En un mundo complejo, la consistencia tal vez esté sobrevaluada. Ello no hace a la hipocresía una inconsistencia más halagadora. Hipócrita en cuanto al sexo sabemos es la cultura norteamericana. Ahora se suma a la lista otra que involucra a dos diminutas islas del Caribe, la Organización Mundial del Comercio (OMC), y el mundo de las apuestas.
Según Oxfam, de eliminarse los miles de millones de dólares en subsidios que reciben los productores de algodón norteamericanos, los precios mundiales se incrementarían un 10%, beneficiando países africanos como ser Chad, Benin, Burkina Faso y Malí. Japón e India, ya han interpuesto contra EEUU demandas de compensación, argumentando que Washington intenta modificar un Acuerdo General de Comercio en Servicios firmado en 1994. La Unión Europea sigue similar acción, demandando que EEUU abra sectores de intercambio comercial, para compensar por medidas unilaterales.
En EEUU los casinos son legales únicamente en lugares designados por el gobierno, una política que promueve economías especificas, y compensa a los pueblos nativos de Norteamérica por el genocidio al cual fueron sometidos. Sin embargo, las apuestas en carreras de caballo pueden realizarse en miles de localidades remotas distribuidas por todo el país. Barbuda y Antigua son dos islas del caribe, y el turismo en ambas se ha visto reducido debido a una serie de huracanes. El año pasado Washington decidió prohibir a bancos y tarjetas de crédito norteamericanas realizar pagos a empresas de apuestas de Internet. La medida ha seriamente afectando los ingresos de las mencionadas naciones, que habían encontrado en este rubro una fuente alternativa de ingresos.
La OMC ahora le exige a EEUU que – si pretende mantener su política de prohibición de casinos marítimos – deberá prohibir también las apuestas “a distancia” para carreras de caballos, y habiendo determinado ilegal las restricciones norteamericanas a las apuestas en el Internet,
amenaza con multar su inconsistencia con 3,400 millones de dólares por año.
Más preocupante inconsistencia es la que practica EEUU en nombre de la libertad. Habiendo llevado el “derecho a la vida” demasiado lejos, la arrogancia de la administración Bush se deja entrever en su disposición a violar derechos civiles y humanos, justificar la tortura, enviar a morir a sus jóvenes, matar a otros tantos, todo en nombre de su guerra contra el terrorismo. Bolivia no es ajena a dicha arrogancia, inconsistencia e hipocresía, habiendo sufrido las nefastas consecuencias de la guerra contra el narcotráfico. El ímpetu del movimiento neoconservador de transformar al mundo, utilizando al ejercito más poderoso del mundo, y la gran riqueza extraída del planeta, es un testimonio más de la arrogancia que nace del poder.
Es antigua y barbuda sabiduría que el poder corrompe. Las intenciones pueden ser las más elevadas, pero su abuso suele conducir a la destrucción de la moral y espíritu de la sociedad; por lo menos de grandes sectores de ella. Pero si anhelamos consistencia, podemos observarla entre el arrogante idealismo neoconservador de Bush, y nuestro propio neopopulismo nacionalista. No será la más halagadora consistencia, pero es algo predecible - al fin al cabo – que surja un mal gobierno cuando se ostenta con prepotencia al poder.
Flavio Machicado Teran
miércoles, 27 de junio de 2007
Nuestra Altura
Solo un torero debe sentir igual. Sombrío e intencional, el oponente carga un garrote en lugar de cuernos, con el cual pretende asestar su preciso golpe. El lanzador intenta evitarlo, con pelotas que alcanzan los 160 km/hr. Para engañar al contrincante, con los dedos hace que “chanflée” la bola en diferentes direcciones. Si el oponente conecta el envío, los nueve jugadores entran en una metódica danza para “matar” al corredor. El deporte es el béisbol, y entre todos es el que mayor número de estadísticas tiene. Se promedia y registrada toda incidencia, y cada lanzamiento tiene su estética, arte y razón de ser.
