viernes, 27 de marzo de 2009

Espera un Poco

Vicente no tiene que ir donde va la gente. Tampoco está obligado a preocuparse por atrapar malditas liebres. Pero si los suyos necesitan participar en la repartija de conejos, Vicente haría bien en por lo menos pretender estar dispuesto a cooperar. Vicente ha decidido ser vegetariano y que los hijos que tiene desparramados no vuelvan a participar del barbárico ritual de matar el alimento. Lamentablemente Vicente no vive en una comunidad con condiciones necesarias para emanciparse del temible colesterol, por lo que no es cuestión de pura voluntad. Vicente sueña con crear algún día una utopía, un paraíso social donde pueda mandar a rodar por el precipicio al resto de la manada. Mientras tanto, Vicente haría bien en siquiera pretender que disfruta alguna vez de una buena cazuela de conejo, por lo menos mientras convence a unos cuantos compañeros del valor moral de estofados de soya y zanahorias.

El orden internacional es un tanto más complejo que lo que permite la analogía de Vicente. Pero creo que Vicente haría bien en demostrar paciencia y utilizar mayor tacto cuando condena la dieta de carnívoros. Por loable e iluminada su intención que salvar a los suyos de ingerir cadáveres en vía de putrefacción, si enajenar a los demás miembros de la comunidad afecta la capacidad de poner el pan sobre la mesa, Vicente haría bien en esperar un poco y primero contar con un mínimo consenso antes de disparar su boca. Pero Vicente dice, hace y va donde le da la regalada gana. Es una de las ventajas de ser líder, sin ser padre de familia.

Vicente cree que con la vegetariana simpatía de tres tristes tigres es suficiente para frenar la carnívora maquinaria de los gorditos del barrio. A su vez, con sus tácticas de amedrentar, extorsionar e insultar a los vecinos, Vicente demuestra que le importa un rábano si sus hijos se quedan sin comer. Verán, Vicente no está preocupado con banalidades como ser suficientes calorías para la familia. Lo importante para él es emitir jocosos y agrios mensajes, imitando el incomparable estilo de su ídolo, el llanero solitario. Si ahora decide que es hora de perseguir la liebre, es posible que lo haga simplemente por joder. Y así, con la misma habilidad desplegada por George W. Bush después del ataque a sus Torres Gemelas, Vicente se empecina en enajenar a todo aquel que no es su amigo.

El periodista Alberto Zuazo Nathes rememora nuestro terrible pasado carnívoro, cuando los lobos de Repsol, British Gas y Pan American Energy pretendían invertir casi seis mil millones de dólares para construir un gaseoducto, adquirir dos buques tanqueros e instalar una terminal de gas para exportar nuestro gas a EE.UU. y México. El proyecto iba a ser ejecutado mediante la concesión de un siglo por parte de Chile de un área territorial entre 600 y 1.000 hectáreas, sobre la cual Bolivia tendría “plena autonomía, pero sin soberanía”. La Zona Económica Especial, continúa Zuazo, “era una especie de Enclave en la costa del océano Pacífico”. Afortunadamente Bolivia se “salvó” de dar de comer a cobardes miserables, que ahora deberán invertir su asqueroso dinero en otros enclaves. Bolivia es demasiado digna como para aceptar tener “enclaves”, mucho menos si son utilizados para exportar.

Si bien todos apoyamos Vicente y agradecemos sus delicados esfuerzos por avanzar nuestra reivindicación marítima, es un poco contradictorio que Vicente se rasgue la vestidura por nuestra mediterraneidad, habiéndose empeñado en cortarle las alas al comercial internacional. Es equivalente a declarase vegetariano por razones morales, para luego reclamar el derecho a abrir una carnicería. Vicente no parece haber sido agraciado con la sutileza de un zorro que sale de un largo invierno, por lo que dudo logre atrapar siquiera un pavo silvestre. Tanta ensalada parece haberlo vuelto un poquito lento.

Pero si de pasar vergüenzas se trata, ¿imagínense la quemada si Chile decide reconocer nuestro derecho soberano de salida soberana al mar y no tenemos ni idea que hacer con él? Vicente anda demasiado preocupado por el nivel de colesterol y antiimperialismo entre miembros de la comunidad. Por ende, dudo tenga preparado para el día cuando podamos remojar los callos en aguas de Pacifico otra que no sea estrenar la malla de su amigo Chespirito. A su vez, su oposición fundamentalista al libre comercio es una dieta libre de todo tipo y clase de colesterol. Verán, Vicente no es nutricionista, por lo que no entiende un ápice de una dieta balanceada. Para el colmo, nuestra patria esta en medio de una comunidad de come carnes. Tal vez estaríamos más cómodos con nuestro cuerpo esquelético entre mullahs y faquires. Pero si de orgullo nacional por estar “libre de gorduras” se trata, se nos viene encima una época de vacas bien flacas.

Nuestro modelo de exportación se llama YPFB, una institución cuyo destino fue relegado en manos de quienes demostraron tener como prioridad hurtar harta hortaliza. A los gritos de autonomía y democracia ahora se unen los coros de “abajo la corrupción”. En medio de tanta discusión sobre el menú del día, se pierde de vista que de nada sirve avanzar cualquiera de estos nobles objetivos si la población sigue sin empleos. En palabras de un conocido fan de las conejitas, “es la economía estúpido”. La reivindicaciones políticas de los come carne y vegetarianos no valdrán la sal sobre la mesa si no se desarrolla una estrategia de desarrollo sobre la base de crear empleos. Tal vez no todos quieren o tienen el estómago para trabajar en una carnicería. Eso no es argumento para obrar de tal manera que los malevos empresarios del Mercado Rodríguez y demás, se vean obligados a cerrarlas todas. Y mientras se habla con gran holgura intelectual sobre las inversiones que supuestamente han de caer, cual maná del cielo, los actos demuestran una bellaca tendencia a sabotear las condiciones que conducen a la creación de fuentes de trabajo. Esa cadena básica alimenticia se está perdiendo de vista, con la sonora complicidad de los sollozos e insultos de quienes se sienten discriminados por el dogma vegetariano.

