miércoles, 27 de junio de 2007

Saber, Aprender

José Castillo es un bioquímico boliviano que trabaja en Ecuador. Un colega ecuatoriano ahora acusa a la industria farmacéutica de contratar bolivianos, quienes – al tener miedo de ser despedidos - son más sumisos, además de estar dispuestos a trabajar por un sueldo equivalente al 2% de lo que recibe el mejor bioquímico nacional. El enfurecido ecuatoriano tiene un salario actual diez veces mayor que el de Castillo, aún cuando el boliviano ha visto su sueldo incrementarse en un 600% desde que llegó al Ecuador. Lo interesante del caso es que el ecuatoriano acusa a la industria farmacéutica de racismo, cuando el verdadero tema es uno de intercambio comercial.

Quienes nunca desarrollaron la capacidad de abstraer principios, deberán dejar de leer esta nota inmediatamente. Los demás entenderán que el caso anterior contiene una moraleja, incluso cuando Castillo es en realidad venezolano, el colega es un afroamericano, y la industria no es la farmacéutica, sino el deporte favorito de Chávez y Fidel (béisbol). El caso es verídico, y el gringo en cuestión es Gary Sheffield, controversial jugador de los Tigres de Detroit, mientras que Castillo es una de esas “caras negras que no hablan ingles” de las que se queja Sheffield. Según Sheffield, su “raza” (la afroamericana) no es tan fácil de controlar como lo es un latino, porque demanda ser tratada con respeto. En contraste, dice Sheffield, un jugador latino ha de aceptar ser manipulado, porque no habla ingles, y porque – por relativamente muy bajo que sea - jamás recibiría un sueldo comparable de verse obligado regresar a su país.

Jugadores cubanos que abandonaron la isla, como ser el Duque Hernández, ganaban millones de dólares al año antes de hablar una palabra de ingles. Castillo ganaba 300,000 dólares al llegar a los Piratas de Pittsburg el 2004, y hoy gana 1.9 millones al año. Argumentar racismo, debido a que evidentemente hay cada vez menos afroamericanos nacidos en EEUU en el béisbol, es querer explicarlo todo con una sola causa, cuando todos sabemos que la realidad siempre es más compleja. Lo que existe en el béisbol es una discriminación contra los norteamericanos, sean estos blancos, azules o verdes, porque son más caros que los jugadores que pueden ser “importados” del exterior.

Al igual que Sheffield, el presidente Ruso, Vladimir Putin, últimamente anda molesto. Aun cuando Rusia intenta ingresar a la Organización Mundial del Comercio, acusa a occidente de utilizar las instituciones que supuestamente deben desarrollar una economía globalizada - y sin tantas barreras comerciales - para proteger sus intereses particulares. Vale la pena escuchar los argumentos rusos sobre la necesidad de crear instituciones que permitan incentivar el desarrollo de mercados regionales alrededor de las nuevas potencias mundiales de este siglo, China, India y Brasil, y dejar así de depender en el FMI y Banco Mundial.

Al igual que Putin, Sheffield tiene una razón para estar molesto. Pero en el caso del deporte favorito de Fidel, lo que existe es una asimetría entre el proceso de contratación de norteamericanos - quienes deben entrar en un tipo de lotería - y la contratación de extranjeros, que reduce el precio al ser directa. Un jugador latino es más barato, y eso hace que la “raza” de Sheffield sea menos atractiva, no el racismo. Para lograr un intercambio comercial beneficioso para Bolivia, debemos reconocer que somos vulnerables al monopolio de poder económico norteamericano, y no encontrar causas en la esencia maléfica del mercado. Entender las verdaderas causas requiere pensar fuera del prejuicio o reduccionismo ideológico, algo que Sheffield - y muchos otros - evidentemente aun no saben hacer.

Flavio Machicado Teran

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