viernes, 27 de marzo de 2009

Espera un Poco

Vicente no tiene que ir donde va la gente. Tampoco está obligado a preocuparse por atrapar malditas liebres. Pero si los suyos necesitan participar en la repartija de conejos, Vicente haría bien en por lo menos pretender estar dispuesto a cooperar. Vicente ha decidido ser vegetariano y que los hijos que tiene desparramados no vuelvan a participar del barbárico ritual de matar el alimento. Lamentablemente Vicente no vive en una comunidad con condiciones necesarias para emanciparse del temible colesterol, por lo que no es cuestión de pura voluntad. Vicente sueña con crear algún día una utopía, un paraíso social donde pueda mandar a rodar por el precipicio al resto de la manada. Mientras tanto, Vicente haría bien en siquiera pretender que disfruta alguna vez de una buena cazuela de conejo, por lo menos mientras convence a unos cuantos compañeros del valor moral de estofados de soya y zanahorias.

El orden internacional es un tanto más complejo que lo que permite la analogía de Vicente. Pero creo que Vicente haría bien en demostrar paciencia y utilizar mayor tacto cuando condena la dieta de carnívoros. Por loable e iluminada su intención que salvar a los suyos de ingerir cadáveres en vía de putrefacción, si enajenar a los demás miembros de la comunidad afecta la capacidad de poner el pan sobre la mesa, Vicente haría bien en esperar un poco y primero contar con un mínimo consenso antes de disparar su boca. Pero Vicente dice, hace y va donde le da la regalada gana. Es una de las ventajas de ser líder, sin ser padre de familia.

Vicente cree que con la vegetariana simpatía de tres tristes tigres es suficiente para frenar la carnívora maquinaria de los gorditos del barrio. A su vez, con sus tácticas de amedrentar, extorsionar e insultar a los vecinos, Vicente demuestra que le importa un rábano si sus hijos se quedan sin comer. Verán, Vicente no está preocupado con banalidades como ser suficientes calorías para la familia. Lo importante para él es emitir jocosos y agrios mensajes, imitando el incomparable estilo de su ídolo, el llanero solitario. Si ahora decide que es hora de perseguir la liebre, es posible que lo haga simplemente por joder. Y así, con la misma habilidad desplegada por George W. Bush después del ataque a sus Torres Gemelas, Vicente se empecina en enajenar a todo aquel que no es su amigo.

El periodista Alberto Zuazo Nathes rememora nuestro terrible pasado carnívoro, cuando los lobos de Repsol, British Gas y Pan American Energy pretendían invertir casi seis mil millones de dólares para construir un gaseoducto, adquirir dos buques tanqueros e instalar una terminal de gas para exportar nuestro gas a EE.UU. y México. El proyecto iba a ser ejecutado mediante la concesión de un siglo por parte de Chile de un área territorial entre 600 y 1.000 hectáreas, sobre la cual Bolivia tendría “plena autonomía, pero sin soberanía”. La Zona Económica Especial, continúa Zuazo, “era una especie de Enclave en la costa del océano Pacífico”. Afortunadamente Bolivia se “salvó” de dar de comer a cobardes miserables, que ahora deberán invertir su asqueroso dinero en otros enclaves. Bolivia es demasiado digna como para aceptar tener “enclaves”, mucho menos si son utilizados para exportar.

Si bien todos apoyamos Vicente y agradecemos sus delicados esfuerzos por avanzar nuestra reivindicación marítima, es un poco contradictorio que Vicente se rasgue la vestidura por nuestra mediterraneidad, habiéndose empeñado en cortarle las alas al comercial internacional. Es equivalente a declarase vegetariano por razones morales, para luego reclamar el derecho a abrir una carnicería. Vicente no parece haber sido agraciado con la sutileza de un zorro que sale de un largo invierno, por lo que dudo logre atrapar siquiera un pavo silvestre. Tanta ensalada parece haberlo vuelto un poquito lento.

Pero si de pasar vergüenzas se trata, ¿imagínense la quemada si Chile decide reconocer nuestro derecho soberano de salida soberana al mar y no tenemos ni idea que hacer con él? Vicente anda demasiado preocupado por el nivel de colesterol y antiimperialismo entre miembros de la comunidad. Por ende, dudo tenga preparado para el día cuando podamos remojar los callos en aguas de Pacifico otra que no sea estrenar la malla de su amigo Chespirito. A su vez, su oposición fundamentalista al libre comercio es una dieta libre de todo tipo y clase de colesterol. Verán, Vicente no es nutricionista, por lo que no entiende un ápice de una dieta balanceada. Para el colmo, nuestra patria esta en medio de una comunidad de come carnes. Tal vez estaríamos más cómodos con nuestro cuerpo esquelético entre mullahs y faquires. Pero si de orgullo nacional por estar “libre de gorduras” se trata, se nos viene encima una época de vacas bien flacas.

Nuestro modelo de exportación se llama YPFB, una institución cuyo destino fue relegado en manos de quienes demostraron tener como prioridad hurtar harta hortaliza. A los gritos de autonomía y democracia ahora se unen los coros de “abajo la corrupción”. En medio de tanta discusión sobre el menú del día, se pierde de vista que de nada sirve avanzar cualquiera de estos nobles objetivos si la población sigue sin empleos. En palabras de un conocido fan de las conejitas, “es la economía estúpido”. La reivindicaciones políticas de los come carne y vegetarianos no valdrán la sal sobre la mesa si no se desarrolla una estrategia de desarrollo sobre la base de crear empleos. Tal vez no todos quieren o tienen el estómago para trabajar en una carnicería. Eso no es argumento para obrar de tal manera que los malevos empresarios del Mercado Rodríguez y demás, se vean obligados a cerrarlas todas. Y mientras se habla con gran holgura intelectual sobre las inversiones que supuestamente han de caer, cual maná del cielo, los actos demuestran una bellaca tendencia a sabotear las condiciones que conducen a la creación de fuentes de trabajo. Esa cadena básica alimenticia se está perdiendo de vista, con la sonora complicidad de los sollozos e insultos de quienes se sienten discriminados por el dogma vegetariano.

No hay justicia social sin empleo. Para crear empleos se deben crear las condiciones básicas para la inversión, producción y exportación. Digamos que mañana obtenemos la codiciada soberanía sobre el Pacifico, ¿con que dinero hemos de construir la infraestructura básica portuaria o turística? Peor aún, ¿Qué mierdas vamos a enviar en los decrépitos buques que tendrá que regalarnos Venezuela? ¿Chompas de alpaca a Cuba, cruzando el enclave colonial que fue el Canal de Panamá? En Bolivia no necesitan jugar con los sentimientos patrióticos del pueblo, porque es suficiente jugar con nuestra obsesiva lucha por abstracciones políticas. Los bien alimentados líderes pueden darse el lujo de ondear sus respectivas banderas, una discusión de sordos en la cual a nadie le interesa proponer una manera de mejorar la economía. Estamos demasiado distraídos con las agendas políticas, como para darnos cuenta que se empiezan a secar las exportaciones, el sector productivo y fuentes de trabajo. El pueblo ha sido mareado por el debate sobre justicia, autonomía y libertad. De nada sirve ese “diálogo” si el pueblo no adquiere la capacidad de poner el pan sobre la mesa. Estamos hipnotizados por principios, sin idea de cuál es el verdadero fin. Repito, no hay justicia social ni libertad sin economía. ¿Cuánto tiempo más hay que esperar para despertar? Ojala que sea solo un poco, un poquito más.

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