martes, 21 de diciembre de 2010

Blanca Navidad

Blanca Navidad: la herramienta favorita del consumismo capitalista. En el alienado imaginario colectivo, asociamos estas fiestas con inmaculados copos de nieve, otra imposición del mercantilismo occidental. Diciembre en el sur es el inicio del verano y la nieve apenas blanquea picos andinos con cada vez menos polvoreados. Pero en el norte profundo, donde la nieve bloquea aeropuertos, algunos deben lidiar con fríos copos de lluvia cristalizada el año redondo.

Lenguaje: la mejor herramienta de la conciencia humana. Con la palabra Dios creó el mundo. Gracias al lenguaje, el ser humano desarrolla ciencia, leyes y mitos que avanzan la convivencia entre hermanos. Las palabras que utilizamos y la manera como entendemos el mundo están íntimamente relacionadas. Las palabras nos liberan, nos inspiran, nos guían y limitan a la vez. Algunas palabras son más útiles que otras, otras tienen muchos significados. Los esquimales, por ejemplo, tienen 18 palabras para describir la blanca forma del líquido elemento. La lengua del esquimal es “polisintética”, por lo que cada palabra para “nieve” puede ser modificada mediante morfemas, creando cientos de maneras de describir una muy sencilla realidad.

Instinto de supervivencia: la herramienta básica de nuestro Creador. No obstante su profunda trascendencia, el lenguaje ha fracasado a la hora de conceptualizar las diversas y misteriosas maneras como el instinto superior aporta al milagro de la vida. Para entender y celebrar el cimiento del Universo orgánico, abusamos de una palabra: “egoísmo”. Es decir, construimos un mapa de nuestro propio ser utilizando un lenguaje medieval, que enloda la Creación, reduciendo su instinto más importante a una absurda dualidad. El interés personal ha sido vilificado durante milenios. Primero por la religión. Ahora por la política. La pobreza de nuestro lenguaje refleja la pobreza de una conciencia atrapada por consignas anacrónicas que caricaturizan en blanco y negro un mundo de matices que ha sido diseñado a la perfección.

Nieve y hielo: frías formas deH2O. Ambas se parecen, pero no son igual. De igual forma, el egoísmo e interés personal son dos manifestaciones parecidas del instinto de supervivencia. No obstante la aparente similitud, las múltiples manifestaciones del instinto básico son trivializadas únicamente por una mente ignorante. El egoísmo es limitado, mezquino e incapaz de entender nuestra frágil interdependencia; un cáncer que carcome la confianza entre hermanos y asesina la buena voluntad. Pero el interés personal es motor del Universo vital. En vez de trivializar el instinto básico, debemos aprender a enmarcarlo en normas de convivencia que iluminen nuestra conducta, en vez de construir una hegemónica mentira que nos reduce a un hipócrita rebaño.

Patriotismo: concepto favorito para adormecer huestes egoístas. El compañerismo actual sirve para cerrar el paso al prójimo, o sacarlo de circulación. El interés personal iluminado, en contraste, yace en aprender a cooperar, permitiendo que el otro avance por su camino. Pero en vez de celebrar el éxito del prójimo, el actual compañerismo es para mermar el esfuerzo, sacrificio y aporte de los demás. Los que hacen empresa, agregan a bien común aquello que burócratas de cualquier linaje ideológico no pueden: empleos. Pero mientras el sector empresarial es vilificado por ser un gremio de “egoístas”, los salvadores del planeta ceban al capitalismo con su contaminante oro negro y nuestra adictiva y blanca vanidad, rindiéndole honor al más básico instinto de la naturaleza: sobrevivir. Aunque no lo entiendan: ¡Felicidades!

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