El estadio con mayor elevación se encuentra en Denver, Colorado, a una milla (1,600 m.) sobre el nivel del mar. Debido a una menor presión atmosférica, la pelota recorre una mayor distancia que en la playa. Para contrarrestar esta diferencia, el estadio ha sido diseñado con mayores dimensiones, y así se evita que jugadores más fuertes saquen fácilmente del parque la pelota. Aunque ambos equipos tendrían exactamente la misma posibilidad de así hacerlo, se ha desatado en Denver una controversia. La razón es que el equipo de Colorado intenta contrarrestar los efectos de la naturaleza, añadiéndole a la pelota una dosis de humedad.
Los puristas acusan al equipo de intentar manipular el juego, debido a la discreción que tienen de seleccionar pelotas humidificadas - o no - según les convenga. Este antecedente podría también llevar algunos a hacer las pelotas más pesadas cuando enfrentan equipos con ofensivas peligrosas. Equipos que juegan en lugares húmedos, como Florida, también podrían estar tentados de restarle humedad a la pelota para contrarrestar los efectos de su propio hábitat. En un deporte en el cual todo cuenta, hacen mucho las pequeñas diferencias.
Bolivia tiene su propia controversia de la altura. El balón aquí se mueve diferente que al nivel del mar. Pero se mueve diferente para ambos. A su vez, los jugadores bolivianas solo conocen el aire más puro, pero deben jugar en estadios con altos niveles de contaminación. Si se protege de los efectos nocivos de la altura, deberá protegerse también del monóxido de carbono, y de excesivas dosis de humedad. Lo que está detrás de tanto lloriqueo, como señala mi primo Guccio, es que los brasileros y argentinos tienen que invertir tiempo en acondicionamiento a la altura. Tiempo que es dinero, y para la FIFA el dinero es incluso más importante que la salud.
Bolivia ahora argumenta su derecho de jugar en La Paz, y tiene la oportunidad de hacerlo demostrando una mínima sofisticación en sus relaciones internacionales. Mucho hará el tipo de argumento que logremos articular. Sugiero una pequeña diferencia en estrategia: Reconocer que el balón aquí vuela más rápido. Podríamos atraer televidentes promocionando nuestros partidos bajo el entendimiento que aquí: “!Se juega la clasificación más rápida del mundial!”. Además de potencialmente ser una mala decisión económica para la FIFA, negarnos ese derecho sería una gran injusticia. Pero tal vez utilizar argumentos que involucren a la ciencia de la física, al dinero y promoción de mercados, sea de muy mal gusto, y esté por debajo de nuestra altura.
Flavio Machicado Teran
El estadio con mayor elevación se encuentra en Denver, Colorado, a una milla (1,600 m.) sobre el nivel del mar. Debido a una menor presión atmosférica, la pelota recorre una mayor distancia que en la playa. Para contrarrestar esta diferencia, el estadio ha sido diseñado con mayores dimensiones, y así se evita que jugadores más fuertes saquen fácilmente del parque la pelota. Aunque ambos equipos tendrían exactamente la misma posibilidad de así hacerlo, se ha desatado en Denver una controversia. La razón es que el equipo de Colorado intenta contrarrestar los efectos de la naturaleza, añadiéndole a la pelota una dosis de humedad.
Los puristas acusan al equipo de intentar manipular el juego, debido a la discreción que tienen de seleccionar pelotas humidificadas - o no - según les convenga. Este antecedente podría también llevar algunos a hacer las pelotas más pesadas cuando enfrentan equipos con ofensivas peligrosas. Equipos que juegan en lugares húmedos, como Florida, también podrían estar tentados de restarle humedad a la pelota para contrarrestar los efectos de su propio hábitat. En un deporte en el cual todo cuenta, hacen mucho las pequeñas diferencias.
