miércoles, 5 de noviembre de 2008

Sálvanos de Ídolos

La idolatría es una herramienta legítima, únicamente cuando la crisis es mortal. La concentración del poder, por lo general, es peligrosa. En ciertas coyunturas, parece ser imprescindible. Cuando el pellejo de todos demanda que obedezca ciegamente, seré el primero en renunciar mi libertad. En circunstancias normales, detesto la manipulación. Pero si entrar en un trance hipnótico garantiza que la energía colectiva será efectivamente enfocada en vencer la muerte, estoy dispuesto a convertirme en uno más del rebaño.

La Creación nos brinda todo tipo de instrumentos. Los mezquinos somos los humanos, que cedemos ante la tentación del fundamentalismo ideológico, consintiendo a su ignorante mandato de arrojar al basurero de la historia aquellas armas que no tienen lugar en el prejuicio de su altar. Toda herramienta tiene su lugar en el tiempo y el espacio, coyunturas que hacen útil incluso alfileres. Los ignorantes, sin embargo, pretenden obligarnos elevar a calidad de falsos ídolos sus herramientas favoritas.

La herramienta “idolatría” me tiene preocupado. Si pudiese elegir, preferiría arrojar mi energía detrás de la agenda del cambio, y no detrás del chasqui que llega para anunciarlo. Cuando el mensajero del cambio asume la calidad de Zeus, acaparando pasiones en el imaginario colectivo, suele ser tentado a trepar solito el Monte Olimpo. El mundo entero encarna en Obama un nuevo mesías; aquel esperado redentor de los pecados de la modernidad. Tal énfasis en una persona - en lugar de la agenda compartida - tiene el potencial de hundirnos en la mayor de las amarguras, o elevarnos por encima de nuestra triste condición actual.

La elección de Obama ha tocado la fibra más intima de mi ser. Con el inconfundible contraste de la noche de telón de fondo, la aurora destella sus primeros rayos de esperanza. En el rostro moreno de Obama, el planeta entero encuentra su reflejo. Si un negro llamado Hussein es el elegido, los más básicos valores humanos podrán también ser redimidos del amargo matrimonio con la agenda geopolítica de unos cuantos. Ahora podremos creer nuevamente en la igualdad y la libertad, sin despertar el reproche de los que sufren de neurosis ideológica y otras demagógicas patologías. Pero no puedo, en medio de tanta algarabía, evitar cuestionar la maldita predisposición humana de hacer incluso de la salvación una agenda personal.

La crisis planetaria es demasiado profunda como para cuestionar la manera como la energía ha sido creada. La necesidad de unificar las voluntades es tan grande, que justifica incluso adorar ciegamente al mensajero accidental. Bajo condiciones normales, prefiero glorificar la agenda del cambio y transformación, y no al ídolo que nos conduzca a ella. Pero la profundidad de la crisis planetaria nos obliga utilizar toda herramienta que provee la Providencia, incluyendo un juvenil acaloramiento global.

Obama no eliminará los pesos y contrapesos que equilibran la supremacía del poder Ejecutivo. Tampoco ha de vulnerar la independencia del poder Legislativo, o intimidar a la cúpula del poder Judicial, una separación de poderes que ha sido corrompida por presidentes mediocres y dogmáticos, como George W. Bush. Pero aunque Obama no busque monopolizar la voluntad del pueblo, y difícilmente sea corrompido por el poder, toda esperanza ahora descansa en sus hombros. Que Dios lo proteja e ilumine; y que nunca más debamos depender de un ídolo para alcanzar nuestra colectiva salvación.

Anónimo

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