Es espíritu de la venganza parece seguir inspirando al voto. Sectores del MAS del altiplano amenazan con el voto cruzado como manifestación de su descontento con las listas de candidatos impuestas democráticamente por el oficialismo. El llamado voto cruzado, sin embargo, puede también tener otra razón de ser: imponer democráticamente equilibrio entre los poderes del Estado. Las encuestas indican que existe un sector de la población de “indecisos” muy grande. La pregunta que se deben estar haciendo todos los candidatos es “¿qué quiere esta vez la gente?”. Una respuesta obvia es que no todos quieren venganza. Algunos queremos cierta dosis de racionalidad política.
En la medida que nos acercamos a la recta final de las elecciones, en lugar del maratón de ideas y debates que se estila en otras latitudes, aquí tendremos una carrera de cien metros que promete ser una tragicomedia llena de codazos políticos. Lo interesante es que esta vez las tres visiones del voto tendrán entre si un más nítido contraste. Dos de esas visiones están definidas. Para muestra un botón: Los ojos detrás de incondicionales adeptos en cada bando ven diferentes conspiraciones en fotos de Roszas, dependiendo si en la foto aparecen empresarios y asesores de prefecturas de la media luna (que supuestamente contrataron sus servicios), o un Capitán del oficialismo (que supuestamente el contrato brutalmente anuló). Una foto no es evidencia de nada. Esa verdad es obvia - y deja inmediatamente de serlo - para sectores cuya visión está contaminada por los prejuicios de sus más bajos instintos.
Al igual que una foto no siempre expresa mil palabras, el depositar un voto por oficialismo u oposición no es necesariamente testimonio de un prejuiciado revanchismo político. Un espíritu diferente embarga a la tercera visión: el voto independiente. La razón de ser de algunos bolivianos indecisos – que luego votarán por el MAS, otros por la oposición - es aportar un proyecto de nación; no a la proyección de una pueril pasión. Aquellos bolivianos que en diciembre voten con su conciencia – en lugar de con sus tripas – tienen derecho de votar por cualquiera de las opciones, sin que su voto sea expresión la irracionalidad que se apodera del entorno político. Razones para votar a favor del oficialismo o de la oposición existen; todas razones son “legítimas”, en el sentido más amplio de la palabra. Votar en contra de un proyecto o individuo, por odio o por rencor - el famoso “voto castigo” - es expresión de una mediocridad que el pueblo debe abandonar, tarde o temprano.
Si bien habrá quienes voten en contra del “imperialismo” - sea el romano y español de antaño, o el yanqui y chavista de la actualidad - el voto independiente busca mejores razones para ejercer su derecho constitucional de elegir entre las paupérrimas opciones. Los candidatos deben estar rascándose la cabeza preguntándose exactamente “qué” visión es la que tienen aquellos que son mal llamados por los encuestadores “indecisos”; cuando en realidad son ciudadanos decididos a ser independientes de una estéril pugna ideológica entre angurrientos del poder.
Lo mismo que las rosas dejan de llegar una vez la novia se vuelve esposa y dice “si” en el altar, la “ciencia del poder” dictamina que no se necesita seguir coqueteando un sector que ya ha sido convencido de cuál es su única opción. El primero en traer alta tecnología al altar electoral fue Goni, con asesores que le supieron delinear con precisión los apetitos que mueven aquellos que necesitan ser convencidos. La apuesta del oficialismo en este sentido es clara: apuestan por los movimientos sociales. Al indigenismo – suponen – ya lo tienen en la bolsa con un mayor mercado y buenos precios para sus cultivos, y con el grito de guerra “la sangre llama”. La oposición aun debe revelar su apuesta política. Parece que Doria Medina ha de apelar al espíritu “emprendedor” de la juventud, mientras que Reyes Villa será el paladín de la igualdad y la justicia.
Lo cierto es que, en una campaña relámpago, será difícil utilizar herramientas de mercadotecnia para entrever los valores en demanda de quienes han de decidir el nuevo reparto del poder: el voto independiente. La apuesta inteligente es que – en contra de todo lo que prescribe el sentido común y decencia política – la contienda ha de rápidamente degenerar en una guerra de acusaciones, cuyo único fundamento necesario es que pase viento por la boca del que acusa. Las pasiones seguramente se impondrán al llamado a la reflexión.
