Incapaz de ubicar a París en el mapa, el Presidente Melgarejo envió en 1870 un importante contingente del ejército boliviano para defenderla de un ataque alemán. Cuando un general le recordó que tomaría demasiado tiempo llegar y que habría que cruzar el océano Atlántico, Melgarejo espetó, “No sea estúpido, tomaremos un atajo”. La incompetencia y arrogancia de Melgarejo ahora tiene competencia en los anales de la historia, con la guerra que nuestro comandante en jefe acaba de declararle a las leyes del mercado.
El colapso del sistema económico mundial está siendo anunciado por los profetas del apocalipsis financiero. Su preocupación es sana y comprensible, a la vez que representa una fuerza vital del ser humano; un espíritu que desde tiempos inmemorables impulsa transformaciones necesarias para crear un sistema más justo y benevolente. El objetivo de los viudos del comunismo es loable y compartido por todo ser humano con la más mínima conciencia social. Ello no convierte automáticamente sus recetas en las apropiadas para superar la actual crisis (o mejorar la condición del pueblo), sobre todo cuando la receta no es otra cosa que una visceral manifestación de frustración que no dice (o hace) absolutamente nada. Su dolor existencial - convertido en panfletos de ignorancia - pretende reducir la complejidad de una economía globalizada a la falacia del hombre de paja que han creado con la caricatura del “neoliberalismo”.
Una pregunta sencilla puede ayudar a resolver el dilema. Si el culpable del descalabre mundial es el neoliberalismo, ¿es también culpable el liberalismo? Si existe una diferencia entre ambos ¿existen elementos rescatables del modelo liberal? ¿Cuáles? Lejos de establecer una discusión semi-sofisticada del problema, no existe la más mínima decencia y honestidad intelectual de definir al supuesto enemigo de la humanidad. El sofismo es tan sencillo como efectivo. Han logrado crear una abstracción que captura toda la frustración hacia el sistema de libre mercado, pero en vez de llamarlo “comercio internacional”, “inversión privada”, “ley de la oferta y demanda”, lo llaman “neoliberalismo”, para así arengar un odio basado en miedo e ignorancia. Muy astuta la estrategia, a la vez de absolutamente deshonesta.
La astucia política y oportunismo histórico de los nuevos poderosos ha sabido brillantemente capturar el desgaste de un pueblo cansado de racismo, exclusión y humillación. Su gran logro político lamentablemente viene acompañado de total falta de criterio económico. Sería interesante, por ejemplo, escuchar por parte de nuestros gobernantes su opinión sobre las diferencias que existen entre el neoliberalismo y el liberalismo “a secas”. El debate nacional, sin embargo, es sobre la legitimidad del poder y sobre las reglas de juego que serán próximamente impuestas a la fuerza. Por ende, si el MAS no fue capaz de discutir la lógica de su proyecto económico (más allá de vacías consignas “anti” A, B y C) antes de ser elegido gobierno, mucho menos explicará cual es el proyecto (más allá de recuperar los recursos nacionales) ahora que tiene el mazo del poder. La historia de la humanidad – afortunadamente – se encargará de traer Mahoma al altiplano.
Dos factores serán imposibles de ignorar por el triangulo bolivariano anti-liberal: el éxito del capitalismo en China y el triunfo del liberalismo de la izquierda de Obama. El primero es liberalismo sin libertad, el segundo es capitalismo sin prostituido mercado. Por una parte, los chinos han adoptado un modelo de desarrollo que atrae inversión extranjera para crear una economía dinámica capaz de alimentar a muchísimas bocas. Con lo que los chinos no quieren complicarse la vida es con el concepto occidental de libertades individuales y democracia. Por otra parte, el liberalismo de Obama tendrá como norte ideológico redistribuir la riqueza y cerrar las piernas del libre comercio, por lo menos lo suficiente como para evitar que las empresas norteamericanas, como Ford y General Motors, se globalicen al punto de convertirse en Chinas. El liberalismo de Obama intentará proteger los empleos de la clase trabajadora norteamericana, mientras que el capitalismo Chino intentará importar los empleos norteamericanos. Esta redistribución de riqueza dentro de EE.UU., y entre Este y Oeste será ejecutado bajo principios de libre mercado, con estricto respeto de la ley de oferta y demanda, y bajo una dinámica de desarrollo económico posible gracias a la inversión privada.
No obstante el continuado éxito del modelo de desarrollo liberal, la crisis hipotecaria, alimentaria y energética es utilizada como prueba del descalabro del modelo “neoliberal”. Empecemos por la crisis hipotecaria. Con el objetivo de permitir a familias de bajos ingresos se conviertan en propietarios de su hogar, el Ministerio de Vivienda y Desarrollo Urbano de EE.UU. requirió a dos empresas “patrocinadas” por el gobierno adquirir préstamos más atractivos para el público. Es decir, a través de estas dos empresas las familias de bajos ingresos reciben un tipo de subsidio gubernamental para obtener un techo más barato. Estas dos empresas son Freddie Mac y Fannie Mae, que aunque pertenecen a accionista privados (con una cartera de 1.4 millones de millones de dólares), reciben un “patrocinio” del gobierno (con privilegios que no tienen empresas privadas) con la condición que avancen un propósito público. Es así que estas dos empresas patrocinadas por el gobierno reciben un subsidio estimado en 6.5 mil millones de dólares al año. El subsidio consiste en que están exentas de pagar impuestos y el privilegio de prestarse dinero más barato. Para ponerlo en perspectiva, estas dos empresas tienen una cartera equivalente a más de 300 veces lo que Bolivia exportaba en un año, y reciben un subsidio equivalente una cuarta parte de todo lo que producimos.
