En México hay una cadena de tiendas que vende enseres para el hogar, haciendo énfasis en alta costura para familias de recursos. Se llama Palacio de Hierro y su primer edificio fue diseñado en 1921 por el francés Paul Dubois, con detalles art deco y art nouveau y un vitral estilo Tiffany. Otra de sus marcas registradas son sus fastidiosos anuncios, que solían personificar a la mujer como materialista, estúpida y superficial. Entre sus pasacalles más infames se encuentran las frases “La vanidad nunca muere” y “Quizás no me vaya al cielo, pero un par de tacones me acercan."
La generación que creció viendo como se celebraba públicamente a las “chicas plásticas” se ha rebelado ante este mensaje. Expuestas abiertamente a la frivolidad que intentaron inculcarles genios en mercadotecnia, las niñas de ayer son ahora mujeres que no son embaucadas tan fácilmente. Evidencia que las viejas consignas ya no funcionan es el nuevo eslogan de Palacio de Hierro: “No es vanidad, es amor propio”. ¿No hubiese sido más fácil simplemente censurar publicidades que celebren mujeres ricas y superficiales?
El Gobierno boliviano pasa por televisión una vulgar propaganda que muestra lo más feo del ser humano. En vez de endiosar a la vanidad para vender ropa femenina, el anuncio reproduce repugnantes verbosidades llenas de tirria y racismo enunciadas por cambas-odia-collas. No me atrevería a reproducir aquí los improperios con los cuales se bombardea a la población, porque posiblemente sería excusa para cerrar el medio donde escribo. La autoestima de una adolecente mexicana tal vez pudo haber sido denigrada por palabras propiciadas por Palacio de Hierro que lastiman la causa de igualdad de la mujer. Hoy la población boliviana está siendo obligada por el Gobierno a mirarse en el espejo y observar la horrible cara del más extremo racismo.
La diferencia entre ambas campañas mediáticas son muchas. No es lo mismo apelar a la vanidad de la mujer para vender zapatos, que apelar al odio para defender una ley mordaza. Pero existe una similitud: el mostrar el lado feo del ser humano (sea vanidad o racismo) ayuda a crear una mayor consciencia en la población. Expuestos a estas tristes manifestaciones de la naturaleza humana, un individuo puede mirarse al espejo, realizar una reflexión sobre los valores que sostiene y decidir no emular a una madre petulante que compra en Palacio de Hierro, o a un pseudo-periodista prisionero de su cárcel mental, porque entiende que imitarlos seria mellar su propia dignidad.
En un país libre, los vanidosos, codiciosos e intolerantes pueden expresarse abiertamente. Es responsabilidad del individuo mirarlos, mirarse y trascender limitaciones de la piel. No le haría un favor a mi hija censurando lo que ve. Prefiero que observe groseras manifestaciones de tristes comerciales y decida libremente trascender estereotipos de mujer, desarrollando libremente su consciencia. Con su vulgar propaganda, el Gobierno parece darme razón. Excepto que pretende meternos en una jaula de hierro, donde es exclusividad suya adoctrinarnos sobre el bien y el mal.
martes, 26 de octubre de 2010
miércoles, 13 de octubre de 2010
Tendencia a Engrosar
Nos engañan esos trapos costurados que usamos para disfrazar la desnudez. Burgueses y burócratas esconden sus complejos tras sus lanas refinadas, arropando imperfecciones en paños dignos de Patiño. En una regla no escrita de la sociedad, los más revolucionarios y mojigatos – creyentes en la misericordia e igualdad - tratan al otro según su vestimenta. La elegancia es homenaje a la hipocresía, porque los amigos del bien discriminan aquel que viste barato, pero se rasga las vestiduras cuando se sienten discriminados cuando visten su tenida “sport”. ¡Majadera vanidad!
La treta de la ropa es más que discriminación, es complicidad. Mi pantalón no miente: estoy comiendo mal. He buscado compensar mis múltiples frustraciones con salteñas, chicharrones y comidas ricas en grasas saturadas que hacen mal a figura y corazón. Análisis de sangre muestran un ascenso en mi nivel de colesterol, evidencia adicional que confirma lo que me dice cada ojal que en mi cinturón voy estrenando: “mucha mantequilla y marraqueta”. Pero amigos que comparten confidencias me aseguran que estoy bien.
