El siglo XXI le pertenece a la mujer. Su intuición y capacidad de abstraer la información de manera paralela y no-lineal permitirá equilibrar la inteligencia humana, y su capacidad de entrega dará respiro al desenfrenado egoísmo. Surge un estilo de liderazgo femenino, que complementa la fría y analítica implementación de estrategias, con la empatía y sentido de pertenencia que permite– más que una fábrica u oficina - forjar una comunidad. Ello no resuelve – en mi caso – una diferencia irreconciliable. Sus sentidos observan y se relacionan al mundo externo mediante una estética de muy mal gusto, y ello no se debe a ningún condicionamiento social. Sin embargo, su cuestionable atracción al objeto de su deseo no es algo que eligen, y es simplemente un dictado evolutivo de nuestro Creador.
La mayoría de mujeres ven el cuerpo peludo, sudoroso, tosco y asimétrico del hombre, y en lugar de repulsión se sienten curiosamente atraídas. Esta aberración del buen gusto se debe a la sabia naturaleza, que inflinge en nuestros cuerpos un mecanismo instintivo que, al activarse, hace que nuestras pasiones se manifiesten de cierta manera. No hay consenso posible en cuanto a cuál de los dos arquetipos de cuerpos humanos debemos preferir. La mitad de la población prefiere la fea y vulgar forma del hombre, y nada se puede hacer para enmendar esa burda apreciación ¡Qué suerte!
Hasta las ocho semanas de concepción de un ser humano, el feto tiene características femeninas. En su libro “El Cerebro Femenino”, la Dra. Brizendine dice que el cerebro de todo ser humano empieza siendo un cerebro de mujer. La testosterona luego se encarga de desarrollar en el hombre su centro de agresión, inclinación a la conquista, y su muy refinado gusto. La ciencia empieza a profundizar la comprensión de la arquitectura del cerebro, evidencia que incluso transformará nuestro concepto de lo que quiere decir “masculino” o “femenino”. Lo relevante aquí es que - dentro de las múltiples expresiones y formaciones de nuestro cerebro - existen elementos genéticos y hormonales que dan forma a la manifestación de nuestra mente, y dan lugar a la gran diversidad de expresiones dentro la dualidad de ♂ y ♀.
La ciencia aun no ha llegado a la conclusión fehaciente que un hombre no elige ser gay. No obstante, sea por elección o naturaleza, en la medida que no lastime a nadie, un ser humano debería ser libre de profesar su sexualidad como mejor le parezca. Sin embargo, se ha convertido políticamente astuto el satanizar a los hombres que comparten parte de la naturaleza de nuestras santas madres. Al igual que hace muchos años se utilizaban las sagradas escrituras para justificar la esclavitud e inferioridad de ciertas razas, ahora se pretende justificar la violencia social que se ejerce hacia quienes son diferentes. Y por evidente que sea, seguimos ignorando las consecuencias que ocasionan dicha discriminación e intolerancia. Y si ni siquiera la actual convulsión social nos sacude el racismo, mucho menos podremos aceptar que el sexo debe dejar de ser un tema político, y que es algo natural que pertenece al campo del derecho civil. Pero preferimos la comodidad de nuestros prejuicios, naturalmente.
Flavio Machicado Teran
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