Se hizo fácil alegrarse por la desgracia ajena. Incluso cuando sus obreros perdieron mil millones de dólares de su patrimonio debido a un ajuste en el precio de su hogar, igual sentimos escorna por los norteamericanos, celebrando su bancarrota. No nos acongojan los miles de hijos que murieron en dos edificios derrumbados, mucho menos los otros miles que murieron cuando viajaron al Oriente a matar. ¡Yankees go to hell! Nunca vi tanto odio hacia un pueblo que luego llamamos un país “hermano”.
EE.UU. entregó su apoyo militar al tirano del Nilo, al costo de traicionar principios de su preciada libertad. Es precisamente esa doble moral que les gana a los yanquis tan mala voluntad. En Egipto las contradicciones tocaron fondo, haciendo trisas la vieja receta de Washington (F.D. Roosevelt) de no importarle que un líder sea un “hijo de perra” (Trujillo), con tal que el hijo de perra sea suyo. Resulta que el Presidente Mubarak no puede garantizar la estabilidad geopolítica en Oriente Medio, cuando no tiene al interior siquiera estabilidad social. Pero si los mil millones en apoyo militar que EE.UU. otorga a Egipto no garantizan control de la región, por lo menos aseguran que si el vacio del poder ha de ser llenado, el nuevo líder será un militar. Con el descalabro de Mubarak, le llega a Barack la hora de defender principios.
Una dictadura de 50 años, con un pueblo sin trabajo, sin oposición, sin libre acceso al Internet y sin libertad de expresión. Esa historia me suena conocida. El 2010, el partido de Mubarak obtuvo el 80% de los escaños en el Parlamento egipcio, una popularidad parecida a la que goza el Partido Comunista en la Asamblea Nacional de Cuba. Si algo nos demuestran la Revolución Digital que arrasa con tiranos en el mundo árabe, es que el siglo XXI ofrece herramientas para que el pueblo piense y se movilice con un alto grado de libertad. Quien se hubiese imaginado que Facebook, un sitio para colgar fotos, se convierta en un espacio virtual para colgar tiranos.
El partido de Mubarak no siempre fue tan odiado. En 1957, cuando Egipto reconoció al gobierno comunista de China y decidió nacionalizar el Canal de Suez, el gobierno del Presidente Nasser era inmensamente popular, su nacionalismo y liderazgo entre los países árabes muy aplaudido. Pero Inglaterra, Francia e Israel estaban inconformes con el líder populista y decidieron atacar a su nación. El Presidente Eisenhower prefirió traicionar a sus aliados de la Segunda Guerra Mundial, antes que apoyar esta agresión tripartita. Desde entonces en Egipto gobierna el partido de Nasser. El Presidente Obama una vez más debe elegir entre ponerse del lado de un viejo aliado (Mubarak) o defender los derechos del pueblo de Egipto. El Presidente de EE.UU. debe elegir entre “estabilidad” a la fuerza en la región más conflictiva del planeta y un principio democrático. Nuestro hermano pueblo norteamericano parece haber recuperado su compas moral.
La doble moral y discursos nacionalistas demagógicos tienen fecha de caducidad. Los tiranos que se afincan en el poder se apoyan en las armas y la ignorancia del pueblo. Con la Revolución Digital, la capacidad de un Gobierno de tapar el sol con un dedo ha llegado a su glorioso final. Líderes que defienden a gobiernos totalitarios que restringen las libertades del pueblo se jactan de ser muy anti-norteamericanos. Pero es Obama quien ha recuperado su norte y es EE.UU. quien nos confiere la tecnología de la libertad (Internet). ¿Creen que pueden seguir manipulando al pueblo y su capacidad de pensar y organizar su propia voluntad? Ni lo piensen.