Las encuestas – antes y después de la elección – difícilmente darán una radiografía nítida de la madurez política de aquellos que escuchan, deliberan y digieren los argumentos antes de depositar su voto. La mayoría ha de simplemente depositar, sin pensarla mucho. Pero aunque no obtengamos la nitidez deseada, los contrastes entre las tres visiones serán cada vez más evidentes. Si las elecciones pasadas pagamos la factura del racismo y corrupción, algún día los independientes le pasarán su factura a la prepotencia del poder. Pero como somos un mercado cautivo, donde toda opción tiene pocas bondades y notorias deficiencias, las opciones para los desafectados se limitan a un voto nulo, blanco o cruzado. La pena es que – aunque las razones sean buenas y legítimas para equilibrar el poder– seguiremos premiando la mediocridad política. Lo importante, sin embargo, es no quedarnos del brazo cruzado y avanzar una visión diferente del poder.
martes, 29 de septiembre de 2009
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Que la Civilidad no Muera
Recordamos en el día de los muertos la amenaza que surgió hace más de un mes, poco antes de la última Expocruz de Santa Cruz, cuando Brutus estuvo dispuesto a inmolarse con tal de detener al César, nuestro emperador. Por su falta de decoro e intelecto, en occidente celebramos su mentalidad de “logia”; porque sus orientales bravuconadas contribuyen a mantener intacta nuestra frágil y muy colla monarquía. Las escazas nueces en la testa del cívico Núñez aportaron un revés al fragmentado frente republicano, un buen augurio de un periodo adicional para un mal necesario: un poder central cuasi-imperial. Y si el augurio es bueno, es porque Bolivia no puede darse el lujo de destronar a su héroe en una coyuntura histórica cuando su autoridad suprema ayuda sostener una nación fragmentada. Seamos francos, Bolivia necesita de César: un Franco originario.
Manifestar respeto ante la investidura del Presidente de una “República” es un principio básico de convivencia democrática. Este protocolo básico no exime a la primera autoridad de críticas -e incluso mofa - de parte de ciudadanos inconformes con su gestión. No obstante el derecho del pueblo de expresar censura del papel de la cabeza, su investidura representa un gobierno que pertenece – aunque solo en teoría – a todos. Amenazar con bloquear el libre tránsito del Presidente Constitucional, como amenazó con hacerlo en septiembre Núñez en Expocruz, para luego ir hasta Ginebra para denunciar violaciones a los derechos humanos, conlleva igual desfachatez que pegarle cachetadas a la esposa, para luego – ebrio en ginebra – declararse feminista.
Elegir al antojo las partes que nos conviene de las reglas de juego que permiten una convivencia en democracia es una clarísima señal que aun tenemos mucho que aprender. A su vez, la lógica de “pelear fuego con fuego” es una lógica de logia, que tal vez funcione entre grupos antagónicos enfrascados en una permanente pulseta, que luchan por demostrar cual logia es superior. Ese camino reduce el juego político a la lógica de “suma cero”, en la cual lo que gana un grupo, el otro grupo necesariamente tiene que perder. Esa lógica nefasta es superada en la medida que – en lugar de la fuerza – gobierna la razón. La “razón” son leyes que resultan de la deliberación y experiencia acumulada de todo un pueblo. Cuando gobierna la ley, la paz impera. Cuando gobierna el capricho de turno, la discrecionalidad merma la confianza y gana la fuerza bruta del poder.
Otro camino para Bolivia es enaltecer la inviolabilidad de un derecho inalienable por encima del poder político pasajero. Un principio que vale la pena defender es aquel que se defiende incluso cuando su aplicación perjudica el interés del clan. Años de consulta, esfuerzos y deliberaciones necesarias para crear una Constitución tras otra, de nada sirve si el espíritu de la ley se queda tan solo en el papel. La lógica de defender un principio, incluso cuando duele, es señal de una madurez política que es sumamente escaza en nuestro medio. Es como si de pronto la arrogancia del poder político se ha enarbolado en nuestra mente como una virtud, mientras que obedecer las normas y principios que nos imponemos nosotros mismos es muestra de debilidad. Pero si la estrategia política de la oposición es contrarrestar la arrogancia oficialista, con mayor dosis de la misma medicina, estaremos empedrando nuestro camino de rocas que bloquean nuestro desarrollo y que solo sirven para agarrarnos a pedradas. Esa experiencia – se supone – la superamos después del 2003.
