jueves, 5 de julio de 2007

Disciplina Sin Dial

Una herramienta ancestral es el miedo, artefacto social que perdió lustre ante el sometimiento físico y control hecho posible por eficientes tecnologías. La conquista territorial ahora deja de ser opción, y la lucha por la hegemonía una vez más se torna al mundo de los espectros, de las ideas, y se pretende nuevamente lograr la imposición utilizando poderes intangibles. Poderoso es el miedo, y en su construcción somos victimas y cómplices a la vez.

Debido a la ausencia de herramientas básicas - como ser cuchillos de acero - los humanos sobrevivíamos precariamente. Al igual que en jaurías o manadas de animales interdependientes, evolucionamos como seres altamente sociables. La diferencia es que - entre humanos - asumían el mando del grupo no solo los más fuertes, sino también los que podían predecir una luna llena, contar historias, o inventárselas. La inteligencia humana acepta más de una manera de garantizar que el grupo sea cohesivo, se imponga el orden y se ejerza – por el bien común – un alto nivel de control.

Existen niños que sufren severos traumas debido a una de las historias de miedo mejor logradas. Si medimos la efectividad de su capacidad de reproducción e impacto, el miedo al diablo se encuentra en los peldaños más elevados de nuestra creación. Un miedo menor en el escalafón es el que menciona nuestro presidente en el documental “Cocalero”, cuando bromea que es “al imperio” a quien realmente teme.

Magistralmente capturada la cotidianidad de su ascenso al poder, “Cocalero” muestra el lado humano del presidente, y se puede entrever su honestidad, humildad y compromiso de hacer el bien. Y aunque precisamente su humanidad lo hace accesible y encantador, esa misma “humanidad” hace que su mente – al igual que la mente de cada uno de los demás mortales – sea un vehículo de reproducción del miedo.

Miedo al calentamiento global tal vez logre despertarnos de nuestro egoísta letargo consumista, y logremos entender que acumular demasiado puede afectar negativamente la calidad de vida de nuestros hijos. La inimaginable riqueza creada en el planeta empieza a crear también conciencia que el equilibrio es frágil, que la injusticia tiene consecuencias, y que existen millones de personas que apenas tienen para comer. Pero no es lo mismo actuar por miedo, que actuar por conciencia de lo que es mejor, justo y sostenible.

La actual encrucijada constitucional debe llevarnos a reflexionar sobre el lugar y uso que la sociedad le brinda a toda herramienta. El camino fácil es actuar por instinto primitivo, y utilizar aquellas que han demostrado ser eficientes para impartir sumisión, sin importar las consecuencias. El reto es adquirir conciencia de que hemos utilizado algunas para crear una cultura vertical, diseñada para imprimir obediencia. Al margen de quiénes o cuántos ahora se beneficien, la imposición no se convierte mágicamente en el mejor camino. Con Satanás nos han tenido postrados durante siglos. Ahora con el Imperio se pretende hacer dicha “disciplina” más revolucionaria y secular. Tal vez mi falta de criterio no me permite apreciar la única e irrefutable verdad detrás del imperativo de controlar la mente. Pero el poder y el control parecen ir de la mano, y en su construcción somos cómplices y víctimas a la vez. ¡Qué miedo!

Flavio Machicado Teran

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