Bolivia tiene su propia controversia de la altura. El balón aquí se mueve diferente que al nivel del mar. Pero se mueve diferente para ambos. A su vez, los jugadores bolivianas solo conocen el aire más puro, pero deben jugar en estadios con altos niveles de contaminación. Si se protege de los efectos nocivos de la altura, deberá protegerse también del monóxido de carbono, y de excesivas dosis de humedad. Lo que está detrás de tanto lloriqueo, como señala mi primo Guccio, es que los brasileros y argentinos tienen que invertir tiempo en acondicionamiento a la altura. Tiempo que es dinero, y para la FIFA el dinero es incluso más importante que la salud.
Bolivia ahora argumenta su derecho de jugar en La Paz, y tiene la oportunidad de hacerlo demostrando una mínima sofisticación en sus relaciones internacionales. Mucho hará el tipo de argumento que logremos articular. Sugiero una pequeña diferencia en estrategia: Reconocer que el balón aquí vuela más rápido. Podríamos atraer televidentes promocionando nuestros partidos bajo el entendimiento que aquí: “!Se juega la clasificación más rápida del mundial!”. Además de potencialmente ser una mala decisión económica para la FIFA, negarnos ese derecho sería una gran injusticia. Pero tal vez utilizar argumentos que involucren a la ciencia de la física, al dinero y promoción de mercados, sea de muy mal gusto, y esté por debajo de nuestra altura.
Flavio Machicado Teran
Saber, Aprender
José Castillo es un bioquímico boliviano que trabaja en Ecuador. Un colega ecuatoriano ahora acusa a la industria farmacéutica de contratar bolivianos, quienes – al tener miedo de ser despedidos - son más sumisos, además de estar dispuestos a trabajar por un sueldo equivalente al 2% de lo que recibe el mejor bioquímico nacional. El enfurecido ecuatoriano tiene un salario actual diez veces mayor que el de Castillo, aún cuando el boliviano ha visto su sueldo incrementarse en un 600% desde que llegó al Ecuador. Lo interesante del caso es que el ecuatoriano acusa a la industria farmacéutica de racismo, cuando el verdadero tema es uno de intercambio comercial.
Quienes nunca desarrollaron la capacidad de abstraer principios, deberán dejar de leer esta nota inmediatamente. Los demás entenderán que el caso anterior contiene una moraleja, incluso cuando Castillo es en realidad venezolano, el colega es un afroamericano, y la industria no es la farmacéutica, sino el deporte favorito de Chávez y Fidel (béisbol). El caso es verídico, y el gringo en cuestión es Gary Sheffield, controversial jugador de los Tigres de Detroit, mientras que Castillo es una de esas “caras negras que no hablan ingles” de las que se queja Sheffield. Según Sheffield, su “raza” (la afroamericana) no es tan fácil de controlar como lo es un latino, porque demanda ser tratada con respeto. En contraste, dice Sheffield, un jugador latino ha de aceptar ser manipulado, porque no habla ingles, y porque – por relativamente muy bajo que sea - jamás recibiría un sueldo comparable de verse obligado regresar a su país.
Jugadores cubanos que abandonaron la isla, como ser el Duque Hernández, ganaban millones de dólares al año antes de hablar una palabra de ingles. Castillo ganaba 300,000 dólares al llegar a los Piratas de Pittsburg el 2004, y hoy gana 1.9 millones al año. Argumentar racismo, debido a que evidentemente hay cada vez menos afroamericanos nacidos en EEUU en el béisbol, es querer explicarlo todo con una sola causa, cuando todos sabemos que la realidad siempre es más compleja. Lo que existe en el béisbol es una discriminación contra los norteamericanos, sean estos blancos, azules o verdes, porque son más caros que los jugadores que pueden ser “importados” del exterior.
