jueves, 23 de mayo de 2013

Un Relevo a Evo


Reducir la democracia a votos o leyes es perder el bosque por querer treparse (o quedarse) en la rama más elevada. Al igual que el dinero, la democracia es una herramienta, no es un fin en sí. Muchos hablan con gran solemnidad en su nombre, cuando en realidad sus actos no avanzan en un ápice la estabilidad económica, justicia social o seguridad civil. El mayor peligro para la democracia es una eclosión social. Por ende, el espíritu democrático trasciende urnas, papeles  y palabras a ser interpretadas: el espíritu de la democracia es ser libres, a veces de incluso de nuestra propia mezquindad.

La oposición trasgrede un principio democrático cuando es incapaz de defender una política de Estado que avanza los intereses de la nación. La responsabilidad fiscal es un principio básico. Cuando el Gobierno invierte su capital político lidiando con demandas que (en el actual contexto productivo) llevaría a la bancarrota el sistema de pensiones, los opositores se contentan con observar como su enemigo - en el afán de introducir una mínima racionalidad económica – supuestamente se desgasta.

El oficialismo tampoco avanza la convivencia democrática cuando se ufana de haber inducido a la oposición (usando argucias) a votar en favor de la nueva Carta Magna. A su vez, dudo que abra espacios de consenso el deconstruir a toda la oposición como “vende patrias”. Tal vez se logre forjar una hegemonía temporal que acapare la sombra que se arroja desde el tronco del poder. Pero hacerse dueño y señor del patriotismo refleja un ímpetu totalitario, que desgarra el potencial efecto conciliador de una rama de olivo.

Es loable por parte de la oposición creer tener la capacidad de contener los actuales conflictos sociales; conflictos nacidos del hambre del pueblo. Un líder que no cree en su capacidad de gestión no debería entrar al ruedo. Pero pareciera que el síndrome de Hubris del cual se acusa al Gobierno es también lagaña en el ojo de quienes pretenden relevar el mandato del Presidente Morales. Dudo que otros puedan (por ahora) hacerlo mejor.

A su vez, es loable por parte del oficialismo no caer en proselitismos populistas en nombre de ganar el favor de la clase trabajadora. Pero también hay varias dudas sobre su capacidad de crear (a base de dádivas y discursos) un aparato productivo que permita mayores niveles de ingresos en la clase trabajadora, para que jubilarse con el 70% del sueldo sea mañana un argumento más atractivo.

Y aunque es un tanto truculenta la contextualización oficial de la historia contemporánea, es verdad que estuvimos (y estamos) transitando un muy frágil equilibrio. Tal vez el desatar nuevamente las fuerzas sociales no resulte en una Guerra Civil. No obstante, otra serie de conflictos retrasarían las reivindicaciones sociales un par de décadas. Un relevo a Evo puede ser peor que la enfermedad.

Un líder no debe eternizarse (ser reelegido) indefinidamente porque el poder actúa de manera perniciosa sobre la psique humana. A su vez, relevar al individuo no implica alternancia política en el sistema. Si el modelo realmente es el propicio, el partido en ejercicio puede permanecer en el árbol una eternidad. Ese no es el punto. El punto es que un hombre no es un modelo. Y el modelo es tan fuerte como su más débil paladín. Con el tiempo, el poder ciega y engolosina incluso a los más santos devotos.

