jueves, 9 de abril de 2009

Utopía Mía

Colocarle bozal y silla de montar al unicornio es monopolizar toda utopía. Yo también tengo una fantasía: quiero aprender a escuchar a los demás. Verán, en mi universo la realidad se construye únicamente en base a las pocas premisas que mi limitada mente es capaz de observar. Mi soberbia soberanía me impele a reducir a los demás a bullas intrusas que se interponen ante mi caprichosa voluntad. Con tiránica arrogancia he desestimado otras verdades como arrogancia ajena. Si los demás manifiestan igualmente su desprecio, ¿por qué debería yo prestarles atención? Creía ser presidente constitucional de un organismo unido bajo el poder central de un cerebro capaz de controlar a mi sumiso cuerpo. La vida se ha encargado de demostrar que mi incapacidad de compenetrarme con las ideas y sentimientos del “otro” ha empobrecido más de una vida.

Culpo mi limitación a la fuerza corruptora del poder que sobre mí la naturaleza me confiere. Es consuelo de tontos observar que lo mismo sucede con la sociedad. La humildad de minorías que exigen su voz sea considerada, rápidamente se convierte en despotismo una vez se invierten los papeles. Pareces ser que los principios se defienden únicamente cuando el principio sirve al que lo profesa. Una vez el principio permite obtener control, las virtudes misteriosamente desaparecen. Esto lo entiende bien toda mujer conquistada por la galantería del novio; que despertó al lado de un bellaco una vez un simple anillo la sometió a su voluntad. La democracia boliviana se parece a matrimonios en sociedades patriarcales, como ser la afgana.

En lugar de defenderme de mi propia hipérbole, añadiré sal a la caricatura que he esbozado confesando una esquizofrénica conversación entre partes de mi cerebro. La ilusión que mi mente es un ente soberano, que puede ignorar las voces que componen un ser supuestamente sometido a la dictadura de mi voluntad ha sido destrozada. Resulta que en mi cerebro hay un permanente diálogo entre el hemisferio izquierdo (analítico) y hemisferio derecho (intuitivo), cada uno con visiones propias de la inconsistente y contradictoria realidad. La aparente unidad orgánica de mi estado unitario es en realidad un prisma de diversas perspectivas que dialogan entre sí para producir el milagro de la consciencia. La lógica analítica convive y se complementa con abstractas emociones. Sin un diálogo permanente entre la multiplicidad de polos que conforman nuestro ser, no es posible tipo alguno de inteligencia.

La arrogancia de pretender imponer verdades absolutas fue duramente criticada cuando los arrogantes eran otros. Ahora la verdad absoluta solo necesita un padrón electoral que le dé toda la razón. La democracia, sin embargo, es más que la suma de voluntades que otorgan a una mitad la ilusión de infalibilidad absoluta. Al igual que los unicornios, las mejores respuestas no existen, se desarrollan. Democracia también es desarrollar acuerdos que avancen la gobernabilidad mediante mínimos consensos.

Suponer que quienes han sido delegados el poder de velar por nuestro bienestar son capaces de dialogar inteligentemente es una infantil quimera. El mecanismo vigente se basa en la capacidad de imponer una verdad. Aplicar un método que permite escuchar al otro, brindándole legitimidad a su postura y siquiera la posibilidad de inclusión a ideas ajenas a la ortodoxia, es una fantasía. La utopía se redujo a obtener control. Ahora debemos construir una nación únicamente con las premisas que la limitada mente de Vicente es capaz de comprender. Sin método y procesos que valgan, en lugar de utopías, solo queda la ilusión.

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