Debajo de un jean descolorido se oculta una mortal tendencia. Tal vez ante los ojos de mis leales huestes y camaradas mi peso esté bien y – en comparación - mi ancho esté por debajo de la norma establecida. Ese triunfalismo es subjetivo y relativo. El problema con engrosar no es inmediato. La factura que nos pasa la vida por conductas y valores deficientes se manifiesta en el largo plazo, cuando la tendencia se expresa mañana con cardiaca vehemencia. Ofuscados por su cariño, mis correligionarios implícitamente aplauden malos hábitos. No me hacen un favor. Si fueran más honestos, me advertirían del peligro en mi tendencia.
Arropados en banderas ajenas de mártires del ayer y enarbolados en el poder con votos cansados de viejas maneras de gobernar, los poderosos de turno se jactan de ser muy “democráticos”. Con su poncho sacramental cubriendo la daga usada para satisfacer su sed de poder, el Gobierno se jacta de ser mejor que las dictaduras del pasado. ¡Sin duda alguna! Si me baso en lo que la mayoría de norteamericanos y cochabambinos consideran grosor aceptable, podría justificar desayunar chorizo con huevos fritos todos los santos días.
En contraste con tanques en las calles, asesinatos políticos y botas militares pisándoles el cuello a disidentes, la actual administración del poder del pueblo es de rosas un vergel. Si contrastamos esta coyuntura con tiranos del pasado y su abiertamente fascista agenda de colocar al Estado por encima del interés individual, hoy vivimos una libertad digna de final de Hollywood. En contraste con el machismo, racismo, discriminación, tecnología, expectativa/calidad de vida, alimentación, libertades, medicina y opciones de entretenimiento de hace apenas una generación, hoy vivimos en el paraíso terrenal.
Por muy grande el contraste con el pasado, aún no hemos cumplido con la promesa de justicia y libertad del ser humano. El proceso evolutivo de la sociedad no se detiene porque por fin hemos salido de las cavernas. Los bolivianos estamos lejos de haber llegado a la tierra prometida. Todavía nos quedan mucho por andar. Entre otros, nos queda pendiente el camino del progreso sostenible y ecológico, que nos saque del fondo de la lista de países subdesarrollados. El momento es bueno. Entre las opciones disponibles, el Gobierno actual es la mejor. Pero de seguir enfilado en la dirección de imponer sus supremacías, mañana podría vencer la tendencia de peligrosamente engrosar un Estado goloso, groseramente antojadizo.
La treta de la ropa es más que discriminación, es complicidad. Mi pantalón no miente: estoy comiendo mal. He buscado compensar mis múltiples frustraciones con salteñas, chicharrones y comidas ricas en grasas saturadas que hacen mal a figura y corazón. Análisis de sangre muestran un ascenso en mi nivel de colesterol, evidencia adicional que confirma lo que me dice cada ojal que en mi cinturón voy estrenando: “mucha mantequilla y marraqueta”. Pero amigos que comparten confidencias me aseguran que estoy bien.
Debajo de un jean descolorido se oculta una mortal tendencia. Tal vez ante los ojos de mis leales huestes y camaradas mi peso esté bien y – en comparación - mi ancho esté por debajo de la norma establecida. Ese triunfalismo es subjetivo y relativo. El problema con engrosar no es inmediato. La factura que nos pasa la vida por conductas y valores deficientes se manifiesta en el largo plazo, cuando la tendencia se expresa mañana con cardiaca vehemencia. Ofuscados por su cariño, mis correligionarios implícitamente aplauden malos hábitos. No me hacen un favor. Si fueran más honestos, me advertirían del peligro en mi tendencia.
Arropados en banderas ajenas de mártires del ayer y enarbolados en el poder con votos cansados de viejas maneras de gobernar, los poderosos de turno se jactan de ser muy “democráticos”. Con su poncho sacramental cubriendo la daga usada para satisfacer su sed de poder, el Gobierno se jacta de ser mejor que las dictaduras del pasado. ¡Sin duda alguna! Si me baso en lo que la mayoría de norteamericanos y cochabambinos consideran grosor aceptable, podría justificar desayunar chorizo con huevos fritos todos los santos días.
En contraste con tanques en las calles, asesinatos políticos y botas militares pisándoles el cuello a disidentes, la actual administración del poder del pueblo es de rosas un vergel. Si contrastamos esta coyuntura con tiranos del pasado y su abiertamente fascista agenda de colocar al Estado por encima del interés individual, hoy vivimos una libertad digna de final de Hollywood. En contraste con el machismo, racismo, discriminación, tecnología, expectativa/calidad de vida, alimentación, libertades, medicina y opciones de entretenimiento de hace apenas una generación, hoy vivimos en el paraíso terrenal.