Es paradójico que defendamos principios con la boca, para luego tratar en la práctica esos mismos principios con los pies. Es por esto que me atrevo a sugerir que, por muy autoritario su gobierno, Bolivia necesita nuevamente del Presidente Morales. No porque es la mejor opción, sino porque es la única. Una derrota electoral de la “figura histérica” del siglo XXI, sumiría a nuestra patria en mayor caos y anarquía. Su gestión ha traído estabilidad y crecimiento, un hecho aplaudido incluso por su némesis, el mismísimo FMI. Si bien el Gobierno de Morales tiene grandes desaciertos, el balance es positivo, y la evidencia es inconfundible: su gran apoyo popular. Si bien aún le queda al presidente Morales mucho por aprender, no es el único. Es todo un pueblo los que debemos también aprender a gobernaros a nosotros mismos. Al igual que un niño aprende -con el paso del tiempo y la experiencia- a controlar sus caprichos y berrinches, nuestra democracia ha de lentamente madurar. Pero al igual que un adolecente, necesitamos primero de estabilidad, aunque sea a punta de patadas. Solo un gobierno franco en su afán de someternos a la paternalista lógica de la logia corporativista sindical puede– en ésta coyuntura – mantener el orden familiar. Ojalá, entonces, que Evo gane. Con un voto cruzado y una mínima diferencia, que permita equilibrar el poder. ¡Pero que gane! Bolivia no puede, ni sabe, como lidiar con mayor fragmentación.
El exabrupto de Núñez tal vez ya ha sido olvidado. A casi treinta días de las elecciones no queda tiempo para utilizar su falta de decoro y de principios democráticos en algún “spot” publicitario electoral. Ello no detiene a algún payaso de utilizar la anécdota como excusa para escribir sus pinches cantinfladas. Lo cierto es que toda falta de respeto a la investidura de nuestro Presidente Constitucional es evidencia que aun tenemos mucho que aprender de dirimir y convivir en democracia. Y si bien el Gobierno actúa a momentos con la prepotencia propia del poder, la oposición debe dar señales inequívocas que no actúa utilizando la mismo lógica de logia, que solo busca defender el interés del grupo. El espiral de arrogancia y sed de venganza debe ser detenido, a base de principios democráticos, y no con la lógica de “ojo por ojo”. En el día de los muertos, ojalá celebremos el que contamos – por muy endebles - con herramientas democráticas para dirimir con nuestras diferencias, en base a argumentos y deliberaciones. Solo la institucionalización del conflicto permite evitar que unos se inmolen, mientras otros inmolan, en nombre de una convicción del clan, o personal. Muchos han muerto en nombre de aprender a convivir civilizadamente. Por ende, por muy arrogante su gestión, aprender a respetar la investidura de nuestro Presidente Constitucional es aportar - en honor a los caídos - a que el dolor no sea en vano.
Manifestar respeto ante la investidura del Presidente de una “República” es un principio básico de convivencia democrática. Este protocolo básico no exime a la primera autoridad de críticas -e incluso mofa - de parte de ciudadanos inconformes con su gestión. No obstante el derecho del pueblo de expresar censura del papel de la cabeza, su investidura representa un gobierno que pertenece – aunque solo en teoría – a todos. Amenazar con bloquear el libre tránsito del Presidente Constitucional, como amenazó con hacerlo en septiembre Núñez en Expocruz, para luego ir hasta Ginebra para denunciar violaciones a los derechos humanos, conlleva igual desfachatez que pegarle cachetadas a la esposa, para luego – ebrio en ginebra – declararse feminista.
Elegir al antojo las partes que nos conviene de las reglas de juego que permiten una convivencia en democracia es una clarísima señal que aun tenemos mucho que aprender. A su vez, la lógica de “pelear fuego con fuego” es una lógica de logia, que tal vez funcione entre grupos antagónicos enfrascados en una permanente pulseta, que luchan por demostrar cual logia es superior. Ese camino reduce el juego político a la lógica de “suma cero”, en la cual lo que gana un grupo, el otro grupo necesariamente tiene que perder. Esa lógica nefasta es superada en la medida que – en lugar de la fuerza – gobierna la razón. La “razón” son leyes que resultan de la deliberación y experiencia acumulada de todo un pueblo. Cuando gobierna la ley, la paz impera. Cuando gobierna el capricho de turno, la discrecionalidad merma la confianza y gana la fuerza bruta del poder.
Otro camino para Bolivia es enaltecer la inviolabilidad de un derecho inalienable por encima del poder político pasajero. Un principio que vale la pena defender es aquel que se defiende incluso cuando su aplicación perjudica el interés del clan. Años de consulta, esfuerzos y deliberaciones necesarias para crear una Constitución tras otra, de nada sirve si el espíritu de la ley se queda tan solo en el papel. La lógica de defender un principio, incluso cuando duele, es señal de una madurez política que es sumamente escaza en nuestro medio. Es como si de pronto la arrogancia del poder político se ha enarbolado en nuestra mente como una virtud, mientras que obedecer las normas y principios que nos imponemos nosotros mismos es muestra de debilidad. Pero si la estrategia política de la oposición es contrarrestar la arrogancia oficialista, con mayor dosis de la misma medicina, estaremos empedrando nuestro camino de rocas que bloquean nuestro desarrollo y que solo sirven para agarrarnos a pedradas. Esa experiencia – se supone – la superamos después del 2003.
