jueves, 13 de noviembre de 2008

Hechos de Hectáreas

En Estados Unidos, los periodistas abiertamente conspiraron contra el presidente Bush, ridiculizando su intelecto, resaltando sus múltiples errores. Los periodistas hicieron público el fracaso de sus políticas económicas y la irracionalidad de su política exterior. Los periodistas atentaron contra la investidura presidencial, por lo que debieron ser callados, para permitir que el presidente de la nación continúe impunemente con su estúpida agenda.

En Bolivia, los sacerdotes organizaron su congregación y – en lugar de postas de salud o escuelas – construyeron en el barrio un templo sagrado; extraviándose de su misión terrenal de construir la infraestructura social básica, perdiendo su tiempo en abstractas búsquedas espirituales. Los abogados se apropiaron del derecho de interpretar la ley, maléficamente invirtiendo media década de sus vidas en la universidad, para entender las normas que manipulan nuestra convivencia. Por último, los militares se entrenaron para utilizar sus armas en el sometimiento del pueblo en opresivas dictaduras.

Cuando reportan los hechos, los periodistas bolivianos también tienen una agenda política. Debajo de sus reportajes yacen las miles de hectáreas de los dueños de los medios de comunicación. El mandato del presidente Morales, según parece, se ha convertido en redactar una larga lista de culpables que – en su mente - justifican su pobre desempeño. No miente el presidente cuando señala la corrupción que suele embargar al espíritu humano. Actos de egoísmo, inspirados por ganancias monetarias, lujuria de poder, o fervor religioso, se han manifestados sistemáticamente a lo largo de nuestra historia. La evidencia de nuestra mediocridad ahora le sirve al mandatario para justificar la propia.

La tribuna que aquí utilizó para verter mi sarcasmo no ha de transformar a siquiera uno de los cegados por el canto de su propio prejuicio ideológico. Ellos sólo encontrarán consuelo en sirenas que justifiquen su derrotero a la mezquindad. Ese nefasto capítulo lo escriben – libres del peso del discernimiento - todos los días. Si logran apoderarse del gobierno por veinte años, al igual que Fidel, necesitarán de otros veinte para seguir presentando excusas. No escribo para iluminar o convertir aquellos que - en lugar de construir un país - pierden el tiempo buscando molinos de viento. Mi intención es predicar al coro, porque el coro debe despertar.

Debemos cumplir con la ley, porque es la única esperanza de implementar la sabiduría colectiva. Si la ley sigue siendo manipulada para satisfacer agendas personales, hemos de contribuir a la actual infamia. Debemos entender que existe un solo Dios, pero también la libertad de adorarlo según nuestra conciencia, y no por imposición ajena. Debemos proteger las libertades democráticas, para evitar dictaduras militares o populistas. Debemos ser imparciales al presentar los hechos, dejando en claro cuando el reportaje intenta ser objetivo, y cuando es un comentario editorial. Pero todo esto requiere de una nueva ética ciudadana, una nueva convicción personal de hacer mejor las cosas, que luego se traduzca en un ejemplo que guie a nuestros hijos por mejor camino.

Son épocas de sequia social, enceguecidos todos por una falsa promesa de cambio. Lejos de sentirnos derrotados, debemos convertirnos en el cambio necesario. Si tan solo reprochamos la ignorancia, estaremos manifestando un vicio peor: predicar aquello que no practicamos. Debemos hacer mejor nuestro trabajo: reporteros, sacerdotes, abogados y militares, todos por igual. Solo así haremos justicia a Dios, la ley y nuestras sagradas instituciones. Es hora de sembrar virtudes y verter mejores ideas y argumentos sobre el terreno político, para que - hectárea por hectárea - generaciones futuras cosechen un futuro mejor.

CONTEXTO DEL ARTICULO: http://www.la-razon.com/versiones/20081113_006455/nota_250_709712.htm

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