No hay justicia social sin empleo. Para crear empleos se deben crear las condiciones básicas para la inversión, producción y exportación. Digamos que mañana obtenemos la codiciada soberanía sobre el Pacifico, ¿con que dinero hemos de construir la infraestructura básica portuaria o turística? Peor aún, ¿Qué mierdas vamos a enviar en los decrépitos buques que tendrá que regalarnos Venezuela? ¿Chompas de alpaca a Cuba, cruzando el enclave colonial que fue el Canal de Panamá? En Bolivia no necesitan jugar con los sentimientos patrióticos del pueblo, porque es suficiente jugar con nuestra obsesiva lucha por abstracciones políticas. Los bien alimentados líderes pueden darse el lujo de ondear sus respectivas banderas, una discusión de sordos en la cual a nadie le interesa proponer una manera de mejorar la economía. Estamos demasiado distraídos con las agendas políticas, como para darnos cuenta que se empiezan a secar las exportaciones, el sector productivo y fuentes de trabajo. El pueblo ha sido mareado por el debate sobre justicia, autonomía y libertad. De nada sirve ese “diálogo” si el pueblo no adquiere la capacidad de poner el pan sobre la mesa. Estamos hipnotizados por principios, sin idea de cuál es el verdadero fin. Repito, no hay justicia social ni libertad sin economía. ¿Cuánto tiempo más hay que esperar para despertar? Ojala que sea solo un poco, un poquito más.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Palabras de Mierda

Existen palabras caprichosamente inmunes a la realidad. Hace siglos entendemos que Colón no llegó a la India, pero el mal aplicado gentilicio “indio” quedó férreamente registrado. En defensa del genovés, acceso a mejor información tampoco impide que tildemos de “hindús” a indios verdaderos. Hinduismo es una religión, no un gentilicio. En quinientos años vivirán en América millones de indios nacidos en Calcuta, Nueva Delhi y Bombay. El modelo económico que en ese lejano futuro regule el comercio entre India y América será un menjunje de herramientas de toda estirpe, índole y ancestro ideológico. Pero con idéntica ignorancia que profesó Colón, es posible que sigamos llamándolo “capitalismo”.

Otro defectuoso mote es el utilizado por mareados que con premeditada malicia insisten en llamar al modelo utilizado en Europa, Canadá, Brasil, Chile, Costa Rica, El Salvador y recientemente EE.UU., un modelo “neoliberal”. El “neoliberalismo” dejo de ser doctrina hace ocho años. En lugar de dogmas, hace ya rato que se viene perfeccionando el uso de diversos instrumentos, en la medida que es la herramienta que funciona. Ahora quedan herramientas, tanto de de libre mercado, como de regulación e intervención del Estado. Para una mejor explicación, por favor observar las políticas de Lula da Silva. La gran esperanza de anacrónicos charlatanes, que se benefician personalmente de este “pequeño secreto”, es que el pueblo jamás se entere, porque su agenda de manipular demonios atizados por el odio y resentimiento social depende precisamente de una insulsa e ignorante guerra de palabras.

El dinero, vilificado por cristianos y comunistas por igual, es testamento de nuestra mutua interdependencia; un contrato social que depende de nuestra credibilidad en el sistema. Sin la energía que deriva de nuestra psique colectiva, el billete es un papel que no vale nada. A su vez, las sociedades modernas han democratizado el acceso al capital. Obtener un préstamo, o comprar acciones en la bolsa, ha dejado de ser privilegio de una pequeña elite. Debido a la codicia y truculenta ingeniería financiera, los bancos jugaron con las casas del pueblo. Ello no quiere decir que – de ahora en adelante – el ciudadano debe renunciar al acceso a crédito y ser prohibido de utilizar su techo o propiedad como garantía para obtener capital necesario para mejorar su calidad de vida.

Náufragos de la modernidad presienten que incentivar la exportación de productos bolivianos a países enemigos, o crear condiciones para la formación del capital, es una detestable frivolidad económica que refleja un espíritu filisteo. Sus poéticas diatribas satanizan herramientas que - aunque no siempre bien utilizadas - forjan una sociedad más libre y productiva. En lugar de “invertir” su hábil uso del lenguaje en bautizar el nuevo modelo de desarrollo con un apelativo menos mundano, siguen enceguecidos por su apetito de conquista y poderes que acumulan cual recién descendido de una carabela. Y así, mientras que nuestros vecinos perfeccionan su capacidad de avanzar justicia, equilibrio ecológico y bienestar social, nosotros nos preparamos para ser preservados cual ancestral pieza de museo. Llegará el día que no podrán seguir manipulando al pueblo con palabras y decrepitas banderas de Fidel. Llegará un día cuando el pueblo entienda que - con demagogia populista –la guerra de palabras fue la única reivindicación social que tuvo esperanza alguna de ganar. Esperemos no tengan que pasar quinientos años.

Flavio Machicado Teran

viernes, 20 de marzo de 2009

Guerra Mundana

El dinero es un gran invento; una herramienta que no siempre es bien utilizada. Dicen que si el gobierno norteamericano no hubiese derrochado el dinero del pueblo en masivos programas de estímulo económico, la Gran Depresión de 1929 hubiese terminado en 1936. Los conservadores también dicen que el verdadero responsable de salvar al capitalismo no fue la intervención del gobierno de Roosevelt, sino la intervención del gobierno japonés. Lo que los conservadores no entienden es que la Segunda Guerra Mundial, a la cual EE.UU. entró después del ataque japonés a la isla donde nació Barack Obama, puede también ser considerada un segundo programa masivo de gasto. Los tanques, barcos y aviones producidos para combatir al Imperio del Sol fueron en gran parte destruidos, lo cual equivale a cavar un hoyo para luego taparlo. El dinero utilizado para derrotar al Eje no fue utilizado para crear granjas, hospitales, escuelas o autopistas, por lo que llamar a la Segunda Guerra Mundial un “estimulo económico” ofenderá la sensibilidad de algunos. Al margen de la guerra por mundanos apelativos, lo relevante es que para salir de la única depresión hasta la fecha, se tuvo que incrementar la demanda agregada mediante la intervención del Estado. El hecho que el fascismo también fue derrotado es una muy bienvenida yapa.