sábado, 29 de enero de 2011
sábado, 22 de enero de 2011
Exterminismo Nihilista
Tal vez sin saberlo, la oposición boliviana se torna un tanto talibán. Es tan solo natural. En el psique del ser humano habita un poderoso ímpetu que fácilmente se desboca: el deseo del poder. Ese instinto primitivo es fiscalizado por normas que garantizan que las mordeduras entre seres humanos sean mediante el voto, un procedimiento electoral que condujo al frenesí a senadores de la oposición. Tendrán sus buenas razones. No es mi intención evaluar la idoneidad del proceso, ni opinar sobre cuál hubiese sido el opositor “más puro”, digno de ser nombrado en el Senado segundo secretario. Lo que se pretende es observar un apetito que, bajo diversas excusas, banderas e ideología, busca atascarse de poder. Y si el emperador, aquel que gritaba en Tiwanaku “que mueran los malos”, ya no viste su famosa chompa a rayas, entonces la oposición empieza mostrar al desnudo su ambición del poder por el poder.
El Senador Gerald Ortiz, supuesto judas de la oposición, tiene exasperada a su propia bancada, antiguos compañeros que ahora le arrojan escarnios por culpa de unos escaños de poder. ¿Cuáles son las diferencias filosóficas entre el supuesto traidor y la ortodoxia opositora? ¿O es simplemente una pugna por cargos y privilegios? Parece que el proceso democrático se reduce velar por quién toma las decisiones, en detrimento de enmarcar posiciones ideológicas de fondo. Las riñas son frecuentes, pero quedan en la superficie, para relatar los errores del adversario. Este estilo contestatario busca culpables, a la vez que ofrece criterios ligeros. ¿Cuál es la visión de país de la oposición? Además de – con toda razón – quejarse por los atropellos del poder, no se percibe su convicción, no se impulsa un programa económico, no se enarbolan principios básicos que permitan al Gobierno actual entender la raíz de sus múltiples desaciertos debido a un modelo que, más que “Evonomics”, es una especie de economía vudú.
La economía no es posible sin estabilidad social. En ese sentido, existe un corolario de las ciencias sociales que nadie se atreve a enunciar: “La necesidad de represión es directamente proporcional a la carencia institucional”. Suena nefasto, pero la historia ofrece amplias evidencias. Para muestra, el botón más invisible de la ropa del emperador: el imperio Inca. Antepasados nuestros que se atrevieron a cuestionar el poder del Inca fueron torturados por las fuerzas invasoras. Mantener la unidad y estabilidad del imperio en la antigüedad necesitaba de altas dosis de sangre, un principio que fue aplicado por romanos, mongoles, francos y anglosajones. En el mundo civilizado de la actualidad, el corolario sigue siendo aplicado en países que son ingobernables precisamente por su bajo nivel de institucionalidad. Naciones sumidas en el caos, como ser Haití, Somalia, Sri Lanka y Túnez necesitan de un aparato estatal capaz de imponer un mínimo de orden. De lo contrario, de permitirse a las masas desafectadas y furiosas – con toda razón –ante su hambruna, desatar su ira en las calles de manera permanente, no es posible implementar solución económica alguna.
Existe en las ciencias sociales otro corolario que pocos se atreven a enunciar: “el impulso dionisiaco por el poder tiene una arista suicida”. Cuales árboles que deciden incendiarse a sí mismos, para que las ardientes brasas quiebren duras semillas y germine nueva vida, el ser humano suele arrasar con los suelos para saciar su sed del poder. Este exterminismo nihilista se manifiesta en ecologistas que inconscientemente celebran las inundaciones, las mazamorras que violentamente caen de laderas para sepultar todo a su paso y la hambruna que acompaña al calentamiento global. En sus retorcidas mentes, este castigo apocalíptico de la naturaleza forma parte de la transfiguración del ser humano. En ese sentido, algunos ecologistas exterminsitas comparten un perfil psicológico con talibanes, musulmanes y cristianos extremistas, cuya voluntad de poder se manifiesta en el deseo que descienda una bola de fuego divina sobre la tierra, para condenar a los malos y salvar a los que obedecieron su ortodoxia.