¿Principios democráticos? Aquí caen por la borda. De lo que se trata es del poder; con ambos bandos con hambre de “votos” y tan solo incipientemente “democráticos”. Por ende, y hasta que con el tiempo se forjen principios, lo que esta nación necesita es un equilibrio entre apetitos y visiones. Para ello, el próximo mandato del Presidente Morales debería ser por un pequeño margen de votos, con un Poder Legislativo en manos de una oposición fortalecida; para que el ganador se vea nuevamente obligado a aplicar estrategias hegemónicas envolventes con el otro 50% de la población, y así envolver a la patria con vestigios de aquello (astutamente) plasmando en nuestra Constitución.  Mientras tanto, un relevo a Evo es una propuesta truculenta.

lunes, 13 de mayo de 2013

Chisme Perfecto



Aquel libre de todo chisme que lance el primer twitter. En la prehistoria, la reciprocidad indirecta era fundamental para que funcione el precario sistema. Por ende, aquellos egoístas que no cooperaban debían ser monitoreados. Antes de que existiera un Estado, el orden social se imponía a base del chisme. El chisme servía para castigar a los que violaban normas de conducta; el chisme construía y mantenía un sentido de comunidad con valores e intereses compartidos. El papel de integración social que juega el acicalamiento en grupos de primates, entre humanos ahora lo cumple el Facebook (¡Perdón! Digo, el chisme).

Un padre que a su hijo le relata sobre aquel amigo que jugó con fuego (o drogas) y se quemó está revelando oscuros secretos del otro. Si el hijo comparte en su colegio esta información (donde también estudia el hijo del amigo), lo que pudo ser una lección de vida puede pasar a chisme en un segundo. A su vez, no todos los chismes son iguales: algunos mantienes secreta la identidad del pecador, otros son mentiras absolutamente inventadas con el exprofeso propósito de lastimar a un oponente.

Si bien es cierto que el chisme tiene un substrato evolutivo y forma parte de la psicología humana, todos quisiéramos que el chisme tenga un código de conducta. Brindar una  apología bajo la excusa que “todos somos chismosos”, como si fuese un determinismo fatalista, que no puede ser transformado o mejorado, es rendirse ante los múltiples improperios de una herramienta ancestral. Una actitud más loable es intentar mejorar las bases éticas de una conversación que involucra la vida y milagros de los demás, para lograr que se comparta información sin lastimar o injuriar a nadie.

El periodismo informa sobre eventos que nos afectan a todos. Denominado el Cuarto Poder, el periodismo cumple una función más importante y trascendental que la herramienta social antes mencionada. Si bien los ideales son precisamente eso: horizontes lejanos a los cuales quisiéramos llegar, el brindar una apología de la subjetividad (a los pocos días del Día del Periodista) me parece muy poco ingenioso. El ideal del periodismo es un apego a la verdad, con un reportaje preciso, objetivo, imparcial y justo. La teoría es precisamente eso: un ideal. Pero brindar una apología de la subjetividad es deslindarse de toda teoría sobre el periodismo. En teoría, el periodista debe informar (y no manipular) a los demás.

Juez, policía, profesor, ingeniero; todos deben intentar ser imparciales. Un ingeniero no puede evaluar políticamente la factibilidad de construir una carretera en nombre de ponerse la camiseta del partido. Por normal que sea tener una línea, sería poco ético de un profesor de primaria intentar impregnar las mentes de niños con su propia manera de entender el mundo. Si los teoristas pretenden aplicar ese principio a la religión, para brindarles a los jóvenes la parte y contraparte de las múltiples maneras de adorar a Dios (en vez de adoctrinarlos a una sola fe), no entiendo porque les resulta tan antipático pedirle a un periodista que haga lo mismo.

Otrora, jueces, militares y profesores nos introducían a la fuerza sus favoritismos, promoviendo subjetivamente su propia visión del bien. Ahora se intenta avanzar pesos y contrapesos, para obligar a los poderosos a respetar ciertos principios básicos. Es cierto que estamos lejos del ideal. También es cierto que somos animales políticos. Pero hay un momento y un lugar para todo. Incluso Fox News Channel, del ultra-derechista Rupert Murdoch, siempre invita a liberales, para que brinden un contrapeso que refuten su línea conservadora. El hecho que existen canales de televisión que jamás presentan una opinión diferente a su línea política no quiere decir que esa sea la manera ideal de hacer periodismo.

