“Será un baño de sangre si los norteamericanos abandonan Irak”, dicen los apologistas de la guerra. Tal vez, debido a la ausencia de reglas de juego claras para instituir autonomía en las regiones, y la carencia de una cultura cívica orientada hacia el equilibrio y alteración pacifica del poder, el baño de sangre será cada vez mayor. Pero sangre ya ha corrido, y una causa única a la cual imputarle toda la culpa no existe. Tampoco una sola solución. La simpleza, sin embargo, nos lleva a imaginar que “un solo acto” sanaría cientos de años de odio, resentimiento y desconfianza mutua. Un solo acto tal vez desate violencia, pero un solo acto no la puede detener.
El establecer condiciones para la convivencia pacifica requiere de un proceso largo y tedioso. No existen “balas de plata” que terminen mágicamente con la violencia y llenen el vacío de poder que un solo hombre dejó. Es peligro establecer condiciones de estabilidad alrededor del liderazgo de un caudillo, lección histórica que encontramos en numerosas experiencias, en las cuales el poder se torna absoluto, y la estabilidad social pende del hilo de “una sola persona”. El construir una nación sobre la base del culto a la personalidad - o falta de ella - es una receta fallida y de corta duración.
El príncipe Harry, tercero en sucesión al trono de Gran Bretaña, ya no será enviado a Irak, entre otras razones, debido a que su muerte sería una victoria simbólica de gran valor para el jihad - o guerra santa contra los infideles invasores. La vida de Harry puede ser más simbólica que la de un soldado cualquiera, pero no vale más. Cuando son secuestrados, los soldados son desesperadamente buscados por sus camaradas. Es una ética razonable no abandonar a un compañero. Sin embargo, demuestra el arraigo alegórico del imaginario humano, que lleva a deambular en el dolor inmediato, mientras que el impacto de los actos pasan desapercibidos. El imperativo de proteger “una sola vida” hoy, hace que ignoremos el hecho que causamos mayor sufrimiento, hambre y muerte en los años por venir. El absolutismo engranado en nuestra psique hace que abandonemos toda consideración de consecuencias, con tal de proteger “una vida más”, debido a que es la vida de alguien cuya historia conocemos.
Existen consecuencias no deseadas a nuestra idealista defensa del individuo, y es la comunidad la que sufre cuando una defensa dogmática de cada una de las vidas de los nuestros rige nuestras decisiones y conductas. Seria irónico, por ende, que en Bolivia ahora sean los defensores del comunitarismo quienes pretendan hacer al individuo - a uno en especifico -, el heredero de la sabiduría milenaria y dueño absoluto del poder y la verdad. Por muy bueno, noble, inmaculada su moral he iluminada su ambición de salvar a la patria, dudo que alguien crea que un solo hombre puede inspirar nuestro orden legal, constitucional y visión política. Que yo sepa, ese argumento circula sólo documentos apócrifos, como la “Proclamación del Tahuantinsuyo”. Hasta que no sea la postura oficial de un partido, debemos mantener la cabeza fría y evitar caer en lógicas cuyas consecuencias – por muy no intencionadas – pueden encausar a los bandos asumir posiciones dogmáticas que luego causen gran dolor.
Flavio Machicado Teran
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