Por muy grande el contraste con el pasado, aún no hemos cumplido con la promesa de justicia y libertad del ser humano. El proceso evolutivo de la sociedad no se detiene porque por fin hemos salido de las cavernas. Los bolivianos estamos lejos de haber llegado a la tierra prometida. Todavía nos quedan mucho por andar. Entre otros, nos queda pendiente el camino del progreso sostenible y ecológico, que nos saque del fondo de la lista de países subdesarrollados. El momento es bueno. Entre las opciones disponibles, el Gobierno actual es la mejor. Pero de seguir enfilado en la dirección de imponer sus supremacías, mañana podría vencer la tendencia de peligrosamente engrosar un Estado goloso, groseramente antojadizo.
martes, 12 de octubre de 2010
Quiste Anarquista
Luis Arce Gómez sugería “andar con su testamento bajo el brazo”. Hoy andamos con pie de plomo, temerosos de provocar la ira del todopoderoso. Cruzar una línea subjetiva puede convertirlo a uno en racista, terrorista, separatista, discriminador u otro enemigo del Estado. No obstante el miedo en el aire, anarquistas aún pretenden subvertir la buena costumbre de arrodillarse ante el poder arbitrario del Estado.
Neoliberales del existencialismo, algunos anarquistas aman por encima de todo su libertad individual y rechazan la intromisión del Estado en su vida privada. En el otro extremo están los anarco-colectivistas, que comparten con el comunismo su desprecio de la propiedad privada. Más anti-capitalistas aún son los anarco-primitivistas, que pretenden desmantelar toda tecnología de escala industrial, para regresar a un estado natural “no-civilizado”. Cualquiera su inclinación, todos promueven la anarquía, que implica la destrucción del Estado.
En Achacachi perros “cambas” fueron degollados, mientras que en Sucre ciudadanos sufrieron graves vejaciones; ambos casos graves atentados contra nuestra organizada civilidad. Es inverosímil pensar que en estas pugnas territoriales por el poder político, el repudio sea motivado por características físicas que todos compartimos. El racismo existe; violentamente mellar la dignidad o torturar a muerte a un ser debería tener cárcel. Pero el disparador del criminal repudio en Sucre y Achacachi se origina en un ancestral instinto de controlar el poder, lo cual incita un repudio visceral hacia el adversario y su ideología, más que un repudio incitado por el color de su piel, que es la misma.
La discriminación más grave es hacia la mujer, porque destruye la moral, autoestima y justicia dispensada a mitad del pueblo. La educación, desincentivos económicos a empresas que no avancen la igualdad de género y avanzar la independencia económica de la mujer permitirán superar este vergonzoso escollo. La mayor fuente de discriminación es la pobreza y dependencia ante un ente poderoso que se impone con sus dadivas, castigos y miedo. Hacer al pueblo dependiente del poder del Estado es bien machista.
Menos los anarquistas, todos queremos un Estado eficiente y un Estado de Derecho sano, que preserven un orden civilizado. Diferimos en las estrategias utilizadas para lograr objetivos compartidos. Nadie está a favor de la discriminación. Todos queremos una nación unida, próspera e igualitaria. Mientras más dignidad y éxito tenga mi vecino, más oportunidades de triunfar tendré yo. Pero mientras que progresistas (Noruega y Suecia) avanzan objetivos compartidos a través de la libertad, conservadores (Corea del Norte, Arabia Saudita e Irán) lo hacen a través del miedo y férreo control por parte del Estado.
Los anarquistas son un tumor para la supremacía y hegemonía del Estado, un grupito sedicioso que avanza su cáncer con muy bajo perfil. El Gobierno no los considera un peligro, porque asume que son cómplices de extrema izquierda. ¡Más bien! La artillería está siendo apuntada contra los medios de comunicación, un blanco que supusieron sería más fácil. Aplaudo el intento del Gobierno de ponerle fin al racismo y la discriminación. Ojalá eleve nuestra autoestima permitiendo que la sociedad produzca los empleos que con “voluntad política” sus burócratas son incapaces de inventar. Lo que objetamos muchos, es que intente avanzar objetivos compartidos fomentando temor y mayor división entre hermanos. Su espíritu draconiano e insaciable apetito de control alimenta un extremista absceso libertario. ¡Qué buen quiste!