Al igual que Sheffield, el presidente Ruso, Vladimir Putin, últimamente anda molesto. Aun cuando Rusia intenta ingresar a la Organización Mundial del Comercio, acusa a occidente de utilizar las instituciones que supuestamente deben desarrollar una economía globalizada - y sin tantas barreras comerciales - para proteger sus intereses particulares. Vale la pena escuchar los argumentos rusos sobre la necesidad de crear instituciones que permitan incentivar el desarrollo de mercados regionales alrededor de las nuevas potencias mundiales de este siglo, China, India y Brasil, y dejar así de depender en el FMI y Banco Mundial.
Al igual que Putin, Sheffield tiene una razón para estar molesto. Pero en el caso del deporte favorito de Fidel, lo que existe es una asimetría entre el proceso de contratación de norteamericanos - quienes deben entrar en un tipo de lotería - y la contratación de extranjeros, que reduce el precio al ser directa. Un jugador latino es más barato, y eso hace que la “raza” de Sheffield sea menos atractiva, no el racismo. Para lograr un intercambio comercial beneficioso para Bolivia, debemos reconocer que somos vulnerables al monopolio de poder económico norteamericano, y no encontrar causas en la esencia maléfica del mercado. Entender las verdaderas causas requiere pensar fuera del prejuicio o reduccionismo ideológico, algo que Sheffield - y muchos otros - evidentemente aun no saben hacer.
Flavio Machicado Teran
Quienes nunca desarrollaron la capacidad de abstraer principios, deberán dejar de leer esta nota inmediatamente. Los demás entenderán que el caso anterior contiene una moraleja, incluso cuando Castillo es en realidad venezolano, el colega es un afroamericano, y la industria no es la farmacéutica, sino el deporte favorito de Chávez y Fidel (béisbol). El caso es verídico, y el gringo en cuestión es Gary Sheffield, controversial jugador de los Tigres de Detroit, mientras que Castillo es una de esas “caras negras que no hablan ingles” de las que se queja Sheffield. Según Sheffield, su “raza” (la afroamericana) no es tan fácil de controlar como lo es un latino, porque demanda ser tratada con respeto. En contraste, dice Sheffield, un jugador latino ha de aceptar ser manipulado, porque no habla ingles, y porque – por relativamente muy bajo que sea - jamás recibiría un sueldo comparable de verse obligado regresar a su país.
Jugadores cubanos que abandonaron la isla, como ser el Duque Hernández, ganaban millones de dólares al año antes de hablar una palabra de ingles. Castillo ganaba 300,000 dólares al llegar a los Piratas de Pittsburg el 2004, y hoy gana 1.9 millones al año. Argumentar racismo, debido a que evidentemente hay cada vez menos afroamericanos nacidos en EEUU en el béisbol, es querer explicarlo todo con una sola causa, cuando todos sabemos que la realidad siempre es más compleja. Lo que existe en el béisbol es una discriminación contra los norteamericanos, sean estos blancos, azules o verdes, porque son más caros que los jugadores que pueden ser “importados” del exterior.
Al igual que Sheffield, el presidente Ruso, Vladimir Putin, últimamente anda molesto. Aun cuando Rusia intenta ingresar a la Organización Mundial del Comercio, acusa a occidente de utilizar las instituciones que supuestamente deben desarrollar una economía globalizada - y sin tantas barreras comerciales - para proteger sus intereses particulares. Vale la pena escuchar los argumentos rusos sobre la necesidad de crear instituciones que permitan incentivar el desarrollo de mercados regionales alrededor de las nuevas potencias mundiales de este siglo, China, India y Brasil, y dejar así de depender en el FMI y Banco Mundial.
Al igual que Putin, Sheffield tiene una razón para estar molesto. Pero en el caso del deporte favorito de Fidel, lo que existe es una asimetría entre el proceso de contratación de norteamericanos - quienes deben entrar en un tipo de lotería - y la contratación de extranjeros, que reduce el precio al ser directa. Un jugador latino es más barato, y eso hace que la “raza” de Sheffield sea menos atractiva, no el racismo. Para lograr un intercambio comercial beneficioso para Bolivia, debemos reconocer que somos vulnerables al monopolio de poder económico norteamericano, y no encontrar causas en la esencia maléfica del mercado. Entender las verdaderas causas requiere pensar fuera del prejuicio o reduccionismo ideológico, algo que Sheffield - y muchos otros - evidentemente aun no saben hacer.