Freddie Mac y Fannie Mae son la mayor fuente de préstamos hipotecarios en EE.UU., y prestan a familias en regiones pobres del país. Por muy reguladas que sean estas empresas, es muy difícil evitar la especulación por parte de ciudadanos que abusan del sistema, que se prestan dinero para especular con casas que alquilan a terceros, bajo el supuesto que su precio seguirá subiendo. A su vez, el mercado tiene un mecanismo de auto-regulación que hace que el precio de bienes sobrevaluados sufra un proceso de reajuste, que ha visto el precio de los inmuebles caer precipitosamente. Las familias no son culpables, ni deben sufrir por esta rectificación. Por ende, un proyecto de ley patrocinado por los liberales en el congreso de EE.UU., aprobado por la cámara baja y el senado, ha sido diseñado para que la Administración de Vivienda Federal (ADV) garantice hasta 300 mil millones de dólares en refinanciamiento de hipotecas. El objetivo es evitar que familias pierdan su hogar, y estabilizar el mercado de viviendas para evitar el colapso de bancos e instituciones financieras. En caso de existir perdidas por préstamos respaldados por la ADV, estas pérdidas serian asumidas por el gobierno, y no por los bancos. El presidente Bush ha autorizado al congreso aprobar un paquete de rescate financiero que autoriza al gobierno comprar miles de millones de dólares en acciones de Fannie Mae y Freddie Mac y una línea de crédito del Tesoro para hacer frente a sus necesidades de financiamiento de corto plazo. La intervención del Estado permitirá que especuladores (padres de familia que asumieron riesgos demasiado elevados con tal de ponerles techo a sus hijos) no pierdan su hogar.
Otros que especulan son los inversionistas en el mercado de futuros de petróleo, que compran hoy el petróleo que será producido en (digamos) seis meses, para vender estos futuros a empresas que consumen grandes cantidades de combustible. Mediante la compra de futuros, las empresas pueden garantizar un precio al consumidor. Es un negocio arriesgado, donde se hacen y pierden fortunas. Con el actual enfrentamiento entre Israel, EE.UU. e Irán, además de la presión del incremento en la demanda mundial - en gran parte gracias a China e India - sobre el precio del petróleo, estos inversionistas están poniendo presión adicional. No debemos olvidar, sin embargo, que la mayor parte de las ganancias van a los productores de petróleo, cuya producción está en manos de gobiernos nacionales. En otras palabras, el petróleo del mundo ya ha sido nacionalizado. A menos que la propuesta sea eliminar el mercado de futuros, junto a la ley de oferta y demanda, pretender que “nacionalizar” la economía global (y crear un mecanismo mundial para establecer precios) ha de evitar una mayor escalada en los mercados aquí discutidos, es tan razonable como suponer que eliminar los colegios mixtos ha de eliminar el sexo entre adolecentes.
Por último, el sector agrícola es el sector que mayor subsidio gubernamental recibe en el planeta. Es decir, los tres mercados en problemas, lejos de estar estrictamente en manos privadas, ya sea reciben subvenciones, o están en manos de gobiernos nacionales. Con esta mención no quiero sugerir que estos mercados no deban ser regulados, intervenidos, o sus “dueños” exonerados de su responsabilidad social. Pero argumentar que las políticas “neoliberales” son las culpables del proceso de reajuste en la economía global es pura retorica sofista. Lo que los profetas de la crisis financiera no aceptaron en 1929, y tampoco aceptarán en 2009, es que la economía de libre mercado tiene la gran virtud de reasignar recursos en épocas de recesión, de manera de permitir crecer industrias con nuevo potencial (p.e. ecológico), y eliminar industrias cuyo ciclo de vida ha llegado a su fin. Suena cruel, y gente sufre en el proceso. Por ende, el gobierno debe intervenir para ayudar a quienes pagan un precio mayor que los cerdos capitalistas que pierden sus industrias, pero siguen teniendo millones. Mucho más cruel, sin embrago, sería que la economía global colapse y, en vez de un pequeño porcentaje de la población sin empleo, sean las grandes mayorías las que pasen hambre.
El gobierno boliviano no puede controlar los precios dentro de una economía de 10 millones de individuos, pero se siente con el deber moral de dar lecciones a los gobernantes de China, que han optado por el libre mercado y comercio exterior para sacar a sus miles de millones de ciudadanos de la pobreza. Vincent Lo, uno de los cerdos capitalistas detrás del éxito de la China en salir del subdesarrollo dice, “la única manera de lograr que una economía del tamaño de la China se mueva velozmente es a través del sector empresarial”. La Sociedad Armoniosa del presidente Hu Jintao, por ende, representa la armonía entre crecimiento económico y desarrollo social. Los chinos entienden que los dos son necesarios, y hablan de Francia y Alemania como las nuevas naciones socialistas de siglo XXI, que ofrecen seguridad social a la vez que utilizan la ley de oferta y demanda para asignar recursos. China, en contraste, aun no puede ofrecer esa seguridad social, y se ha convertido en la nación más pro-empresarial del planeta. El nuevo eje del mal “liberal” contra el cual nuestro gobierno pretende pelear una guerra, por ende, deberá incluir al ex-Dragón Rojo del Este.
Si vamos a la guerra, a nuestro pueblo debe quedarle muy claro que el nuevo enemigo ya no es “neoliberal”, sino el modelo “liberal” a secas, que incluye el comercio exterior y la ley de oferta y demanda. Al igual que en la guerra contra el terrorismo de EE.UU., Bolivia ahora perseguirá a su propio Hussein. Pero nuestro Hussein es Hussein Obama, quien junto a China y Francia forma parte del eje de mal “liberal”, a quienes se supone venceremos tomando (al desarrollo) un nuevo atajo.
Flavio Machicado Teran
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