El extremismo del Gobierno fue alimentado por factores viscerales, entre ellos su insaciable apetito de poder. Ahora la oposición se detiene ante la coyuntura actual y parece emitir su voto por un descalabro económico y social. Hay que tener cuidado con lo que uno pide, porque aquello que se pide puede venirse con una potencia desastrosa. El Presidente Morales gritaba ante las ruinas de nuestros antepasados “que mueran los malos”, reflejando un maniqueísmo que ha caracterizado su mandato. Ahora la oposición parece regocijarse ante el descalabro de se pudiese avecinar. En vez de ayudar a enderezar la nave del Estado, para que la economía retome un rumbo correcto, parecen estar satisfechos con dejar que las recetas fracasadas del Evonomics toquen fondo. Ante el posible debacle social, de aplicarse a Bolivia los anteriores corolarios, el Gobierno tendrá que decidir entre reprimir los movimientos sociales que lo apoyaron, o ver nuestro Palacio Quemado arder una vez más.
El Senador Gerald Ortiz, supuesto judas de la oposición, tiene exasperada a su propia bancada, antiguos compañeros que ahora le arrojan escarnios por culpa de unos escaños de poder. ¿Cuáles son las diferencias filosóficas entre el supuesto traidor y la ortodoxia opositora? ¿O es simplemente una pugna por cargos y privilegios? Parece que el proceso democrático se reduce velar por quién toma las decisiones, en detrimento de enmarcar posiciones ideológicas de fondo. Las riñas son frecuentes, pero quedan en la superficie, para relatar los errores del adversario. Este estilo contestatario busca culpables, a la vez que ofrece criterios ligeros. ¿Cuál es la visión de país de la oposición? Además de – con toda razón – quejarse por los atropellos del poder, no se percibe su convicción, no se impulsa un programa económico, no se enarbolan principios básicos que permitan al Gobierno actual entender la raíz de sus múltiples desaciertos debido a un modelo que, más que “Evonomics”, es una especie de economía vudú.
La economía no es posible sin estabilidad social. En ese sentido, existe un corolario de las ciencias sociales que nadie se atreve a enunciar: “La necesidad de represión es directamente proporcional a la carencia institucional”. Suena nefasto, pero la historia ofrece amplias evidencias. Para muestra, el botón más invisible de la ropa del emperador: el imperio Inca. Antepasados nuestros que se atrevieron a cuestionar el poder del Inca fueron torturados por las fuerzas invasoras. Mantener la unidad y estabilidad del imperio en la antigüedad necesitaba de altas dosis de sangre, un principio que fue aplicado por romanos, mongoles, francos y anglosajones. En el mundo civilizado de la actualidad, el corolario sigue siendo aplicado en países que son ingobernables precisamente por su bajo nivel de institucionalidad. Naciones sumidas en el caos, como ser Haití, Somalia, Sri Lanka y Túnez necesitan de un aparato estatal capaz de imponer un mínimo de orden. De lo contrario, de permitirse a las masas desafectadas y furiosas – con toda razón –ante su hambruna, desatar su ira en las calles de manera permanente, no es posible implementar solución económica alguna.
Existe en las ciencias sociales otro corolario que pocos se atreven a enunciar: “el impulso dionisiaco por el poder tiene una arista suicida”. Cuales árboles que deciden incendiarse a sí mismos, para que las ardientes brasas quiebren duras semillas y germine nueva vida, el ser humano suele arrasar con los suelos para saciar su sed del poder. Este exterminismo nihilista se manifiesta en ecologistas que inconscientemente celebran las inundaciones, las mazamorras que violentamente caen de laderas para sepultar todo a su paso y la hambruna que acompaña al calentamiento global. En sus retorcidas mentes, este castigo apocalíptico de la naturaleza forma parte de la transfiguración del ser humano. En ese sentido, algunos ecologistas exterminsitas comparten un perfil psicológico con talibanes, musulmanes y cristianos extremistas, cuya voluntad de poder se manifiesta en el deseo que descienda una bola de fuego divina sobre la tierra, para condenar a los malos y salvar a los que obedecieron su ortodoxia.