Es paradójico que defendamos principios con la boca, para luego tratar en la práctica esos mismos principios con los pies. Es por esto que me atrevo a sugerir que, por muy autoritario su gobierno, Bolivia necesita nuevamente del Presidente Morales. No porque es la mejor opción, sino porque es la única. Una derrota electoral de la “figura histérica” del siglo XXI, sumiría a nuestra patria en mayor caos y anarquía. Su gestión ha traído estabilidad y crecimiento, un hecho aplaudido incluso por su némesis, el mismísimo FMI. Si bien el Gobierno de Morales tiene grandes desaciertos, el balance es positivo, y la evidencia es inconfundible: su gran apoyo popular. Si bien aún le queda al presidente Morales mucho por aprender, no es el único. Es todo un pueblo los que debemos también aprender a gobernaros a nosotros mismos. Al igual que un niño aprende -con el paso del tiempo y la experiencia- a controlar sus caprichos y berrinches, nuestra democracia ha de lentamente madurar. Pero al igual que un adolecente, necesitamos primero de estabilidad, aunque sea a punta de patadas. Solo un gobierno franco en su afán de someternos a la paternalista lógica de la logia corporativista sindical puede– en ésta coyuntura – mantener el orden familiar. Ojalá, entonces, que Evo gane. Con un voto cruzado y una mínima diferencia, que permita equilibrar el poder. ¡Pero que gane! Bolivia no puede, ni sabe, como lidiar con mayor fragmentación.
El exabrupto de Núñez tal vez ya ha sido olvidado. A casi treinta días de las elecciones no queda tiempo para utilizar su falta de decoro y de principios democráticos en algún “spot” publicitario electoral. Ello no detiene a algún payaso de utilizar la anécdota como excusa para escribir sus pinches cantinfladas. Lo cierto es que toda falta de respeto a la investidura de nuestro Presidente Constitucional es evidencia que aun tenemos mucho que aprender de dirimir y convivir en democracia. Y si bien el Gobierno actúa a momentos con la prepotencia propia del poder, la oposición debe dar señales inequívocas que no actúa utilizando la mismo lógica de logia, que solo busca defender el interés del grupo. El espiral de arrogancia y sed de venganza debe ser detenido, a base de principios democráticos, y no con la lógica de “ojo por ojo”. En el día de los muertos, ojalá celebremos el que contamos – por muy endebles - con herramientas democráticas para dirimir con nuestras diferencias, en base a argumentos y deliberaciones. Solo la institucionalización del conflicto permite evitar que unos se inmolen, mientras otros inmolan, en nombre de una convicción del clan, o personal. Muchos han muerto en nombre de aprender a convivir civilizadamente. Por ende, por muy arrogante su gestión, aprender a respetar la investidura de nuestro Presidente Constitucional es aportar - en honor a los caídos - a que el dolor no sea en vano.
lunes, 7 de septiembre de 2009
Posición Misionera
El milagro más grande es el misterio más profundo. Líneas curveadas sobre el papel que sostiene entre sus manos reproducen en la oscuridad de su cráneo una voz que usted descifra. Sonidos y texturas se deslizan a la vez por su consciencia, creando la sensación de un preciso y precioso instante: el aquí y ahora. Una diversidad de módulos en su cerebro procesa paralelamente información desde cada rincón del cuerpo, impulsos sensoriales que trepan a cada instante por su sistema nervioso; mientras que recuerdos del pasado es angustia, o es nostalgia. Millones de millones de disparos sinápticos son organizados con gracia exquisita en el teatro de su consciencia. ¡Qué divino saber pensar, rezar, sentir!
La consciencia humana, tan celestial, tan mágica; tan propensa a la violencia y la maldad. Un cerebro deteriorado por la enfermedad (Alzheimer), un trauma violento (porrazo) o lotería genética (psicópata) no reproduce la misma dulzura que un cerebro sano y lleno de vitalidad. Pero incluso el cerebro más hermoso es capaz de matar, odiar, resentir y morir de envidia. Solíamos achacar ciertas conductas al demonio. Hoy entendemos que diferentes estados potenciales del cerebro son en realidad diferentes herramientas con las cuales el ser humano aprendió - a lo largo del precario proceso evolutivo - a lidiar con un mundo externo donde toda agenda personal se cree el rey.