Neoliberales del existencialismo, algunos anarquistas aman por encima de todo su libertad individual y rechazan la intromisión del Estado en su vida privada. En el otro extremo están los anarco-colectivistas, que comparten con el comunismo su desprecio de la propiedad privada. Más anti-capitalistas aún son los anarco-primitivistas, que pretenden desmantelar toda tecnología de escala industrial, para regresar a un estado natural “no-civilizado”. Cualquiera su inclinación, todos promueven la anarquía, que implica la destrucción del Estado.
En Achacachi perros “cambas” fueron degollados, mientras que en Sucre ciudadanos sufrieron graves vejaciones; ambos casos graves atentados contra nuestra organizada civilidad. Es inverosímil pensar que en estas pugnas territoriales por el poder político, el repudio sea motivado por características físicas que todos compartimos. El racismo existe; violentamente mellar la dignidad o torturar a muerte a un ser debería tener cárcel. Pero el disparador del criminal repudio en Sucre y Achacachi se origina en un ancestral instinto de controlar el poder, lo cual incita un repudio visceral hacia el adversario y su ideología, más que un repudio incitado por el color de su piel, que es la misma.
La discriminación más grave es hacia la mujer, porque destruye la moral, autoestima y justicia dispensada a mitad del pueblo. La educación, desincentivos económicos a empresas que no avancen la igualdad de género y avanzar la independencia económica de la mujer permitirán superar este vergonzoso escollo. La mayor fuente de discriminación es la pobreza y dependencia ante un ente poderoso que se impone con sus dadivas, castigos y miedo. Hacer al pueblo dependiente del poder del Estado es bien machista.
Menos los anarquistas, todos queremos un Estado eficiente y un Estado de Derecho sano, que preserven un orden civilizado. Diferimos en las estrategias utilizadas para lograr objetivos compartidos. Nadie está a favor de la discriminación. Todos queremos una nación unida, próspera e igualitaria. Mientras más dignidad y éxito tenga mi vecino, más oportunidades de triunfar tendré yo. Pero mientras que progresistas (Noruega y Suecia) avanzan objetivos compartidos a través de la libertad, conservadores (Corea del Norte, Arabia Saudita e Irán) lo hacen a través del miedo y férreo control por parte del Estado.
Los anarquistas son un tumor para la supremacía y hegemonía del Estado, un grupito sedicioso que avanza su cáncer con muy bajo perfil. El Gobierno no los considera un peligro, porque asume que son cómplices de extrema izquierda. ¡Más bien! La artillería está siendo apuntada contra los medios de comunicación, un blanco que supusieron sería más fácil. Aplaudo el intento del Gobierno de ponerle fin al racismo y la discriminación. Ojalá eleve nuestra autoestima permitiendo que la sociedad produzca los empleos que con “voluntad política” sus burócratas son incapaces de inventar. Lo que objetamos muchos, es que intente avanzar objetivos compartidos fomentando temor y mayor división entre hermanos. Su espíritu draconiano e insaciable apetito de control alimenta un extremista absceso libertario. ¡Qué buen quiste!
jueves, 7 de octubre de 2010
Humilde Botadero
Un excelente clima hace más fácil recorrer a pie nuestras calles de Mecapaca. Los paceños, conocidos caminantes y vecinos lejanos, añoran bajar de sus cerros para disfrutar de nuestro valle, una quebrada que se forma rio abajo, entre aguas servidas capitalinas que riegan verdes praderas. Testamento del crecimiento de nuestro humilde paraje son las varias ferreterías que suministran el codiciado cemento. Hablando del mortero con el que se erigen paredes para cobijar humildes pueblerinos, el otro día me aventuré a felicitar por su nuevo hotel a un antiguo vecino, político de cepa y osado empresario nacional, don Samuel Doria Medina.
Sorteando invitados pinteando telas de abolengo, ingrese al Hotel Andino Resort & Spa, para admirar una obra que a la distancia vi crecer. Pudo más mi curiosidad y ganas de expresar buenos deseos, que el pundonor que deberíamos sentir los lugareños cuando no vestimos a la altura de la ocasión. Con mis zapatos de tenis y camiseta estampada, común atuendo entre habitantes del lugar, disfrute de la hermosa arquitectura colonial e hice indebido usufructo de deliciosos bocaditos reservados para invitados.