Flavio Machicado Teran
lunes, 4 de junio de 2007
No es lo Mismo
En la construcción de realidades humanas, la consistencia es una herramienta sumamente limitada. La ley universal es que todo cambia, y las verdades se deben a lo que existe, y no a lo que deseamos sea realidad. Los derechos humanos, sin embargo, no dependen de la agenda política de la generación de turno, y existen espacios humanos que no están sujetos al capricho político de quienes coyunturalmente sustentan el poder. Es legítimo que el pueblo instituya su voluntad mediante acciones concretas. No obstante, el derecho del individuo de profesar su verdad según lo dicta su conciencia, se contrapone a la imposición de las elites - o las masas - en cuanto a lo que éstas suponen debería ser la realidad.
Los derechos humanos son universales, pero su manifestación cultural es relativa a la vez. Pareciera ser una inconsistencia, que hace que hoy se enfrenten en una “guerra cultural” el relativismo secular, con la verdad absoluta. Según unos, los derechos humanos surgen del dictado divino enmarcado en la ley natural, y según otros simplemente corresponden a nuestra esencia humana. Cualquiera sea su origen o inspiración, existe consenso en cuanto a que todo individuo posee ciertos derecho inalienables, que no dependen del poder político, ni de la voluntad de la mayoría, y que no pueden ser abrogados aun cuando así lo desee el 56% de la población. Digamos – por decir – que en el año 2356 triunfe el fundamentalismo islámico y Bolivia se convierta al Islam. ¿Podría entonces la mayoría abolir el derecho de la mujer de mostrar su cara en público, debido a que el 56% de la población considera dicha norma la voluntad de Mahoma?
El relativismo podría resultar en injusticias que nacen de la discrecionalidad. El absolutismo puede ser igualmente violento, debido a que no permite objeción alguna. Para franquear dichos extremos, existe la posibilidad de enaltecer tanto al proceso, como al resultado. El proceso - o la manera como llegamos a una verdad - debería ser igual de importante que aquello que concluimos. Sin embargo, si se minimiza la importancia del proceso, o el mismo está sesgado hacia una sola verdad, entonces la capacidad de adaptación de la sociedad sufre. A su vez, nuestro poder de construir la realidad según los imperativos del entorno, según realmente existe - y no según deseamos exista – debe postrarse ante lo que supone la mayoría del momento debería ser “por decreto” nuestra realidad.
Si la coyuntura actual dicta que los recursos naturales deben ser recuperados por el Estado, y la iniciativa privada debe ser sofocada en nombre de la reivindicación histórica, es prerrogativa del pueblo utilizar el proceso democrático para plasmar dicha política. Sin embargo, si en el año 2356 la coyuntura hace que incentivar la iniciativa privada ofrece mejores perspectivas para avanzar en Bolivia la justicia social y el desarrollo, los procesos deberían permitir adaptarnos a lo que podría ser nuestra realidad el 2356. Pero si construimos un sistema político que impide adaptarse a nuevos entornos, e “instruye” a toda futura generación negar todo lo que es inconsistente con su proyecto “histórico”, habremos diseñado un proceso cuyo imperativo es imponer verdades relativas, de manera absoluta.