Son apenas cien mil años con un cerebro capaz del lenguaje, solidaridad, moral y raciocino. Antes de poseer tal privilegio, el orden era impuesto con gran violencia. Los instintos que aún habitan el sistema límbico– voces de nuestro primitivo pasado - se manifiestan a veces con crueldad. Pero no es el diablo quien se apodera del ser; son herramientas del cerebro que se expresan incluso en el más santo. Una madre dispuesta a matar para proteger a su recién nacido no está poseída por demontre; está poseída por el instinto de proteger a su bebé.
Al diablo lo utilizó la iglesia para imponer su autoridad. Misioneros jacobinos creen ahora poder invocar al fantasma del capitalismo para imponer su Estado comunista. A sus fieles devotos les venden una caricatura del neo-Mefistófeles; un Satán que ha de despojarlos del placer que emana del proceso de trabajar. En el instante en el cual se trabaja sin pensar en la ganancia –dice el bolchevique – es que el ser humano logra ser integro y feliz. El obstáculo a dicha “dicha” ni siquiera son “los” capitalistas, viles seres humanos con la agenda personal de enriquecerse a la costilla del otro. ¡No! Es “El” capitalismo, como si “El” capitalismo fuese la personificación de un ente, con consciencia y agenda individual.
En la natural ignorancia de una fase evolutiva que podríamos llamar nuestra “infancia histórica”, armados de mitos en lugar de conocimiento, el humano intentó entender la fragilidad moral propia del ser, invocando la entelequia de un pobre Belcebú. Usar metafísica en lugar de ciencia acabó fragmentando nuestras facultades, convirtiendo nuestro pecaminoso cuerpo en agente secreto de la maldita agenda de un tal Lucifer. La comprensión de la complejidad del cerebro, un milagroso órgano que trabaja a través de múltiples módulos que compiten por manifestarse, nos permite hoy esbozar un mapa de la psique humana con muchísima mayor elegancia y precisión que las caricaturas que dibujaron de nuestro ser divino limitados misioneros del siglo XV.
Entendemos ahora que el cerebro tiene que organizar y complementar una variedad de agendas que impelen al individuo al sexo, la gula, el poder, la solidaridad, la empatía y cooperación: todo al mismo tiempo. No son diversos entes metafísicos que se apoderan del ser, es una compleja danza neural que baila al ritmo de circunstancias especificas, excitaciones sensoriales pasajeras, principios morales duraderos y un marco legal que delinea todo aquello que llamamos cultura. A veces comemos hasta la muerte. Pero insisto, la culpa no la tiene el diablo. La gula se deriva de un sistema límbico incapaz de incorporar a la neocorteza en el instante que decidimos si el placer de corto plazo (comer hasta infartar) debe incorporar al proceso de toma de decisiones consideraciones de largo plazo, donde el “dolor” de postergar la gratificación inmediata se traduce en el “placer” de un cuerpo sano por el resto de la vida.
Les aclaro a todos los niños que juegan a salvar al mundo que la buena ciencia refleja aquello que existe y que forma parte de la gloriosa creación de Dios. La mala ciencia es la que puede reflejar una agenda “hegemónica” o un error de apreciación. Los instintos, la genética, el cerebro reptiliano y sistema límbico no son inventos de Satanás, son herramientas con las cuales Dios ha creado energías en contraposición, cuya interacción dialéctica genera la fuerza vital con la cual la vida triunfa sobre la “escasez” de la segunda ley de la termodinámica. Es más fácil, sin embargo, reducirlo todo a una pugna entre el bien y el mal, un maniqueísmo infantil que devora con gran facilidad mentes imberbes que se rinden de rodillas ante falsos ídolos. La única esperanza de desarrollo físico, económico, mental y espiritual de inocentes devotos del fundamentalismo político o religioso, es que sus suplicas a dioses paganos sean escuchados por abstracciones cósmicas; o que se promulgue un nuevo bono.
La biblia de los misioneros jacobinos es el Capital de Karl Marx. Intentar entender la hermandad entre economías entrelazadas por una dinámica de desarrollo compartido que se gesta en el siglo XXI, utilizando una metafísica del siglo XIX - que divaga sobre la gratificación del trabajo - es como entender a la naturaleza humana utilizando frenología en lugar de neurociencia: un absurdo. La consecuencia de fragmentar a la economía en “ayllus universales” – sea intencional o no – sería destruir las sinergias que permiten a los pueblos vender sus productos en un mercado cada vez más grade. En lugar de una mayor gratificación que mágicamente emane del nuevo dios Eros, desarticular a Bolivia de la economía global en nombre de luchar contra el fantasma del capitalismo, es una agenda infantil que acabará en llanto.