Pero si de malas costumbres se trata, la flor se la lleva la contaminación de una cancha de futbol y de facto parque de Mecapaca, un desafortunado paraje a apenas 100 metros del arriba celebrado hotel. Un nefasto despliegue de botellas de PET y bolsas plásticas cubren los precarios sumideros del parque/cancha, por donde abiertamente transitan desechos de todo tipo. Conozco personalmente el parque/cancha y su desgracia, porque para llegar a Mecapaca desde mi humilde morada, debo atravesar por sus polutas entrañas, a pie.
Mecapaca muy pronto será la nueva entrada a la ciudad de La Paz. Se construye lentamente una carretera que empalma la zona sur con Cochabamba, ágil ruta que permitirá llegar de un valle al otro valle en tres horas, o menos. Con su nuevo y lujoso hotel y cada vez más y más vecinos, Mecapaca pasará de ser un lindo paisaje donde engullir chicharrones o hidromasajes (dependiendo del estatus social), en parte integral del corredor La Paz-Cochabamba. Por el momento, sin embargo, no existe siquiera un basurero municipal, ni camiones que se dignen venir en cuatro ruedas a librarnos de nuestra porquería.
A tiempo de reiterar las felicitaciones a Samuel y dar la bienvenida a prósperos empresarios que nos dignarán con su visita, el pueblo de Mecapaca hace un llamado a las autoridades y ONGs ambientalistas, para que se den el tiempo de pasear por nuestra contaminada huerta, en lo posible un recorrido a pie. Los recursos del pueblo han sido mal usados: los naturales están siendo contaminados y los económicos fueron supuestamente hurtados por Rosmery Gutiérrez, nuestra ex –alcaldesa. La señora está formalmente acusada de malversación. En dos oportunidades no se presentó ante la fiscalía. Gutiérrez viste de colores políticamente correctos, pero rehúsa aceptar varias invitaciones a declarar. Los vecinos quisiéramos que aquellos acusados de corrupción también nos rindan cuentas. Pero pueblerinos de Mecapaca – con la excepción de don Samuel – no damos “pie con bola”.
Sorteando invitados pinteando telas de abolengo, ingrese al Hotel Andino Resort & Spa, para admirar una obra que a la distancia vi crecer. Pudo más mi curiosidad y ganas de expresar buenos deseos, que el pundonor que deberíamos sentir los lugareños cuando no vestimos a la altura de la ocasión. Con mis zapatos de tenis y camiseta estampada, común atuendo entre habitantes del lugar, disfrute de la hermosa arquitectura colonial e hice indebido usufructo de deliciosos bocaditos reservados para invitados.
Pero si de malas costumbres se trata, la flor se la lleva la contaminación de una cancha de futbol y de facto parque de Mecapaca, un desafortunado paraje a apenas 100 metros del arriba celebrado hotel. Un nefasto despliegue de botellas de PET y bolsas plásticas cubren los precarios sumideros del parque/cancha, por donde abiertamente transitan desechos de todo tipo. Conozco personalmente el parque/cancha y su desgracia, porque para llegar a Mecapaca desde mi humilde morada, debo atravesar por sus polutas entrañas, a pie.
Mecapaca muy pronto será la nueva entrada a la ciudad de La Paz. Se construye lentamente una carretera que empalma la zona sur con Cochabamba, ágil ruta que permitirá llegar de un valle al otro valle en tres horas, o menos. Con su nuevo y lujoso hotel y cada vez más y más vecinos, Mecapaca pasará de ser un lindo paisaje donde engullir chicharrones o hidromasajes (dependiendo del estatus social), en parte integral del corredor La Paz-Cochabamba. Por el momento, sin embargo, no existe siquiera un basurero municipal, ni camiones que se dignen venir en cuatro ruedas a librarnos de nuestra porquería.
A tiempo de reiterar las felicitaciones a Samuel y dar la bienvenida a prósperos empresarios que nos dignarán con su visita, el pueblo de Mecapaca hace un llamado a las autoridades y ONGs ambientalistas, para que se den el tiempo de pasear por nuestra contaminada huerta, en lo posible un recorrido a pie. Los recursos del pueblo han sido mal usados: los naturales están siendo contaminados y los económicos fueron supuestamente hurtados por Rosmery Gutiérrez, nuestra ex –alcaldesa. La señora está formalmente acusada de malversación. En dos oportunidades no se presentó ante la fiscalía. Gutiérrez viste de colores políticamente correctos, pero rehúsa aceptar varias invitaciones a declarar. Los vecinos quisiéramos que aquellos acusados de corrupción también nos rindan cuentas. Pero pueblerinos de Mecapaca – con la excepción de don Samuel – no damos “pie con bola”.
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