lunes, 13 de septiembre de 2010

Todo lo Contrario

Fidel Castro: Genio y figura. En el ocaso de su vida, su mejor arma es su peor enemigo. A sus adversarios Fidel supo hacerles hablar de más, como la vez que increpó con gran encanto al Presidente mexicano Vicente Fox sobre la supuesta instrucción de Washington de evitar que el cubano fuese a una cumbre en Monterrey. Ante la soltura de su homologo cubano, Vicente soltó la lengua. No sabía Vicente que su contraparte cubana estaba grabando su confesión, la cual la hizo pública, avergonzando internacionalmente al mexicano. Punto para Fidel.

Doce horas es mucho tiempo para ponerse cómodo. Ese fue el tiempo que Jeffrey Goldberg pasó con el Comandante, hablando libremente de todo un poco. A tal punto se habrán “sincerado” los dos, que en su infame retracción del comentario “el modelo cubano no funciona”, Fidel agitó con tono amenazante un dossier con la trascripción completa de su entrevista con Goldberg, como diciendo “no quieres, querido Jeff, que empiece a contar tus verdades”. Fidel no niega haber pronunciado las palabras que reporta Goldberg. Su argumento es que quiso decir “todo lo contrario”.

La verdad yace exactamente en el medio: ni el capitalismo, ni el comunismo funcionan. Ambas doctrinas, tomadas como ciego e inflexible dogma, pertenecen al pasado jurasico de la humanidad. Existen muy pocas verdades absolutas, sobre todo cuando de herramientas económicas se trata. Tener que seguir repitiendo esa sencilla lección, que debería ser una obviedad a esta altura del partido, refleja nuestra todavía incipiente consciencia sobre cómo funciona la vida: funciona en base a la diversidad.

En la naturaleza y en la sociedad lo que demuestra que funciona es una actitud abierta al ramillete de instrumentos que proporciona la vida, sean genes, estrategias de supervivencia o políticas económicas. Aferrarse a lo que no sirve es digno de dinosaurios. Pero el ejercicio del poder político es un estamento institucional que funciona en base al control. En el ejercicio del control político no se tolera que los de abajo cuestionen la verdad absoluta que sostiene la jerarquía. Por ende, por mucho que uno sea “Fidel”, quien realmente manda en Cuba es el aparato. Y al aparato no le gusta que le cuestionen sus formas y maneras de gobernar.

Decir una cosa y querer decir todo lo contrario está de moda. Decimos, por ejemplo, estar abiertos a la inversión y garantizar la propiedad privada. Decimos indignarnos con los regimenes totalitarios y defender la democracia. Decimos que aquí se acabaron los golpes de estado y las macabras prácticas de represión. Decimos estar en contra del monopolio (¿menos del Estado?) y contra la intolerancia (¿menos la del Gobierno?). Decimos estar a favor de la libertad. Tal vez, al igual que Fidel, queremos decir “todo lo contrario”

En Bolivia la inteligencia militar está siendo injustamente acusada de infiltrar la guardia municipal en La Paz con el objetivo de desprestigiar al Alcalde Revilla, cuando en realidad su intención es un noble ejercicio de simulación. En un nuevo mundo, donde reina la lógica de “todo lo contrario”, nuestra ingenua aceptación de una sencilla explicación puede ser también un simulacro. El poder nos obliga a tragarnos esas “verdades”. Pero pudiese ser peor. Todavía no estamos como el medio millón de cubanos que podrían tener que tragarse el tener que ser despedidos por el Estado, con tal de defender los triunfos de su revolución. Lo diga o lo deje de decir Fidel, se les prometió una utopía, cuando en realidad sus estómagos dicen todo lo contrario.

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