El extremismo del Gobierno fue alimentado por factores viscerales, entre ellos su insaciable apetito de poder. Ahora la oposición se detiene ante la coyuntura actual y parece emitir su voto por un descalabro económico y social. Hay que tener cuidado con lo que uno pide, porque aquello que se pide puede venirse con una potencia desastrosa. El Presidente Morales gritaba ante las ruinas de nuestros antepasados “que mueran los malos”, reflejando un maniqueísmo que ha caracterizado su mandato. Ahora la oposición parece regocijarse ante el descalabro de se pudiese avecinar. En vez de ayudar a enderezar la nave del Estado, para que la economía retome un rumbo correcto, parecen estar satisfechos con dejar que las recetas fracasadas del Evonomics toquen fondo. Ante el posible debacle social, de aplicarse a Bolivia los anteriores corolarios, el Gobierno tendrá que decidir entre reprimir los movimientos sociales que lo apoyaron, o ver nuestro Palacio Quemado arder una vez más.
miércoles, 19 de enero de 2011
Kiev Dice
Ucrania: colonia de la Unión Soviética, un imperio que le impuso su roja religión. Ancestrales praderas sienten almas eslavas patrullar tierras devastadas por la guerra. Durante la era comunista, Ucrania era el granero de Moscú. Aunque proporcionaban el 25% de los alimentos a la URSS, la injerencia absolutista del Estado los dejó con tecnología obsoleta, muy lejos de su verdadero potencial. Hoy Ucrania produce más, mucho más. Producen tanto, que Ucrania rápidamente se convierte en la Arabia Saudita de granos, cereales y pechugas de pollo de Europa. El secreto de su nutrido crecimiento agrícola es la inversión privada. No lo dice el Tío Sam. Lo dicen en Kiev, una antigua colonia comunista.
En teoría, todos sabemos que no importa “quien” lo diga. En la práctica, ganan las infantiles ganas de negar todo lo que diga el “enemigo”. Aceptar premisas que contradicen la ortodoxia siempre fue un problema. Convencer a pueblo que la tierra se mueve alrededor del sol tomó tiempo, sangre e injusticias. Esa mente tribal medieval se reproduce en quienes todavía se ponen nerviosos cuando alguien dice “salud universal”. Su voluntad de reformar el sistema de salud, le ha ganado a Obama el visceral odio de la derecha, que prefiere que el déficit sea debido al gasto militar. La lógica que no ven los de derecha es que contar con salud universal puede permitir a la empresa privada competir con naciones cuyas empresas no asumen el costo médico de sus trabajadores. Lo que es bueno para el pueblo, es buen negocio también.
Si en EE.UU. hay una derecha recalcitrante, en la otra América hay una izquierda infantil, que salta de su silla cada vez que escucha “inversión privada”. En su arrogancia pueril, se llama a sí misma “izquierda latinoamericana”. Como latinoamericanos nos unen muchas cosas, dentro de nuestra gran diversidad. Pero no hay una sola lengua, ni una sola etnia, ni una sola religión latinoamericana. Mucho menos una sola izquierda “latinoamericana”. Hay varias izquierdas. Una de ellas bloquea la “inversión privada”. La otra, en Chile y Brasil, cree en ella, sin importar quién es el que dice que la inversión es el mejor camino a la justicia social.
El pueblo entiende que los bloqueos afectan a la economía. La nueva lección es que bloquear la inversión privada afecta su bolsillo. Venezuela sigue dándose el lujo, porque es la Arabia Saudita latinoamericana. Pero en Bolivia se necesita de inversión, tanto pública como privada. La inversión pública es crucial, pero debe ser un esfuerzo económico enfocado en infraestructura, cadenas productivas, salud, educación, etc. En ese sentido, los empleados públicos nos dicen con hechos que no pueden ejecutar sus jugosos presupuestos. Esa es la naturaleza de la burocracia engorrosa. Pretender que el Estado sea el inversionista favorito no es un buen modelo de desarrollo. No lo dice Samuel. Lo dice Kiev.
Ucrania es una economía de mercado, con grandes inversionistas en agricultura, que exportan alimentos a China, Turquía, Rusia, EE.UU. y a la U.E. Ucrania importa la última tecnología en tractores y equipos agrícolas. Pero los que compran esos tractores entienden su negocio, sus necesidades e invierten en los tractores apropiados. En contraste, en Bolivia recibimos tractores donados, que quedan a veces abandonados. El pueblo tomó mucho tiempo en entender que la tierra se mueve alrededor del sol. Pasará tiempo antes que entiendan que la inversión privada no es el enemigo. En juego está nuestra seguridad alimenticia. En Ucrania esa realidad la ve y siente la población, sin importarles quién fue que lo dijo.