El economista peruano de Soto propone que el acceso del ciudadano a liquidez derivada de la hipoteca de una casa es una manera de estimular no solamente la actividad económica, sino de establecer un sentido de “pertenencia” del pueblo en el destino económico de su sociedad. Cuando un ciudadano tiene algo que perder y mucho que ganar con proteger la salud del sistema financiero, se crea una energía psíquica que también estimula la economía. La codicia e irresponsables herramientas de una truculenta ingeniería financiera también estimularon a los bancos a jugar con las casas del pueblo, un juego en el cual el pueblo perdió. Ello no quiere decir que – de ahora en adelante – el ciudadano no debería tener acceso a crédito utilizando su techo o propiedad como garantía para obtener capital necesario para mejorar su calidad de vida.

Las sociedades modernas han democratizado el acceso al capital. Mientras que en el pasado obtener un préstamo, o comprar acciones en la bolsa, era un privilegio reservado para una pequeña elite, hoy el ciudadano común tiene acceso a ambos. Si bien es cierto que la recesión actual es un doloroso reajuste y llamada de atención a reformar y regular el sector financiero, la formación de capital seguirá siendo una prioridad para cualquier sociedad empeñada en ofrecer oportunidades de empleo, educación y salud a su población. En Bolivia se pretende implementar una estrategia diferente de desarrollo. Queremos ser pieza de museo. ¡Está bien! Podemos darnos el lujo, porque tenemos gas. Pero incluso una economía autárquica necesita de un sector financiero saludable. Sin la formación de capital es imposible sostener un sector empresarial que suministre bienes de consumo y materias primas básicas incluso para un subdesarrollo sostenible. De no ser por el influjo de divisas, estaríamos vulnerables que nuestra moneda pase de “peso” a “lamento” “boliviano”. De igual manera, el artificialmente manipular su valor es lamento del sector empresarial, que depende de las exportaciones, un sector cada vez más deprimido. Pero parece que los responsables de nuestra política monetaria no aciertan en el verdadero valor de nuestra herramienta de intercambio.

Cuando el genovés piso suelo después de dos meses en alta mar, todos los que originalmente habitamos este continente pasamos a ser llamados “indios”. Han pasado por lo menos cuatro siglos desde que se entiende perfectamente bien que Colón no llegó a la India. No obstante esa necesaria aclaración, el mal utilizado gentilicio “indio” ha perdurado, creando cierta confusión. Tal vez en otros cuatrocientos años, cuando el intercambio comercial con la India sea la regla y no la excepción, este tema sea resuelto de manera amigable. Por el momento, podemos empezar a perfeccionar el lenguaje dejando de llamar a los indios “hindús”; porque hinduismo es una religión y no un gentilicio.

En otros cuatrocientos años se deberá también darle otro nombre al modelo económico llamado “capitalismo”, porque a diferencia de América (donde seguramente vivirán muchos indios de la India, algunos de religión musulmana, otro tanto de religión hindú), el modelo económico que saldrá de proceso globalizador y actual crisis económica no será el capitalismo que conocíamos. El nuevo apelativo deberá tener connotaciones de “comercio”, “regulación”, “bienestar social” y “ecología”, componentes que actualmente están siendo incorporados al sistema que rige el intercambio de bienes y servicios entre naciones. Cualquiera sea el nombre que se le dé, la formación del capital seguirá siendo una prioridad.

El dinero, vilificado por cristianos y comunistas por igual, no solamente es la sangre que circula por el cuerpo de la sociedad, sino que es testamento de nuestra mutua interdependencia. El dinero es un contrato social que depende de nuestra credibilidad en el sistema. El dinero es papel, que sin la energía que deriva de nuestra psique colectiva, no vale nada. El dinero no es un objeto tangible, y aunque su valor depende del respaldo de bienes tangibles, en la forma de materias primas, fabricas, casas y objetos que duelen cuando caen sobre el pie, su valor también requiere de un espíritu y confianza que humanos le conferimos con la mente. Si bien es cierto que se intentó crear capital multiplicando mágicamente las hipotecas, la necesidad de “formar” capital no ha de mágicamente desaparecer ahora que la codicia de Wall Street ha sido mundialmente censurada. Tampoco ha de desaparecer la necesidad de “creer” en el dinero.

En cuanto a defectuosos motes se refiere, otra necesaria aclaración es el modelo que actualmente predomina en toda Europa, Canadá, China, Rusia, India, Brasil, toda América Latina y recientemente EE.UU., que con malicia insisten los mareados en llamarlo un modelo “neoliberal”. ¿Dónde se aplica hoy en día este modelo? El “neoliberalismo” ha dejado de ser aplicado doctrinalmente en el mundo entero hace por lo menos ocho años. El capitalismo fue radicalmente transformado el 2009. Lo que quedan son herramientas de libre mercado e intervención del Estado. Es decir, en lugar de dogmas, ahora se perfecciona el uso de diversos instrumentos, en la medida que es la herramienta que funciona. Para una mejor explicación, observar las políticas de Lula de Silva. La gran esperanza de los únicos “doctrinarios” que aún quedan, charlatanes que se benefician políticamente de este “pequeño secreto”, es que el pueblo jamás se entere, porque su agenda de manipular los demonios atizados por el odio depende precisamente de una insulsa guerra de nombres. Dicen que definir el limitar. Ese es precisamente el nombre que deberá dársele al modelo de subdesarrollo dogmático que pretenden los bolivarianos construir sobre la base del prejuicio e adoctrinamiento: un modelo incompleto y limitado.