Flavio Machicado Teran
Los derechos humanos son universales, pero su manifestación cultural es relativa a la vez. Pareciera ser una inconsistencia, que hace que hoy se enfrenten en una “guerra cultural” el relativismo secular, con la verdad absoluta. Según unos, los derechos humanos surgen del dictado divino enmarcado en la ley natural, y según otros simplemente corresponden a nuestra esencia humana. Cualquiera sea su origen o inspiración, existe consenso en cuanto a que todo individuo posee ciertos derecho inalienables, que no dependen del poder político, ni de la voluntad de la mayoría, y que no pueden ser abrogados aun cuando así lo desee el 56% de la población. Digamos – por decir – que en el año 2356 triunfe el fundamentalismo islámico y Bolivia se convierta al Islam. ¿Podría entonces la mayoría abolir el derecho de la mujer de mostrar su cara en público, debido a que el 56% de la población considera dicha norma la voluntad de Mahoma?
El relativismo podría resultar en injusticias que nacen de la discrecionalidad. El absolutismo puede ser igualmente violento, debido a que no permite objeción alguna. Para franquear dichos extremos, existe la posibilidad de enaltecer tanto al proceso, como al resultado. El proceso - o la manera como llegamos a una verdad - debería ser igual de importante que aquello que concluimos. Sin embargo, si se minimiza la importancia del proceso, o el mismo está sesgado hacia una sola verdad, entonces la capacidad de adaptación de la sociedad sufre. A su vez, nuestro poder de construir la realidad según los imperativos del entorno, según realmente existe - y no según deseamos exista – debe postrarse ante lo que supone la mayoría del momento debería ser “por decreto” nuestra realidad.
Si la coyuntura actual dicta que los recursos naturales deben ser recuperados por el Estado, y la iniciativa privada debe ser sofocada en nombre de la reivindicación histórica, es prerrogativa del pueblo utilizar el proceso democrático para plasmar dicha política. Sin embargo, si en el año 2356 la coyuntura hace que incentivar la iniciativa privada ofrece mejores perspectivas para avanzar en Bolivia la justicia social y el desarrollo, los procesos deberían permitir adaptarnos a lo que podría ser nuestra realidad el 2356. Pero si construimos un sistema político que impide adaptarse a nuevos entornos, e “instruye” a toda futura generación negar todo lo que es inconsistente con su proyecto “histórico”, habremos diseñado un proceso cuyo imperativo es imponer verdades relativas, de manera absoluta.
Flavio Machicado Teran
Sucesión al Trono
“Será un baño de sangre si los norteamericanos abandonan Irak”, dicen los apologistas de la guerra. Tal vez, debido a la ausencia de reglas de juego claras para instituir autonomía en las regiones, y la carencia de una cultura cívica orientada hacia el equilibrio y alteración pacifica del poder, el baño de sangre será cada vez mayor. Pero sangre ya ha corrido, y una causa única a la cual imputarle toda la culpa no existe. Tampoco una sola solución. La simpleza, sin embargo, nos lleva a imaginar que “un solo acto” sanaría cientos de años de odio, resentimiento y desconfianza mutua. Un solo acto tal vez desate violencia, pero un solo acto no la puede detener.
El establecer condiciones para la convivencia pacifica requiere de un proceso largo y tedioso. No existen “balas de plata” que terminen mágicamente con la violencia y llenen el vacío de poder que un solo hombre dejó. Es peligro establecer condiciones de estabilidad alrededor del liderazgo de un caudillo, lección histórica que encontramos en numerosas experiencias, en las cuales el poder se torna absoluto, y la estabilidad social pende del hilo de “una sola persona”. El construir una nación sobre la base del culto a la personalidad - o falta de ella - es una receta fallida y de corta duración.
El príncipe Harry, tercero en sucesión al trono de Gran Bretaña, ya no será enviado a Irak, entre otras razones, debido a que su muerte sería una victoria simbólica de gran valor para el jihad - o guerra santa contra los infideles invasores. La vida de Harry puede ser más simbólica que la de un soldado cualquiera, pero no vale más. Cuando son secuestrados, los soldados son desesperadamente buscados por sus camaradas. Es una ética razonable no abandonar a un compañero. Sin embargo, demuestra el arraigo alegórico del imaginario humano, que lleva a deambular en el dolor inmediato, mientras que el impacto de los actos pasan desapercibidos. El imperativo de proteger “una sola vida” hoy, hace que ignoremos el hecho que causamos mayor sufrimiento, hambre y muerte en los años por venir. El absolutismo engranado en nuestra psique hace que abandonemos toda consideración de consecuencias, con tal de proteger “una vida más”, debido a que es la vida de alguien cuya historia conocemos.