En teoría, todos sabemos que no importa “quien” lo diga. En la práctica, ganan las infantiles ganas de negar todo lo que diga el “enemigo”. Aceptar premisas que contradicen la ortodoxia siempre fue un problema. Convencer a pueblo que la tierra se mueve alrededor del sol tomó tiempo, sangre e injusticias. Esa mente tribal medieval se reproduce en quienes todavía se ponen nerviosos cuando alguien dice “salud universal”. Su voluntad de reformar el sistema de salud, le ha ganado a Obama el visceral odio de la derecha, que prefiere que el déficit sea debido al gasto militar. La lógica que no ven los de derecha es que contar con salud universal puede permitir a la empresa privada competir con naciones cuyas empresas no asumen el costo médico de sus trabajadores. Lo que es bueno para el pueblo, es buen negocio también.
Si en EE.UU. hay una derecha recalcitrante, en la otra América hay una izquierda infantil, que salta de su silla cada vez que escucha “inversión privada”. En su arrogancia pueril, se llama a sí misma “izquierda latinoamericana”. Como latinoamericanos nos unen muchas cosas, dentro de nuestra gran diversidad. Pero no hay una sola lengua, ni una sola etnia, ni una sola religión latinoamericana. Mucho menos una sola izquierda “latinoamericana”. Hay varias izquierdas. Una de ellas bloquea la “inversión privada”. La otra, en Chile y Brasil, cree en ella, sin importar quién es el que dice que la inversión es el mejor camino a la justicia social.
El pueblo entiende que los bloqueos afectan a la economía. La nueva lección es que bloquear la inversión privada afecta su bolsillo. Venezuela sigue dándose el lujo, porque es la Arabia Saudita latinoamericana. Pero en Bolivia se necesita de inversión, tanto pública como privada. La inversión pública es crucial, pero debe ser un esfuerzo económico enfocado en infraestructura, cadenas productivas, salud, educación, etc. En ese sentido, los empleados públicos nos dicen con hechos que no pueden ejecutar sus jugosos presupuestos. Esa es la naturaleza de la burocracia engorrosa. Pretender que el Estado sea el inversionista favorito no es un buen modelo de desarrollo. No lo dice Samuel. Lo dice Kiev.
Ucrania es una economía de mercado, con grandes inversionistas en agricultura, que exportan alimentos a China, Turquía, Rusia, EE.UU. y a la U.E. Ucrania importa la última tecnología en tractores y equipos agrícolas. Pero los que compran esos tractores entienden su negocio, sus necesidades e invierten en los tractores apropiados. En contraste, en Bolivia recibimos tractores donados, que quedan a veces abandonados. El pueblo tomó mucho tiempo en entender que la tierra se mueve alrededor del sol. Pasará tiempo antes que entiendan que la inversión privada no es el enemigo. En juego está nuestra seguridad alimenticia. En Ucrania esa realidad la ve y siente la población, sin importarles quién fue que lo dijo.
sábado, 15 de enero de 2011
Protección del Testigo
Erase una vez Stroessner, un tirano paraguayo. Alfredo fue necio cuando acogió en suelo guaraní a Anastasio, el sanguinario dictador de Managua. Erase una vez Banzer, impunemente afortunado dictador, que gobernó durante una ficticia bonanza económica. De extracción militar, Hugo y Alfredo compartían su desdén de la iglesia contestataria. Con su Plan Cóndor, querían limpiar a la sociedad de sacerdotes en el otro extremo ideológico. Pero mientras que Stroessner murió en la ignominia del exilio, el General Banzer optó por reivindicarse en las urnas; un gesto democrático. Con apoyo popular y una alianza con el MIR, la izquierda revolucionaria de aquel entonces, el General se encaramó en el poder. Erase una vez un mundo parecido.