El pueblo boliviano – para bien o para mal – es un pueblo de comerciantes, que compramos barato y vendemos caro. Si bien es cierto que debemos trasformar nuestra economía hacia una que agregue valor a los recursos naturales de todos, el camino será empedrado de buenas intenciones si nuestros máximos líderes siguen satanizando herramientas del mercado en nombre de su lucha cósmica contra espectros del pasado. ¿Los chinos y rusos son víctimas del capitalismo, o simplemente utilizan herramientas de mercado que funcionan? ¿Los comerciantes de la Uyustus y del Mercado Rodríguez pecan de falsa consciencia, o están generando dinámicas que permitirán a sus hijos el día de mañana producir en lugar de revender? ¿Dónde empieza la empresa/mercado y termina el capitalismo?
Existen empresas que explotan a sus trabajadores y naciones poderosas con agendas geopolíticas que utilizan sus economías para someter a los demás. Su angurria de poder no es mentira. Pero son seres humanos los que están detrás de dicha desdicha, no una entelequia abstracta que conspira con gran precisión. Lo que se pierde en esta ridícula caricatura y burda simplificación es que el fruto del trabajo – para que brinde satisfacción – debe tener un mercado. Ese mercado - lleno de bondades y crueldad – funciona mejor cuando se aplican herramientas que han aprendido a utilizar, con grandes satisfacciones para sus respectivos pueblos, chinos, indios, vietnamitas, rusos y brasileros. De “capitalismo” como doctrina hoy queda el amargo recuerdo de un pasado primitivo, cuyo anacrónico fundamentalismo ni pasa desapercibido en un mundo interconectado, ni es aceptado por una vigilante comunidad internacional.
En lugar de una gran conspiración del un ente sobrenatural (“El”capitalismo), que viene a Bolivia a robar niños, tierras y ancestrales tecnologías, lo que existen son individuos corruptos que pueden abusar de herramientas de libre mercado con las cuales se forjan desarrollo; lo mismo que en lugar de ángeles y demonios lo que existe un sistema límbico lleno de apetitos y una neocorteza que brinda al cerebro herramientas para avanzar mayor moral. No hay agendas diabólicas por parte de un ángel caído, o conspiración de un capitalismo transnacional. Lo que existe detrás de las distorsiones a los principios de equidad y mutuo beneficio que rigen mercados modernos es la angurria de una corrupta agenda personal. Pero los misioneros jacobinos quieren hacerle creer al pueblo en la maldad de herramientas que otros pueblos utilizan para su desarrollo, colocándonos a todos los bolivianos en una posición en la cual nos introducen facialmente quimeras llenas de terror. Con miedo al diablo y capitalismo fragmentamos las herramientas con las cuales podemos integrar mercados y nuestro propio ser. Sumergidos en lo ancestral, el patrimonio por el cual luchamos los bolivianos es un monopolio sobre un baile - la diablada - y supremacía sobre un dios pagano – Ekeko- dios de la abundancia. En ambos casos, ¡qué ironía!
La gratificación humana, por último, no solo es una abstracción, es también un acto concreto que no solo se desprende metafísicamente del proceso del trabajo desinteresado. La gratificación es un techo, salud, bienestar, dignidad y educación para la familia; bienes que también emana de vender con éxito en el mercado, o de recibir una justa retribución. Para ello se necesitan de mercados. Esa sencilla realidad – sin embargo - no la pueden entender los académicos y asalariados que viven muy bien mamando de la teta del Estado; cuyo mejor producto es adoctrinamiento y negociados que hacen posible que se aferren al poder. La verdadera misión de políticos e “intelectuales” no es salvar al pueblo de las garras de un alienante trabajo, su verdadera misión es monopolizar el ejercicio de la fuerza, una posición del misionero que pretende poner de rodillas a un mercado que también es un recurso que pertenece a todo el pueblo boliviano. Es tan abstracto el tipo de trabajo que promueven los misioneros jacobinos, que ni siquiera con las arcas llenas y monopolio del poder son capaces de crearlo. Debe ser culpa del diablo.