Lamento reiterarles a aquellos ofendidos con esta idolatría del dinero que en la actual crisis global no verán sus prejuicios satisfecho, debido que el sistema actualmente utilizado para crear riqueza será perfeccionado, no eliminado. El capitalismo como lo conocíamos ha dejado de existir, para dar lugar a un sistema internacional de intercambio comercial tanto más complejo y crecientemente responsable por el bienestar de todos; no únicamente de una pequeña élite privilegiada. ¡A buena hora! Pero la formación de capital seguirá siendo un mal necesario. En lo que estoy de acuerdo con los moralistas es que el dinero debe invocar menos el espíritu animal de la codicia, para convertirse más en testimonio de nuestra fe en nuestro más grande invento: convivir libremente en sociedad. Dicha convivencia no sería posible sin dinero y tampoco sería libre si el pueblo no tiene acceso al incomprendido y vilificado capital.

Aquellos ofendidos con tanta frivolidad económica invierten inútilmente su energía en proclamar la muerte de un modelo basado en la ancestral actividad de intercambio comercial. Creo que aportarían más al desarrollo de la sociedad si, en lugar de manipular a las masas satanizando una herramienta que (aunque no siempre bien utilizada) forja una sociedad más libre y productiva hace cientos de generaciones, gastasen su tan valiosa voluntad en bautizar al modelo que reemplaza al capitalismo utilizando un apelativo menos mundano. Porque cuando el polvo de la actual crisis se haya asentado y el modelo haya sido perfeccionado en su capacidad de avanzar justicia, equilibrio ecológico y bienestar social, aquellos que ondean las decrepitas banderas de Fidel no podrán seguir manipulando al pueblo con palabras; porque el pueblo entenderá por fin que - con demagogia populista - la guerra de palabras es la única reivindicación social que realmente tuvieron la esperanza de ganar.

Flavio Machicado Teran

jueves, 19 de marzo de 2009

La Ingenuidad no Sabe para Quien Trabaja

Publicado en Mayo del 2006

Según la leyenda, un hombre se ahogó, y su cuerpo flotó hacia la propiedad de una familia que vivía río abajo. Cuando la familia del fallecido se enteró dónde estaba el cuerpo, fueron a reclamarlo para darle un entierro digno. Lamentablemente, querían una gran recompensa, más de lo que los parientes del fallecido podían pagar. Así que acudieron al abogado del pueblo, quien les dijo, “No se preocupen, tendrán que darnos el cuerpo al precio que ustedes están dispuestos a pagar”. “Después de todo, nadie más está interesado en pagar ni un céntimo por él, así que se lo tendrán que regresar”. El abogado, después de cobrar sus honorarios, fue a visitar a la familia que tenía el cuerpo y les dijo, “No se preocupen, los parientes del difunto tendrán que pagar lo que ustedes piden. Después de todo, no tienen donde más ir para recuperar a su ser querido”. “Si me pagan mis honorarios, yo les aseguro que lo ustedes piden, se lo tendrán que pagar”.

El gobierno parece utilizar la lógica de la leyenda del cuerpo ahogado y supone que Brasil tiene que comprarnos el gas, porque no tiene otra opción. Según éste cálculo, incluso si Venezuela quisiera tumbarnos el negocio del gas, tendría que esperar hasta el año 2011, lapso que permitiría a Bolivia compensar por una reducción en la inversión extranjera directa de mil millones de dólares en 1999, a posiblemente 280 millones el 2006. Con cinco años de exprimirle a la “familia del difunto” unos buenos Reales - parece ser la lógica - estaríamos en condiciones para industrializar el gas y obtener una bonanza financiera con los productos derivados que produciríamos con nuestro preciado recurso natural. Ello, sin embargo, implica de todas maneras crear y acceder mercados. Es decir, igual hemos de requerir de quienes estén interesados en hacer negocios con Bolivia y comprar el papel, botellas, pinturas, fertilizantes, acero, ladrillo y ropa que hemos de producir utilizando nuestro gas.


No cabe duda que las empresas petroleras están generando tantas ganancias, que incluso en los EEUU, la oposición Demócrata está gestionando para que se pasen leyes más estrictas que permitan controlar los precios que cobran. Bajo la excusa que la oferta se contrae ante conflictos del índole internacional, las empresas petroleras están exprimiendo a la economía mundial, mientras que pequeños países como Bolivia, deben hipotecar su desarrollo en nombre de obedecer los dictados de las trasnacionales. Nadie está de acuerdo con esto, y si se tratase de “lo justo”, Brasil debería pagarnos el doble de lo que pagan por nuestro gas natural. Sin embargo, lamentablemente en la vida no se obtiene lo que uno merece, sino lo que uno negocia. Pero sin credibilidad internacional, sin seguridad jurídica para los inversionistas, y con una política económica errática y guiada por las emociones, nuestra posición negociadora no será la mejor.

Hacia este fin, creo que la Asamblea Constituyente habrá de permitir que toda la sociedad boliviana, incluso las nuevas minorías, puedan aportar su granito de sabiduría, para crear un marco legal coherente con nuestras necesidades, que a su vez permita hacer de Bolivia una nación atractiva para la inversión. Pero para entonces puede ser tarde. No sea que, al contrario de la astucia del abogado del diablo, por pura ingenuidad no nos demos cuenta que el difunto es nuestro, y al contrario de la leyenda, por bravuconadas e incongruencias políticas, perdamos de vista que nuestro bienestar depende de que no siga enterrado. Al presidente Lula, a todo esto, lo agarramos en mal momento, en medio de su campaña de reelección. Si Lula debe elegir entre darnos “lo que merecemos” y perder las elecciones, o comprar gas licuado en Asia, cuidado que con una inmensa y solidaria sonrisa en la boca, espere hasta que pase el tiempo – y las elecciones presidenciales – para luego optar por proteger la soberanía brasilera buscando otras fuentes energéticas, y la oportunidad de hacer “buenos negocios” se nos empiece a deteriorar.

