Era de muy mal gusto recordar durante las fiestas del 16 de Julio que una traición al líder aymará Zárate Willka ayudó a encumbrar políticamente nuestra gran ciudad. Lo tradicional era celebrar a La Paz sin mayores reflexiones. La desidia se irá desvaneciendo lentamente, para dar lugar a un pueblo más maduro, cuya mayoría realmente crea en las autonomías: un paso más hacia un verdadero federalismo y descentralización. El hecho que los paceños nos volcamos mayoritariamente para votar por el primer Presidente indígena, es un paso importante hacia la expiación de nuestros graves errores del pasado. Los logros y reivindicaciones se han ido acumulando a lo largo de nuestra historia, para transformar radicalmente a la ciudad de La Paz. Pronto también quedarán atrás los días cuando el poder económico manipulaba el poder político.
Los retos de nuestro municipio van más allá de enmiendas morales, para incluir problemas estructurales que - a la vez que nos regalan una gloriosa panorámica - erosionan nuestro potencial de expansión. Los empinados bordes limítrofes de nuestra hoyada crearon dudas sobre la capacidad de seguir recibiendo nuevos integrantes a la urbe paceña. El enclaustro geográfico fue cómplice del enclaustro mental, dificultando soluciones a nuestro congestionado tráfico vehicular. Ahora se vislumbra una ciudad que se descuelgue desde sus laderas en modernos teleféricos que alimenten de pasajeros un sistema de transporte urbano masivo. El más caudaloso rio será embovedado y los Puentes Trillizos brindarán nuevas redes de intercambio de energía para barrios otrora marginados. Con sus finanzas públicas saneadas y dignas de una calificación “A” por la calificadora de riesgo internacional Fitch Rating, la ciudad de La Paz se perfila para redimirse de su papel centralista y superar sus limitaciones estructurales.
El corredor bioceánico acordado entre Brasil, Chile y Bolivia es otro gran paso de integración que ha de brindar una ruta de acceso para exportar productos bolivianos por varios puertos marítimos. El enclaustramiento geográfico de la nación será pronto redimido. La carretera internacional pasará unos pocos kilómetros al sur de La Paz, convirtiendo a nuestra urbe y espigada hermana melliza en centros de acopio y exportación para productos provenientes de – irónicamente -Pando y el norte del departamento. El siguiente paso en esta visión es construir una moderna carretera que articule el norte de Bolivia con el sur, atravesando el eje occidental de la patria mediante una vía de desarrollo cuya cristalización queda en manos del nuevo gobierno departamental.
Las celebraciones sin mayores reflexiones pronto serán cosa del pasado. No son rituales los que lograrán crear un horizonte digno y de justicia para todos. Es irónico que – cuando el centralismo paceño es una vez más manzana de discordia - el decreto supremo en discusión sea el 441, una norma que faculta a la gobernación paceña organizar las efemérides del 23 de enero, fecha de la fundación del departamento de La Paz. Pueriles pugnas por los símbolos de la libertad y patriotismo no avanzan nada. El verdadero patriotismo consiste en crear condiciones de inversión y trabajo.
Muchos dignos y nobles bolivianos fueron injustamente inmolados en nombre de la angurria por el poder político, entre ellos Zárate Willka. Los actuales hijos de la ciudad de La Paz somos una nueva generación, con otra visión de país y otra visión de justicia. Justicia se hará cuando nuestro departamento, bajo el liderazgo de una metrópoli pujante y acogedora, ayude a integrar las voluntades y esfuerzos de un pueblo productor y generador de empleos. La autonomía e integración, después de todo, son dos caras de la misma moneda. Enclaustrar en la cumbre del poder a los que controlaban el estaño, o los que ahora manejan la plata del presupuesto nacional, debe dejar de ser una consigna digna de celebrar. ¡Que viva la igualdad y hermandad entre pueblos; y que viva la paz!
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