La consciencia humana, tan celestial, tan mágica; tan propensa a la violencia y la maldad. Un cerebro deteriorado por la enfermedad (Alzheimer), un trauma violento (porrazo) o lotería genética (psicópata) no reproduce la misma dulzura que un cerebro sano y lleno de vitalidad. Pero incluso el cerebro más hermoso es capaz de matar, odiar, resentir y morir de envidia. Solíamos achacar ciertas conductas al demonio. Hoy entendemos que diferentes estados potenciales del cerebro son en realidad diferentes herramientas con las cuales el ser humano aprendió - a lo largo del precario proceso evolutivo - a lidiar con un mundo externo donde toda agenda personal se cree el rey.
Son apenas cien mil años con un cerebro capaz del lenguaje, solidaridad, moral y raciocino. Antes de poseer tal privilegio, el orden era impuesto con gran violencia. Los instintos que aún habitan el sistema límbico– voces de nuestro primitivo pasado - se manifiestan a veces con crueldad. Pero no es el diablo quien se apodera del ser; son herramientas del cerebro que se expresan incluso en el más santo. Una madre dispuesta a matar para proteger a su recién nacido no está poseída por demontre; está poseída por el instinto de proteger a su bebé.
Al diablo lo utilizó la iglesia para imponer su autoridad. Misioneros jacobinos creen ahora poder invocar al fantasma del capitalismo para imponer su Estado comunista. A sus fieles devotos les venden una caricatura del neo-Mefistófeles; un Satán que ha de despojarlos del placer que emana del proceso de trabajar. En el instante en el cual se trabaja sin pensar en la ganancia –dice el bolchevique – es que el ser humano logra ser integro y feliz. El obstáculo a dicha “dicha” ni siquiera son “los” capitalistas, viles seres humanos con la agenda personal de enriquecerse a la costilla del otro. ¡No! Es “El” capitalismo, como si “El” capitalismo fuese la personificación de un ente, con consciencia y agenda individual.
En la natural ignorancia de una fase evolutiva que podríamos llamar nuestra “infancia histórica”, armados de mitos en lugar de conocimiento, el humano intentó entender la fragilidad moral propia del ser, invocando la entelequia de un pobre Belcebú. Usar metafísica en lugar de ciencia acabó fragmentando nuestras facultades, convirtiendo nuestro pecaminoso cuerpo en agente secreto de la maldita agenda de un tal Lucifer. La comprensión de la complejidad del cerebro, un milagroso órgano que trabaja a través de múltiples módulos que compiten por manifestarse, nos permite hoy esbozar un mapa de la psique humana con muchísima mayor elegancia y precisión que las caricaturas que dibujaron de nuestro ser divino limitados misioneros del siglo XV.
Entendemos ahora que el cerebro tiene que organizar y complementar una variedad de agendas que impelen al individuo al sexo, la gula, el poder, la solidaridad, la empatía y cooperación: todo al mismo tiempo. No son diversos entes metafísicos que se apoderan del ser, es una compleja danza neural que baila al ritmo de circunstancias especificas, excitaciones sensoriales pasajeras, principios morales duraderos y un marco legal que delinea todo aquello que llamamos cultura. A veces comemos hasta la muerte. Pero insisto, la culpa no la tiene el diablo. La gula se deriva de un sistema límbico incapaz de incorporar a la neocorteza en el instante que decidimos si el placer de corto plazo (comer hasta infartar) debe incorporar al proceso de toma de decisiones consideraciones de largo plazo, donde el “dolor” de postergar la gratificación inmediata se traduce en el “placer” de un cuerpo sano por el resto de la vida.
Les aclaro a todos los niños que juegan a salvar al mundo que la buena ciencia refleja aquello que existe y que forma parte de la gloriosa creación de Dios. La mala ciencia es la que puede reflejar una agenda “hegemónica” o un error de apreciación. Los instintos, la genética, el cerebro reptiliano y sistema límbico no son inventos de Satanás, son herramientas con las cuales Dios ha creado energías en contraposición, cuya interacción dialéctica genera la fuerza vital con la cual la vida triunfa sobre la “escasez” de la segunda ley de la termodinámica. Es más fácil, sin embargo, reducirlo todo a una pugna entre el bien y el mal, un maniqueísmo infantil que devora con gran facilidad mentes imberbes que se rinden de rodillas ante falsos ídolos. La única esperanza de desarrollo físico, económico, mental y espiritual de inocentes devotos del fundamentalismo político o religioso, es que sus suplicas a dioses paganos sean escuchados por abstracciones cósmicas; o que se promulgue un nuevo bono.
