martes, 1 de noviembre de 2011

Tangente Tangible

No solo aquello que se puede tocar es tangible. Tangible también es un concepto concreto, una idea que se entiende inequívocamente. Uno supondría que las reglas acordadas dentro del juego democrático deberían ser irrefutablemente tangibles; pero no. Cuando en juego está el control sobre el destino colectivo, las reglas se van directamente por la tangente.

En vez de una sinuosa carretera, por el TIPNIS cruza ahora una tangente política, que utiliza como aplanadora la definición legal de “intangibilidad” para abrir nuevos caminos al conflicto. La lógica oficial es lineal: Fueron los indígenas quienes impusieron el concepto y nos exigieron hacerlo ley. ¿No les gustan las consecuencias no intencionadas? ¡Jódanse! La racionalidad es cartesiana: Si los indígenas pueden utilizar mecanismos políticos para sabotear una carreteara, también pueden utilizarlos para socializar una victoria en La Paz que –juramos - será pírrica.

Lo mínimo que los marchistas pueden hacer, en reciprocidad por nuestra hospitalidad y civismo, es ir a socializar las bondades de la intangibilidad entre comunidades de colonizadores, que hacen tangible su protesta. Es decir, exigimos a los indígenas utilizar reglas de juego que supuestamente gobiernan el territorio del TIPNIS para dirimir diferencias y lograr consensos, cuando las reglas de juego en la otra Bolivia (supuestamente más concretas) no logran ese mismo objetivo. ¿Qué podría salir mal?

Los indígenas del CONISUR –tomándole la palabra al Presidente - exigen a los dirigentes de la CIDOB expliquen por qué el mejor trazo legal es la controversial intangibilidad. Seis federaciones de cocaleros se suman al pedido, para exigir el desalojo del parque de cualquier y toda actividad empresarial. ¿Quieren quedarse en el idilio rousseauniano del “noble Salvaje”? ¡Entonces quédense impolutos por la civilización, intangibles ante toda actividad monetaria!

Nada de lo que parece es. Lo que parece un concepto democrático tangible (socializar la ley) es en realidad una estrategia envolvente, para dilatar la demanda indígena de expulsar a 200 asentamientos ilegales del TIPNIS. ¿Quién expulsa a quien primero? En el tablero de la política coyuntural, el destino de los asentamientos ilegales de colonos dedicados a cultivar una hoja sagrada un poco más amarga que la de los Yungas se convierte en ficha de negociación. Si se van los colonos, entonces se van del TIPNIS los turistas, empresarios y cualquier otro gestor de actividad económica.

Una situación algo parecida se gestó durante la Guerra Fría, cuando las dos grandes fuerzas del planeta se hacían la guerra de una manera “subsidiaria”. La guerra subsidiaria - o guerra por proxy - utiliza a terceros como sustitutos, en vez de un enfrentamiento directo. Ejemplos de este tipo de conflictos fueron las guerras de Corea, Vietnam y Angola, donde la URSS y EEUU utilizaron a países subdesarrollados para realizar una triste y costosa pulseta geopolítica. En el TIPNIS se enfrentan empresarios contra cocaleros. ¡Quelle surprise!

Nada de lo que parece es. Lo que parece tangible para la mente, en realidad es una estrategia para atizar los fuegos que mueven los hilos partidistas del corazón. Gaje de la historia parece ser que el “empate catastrófico” se nos vaya ahora por una tangente, para trasladarse de picos nevados de los Andes a las apetecibles tierras vírgenes de las amazonias. Tal parece que – al igual que otros enfrentamientos por proxy entre bolivianos – se intentará solidificar la apetecible hegemonía enfrentándose oficialismo y oposición de manera subsidiaria, en un escenario impoluto por la civilización. El TIPNIS tal vez sea la reserva ecológica de la humanidad. Pero ahora queda arraigado por las pasiones que despierta el interés económico y se vuelve sujeto a reglas de juego cada vez menos tangibles.