Flavio R. Machicado Teran

sábado, 14 de marzo de 2009

Léxico hace Oráculo

La palabra es cemento que construye la mente y maná que alimenta el corazón. Con palabras se enamora, manipula e inventa grandes abstracciones. Gracias a avances históricos, en lugar de derramar sangre para definir destinos, ahora verbo es acción, adjetivo mortal espada, una buena diarrea verbal aliada inmejorable. Detrás de palabras yacen las ilusiones del pueblo. Apoderarse del léxico que enmarca el deseo popular, es convertirse en Oráculo: una autoridad infalible, de profética sabiduría y opinión. Pero un poder sustentado en manosear verbalmente la esperanza del pueblo, es un poder de mierda.

“En el mundo hay 200 millones de niños que duermen en la calle. Ninguno es cubano”. Las grandes conquistas sociales de la revolución cubana son dignas de admiración. Si bien ningún niño cubano duerme en la calle, Cuba no es la cúspide de la civilización humana. Si bien la libertad es una relativa abstracción mental que palidece en contraste a un decrepito techo sobre somnolientas cabezas, se empiezan a vislumbran el deseo del cambio en niños cubanos que despertaron y se atrevieron a soñar.

El 2001 Fidel proclamaba: “Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado”. Sin una oposición política, el cambio ha sido mortalmente lento. El cambio está llegando, pero algunas consignas básicas que hacen al léxico cubano no cambiaran jamás: modestia, desinterés, altruismo y solidaridad. Aquellos que pretendan perfeccionar el futuro devenir en tierra de Martí, deberán incluir en su discurso el concepto “dignidad”, que aglomera las virtudes anteriores. Esa dignidad se manifiesta en el orgullo que sienten cubanos por el hecho que la isla es libre de propagandas de Disney y Coca Cola. Irónicamente, es con propaganda política que se mantiene “satisfecha” a la población con la magra dieta que permite la Libreta de Abastecimiento, otro gran logro de la revolución, porque disminuye el índice de diabetes entre niños cubanos.

Hay campo para mejoras en Cuba (y todas partes), que llegan en la medida que nuevas generaciones ven el mundo a colores. En el actual universo monocromático, enfrentamos limitaciones. A su vez, surge un consenso sobre la inclusión y justicia social; ocupando un lugar privilegiado en todo modelo de desarrollo, sea socialista, anarquista o liberal. Los bandos discrepan en “cómo” lograr los objetivos compartidos de acabar con el racismo, discriminación basada en cualquier identidad (incluyendo orientación sexual) y acceso a salud universal. Por lo general, nadie asume un monopolio sobre los objetivos.

En contraste con la tendencia en casi toda sociedad, en Cuba, Venezuela y Bolivia la justicia social se ha convertido en monopolio de un solo caudillo. Para comprender “por qué” sirve un contraste. Una razón es que modernas economías, como ser las de Chile y Brasil, no pueden darse el lujo. Otra es que Lula y Bachelet son producto de un proceso histórico que obligó a la izquierda aprender utilizar lo que funciona. En contraste, los de la troica bolivariana ocuparon un desgastado y volátil vacío político creado por el racismo e incompetencia de una élite corrupta. Todo aquel que ahora pretenda contribuir a nuestra convivencia, deberá incluir en su léxico los objetivos que la sociedad boliviana ha elegido: ponerle fin al racismo y avanzar la justicia social. En lugar de señalar inconsistencias, la oposición deberá aprender y proponer formas de mejor lograr esos objetivos. De lo contrario, en un chape labial del Chapare su Oráculo, será largo el monopolio de su dedo firmemente en nuestro ídem.

Flavio

lunes, 9 de marzo de 2009

Dejad de Jihad

El vocablo “semita” o “semítico” fue creado por Ludwig Schlözer para conjugar un grupo de lenguas del norte de África y Oriente Medio con un antepasado común. El adjetivo se deriva del nombre Shem, uno de los tres hijos de Noé. La palabra “hijo” en hebreo y árabe - Ben y Bin respectivamente - por ejemplo comparten una misma raíz etimológica. Aunque se debate cual fue la primera rama en el árbol del que se ramifican árabe, hebreo, maltes, fenicio y arameo, la lengua materna de Jesús, todas ellas pertenecen a la familia de lenguas “semíticas”. En 1879, el racismo alemán necesitaba una manera de expresar - no tanto un desprecio hacia la raza judía - sino un profundo desdén hacia los valores judíos, considerados demasiado “racionalistas” para el gusto de aquellos que necesitan invocar un espíritu (geist) para gobernar a su nación. Por ende, otro alemán, el periodista Wilhelm Marr, acuñó el concepto “anti-semitismo”. Agrupar en familias, grupos y categorías permite reducir la realidad en conceptos tangibles que pueden ser comprendidos por la mente. El odio tiene la manía de ser un tanto más complejo. El hecho que árabes y hebreos compartan una misma raíz etimológica no representa mayor obstáculo para el anti-semitismo árabe, que sería difícil para un persa (ario) sentir desprecio por la ideología de arios de blonda cabellera; o una razón para que Mussolini proteste la invasión de Francia el hecho que el francés es lengua latina.

Haciendo a un lado exquisiteces históricas, Anne Norton le ha dado un giro radical al concepto “anti-semita”, para describir la política exterior del gobierno de George W. Bush: una política alimentada por un desprecio de los valores del mundo del Islam. Debido que árabes también son semitas, según Norton una política de Estado basada en la premisa que el Islam es una religión retrograda y su militancia peligrosamente violenta es, por lo tanto, también “anti-semítica”. El Presidente Bush llegó al extremo de llamar el despliegue de sus tropas una “cruzada”, una expresión de intenciones que manifiesta o una abismal falta de tacto, o un diabólico propósito de enfrentar a balazos a la “otra” civilización.

