, una tecnología básica que fue primero aplicada 500 años antes del nacimiento de Jesús; pero que de pronto desapareció, condenando al ser humano a lidiar con pestes contagiosas, hasta que la tecnología fue rehabilitada en el siglo XIX. La ley de la gravedad, tan “materialista”, resultó ser clave en la convivencia pacífica. No aplicar bien el conocimiento básico sobre gradientes – un precepto que hace posible desaguaderos - empobreció radicalmente la vida en sociedad.
La dimensión “cuántica” fue descubierta hace apenas un siglo. Antes, el universo subatómico permanecía oculto detrás de la materia. Descubrir una dimensión donde un electrón puede estar en dos lugares al mismo tiempo y cuya posición parece depender de la mente humana, empieza a rehabilitar nuestra fe en la fuerza de la voluntad. Creo que recuperar la capacidad de definir horizontes es un gran aporte de la física cuántica, una capacidad primero secuestrada por la teoría de la predestinación; luego por la visión mecanicista de Descartes, que redujo la conducta humana a impulsos instintivos y decisiones racionales altamente predecibles. Con la física cuántica hemos recuperado la ilusión que nuestra consciencia puede impactar el devenir de la historia humana. ¡Bien! Pero como suele suceder con fenómenos que recién se empiezan a comprender, hay quienes creen que con adquirir la capacidad de ejercer influencia sobre la posición de un electrón, mágicamente hemos adquirido la capacidad de desarrollar a la sociedad simplemente con la voluntad de la mente.
Circula por ahí el “secreto”, una psicología “pop” basada en la “ancestral ley de la atracción”, supuestamente mucho más poderosa que la ley de la gravedad. Mientras que la ley de gravedad apenas tiene el mérito de brindarle cohesión y orden al infinito universo, la ley de atracción “cósmica” del secreto permite darle órdenes, para que con tan solo pedir, el “cosmos” se siente impelido a brindarnos bienes materiales. Es decir, se ha creado una nueva ilusión que se origina en la siguiente premisa: debido a que electrón se mueve caprichosamente (según lo estemos o no observando), por ende, con “pedirle al universo”, es suficiente para lograr mover bienes y servicios en nuestra dirección. Seré el último en menospreciar a la física cuántica, una dimensión de la materia cuyas leyes tienen gran valor humano y científico. Lo que preocupa es el fundamentalismo con el cual existen quienes - en el Partenón de mitos con los cuales se construye la realidad - pretenden elevar la dimensión de lo que permanece “oculto” detrás de la materia por encima de todas las demás esferas.
Es tan ridícula la predisposición humana de intentar elevar una dimensión por encima de las demás, que existen aquellos que sugieren debemos tomar partido entre Newton (materia) y Einstein (energía), como si fuesen fuerzas opuestas en una batalla cósmica en la cual una de ellas debe ser derrotada. Son dos dimensiones de la realidad, con sus propias leyes, que se complementan a la perfección. La mente analítica no invalida la mente emocional, ni la esfera material al espíritu. El hecho que el electrón sea un rebelde “sin cauce” exacto, no quiere decir que “contar” sea un demonio judeo-capitalista. Un buen ejemplo de las virtudes de contar (y contar bien) es el padrón biométrico que la Corte Electoral piensa implementar, con el propósito de llevar un mejor registro de los ciudadanos y evitar corromper el proceso democrático mediante el fraude. Existe la tecnología que permite elaborar un padrón electoral más preciso. Si tenemos la tecnología para contar mejor, ¿por qué no utilizarla?
Un pedacito de materia contiene toda la información necesaria para que - en nueve meses –el substrato biológico que hace posible la consciencia sea construido. Una sola célula fertilizada dentro del vientre de la madre empieza a dividirse, utilizando la información genética que ordena la producción, distribución y organización de diferentes proteínas, que se convierten en tejidos musculares, órganos vitales, ojos y orejas. En el ovario, allí donde empieza una vida, el embrión se transforma “dividiéndose, reconstruyendo, revisando, extendiendo, repitiendo”, todo gracias a la información contenida en los planos arquitectónicos del ADN, que permiten construir un cerebro humano y el magnífico cuerpo que le brinda movilidad.