Durante la dictadura de Banzer, salieron al exilio cientos de bolivianos, mientras que los que quedaron presos no tuvieron siquiera derecho a un juicio imparcial. Empresarios y políticos de peso se callaban, por miedo a la persecución. Fue una era de estabilidad política, económica y social, con los militares y policías firmemente bajo el control del Ejecutivo. Las manifestaciones eran inexistentes, debido al temor de ser procesados por el Ministerio del Interior. La economía crecía, con proyectos de inversión en infraestructura que hacían millonarios a los hábiles en ganar licitaciones. Mientras MÁS cambian los tiempos, MAS siguen igual.
Paraguay es hoy gobernado por un izquierdista que hace gala que en su gobierno hay políticos de extrema derecha. Una vez más, el Paraguay hace gala de su hospitalidad, acogiendo al Gobernador electo de Tarija. Pero Mario Cossio no es Anastasio Somoza y el MSM no es el MIR. Los primeros se han convertido en un partido de “derecha”, los segundos se convierten en lo que pueden y nuestro Presidente jamás se acercaría a un partido de “derecha”, por lo que Evo no es Lugo y la analogía termina allí.
Todos sabemos que la historia se repite. Lo interesante no es observar MÁS de lo mismo. Lo interesante es ser testigo de su punto de inflexión. Con su discurso de tolerancia y pluralismo ideológico, su defensa de la “democracia representativa” y su inclusión en su gobierno de políticos paraguayos que piensan diferente que él, Lugo – de los sacerdotes en la mira telescópica del Plan Cóndor – resiste la tentación de doblegarse ante la izquierda petroglodita.
Puede que Branco, Mario y Fortún sean unos pillos. Ese no es el meollo del asunto. Se trata de un principio básico: debido proceso. Puede ser que en Bolivia existan “separatistas”. Ese no es el meollo del asunto. Se trata de otro principio básico: los que administran la justicia no deben incitar a cometer un delito (entrapment). Leopoldo Fernández tal vez sea un genocida. Ese no es el punto. Se trata de garantizarle un debido proceso. La realidad de nuestra justicia es que Leopoldo tiene dos años preso, esperando ser formalmente imputado. Esas sutilezas de la democracia Lugo las parece entender.
Un crimen no justifica cometer otro. Una defensa del debido proceso, presunción de inocencia e imparcialidad de la justicia tampoco justifica injerencia. Los movimientos sociales paraguayos también decidirán si resisten la tentación de enterrar principios básicos en nombre de la hegemonía política. Por lo pronto, ser de izquierda y tener una conciencia social no obliga a Lugo ser parte del maniqueo clan, fan del refrán: “Por cualquier medio necesario”. Bajo esa lógica, se protege a un testigo,“El Viejo”, a la vez que se condena a priori a todo opositor. Somos testigos de un maniqueísmo a punto de pasar de moda.
Durante la dictadura de Banzer, salieron al exilio cientos de bolivianos, mientras que los que quedaron presos no tuvieron siquiera derecho a un juicio imparcial. Empresarios y políticos de peso se callaban, por miedo a la persecución. Fue una era de estabilidad política, económica y social, con los militares y policías firmemente bajo el control del Ejecutivo. Las manifestaciones eran inexistentes, debido al temor de ser procesados por el Ministerio del Interior. La economía crecía, con proyectos de inversión en infraestructura que hacían millonarios a los hábiles en ganar licitaciones. Mientras MÁS cambian los tiempos, MAS siguen igual.
Paraguay es hoy gobernado por un izquierdista que hace gala que en su gobierno hay políticos de extrema derecha. Una vez más, el Paraguay hace gala de su hospitalidad, acogiendo al Gobernador electo de Tarija. Pero Mario Cossio no es Anastasio Somoza y el MSM no es el MIR. Los primeros se han convertido en un partido de “derecha”, los segundos se convierten en lo que pueden y nuestro Presidente jamás se acercaría a un partido de “derecha”, por lo que Evo no es Lugo y la analogía termina allí.
Todos sabemos que la historia se repite. Lo interesante no es observar MÁS de lo mismo. Lo interesante es ser testigo de su punto de inflexión. Con su discurso de tolerancia y pluralismo ideológico, su defensa de la “democracia representativa” y su inclusión en su gobierno de políticos paraguayos que piensan diferente que él, Lugo – de los sacerdotes en la mira telescópica del Plan Cóndor – resiste la tentación de doblegarse ante la izquierda petroglodita.