El choque entre civilizaciones, entre Oriente y Occidente, entre fe y ciencia, está históricamente enmarcado en un conflicto por Jerusalén. La Guerra en Iraq tuvo (además del petróleo y geopolítica) la justificación de pretender democratizar el Oriente Medio para garantizar la seguridad nacional, entre otros, de Israel, quien forma parte de las familias de naciones de Occidente. Según Norton, reconocer que el geist de la guerra contra el terrorismo fue alimentado por una aversión al fundamentalismo islámico, que logró cegar a la administración de Bush al punto de la demencia, “nos obligaría a considerar la vergonzosa manera como hemos utilizado la oposición a una forma de anti-semitismo (contra judíos) como licencia para otra (contra árabes), y reconocer que hemos convertido a la intolerancia en piedra angular no reconocida de la política exterior norteamericana.”

El judaísmo es considerado la religión de la razón, una herramienta del cerebro humano que hace siglos sufre de una muy mala imagen pública; una herramienta que (no obstante el desprecio que incita) no puede ser abandonada. La supuesta batalla entre el intelecto y la religión, entre la fe y la ciencia, es una estúpida hostilidad contra nuestra propia sombra, que lo único que logra es el subdesarrollo de nuestro verdadero potencial. La ciencia no es otra cosa que la investigación de las leyes de Dios; la fe la otra cara de una misma moneda. Estar en contra de la ciencia es – en efecto – estar en contra de las maneras que Dios ha diseñado para gobernar el universo. El intelecto y la emotividad son igual dos caras de una misma energía, que debe cruzar de un hemisferio cerebral al otro, en una danza sagrada de la cual emerge la consciencia. Pretender que es posible “elegir” a una fuerza de nuestro ser por encima de la otra es pretender amputar la mano izquierda por considerarla “impura”.

La razón está siendo equilibrada por una manera de procesar la información que, en lugar de satisfacer apetitos inmediatos extrayendo cada vez más de la Madre Tierra, nutre la racionalidad del largo plazo con la afectiva comprensión de la total interdependencia, un sentimiento que esperemos logre restaurar un equilibrio ecológico. En lugar de la racional codicia que ha desatado una tempestad financiera en nombre de la acumulación material, ahora se empieza a cultivar una virtud cívica que equilibre al individualismo desenfrenado con un sentido de responsabilidad hacia la comunidad. Necesitamos tanto la disciplina del padre y el alimento de la madre, y somos Logos y Eros a la misma vez. El equilibrio a la razón emerge de un método que busca también acariciar al entorno, en lugar de obsesionarse con explotarlo o apropiarse de él. Por falta de mejor término llamemos este complemento un acercamiento femenino a la realidad.

El contraste de método entre Bush y Obama no podría ser más radical, ni mejor ilustración del proceso evolutivo de la consciencia humana. Mientras que Bush pretendió resucitar la virtud cívica atizando un militante patriotismo imperialista, Obama pretende crear un entorno de tolerancia que permita integrar diferentes herramientas ideológicas bajo la premisa de utilizar aquello que funciona. La metodología de Obama privilegia al proceso por encima del valor. La tendencia humana de caer en la idolatría de verdades absolutas – como ser la libertad - es equilibrada mediante el uso de la herramienta femenina de escuchar al otro. En lugar de imponerse por la fuerza de la razón, Obama pretende desarrollar un dialogo que hilvane en la narrativa hilos comunes compartidos entre Oriente y Occidente. El propósito de Obama será enfrentar fuerzas que pretenden asesinar en nombre de una causa, pero no enfrentar Sharia, por retrograda que sea su implementación local. Que no le extrañe a nadie si en Afganistán se empieza a forjar alianzas entre fuerzas de la OTAN y fuerzas “talibanes”.

Cuando se trata del mundo del Islam, es difícil ser tolerante de un puñado de prácticas culturales ancestrales que rayan en barbáricas. Espero que nadie intente justificar arrojar acido en el rostro de una niña por atreverse desafiar los usos y costumbres de tribus afganas, al intentar obtener una educación. En este sentido Fareed Zakaria ofrece un consejo que Obama ha tomado; diferenciar entre aquello que uno no puede aceptar como un valor legítimo, de aquello que uno necesita a la fuerza enfrentar. Cuando se trata de diferencia culturales, tal vez sea legítimo utilizar la fuerza de la opinión pública para criticar la implementación valores que violan los derechos de la mujer, u cualquier otra exquisitez occidental llamada “derechos humanos”; pero no se debe jamás utilizar la fuerza militar para transformar una cultura. Lo que propone Zakaria es básicamente saber elegir las batallas; reservando nuestra intolerancia para quienes pretenden destruirnos, no para quienes son intolerantes con los suyos. Es decir, vive y deja vivir. Si pretenden matarte defiéndete. Pero si de valores se trata, permite que el lento proceso evolutivo demuestre cuales valores mejor resuelven los predicamentos de la modernidad.

Aunque profesan dos muy distintas ideologías, cuando se trata de procesar la información, el presidente Morales ha resultado tener el mismo modelo de cerebro del ex-presidente Bush. Ambos no cargan los mismos valores dentro de sus respectivos cerebros, sino que utilizan un mismo método; tanto Bush como Morales comparten un cerebro tribalista. Valga la aclaración que llamar al cerebro de Bush “tribalista” no es insultar su inteligencia o humanidad; todo lo contrario, es celebrarla. Si no fuésemos “tribalistas” seriamos incapaces de forjar los lazos afectivos que hacen a la comunidad, que nos impele a defender a los nuestros, un instinto básico sin la cual no hubiésemos podido sobrevivir. El tribalismo forma parte de las herramientas que Dios ha conferido al ser humano para asegurar su supervivencia, al igual que nos ha conferido un cerebro reptiliano, un sistema límbico y más recientemente la neocórteza. Al igual que con el intelecto, el problema surge cuando pretendemos utilizar un solo módulo cognitivo para enfrentar una crisis. El problema surge cuando el mundo cambia, pero seguimos reaccionando utilizando predominantemente el substrato de nuestro cerebro intelectual o reptiliano.