De la física a la biología, las leyes que gobiernan el universo demuestran una milagrosa capacidad de organizar las diversas dimensiones, organizándolas muy bien. El ímpetu de la energía suprema de crear un orden se impone en todo rincón del cosmos sobre el caos. Quienes duden de este milagro, es porque ignoran cómo funciona el universo. Donde sea que observen, encontrarán sencillos algoritmos que crean, organizan y hacen posible la vida en este espacio infinito, donde un pequeño planeta tierra es evidencia del potencial de exuberancia natural. Entre todas sus bellísimas manifestaciones, su máximo esplendor es la consciencia humana.
En su permanente evolución, la consciencia humana empieza a encontrar un obstáculo irónicamente en aquello que originalmente permitió su desarrollo. El cerebro humano está gobernado por un algoritmo básico que le instruye a organizar la información en el menor número posible de dimensiones. La más básica de esas dimensiones es identificar la energía básica: “alimento” o “no alimento”. Otra dimensión elemental es “amigo” o “enemigo”. En la medida que la vida se vuelve más compleja, las dimensiones son cada vez más difíciles de categorizar nítidamente. Por ejemplo, el algoritmo “optimizar procesos” es vital en la dimensión del mercado, donde los intereses están en conflicto y deben ser reconciliados. Pero en la dimensión de la familia, en la cual un padre debe enseñarle a su hija el valor de ciertas virtudes, la paciencia y el ejemplo ha de avanzar mejor el objetivo. Si al abandonar su trabajo un padre es incapaz de realizar la transición de la dimensión “optimizar procesos” (en base a fríos cálculos de utilidad) a “educar mediante el ejemplo”, con seguridad que su hija no entenderá la lección.
La capacidad de adaptar nuestra mente a las diferentes circunstancia que enfrentamos en la vida es una facultad que todos poseemos. No siempre procesamos la información utilizando la parte del cerebro que permite calcular: el hemisferio izquierdo. Incluso la persona más fría y analítica tiene momentos en los cuales su cerebro procesa la información utilizando el hemisferio derecho, la dimensión abstracta de la cual emergen las emociones. Todos nos movemos entre los diversos espacios que componen el cerebro, que tiene más de una manera de procesar la información. Si suponen que el suspiro inspirado por un bello paisaje no requiere procesar información (estimulo externo), es porque no entienden como funciona la consciencia. La vida, lean bien, es un proceso de permanentemente procesar información. El hecho que dos astros no calculen conscientemente la fuerza gravitacional que los atrae, no quiere decir que ese dato no esté siendo procesado.
No se puede reconocer a alguien, a menos que el cerebro procese la información visual de su rostro, el sonido de su voz, su forma física, o tan siquiera el olor que emana de su sobaco. Uno no puede amar a quien no reconoce. ¿O es posible amar a quien uno no puede representar en la dimensión de la consciencia? Existen millones de diferentes maneras de procesar información, algo que puede atestiguar murciélagos y delfines. Un mismo cerebro y una misma cultura observa diferentes dimensiones de la realidad, información que es permanentemente dividida, reconstruida, revisada, extendida y repetida; para ser organizada y distribuida según la dimensión a la que corresponde. A Cesar lo que es del Cesar, y a cada tipo de información, un lugar en su dimensión correspondiente. Debemos abandonar el chauvinismo que pretende reducir el universo a una sola dimensión.
El sector productivo es una “pequeña” y cada vez más insignificante dimensión de nuestra realidad. Para que fluyan los recursos hacia aquellas áreas donde son más productivos, debe existir una manera de entender si esos recursos están siendo bien o mal utilizados. Las estadísticas ayudan desarrollar una dimensión de la existencia que impacta a todos: la economía. Ante los actuales vacios estadísticos y señales que están siendo emitidas, las inversiones están fluyendo hacia Bolivia en cuenta gotas. Sin no aprendemos a optimizar la maldita dimensión material, lo único que nuestra economía será capaz de atraer es vendedores de ilusiones que engatusan al pueblo con la metafísica de la ley de la atracción: un modelo de desarrollo material basado en un “secreto”.
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