martes, 26 de octubre de 2010

Palacio de Hierro

En México hay una cadena de tiendas que vende enseres para el hogar, haciendo énfasis en alta costura para familias de recursos. Se llama Palacio de Hierro y su primer edificio fue diseñado en 1921 por el francés Paul Dubois, con detalles art deco y art nouveau y un vitral estilo Tiffany. Otra de sus marcas registradas son sus fastidiosos anuncios, que solían personificar a la mujer como materialista, estúpida y superficial. Entre sus pasacalles más infames se encuentran las frases “La vanidad nunca muere” y “Quizás no me vaya al cielo, pero un par de tacones me acercan."

La generación que creció viendo como se celebraba públicamente a las “chicas plásticas” se ha rebelado ante este mensaje. Expuestas abiertamente a la frivolidad que intentaron inculcarles genios en mercadotecnia, las niñas de ayer son ahora mujeres que no son embaucadas tan fácilmente. Evidencia que las viejas consignas ya no funcionan es el nuevo eslogan de Palacio de Hierro: “No es vanidad, es amor propio”. ¿No hubiese sido más fácil simplemente censurar publicidades que celebren mujeres ricas y superficiales?

El Gobierno boliviano pasa por televisión una vulgar propaganda que muestra lo más feo del ser humano. En vez de endiosar a la vanidad para vender ropa femenina, el anuncio reproduce repugnantes verbosidades llenas de tirria y racismo enunciadas por cambas-odia-collas. No me atrevería a reproducir aquí los improperios con los cuales se bombardea a la población, porque posiblemente sería excusa para cerrar el medio donde escribo. La autoestima de una adolecente mexicana tal vez pudo haber sido denigrada por palabras propiciadas por Palacio de Hierro que lastiman la causa de igualdad de la mujer. Hoy la población boliviana está siendo obligada por el Gobierno a mirarse en el espejo y observar la horrible cara del más extremo racismo.

La diferencia entre ambas campañas mediáticas son muchas. No es lo mismo apelar a la vanidad de la mujer para vender zapatos, que apelar al odio para defender una ley mordaza. Pero existe una similitud: el mostrar el lado feo del ser humano (sea vanidad o racismo) ayuda a crear una mayor consciencia en la población. Expuestos a estas tristes manifestaciones de la naturaleza humana, un individuo puede mirarse al espejo, realizar una reflexión sobre los valores que sostiene y decidir no emular a una madre petulante que compra en Palacio de Hierro, o a un pseudo-periodista prisionero de su cárcel mental, porque entiende que imitarlos seria mellar su propia dignidad.

En un país libre, los vanidosos, codiciosos e intolerantes pueden expresarse abiertamente. Es responsabilidad del individuo mirarlos, mirarse y trascender limitaciones de la piel. No le haría un favor a mi hija censurando lo que ve. Prefiero que observe groseras manifestaciones de tristes comerciales y decida libremente trascender estereotipos de mujer, desarrollando libremente su consciencia. Con su vulgar propaganda, el Gobierno parece darme razón. Excepto que pretende meternos en una jaula de hierro, donde es exclusividad suya adoctrinarnos sobre el bien y el mal.

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