Al igual que Bush pretendió utilizar un anti-semitismo para combatir otro anti-semitismo, en Bolivia se pretende combatir el racismo mediante la implementación del racismo; luchar contra la corrupción justificándola; democratizar imponiendo el poder del Poder Ejecutivo. Pero en lugar de elegir una batalla y demostrar como el accionar del gobierno profundiza la crisis, la oposición en Bolivia ha preferido enfrentar al oficialismo con la misma ingenuidad con la que George W. Bush pensó podía transformar un continente utilizando tecnología militar. Los tiempos han cambiado y es menester aprender a elegir nuestras batallas. Tal vez sea preocupante observar como la discrecionalidad de la justicia comunitaria puede salirse de control, u observar como hemos sido secuestrados por la agenda política de un llanero solitario con mucho petróleo en el bolsillo. La batalla que debemos preparar ahora es en el terreno de valores, estoy de acuerdo. Pero en lugar de proponer coherentemente una alternativa que supere en efectividad y mejor avance la agenda actual de inclusión social, tolerancia y fin al racismo, la oposición al gobierno del presidente Morales pretende agarrarse de la cotidianidad política para desarrollar un “anti-aymarismo” igual de intolerante y racista.

El ser humano tiende siempre a ir a extremos. Lo hicimos con la racionalidad y ahora necesitamos equilibrarla. EE.UU. lo hizo con el capitalismo y ahora necesita una dosis de intervención del Estado. Cuba lo hizo con el socialismo, y ahora apuesta a una gradual apertura comercial. Cualquier expresión extremista, que ignora la necesidad de complementariedad, está destinada a ser eventualmente equilibrada. La siguiente generación de bolivianos se asegurará que ello suceda. Por el momento, deberíamos observar con preocupación cómo – con complicidad del subterfugio moderno del internet - se quiere declarar una guerra santa contra el aymarismo, como si un anti-aymarismo fuese el camino para crear una alternativa política incluyente, o una alternativa política que ofrezca una visión equilibrada entre libre mercado y justicia social. El vice Presidente Cárdenas lamenta que se desconozca al mundo aymara. La agresión a la integridad física y moral de su familia traiciona un espíritu de diálogo y principio de propiedad privada que amenaza el bienestar de toda etnia. Más importante, representa una oportunidad para despertar de nuestro letargo racista, el mayor obstáculo que enfrentamos para revertir nuestro descalabro social y económico. Pero parece que no podemos contener los prejuicios que han sido plantados en nuestro cerebro y corazón.

En lugar de elegir nuestras batallas y ofrecer una alternativa coherente con el momento que vivimos, el Cucús Clan de una minoría racista está profundizando el clima de intolerancia, obligando al pueblo a elegir con las vísceras, en lugar de la razón. Los únicos argumentos que se presentan son para justificar una polarización étnica. Si el odio de la racionalidad “judía” nos ha llevado a ese extremo, Dios se apiade del pueblo boliviano y su nuevo geist. Intentar derrotar una expresión de fundamentalismo con mayor fundamentalismo “k’hara” es estúpido y contraproducente. Necesitamos una oposición coherente, propositiva, que atraiga a bolivianos al margen de su etnia o región natal. Para ello, deben dejar la intolerancia, elegir mejor las batallas y abandonar su desquiciado “jihad” ideológico y racial.

Flavio Machicado

miércoles, 4 de marzo de 2009

Nihilismo Económico

Por su inmoral y decadente predisposición a estimular la demanda agregada, John Maynard Keynes es acusado de nihilismo económico. “… [D]urante cien años debemos fingir que lo justo es malo y que lo malo es justo... La avaricia, la usura y la previsión han de ser nuestros dioses..." Con esas palabras Keynes propuso salir del túnel de la crisis económica creando en el seno de nuestro ser apetitos insaciables. La formula resultó ser sencilla y efectiva: el gobierno debía crear trabajos, aunque sea cavando huecos y volviéndolos a tapar. El objetivo no era sólo crear trabajos, sino estimular el consumo. Gracias a que la tecnología de 1930 permitía una comunicación masiva, las grandes masas (con dinero en el bolsillo) fueron inducidas a salir al mercado y comprar, comprar, comprar. La guerra ideológica de la Guerra Fría fue ganada generando las conocidas dinámicas del consumismo. Historia antigua (bostezo).

Dos guerras mundiales fueron lanzadas el siglo pasado para llenar el gran vacío de poder en Occidente. Luego se suscitó una pugna por hegemonía geopolítica, apuntándose mutuamente con armas de destrucción masiva. Si bien el consumismo sepultó en “stuff” el avance comunista de Moscú, el socialismo una vez más está de moda y su marca favorita es “Obama”. La batalla del siglo XXI es diferente, porque el vacío es mental. El conflicto es sobre ideas, sobre todo por aquellas que funcionan. Curioso que la herramienta de comunicación masiva utilizada para avanzar el nuevo nihilismo económico es la misma: el radio. En la era del Internet, es del radio que emerge el enemigo mortal de Keynes y Obama. La voz pertenece al trágicamente cómico comentarista conservador Rush Limbaugh, líder de facto del partido Republicano.