La biblia de los misioneros jacobinos es el Capital de Karl Marx. Intentar entender la hermandad entre economías entrelazadas por una dinámica de desarrollo compartido que se gesta en el siglo XXI, utilizando una metafísica del siglo XIX - que divaga sobre la gratificación del trabajo - es como entender a la naturaleza humana utilizando frenología en lugar de neurociencia: un absurdo. La consecuencia de fragmentar a la economía en “ayllus universales” – sea intencional o no – sería destruir las sinergias que permiten a los pueblos vender sus productos en un mercado cada vez más grade. En lugar de una mayor gratificación que mágicamente emane del nuevo dios Eros, desarticular a Bolivia de la economía global en nombre de luchar contra el fantasma del capitalismo, es una agenda infantil que acabará en llanto.
El pueblo boliviano – para bien o para mal – es un pueblo de comerciantes, que compramos barato y vendemos caro. Si bien es cierto que debemos trasformar nuestra economía hacia una que agregue valor a los recursos naturales de todos, el camino será empedrado de buenas intenciones si nuestros máximos líderes siguen satanizando herramientas del mercado en nombre de su lucha cósmica contra espectros del pasado. ¿Los chinos y rusos son víctimas del capitalismo, o simplemente utilizan herramientas de mercado que funcionan? ¿Los comerciantes de la Uyustus y del Mercado Rodríguez pecan de falsa consciencia, o están generando dinámicas que permitirán a sus hijos el día de mañana producir en lugar de revender? ¿Dónde empieza la empresa/mercado y termina el capitalismo?
Existen empresas que explotan a sus trabajadores y naciones poderosas con agendas geopolíticas que utilizan sus economías para someter a los demás. Su angurria de poder no es mentira. Pero son seres humanos los que están detrás de dicha desdicha, no una entelequia abstracta que conspira con gran precisión. Lo que se pierde en esta ridícula caricatura y burda simplificación es que el fruto del trabajo – para que brinde satisfacción – debe tener un mercado. Ese mercado - lleno de bondades y crueldad – funciona mejor cuando se aplican herramientas que han aprendido a utilizar, con grandes satisfacciones para sus respectivos pueblos, chinos, indios, vietnamitas, rusos y brasileros. De “capitalismo” como doctrina hoy queda el amargo recuerdo de un pasado primitivo, cuyo anacrónico fundamentalismo ni pasa desapercibido en un mundo interconectado, ni es aceptado por una vigilante comunidad internacional.
En lugar de una gran conspiración del un ente sobrenatural (“El”capitalismo), que viene a Bolivia a robar niños, tierras y ancestrales tecnologías, lo que existen son individuos corruptos que pueden abusar de herramientas de libre mercado con las cuales se forjan desarrollo; lo mismo que en lugar de ángeles y demonios lo que existe un sistema límbico lleno de apetitos y una neocorteza que brinda al cerebro herramientas para avanzar mayor moral. No hay agendas diabólicas por parte de un ángel caído, o conspiración de un capitalismo transnacional. Lo que existe detrás de las distorsiones a los principios de equidad y mutuo beneficio que rigen mercados modernos es la angurria de una corrupta agenda personal. Pero los misioneros jacobinos quieren hacerle creer al pueblo en la maldad de herramientas que otros pueblos utilizan para su desarrollo, colocándonos a todos los bolivianos en una posición en la cual nos introducen facialmente quimeras llenas de terror. Con miedo al diablo y capitalismo fragmentamos las herramientas con las cuales podemos integrar mercados y nuestro propio ser. Sumergidos en lo ancestral, el patrimonio por el cual luchamos los bolivianos es un monopolio sobre un baile - la diablada - y supremacía sobre un dios pagano – Ekeko- dios de la abundancia. En ambos casos, ¡qué ironía!
La gratificación humana, por último, no solo es una abstracción, es también un acto concreto que no solo se desprende metafísicamente del proceso del trabajo desinteresado. La gratificación es un techo, salud, bienestar, dignidad y educación para la familia; bienes que también emana de vender con éxito en el mercado, o de recibir una justa retribución. Para ello se necesitan de mercados. Esa sencilla realidad – sin embargo - no la pueden entender los académicos y asalariados que viven muy bien mamando de la teta del Estado; cuyo mejor producto es adoctrinamiento y negociados que hacen posible que se aferren al poder. La verdadera misión de políticos e “intelectuales” no es salvar al pueblo de las garras de un alienante trabajo, su verdadera misión es monopolizar el ejercicio de la fuerza, una posición del misionero que pretende poner de rodillas a un mercado que también es un recurso que pertenece a todo el pueblo boliviano. Es tan abstracto el tipo de trabajo que promueven los misioneros jacobinos, que ni siquiera con las arcas llenas y monopolio del poder son capaces de crearlo. Debe ser culpa del diablo.
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