Puede que Branco, Mario y Fortún sean unos pillos. Ese no es el meollo del asunto. Se trata de un principio básico: debido proceso. Puede ser que en Bolivia existan “separatistas”. Ese no es el meollo del asunto. Se trata de otro principio básico: los que administran la justicia no deben incitar a cometer un delito (entrapment). Leopoldo Fernández tal vez sea un genocida. Ese no es el punto. Se trata de garantizarle un debido proceso. La realidad de nuestra justicia es que Leopoldo tiene dos años preso, esperando ser formalmente imputado. Esas sutilezas de la democracia Lugo las parece entender.
Un crimen no justifica cometer otro. Una defensa del debido proceso, presunción de inocencia e imparcialidad de la justicia tampoco justifica injerencia. Los movimientos sociales paraguayos también decidirán si resisten la tentación de enterrar principios básicos en nombre de la hegemonía política. Por lo pronto, ser de izquierda y tener una conciencia social no obliga a Lugo ser parte del maniqueo clan, fan del refrán: “Por cualquier medio necesario”. Bajo esa lógica, se protege a un testigo,“El Viejo”, a la vez que se condena a priori a todo opositor. Somos testigos de un maniqueísmo a punto de pasar de moda.
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Paraguay Mario Cossio
sábado, 8 de enero de 2011
Bajar las Mamaderas
Quemar la bandera de EE.UU. es un acto político frecuente. Con la quema de las “barras y estrellas” el pueblo manifiesta a menudo su derecho a la libre expresión. Ver caer y arder al águila calva no conmueve a nadie. Pero si el gobierno de EE.UU. llegase a utilizar el video de turbas de globafóbicos en Seattle, para levantar cargos contra el supuesto autor intelectual de carbonizar la bandera yankee, tal conducta nos parecería un tanto “fascista”. Un accionar idéntico se manifiesta en gobernantes arropados en la bandera del MAS. El hecho que esa conducta no sea censurada por quienes adoran la bandera oficialista se debe a que a veces una bandera partidista tapa ojos y ciega la razón.
Gracias al milagro económico del Brasil, “Orden y Progreso” es una bandera de moda. Gracias a que un obrero y una ex -guerrillera lideran esa economía de mercado, el odiado lema positivista de Auguste Comte ahora tiene cabida en la estrecha mente jacobina. Las banderas políticas son así; una manera práctica de guiar al rebaño. Por ende, se convierten también en la manera favorita de explicar al pueblo la política económica de sus gobernantes.
“Nacionalización” es una bandera fácil de vender en las urnas, pero difícil de implementar en el mercado. Si el mercado resulta un tanto rebelde, entonces la mejor bandera es “patriotismo”, una estrategia que compra resignación y que, por lo general, viene acompañada de la bandera “anti-capitalista”. En contraste, la bandera de Lula y Dilma, es “progreso” y “mercados”, por lo que las pugnas ideológicas en Brasil son escasas y las exportaciones siguen siendo cuantiosas. En consecuencia, aun cuando Brasil vende el litro de gasolina a más de 10 pesos, tiene mejor calidad de vida que Venezuela, que la vende a 0.35. El pueblo empieza a entender que, tal vez, en vez de invertir tanta energía en satanizar el mercado, harían una mejor gestión tratando de entenderlo.
La bandera de nuestra hermana Republica de Venezuela fue modificada el 2006. La Asamblea Nacional discutió los meritos de cambiar la dirección en la que galopa el caballo de Bolívar. Luego del largo debate, decidieron cambiar su dirección, para que galope “de vista al frente”. En realidad el caballo ahora se dirige hacia la izquierda. En los recovecos de esa izquierda visceral reside un odio tan profundo, que incluye el desprecio del dinero. El Presidente de Venezuela, por ejemplo, propone “romper con el capitalismo desde abajo” reemplazando el dinero por un sistema de trueque. Hugo Chávez hace honor al credo que el dinero es “la raíz de todo mal”. La bandera del “bien” contra el “mal” siempre fue muy popular.