Un vacío político naturalmente sucede cuando una generación pasa la batuta. Gracias a la burlona e inmensa figura de “Rush”, para llenar ese vacío se ha desatado una guerra civil en la derecha norteamericana. Se suponía que las nuevas caras del partido Republicano pertenecían al guapísimo mormón (Romney), la guapísima cazadora de caribús (Palin), el simpático hijo de inmigrantes de la India (Jindal) y un gobernador elegido a sus 42 años (Pawlenty). Menos Romney, todos menores de cincuenta años. Menos Pawlenty, todos con un carisma en el frívolo estilo de Hollywood. Ninguno con grandes las luces intelectuales, mucho menos el gravitas, de Barak Obama. Fue precisamente la sagacidad maquiavélica de Obama que inició la guerra civil. La chispa fue detonada cuando Obama proclamó como líder de la oposición – no a las caras “bonitas” - sino a “Rush”, un tosco matón verbal que viste con la gracia de mafioso ruso y proyecta una imagen no apta para la televisión.

Rush Limbaugh lanzó públicamente una maldición a la presidencia de Obama, deseándolo el fracaso. El Presidente Obama no titubeo en convertirlo la cara de la oposición. Su estrategia ha funcionado con maléfica precisión. Los detalles son de telenovela y serán proporcionados como telón de fondo. Detrás del drama de Obama hay una lección. Pero empecemos por la morbosidad, una chacota que empezó cuando el afroamericano D.L. Hughley (abiertamente fanático de Obama) invitó a su programa en CNN a nada menos que el flamante líder del opositor Comité Nacional Republicano (RNC). El RNC es la organización afiliada al partido republicano más importante y su principal generador de fondos. Su actual líder es Richard Steele, el primer afroamericano elegido a esa posición y supuestamente un rostro importante dentro de la oposición.

Dos afroamericanos discutiendo los ataques al primer presidente afroamericano por parte del guasón de la derecha no proporciona gran controversia, a menos que la función de uno de los dos afroamericanos sea precisamente derrotar electoralmente al Presidente Obama. Fiel a la estrategia de su líder, Hughley lanzó la carnada cuando - en medio de la conversación con Steele - llamó a Limbaugh “el líder de facto del partido Republicano”. Steele no solo mordió la carnada, sino que se trago caña y anzuelo cuando espetó, “No. No lo es. Yo soy el líder de facto del partido Republicano”. Si tal innecesario exabrupto no fue suficientemente polarizador para el partido Republicano, sin duda alguna Steele logró llamar la atención cuando se refirió a Rush como un “artista”; tildando el deseo de Limbaugh que fracase Obama como “feo” e “incendiario”.

Las repercusiones no se dejaron esperar. En la Casa Blanca sacaron las pipocas y cómodamente sentados escucharon en la radio como delante de sus 22 millones de radioescuchas Rush fustigó a Steele al día siguiente. “Michael Steele, usted no es el líder del Partido Republicano, usted es la cabeza del RCN”, empezó Limbaugh. Sin ánimo de contener su rabia continuó, “Millones de Republicanos no quieren saber del RCN y cuando usted llama pidiendo dinero, le cuelgan el teléfono”. Dándose cuenta que había ofendido a la nueva vaca sagrada del conservadurismo norteamericano, el presidente del Comité Nacional Republicano tuvo que disculparse casi al extremo de la humillación. Y así – en medio de dime y diretes - quedó sellado el giro a la extrema derecha de la oposición en los EE.UU, llenándose su vacío político. Las caras bonitas, dignas de pantalla de cine, ahora tendrán que rendirle pleitesía a Rush, el cara de radio.

El triunfo de Rush (“que fracase Obama”) ha colocado a la oposición en una situación insostenible. Aquellos Republicanos que ahora apoyen medidas del gobierno y expresen su deseo que “triunfen” las políticas de Obama serán considerados unos traidores. Todavía peor, aquellos Republicanos que insistan en su deseo que fracase el gobierno no ganarán muchos adeptos entre el pueblo norteamericano; por lo menos no entre aquellos cuyo bienestar familiar ahora depende que tengan éxito las ideas de Obama.

Una democracia saludable requiere de una oposición robusta, que ofrezca alternativas coherentes. En defensa de Limbaugh han salido a la palestra varios políticos con el argumento que la oposición fue igualmente severa con el Presidente Bush. La antítesis de Rush, el “tele-genético”[1] Keith Oberman, plantea una gran diferencia. No es lo mismo criticar políticas que pueden fracasar (o que han fracasado) y ofrecer una crítica con la intención de evitar que se implemente una política que probablemente ha de fracasar, que desear que el gobierno fracase. ¡No importa! Para la extrema derecha, si Obama logra sacar a flote a la economía con un neo-keynesianismo y un nuevo régimen de salud universal, ello representará una ideológicamente intolerable redistribución de riqueza y augurio apocalíptico del inevitable fin del libre mercado y capitalismo.

Desearle al gobierno de Obama el fracaso es tentar al demonio de la depresión global. Una cosa es ofrecer una crítica basada en principios políticos, otra muy diferente es colocar a la ideología por encima de todo lo demás. Desear que triunfe una idea, sin importar el costo humano, es nihilismo. La nueva Guerra Fría de los EE.UU. es una batalla que pretende establecer hegemonía sobre su propia consciencia. El dogmatismo ideológico, tanto de izquierda como de derecha, es historia antigua (bostezo). ¡No importa! En nombre de derrocar al socialismo de O-Batman, la derecha norteamericana está dispuesta a convertirse en el Guasón, que en las sombras de la oscuridad no ha de hacer (ni dejar se haga) nada para detener el colosal incendio.

No sé cuál será la lección para Bolivia de todo esto. Solo sé que no podemos darnos el lujo de sacar las pipocas y sentarnos cómodamente a observar como nuestra historia ahora se repite en el seno del odiado imperio. Lo que si estoy seguro es que siquiera mencionar que es posible desear que nuestro presidente aprenda a tener éxito en sacar del agua a la nuestra economía será suficiente para ser acusado de traidor por una oposición que no tiene propuestas, que no ha desarrollado una ideología y que ni siquiera existe. Si de nihilismo económico se trata, a Bolivia no le gana nadie.

Flavio Machicado Teran

[1] Tele-genético (anglicismo): individuo con una apariencia física e interlocución que es atractiva para los televidentes.