La capacidad de reflexionar, en lugar de lanzar fogosamente calificativos, es una habilidad que no heredé de mi padre. Anótenme en la lista de impulsivos. Cuales traumas colectivos, algunos intempestivos berrinches quedan impresos en la psique de toda una generación. Tal fue el caso cuando Nikita Khrushchev, premier soviético, dejó entrever al filipino Lorenzo Sumulong que lo consideraba un lacayo del imperialismo azotando, en plena sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, sobre la mesa su zapato. Ahora le corresponde a un periodista iraquí, Muntader al-Zaidi, utilizar ambos zapatos para enfáticamente declarar su desprecio hacia el presidente Bush.
Que todo un rey de España se haya dejado vencer por el impulso plebeyo de mandar alguien a callar es consuelo de tontos para mi impetuosidad. Mucho más temperado, el presidente de Venezuela luego vertió su saña contra la periodista Patricia Junot, acusándola de descontextualizar, manipular, y ser lacaya “tarifada” de CNN. El periodista Raphael Ramírez acaba de experimentar similar solicitud de callar. En contraste con Junot, el periodista de La Prensa no tuvo siquiera derecho a réplica, haciendo más profunda su humillación pública. Hay que encomendarle al presidente Chávez haber siquiera permitido a Junot expresar - en su defensa -unas cuantas palabras.
Supuestos crímenes del presidente Saddam Hussein son ajenos a nuestras vidas, un hipotético genocidio que - al no haber sucedido en nuestro barrio - le confiere al entonces “soberano “iraquí derecho de mandar callar a muerte. Las mentiras por petróleo del “soberbio” presidente Bush, a su vez, deslegitima incluso la voluntad del parlamento iraquí de expresar su voz mayoritaria para que las tropas invasoras un ratito más se queden. El ciego y visceral desprecio que inspira aquel que con sus mentiras estrenó un nuevo capítulo de la tradición de intercambiar actos barbáricos entre suníes y chiitas, le hará casi imposible a muchos apreciar la ironía que hoy un periodista en Iraq se atreva a expresarse con tanta vehemencia y libertad, delante de su presidente, sin temer morir torturado. Cómplice de que se escape la ironía es el delirio de quienes quieren creer que las bombas suicidas jamás fueron detonadas por manos de iraquíes para matar a niños iraquíes en mercados, escuelas y hospitales.
Al igual que Irak, la actual tragedia griega es tan distante a nuestra realidad personal, que seguramente no sabemos con certeza si los “soberbios” son los que tomaron el canal de televisión del Estado en Grecia; o si la víctima es el primer “soberano “de la nación. En un acto temerario, aquellos que protestaban la muerte de un estudiante a manos de la policía griega, irrumpieron en los estudios de NET - el canal 7 de Grecia - interrumpiendo el discurso del Primer Ministro Costas Karamanlis con una pancarta transmitida en vivo a toda la nación: “Paren de ver, salgan a las calles”.
Una idéntica injuria hubiese costado en Rusia años de cárcel a los intrépidos protestantes. El Primer Ministro Vladimir Putin acaba de apoyar un proyecto de ley que permite declarar traidor a todo aquel se atreva criticar su gobierno, con una pena de hasta 20 años. Si esa misma ley fuese presentada por el presidente Bush, arrojaríamos más que zapatos. Pero como Putin es uno de los “nuestros”, seguramente le reservaremos el derecho de proteger al pueblo de aquellos que - con tantas preguntas - sólo buscan desestabilizar. Los zarpazos que arrojamos – después de todo - son relativos; y entre soberbia y soberanía yace la línea que divide a los que están de nuestro lado, y aquellos que tenemos que mandar a callar.
Flavio Machicado Teran
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