Asociamos “dieta de pollo” con una dolencia física inducida por un virus. Tras debatir sobre cómo salvar al planeta y llegar a la conclusión que se lo salva destruyendo instintos, consumismos e intercambio comercial, nos enteramos que la dieta de pollo aflora nuestro lado femenino. ¡Qué bueno! Un equilibrio al ego masculino es lo que necesita este planeta. Lástima que nuestro líder espiritual no haya leído bien el manual anti-capitalista. De haberlo estudiado, se daría cuenta que salvar a la Pachamama requiere también desarrollar nuestro lado femenino. El comandante Hugo Chávez, por ejemplo, advierte que el actual superávit de testosteronas induce la egoísta tendencia masculina de someter la naturaleza, según los dictados del Antiguo Testamento.
Tal vez no nos salve del calentamiento global, pero seremos más humanos cuando dejen de cometerse vejaciones físicas y morales debido a la etnia, ideales, género u orientación sexual del otro; y condenar dichas vejaciones siempre, no solo en Sucre, cuando nos conviene. En algunas sociedades los homosexuales tienen los mismos derechos, entre los que se encuentran el derecho de defender a su patria, contraer matrimonio y adoptar a niños que han quedado sin hogar. En otras latitudes, los homosexuales son considerados seres iguales; y se celebra su capacidad de amar, producir y convivir moralmente con el resto de la sociedad. En las sociedades liberales se ha llegado a la conclusión que al ser humano se lo debería juzgar por su conducta, jamás por las características que definen su condición.
Es irónico entonces que en la mismísima reserva mundial de la humanidad, por un lado de la boca se condene el lado analítico-racional del cerebro humano, un hemisferio identificado con lo “masculino” y sinónimo de violencia, conquista y sed de sumisión; mientras que del otro lado de lampiños labios se mofen del lado femenino que pueda manifestarse en un macho-machote. Triste, además, es que con el poder político firmemente agarrado de ambos hemisferios cerebrales, no sean capaces siquiera de entender la dimensión o consecuencias de sus prejuiciados pronunciamientos.
Las consecuencias no se dejaron esperar y la prensa extranjera se dio un panzazo con la noticia. En contraste, las disculpas a la comunidad “gay” fueron muy tibias. Parece que el zeitgeist anti-capitalista exime a nuestro Mandatario de todo mal; que su histeria reemplaza a la historia (Bolivia ha luchado contra el imperio romano), y el gran poder le autoriza ser interprete de la voluntad divina, (el terremoto en Chile fue “castigo de Dios”). Parece también no existir límites a la capacidad de perdón y nula reflexión de un pueblo arrodillado ante sus nuevas deidades.
Una de las consecuencias parecerá banal para los re-volú-binarios del bien y el mal. Después de todos, gracias a su hegemonía, los maniqueos tienen potestad de declarar toda posición ajena siempre retrograda y reaccionaria; mientras que su líder espiritual es eterna e infaliblemente dueño de la verdad. Pero en los salones del Premio Nobel en Suecia, la noticia de su homofobia ha seguramente restado puntos en nuestra candidatura al codiciado galardón. Tampoco pasará desapercibida la atracción fálica a misiles rusos, un gasto insulso que tan solo hace evidente la mentalidad de guerra fría que aun impera en las cavernas de los cráneos que manejan nuestro destino. Gracias a un mal dado picotazo al mercado, el Premio Nobel de la Paz jamás llegará a este lado de los Andes. Insólito será que luego nos quejemos que nos negaron el premio por vil “discriminación”.
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