El dinero es una herramienta. Eliminarlo no cambiaría nada. Pero ignorar las dinámicas de quienes hemos creado y usamos esa herramienta tiene al Gobierno boliviano sufriendo para “nivelar los precios” del mercado. Si el Presidente “obedece” al pueblo, el mercado obedece al incentivo. El precio del pan, por ejemplo, no es una abstracción; es el producto de sudor y lágrimas de pequeños empresarios, que invierten en alquileres, hornos, insumos (cada vez más caros) y pagan sueldos. El pan de batalla debía pesar por ley 65 g., pero pesaba casi 70. El panadero estaba subvencionado casi 5 g. (8%). Entonces ¿por qué no vender el pan por kilo? Si el gobierno no puede subvencionar la gasolina, ¿por qué un pequeño empresario debería subvencionar el pan? Ahora el pan, con beneplácito del Gobierno y obedeciendo las leyes del mercado, sube de precio achicándose a 55 g. Ante la inflación y déficit fiscal, debemos cambiar banderas y reducir el gasto en mamaderas.
Gracias al milagro económico del Brasil, “Orden y Progreso” es una bandera de moda. Gracias a que un obrero y una ex -guerrillera lideran esa economía de mercado, el odiado lema positivista de Auguste Comte ahora tiene cabida en la estrecha mente jacobina. Las banderas políticas son así; una manera práctica de guiar al rebaño. Por ende, se convierten también en la manera favorita de explicar al pueblo la política económica de sus gobernantes.
“Nacionalización” es una bandera fácil de vender en las urnas, pero difícil de implementar en el mercado. Si el mercado resulta un tanto rebelde, entonces la mejor bandera es “patriotismo”, una estrategia que compra resignación y que, por lo general, viene acompañada de la bandera “anti-capitalista”. En contraste, la bandera de Lula y Dilma, es “progreso” y “mercados”, por lo que las pugnas ideológicas en Brasil son escasas y las exportaciones siguen siendo cuantiosas. En consecuencia, aun cuando Brasil vende el litro de gasolina a más de 10 pesos, tiene mejor calidad de vida que Venezuela, que la vende a 0.35. El pueblo empieza a entender que, tal vez, en vez de invertir tanta energía en satanizar el mercado, harían una mejor gestión tratando de entenderlo.
La bandera de nuestra hermana Republica de Venezuela fue modificada el 2006. La Asamblea Nacional discutió los meritos de cambiar la dirección en la que galopa el caballo de Bolívar. Luego del largo debate, decidieron cambiar su dirección, para que galope “de vista al frente”. En realidad el caballo ahora se dirige hacia la izquierda. En los recovecos de esa izquierda visceral reside un odio tan profundo, que incluye el desprecio del dinero. El Presidente de Venezuela, por ejemplo, propone “romper con el capitalismo desde abajo” reemplazando el dinero por un sistema de trueque. Hugo Chávez hace honor al credo que el dinero es “la raíz de todo mal”. La bandera del “bien” contra el “mal” siempre fue muy popular.
El dinero es una herramienta. Eliminarlo no cambiaría nada. Pero ignorar las dinámicas de quienes hemos creado y usamos esa herramienta tiene al Gobierno boliviano sufriendo para “nivelar los precios” del mercado. Si el Presidente “obedece” al pueblo, el mercado obedece al incentivo. El precio del pan, por ejemplo, no es una abstracción; es el producto de sudor y lágrimas de pequeños empresarios, que invierten en alquileres, hornos, insumos (cada vez más caros) y pagan sueldos. El pan de batalla debía pesar por ley 65 g., pero pesaba casi 70. El panadero estaba subvencionado casi 5 g. (8%). Entonces ¿por qué no vender el pan por kilo? Si el gobierno no puede subvencionar la gasolina, ¿por qué un pequeño empresario debería subvencionar el pan? Ahora el pan, con beneplácito del Gobierno y obedeciendo las leyes del mercado, sube de precio achicándose a 55 g. Ante la inflación y déficit fiscal, debemos cambiar banderas y reducir el gasto en mamaderas.
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