Existen consecuencias no deseadas a nuestra idealista defensa del individuo, y es la comunidad la que sufre cuando una defensa dogmática de cada una de las vidas de los nuestros rige nuestras decisiones y conductas. Seria irónico, por ende, que en Bolivia ahora sean los defensores del comunitarismo quienes pretendan hacer al individuo - a uno en especifico -, el heredero de la sabiduría milenaria y dueño absoluto del poder y la verdad. Por muy bueno, noble, inmaculada su moral he iluminada su ambición de salvar a la patria, dudo que alguien crea que un solo hombre puede inspirar nuestro orden legal, constitucional y visión política. Que yo sepa, ese argumento circula sólo documentos apócrifos, como la “Proclamación del Tahuantinsuyo”. Hasta que no sea la postura oficial de un partido, debemos mantener la cabeza fría y evitar caer en lógicas cuyas consecuencias – por muy no intencionadas – pueden encausar a los bandos asumir posiciones dogmáticas que luego causen gran dolor.
Flavio Machicado Teran
El establecer condiciones para la convivencia pacifica requiere de un proceso largo y tedioso. No existen “balas de plata” que terminen mágicamente con la violencia y llenen el vacío de poder que un solo hombre dejó. Es peligro establecer condiciones de estabilidad alrededor del liderazgo de un caudillo, lección histórica que encontramos en numerosas experiencias, en las cuales el poder se torna absoluto, y la estabilidad social pende del hilo de “una sola persona”. El construir una nación sobre la base del culto a la personalidad - o falta de ella - es una receta fallida y de corta duración.
El príncipe Harry, tercero en sucesión al trono de Gran Bretaña, ya no será enviado a Irak, entre otras razones, debido a que su muerte sería una victoria simbólica de gran valor para el jihad - o guerra santa contra los infideles invasores. La vida de Harry puede ser más simbólica que la de un soldado cualquiera, pero no vale más. Cuando son secuestrados, los soldados son desesperadamente buscados por sus camaradas. Es una ética razonable no abandonar a un compañero. Sin embargo, demuestra el arraigo alegórico del imaginario humano, que lleva a deambular en el dolor inmediato, mientras que el impacto de los actos pasan desapercibidos. El imperativo de proteger “una sola vida” hoy, hace que ignoremos el hecho que causamos mayor sufrimiento, hambre y muerte en los años por venir. El absolutismo engranado en nuestra psique hace que abandonemos toda consideración de consecuencias, con tal de proteger “una vida más”, debido a que es la vida de alguien cuya historia conocemos.
Existen consecuencias no deseadas a nuestra idealista defensa del individuo, y es la comunidad la que sufre cuando una defensa dogmática de cada una de las vidas de los nuestros rige nuestras decisiones y conductas. Seria irónico, por ende, que en Bolivia ahora sean los defensores del comunitarismo quienes pretendan hacer al individuo - a uno en especifico -, el heredero de la sabiduría milenaria y dueño absoluto del poder y la verdad. Por muy bueno, noble, inmaculada su moral he iluminada su ambición de salvar a la patria, dudo que alguien crea que un solo hombre puede inspirar nuestro orden legal, constitucional y visión política. Que yo sepa, ese argumento circula sólo documentos apócrifos, como la “Proclamación del Tahuantinsuyo”. Hasta que no sea la postura oficial de un partido, debemos mantener la cabeza fría y evitar caer en lógicas cuyas consecuencias – por muy no intencionadas – pueden encausar a los bandos asumir posiciones dogmáticas que luego causen gran dolor.
Flavio Machicado Teran
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