Mapas mentales diferencian al humano de primates, su menos evolucionado hermano mamífero. Capaces de dibujar en su interioridad diversos escenarios, los humanos reproducen pasos trajinados sin necesidad de olfatear el camino. Gracias al lenguaje acumulamos experiencias y trazamos con el intelecto rutas que logran leyes y tecnología. Si bien es cierto que el concepto moderno de racionalidad ha ofuscado el complemento que ofrece la intuición y emociones; sin conceptos, palabras y categorías jamás hubiésemos podido escalar las limitaciones cognitivas del instinto animal.
El mapa es manipulado por la herramienta favorita del poder: una lógica binaria. Ejemplo de dicha manipulación es el siguiente axioma: “Todo aquel que cree que el motor de una economía es la sociedad civil es un neoliberal”. “Obama cree que el mercado e iniciativa privada constituyen piedra angular del desarrollo, creación de empleos y justicia social”. Por ende, “Obama es un derechista”. El mapa en blanco y negro de la lógica oficial dibuja una caricatura de todo aquel diferente. Lo único que falta es que se lo acuse de ser racista.
Obama es un liberal (de izquierda). Pero como aquí se dibuja la ideología con solo dos colores, la capacidad del pueblo de discernir entre políticas públicas y estrategias de desarrollo ha caído prisionera del reduccionismo binario. Tres grandes políticas definen la gestión de Obama: rescate de la industria automotriz, sistema de seguro médico universal y elevación de impuestos a los más ricos. Para la verdadera derecha, estas políticas constituyen una manipulación del mercado, intervención estatista en la vida privada, ingeniería social, promoción de la lucha de clases y redistribución socialista de la riqueza.
Por muy liberal, Obama no es libre de alterar políticas de Estado que promueven el interés nacional. Tiene limitaciones. Ese no es el punto. El punto son las limitaciones conceptuales que tiene el pueblo boliviano a la hora de entender las sutilezas y complejidades de la economía global; ignorancia inducida por el estatismo mediático, cortesía de la manipulación del lenguaje político. La tergiversación de las múltiples dimensiones de la ideología liberal es estrategia parecida a subyugar al pueblo con la imagen de Satanás; donde Obama es un anticristo derechista.
Colombia, Chile, Perú y México – economías liberales - son las más pujantes de la región. Cómplices de la conspiración liberal de coadyuvar una colaboración entre Estado e iniciativa privada para crear empleos también son Rusia, India, Polonia, Vietnam, China y Brasil. En vez de intentar sacudirse el mote de “derechista” con estos argumentos, la esclerótica oposición parece estar contenta con señalar falencias oficiales, cortesía de una piel trémula.
La realidad es relativa. Ese no es el punto. El punto es que el debate sobre la seguridad económica y social de la nación se ha convertido es un gestalt goebbeliano, donde el sujeto es inducido a reemplazar conceptos por caricaturas. En vez de una estrategia de desarrollo mixta, rendimos culto al chauvinismo ideológico. Parece que el absolutismo platónico ya no es monopolio de los conservadores.
Sentir orgullo de la regresión a una política económica de principios del siglo XX es privilegio del triunfalismo cortoplacista. Se olvidan que una bonanza coyuntural no hace primavera. Un odio provinciano a la utilidad tampoco evitará que Europa salga pronto de su crisis. El petróleo abundante tal vez ayude a mofarse del hecho que 90% del planeta está a la derecha de Fidel. Pero si la verdad es relativa, la manipulación conceptual actual es muy concreta. La democracia liberal no es dogmatica y se fundamenta en un debate honesto; única manera de ser dialecticos en la práctica, no solamente en la teoría oficial. Lástima que al pueblo se lo reduzca a usar mapas dibujados con ángeles y demonios.