La economía norteamericana se recupera. Al revés de una minoría de dolidos aprendices que lloran el rebote del mercado, las grandes mayorías de Asia, África, Oceanía y América Latina esperaron ansiosas el actual repunte en Wall Street. El mundo no celebra la recuperación por alienados, vende-patrias o pro-yankees. Lo hacen porque entienden que sus pueblos se verán beneficiados cuando el mercado más grande empiece nuevamente a importar productos elaborados por obreros y agricultores internacionales. A su vez, el mundo racional celebra que industrias de capitales híbridos exporten tecnología limpias de punta, incluyendo el Volt de General Motors, un coche híbrido que – aunque por el momento demasiado caro - eventualmente será ensamblado en Brasil, Rusia y China. Ya lo decía Marx, cuando se trata de salvar al planeta y llenar el estómago, el patriotismo es global.
Existe una conspiración en las embajadas norteamericanas. Es la misma conspiración que promovía el comunismo del siglo XIX, cuando llamaba a los pueblos a trascender el chauvinismo patriarcal del nacionalismo, en marcha revolucionaria hacia una hermandad iluminada. Pretender ser aliado del bien común y crecimiento integral de los mercados, sin embargo, no exime a algunos poderosos de cometer abusos, como en el caso de Arabia Saudita, un gobierno totalitario que discrimina al extranjero y somete a la mujer. Las riquezas del subsuelo permiten a algunos líderes subvencionar sus mezquindades y calla las críticas por parte de una comunidad internacional, que peca de hipócrita cuando de petróleo se trata.
Hablando de comunismo, los rusos contemplan compartir, en el marco de la OTAN, un escudo con Europa y rehúsan vender misiles tierra-aire a líderes que demuestran estar geopolíticamente un tanto deschavetados. La cooperación entre EEUU y Rusia en contra del peligroso chauvinismo fundamentalista es un triunfo para la paz mundial y un paso más hacia una hermandad un poco más compleja de la que impulsan los trasnochados. En ese mismo coche evolutivo quisieran de una vez montarse los chinos, quienes están en una posición bastante compleja ante el conflicto militar que han iniciado sus aliados de Corea del Norte, la nación medieval con mejor tecnología de punta. China comparte frontera con Corea del Norte y es su más grande aliado, subvencionando el 90% de la energía de ese Estado fracasado.
La cosmovisión de Estado de Obama se parece un poco a la de los chinos, lo cual le ha ganado en la derecha recalcitrante el apelativo de “socialista”. La derecha anti-comunista es incapaz de entender la necesidad de intervención del Estado en industrias estratégicas, como lo fue el apoyo que prestó Washington (Estado) a General Motors, para impedir su bancarrota. En ese sentido, todos los “antis” se parecen, un cretinismo fundamentalista común entre ellos. El resurgimiento de GM es evidencia que China y EE.UU. se acercan no solo comercialmente, sino también en un modelo hibrido, una política pluri-económica que deja atrás los dogmatismos prehistóricos de la Guerra Fría.
Hablado de Guerra Fría, Corea del Norte obliga a China a definirse un poco mejor en su geopolítica. China tendrá que elegir entre asumir el papel de actor global con responsabilidades internacionales, o seguir socapando los berrinches del modelo de desarrollo más sofisticadamente fracasado del planeta: Corea del Norte y sus misiles de largo alcance. Mientras, de regreso en la granja, seguimos contemplando fabricar baterías en base al litio, para coches híbridos “Made in Iran”. ¡Por Detroit!
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