Los estándares de imparcialidad no demandan homogeneidad en la percepción y reportaje de los hechos; tan solo demanda reconocer que tan solo un chismoso poderoso pretende hacerse dueño de la verdad.


miércoles, 8 de mayo de 2013

Perdido en la Traducción


La comunicación es una empresa frágil. El lenguaje una herramienta limitada. El malentendido entre hermanos pan nuestro de cada día.  Cada idioma posee misterios propios de su individualidad; algunos creación de su semántica, otros del coloquialismo propio de la idiosincrasia regional. Un tarijeño puede encontrar en los modismos de un beniano razones para celebrar su extraño hilvanar de las palabras, o puede confundir  en la cadencia de las silabas espetadas un insulto disimulado. Así de frágil puede ser la comunicación.

Si incluso ciudadanos con idéntica lengua materna pueden mal interpretar un enunciado, tanto más difícil será traducir aquello que quieren decir habitantes de tierras muy lejanas. Si a las limitaciones propias del lenguaje agregamos complejidades culturales, llegaremos a la conclusión que traducir es más un arte que una ciencia. Tal es el caso en la Península de Corea, donde dos pueblos que hablan el mismo idioma quieren decir dos cosas marcadamente diferentes cuando dicen “libertad” y “democracia”. 

El Gobierno ha designado a Guadalupe Jim Palomeque de la Cruz como nuestra representante diplomática ante el Gobierno de Seúl. El canciller David Choquehuanca le ha encargado a la flamante embajadora una tarea por demás compleja: aprender de las políticas coreanas,  “que aumentaron su ingreso per cápita de 100 dólares a 25.000 dólares por año”.  Si bien la empresa de la embajadora boliviana en la República de Corea del Sur es loable, temo que sutilezas de las políticas sudcoreanas pudiesen perderse en la traducción.

Los Gobiernos de Alemania y Japón, países con economías de mercado, invirtieron fuertemente en su sector automotriz. Lo mismo sucedió en EE.UU. en tiempos recientes. La participación del Estado en la economía no contradice una economía de mercado. Por ende, la participación del Gobierno de Seúl en su economía no es evidencia que el milagro de los Tigres de Asia se deba a un exacerbado estatismo; el milagro sudcoreano se debe precisamente a que supieron instituir una economía de mercado.

Economías de mercado en el globo entero dependen de pequeñas empresas. Estas pequeñas empresas (menos de 500 empleados) constituyen el 70% los nuevos empleos en EE.UU. En Japón, de las 874,471 de las plantas de manufactura, el 75% emplean menos de 10 trabajadores. La presidenta sudcoreana Park Geun-hye dijo recientemente, "Tenemos que convertir la estructura económica actual, que se centra en las grandes empresas, en una estructura económica en la que se desarrollen simultáneamente las exportaciones e importaciones y las pequeñas y medianas empresas (PyME) y conglomerados".

En cualquier economía uno tiene tres opciones: crear su propia empresa, trabajar para un empresario o ser empleado del Estado. En cualquier economía, no se puede pasar de un ingreso per cápita de 100 dólares a 25.000 dólares por año, cuando el principal empleador es un político asalariado.

La economía es una empresa frágil (Unión Soviética). El mercado una herramienta limitada (Europa). El malentendido entre vecinos pan nuestro de cada día (USAID). Pero acusar a un modelo que saca a miles de millones de la pobreza de ser una “conspiración elitista” es usar una semántica anacrónica. La historia e ingreso per cápita en los diferentes modelos de desarrollo tendrán la última palabra.  La historia no se acaba con una bonanza energética en el Nuevo Mundo.

El avance de justicia social e igualdad no es monopolio ideológico, es un factor de la productividad. Si bien es cierto que la especulación financiera es un cáncer que amenaza la economía, en el Caribe traducen mal la crisis actual en la economía global cuando caricaturizan al mercado con un lenguaje propio de la Guerra Fría. Las pequeñas empresas innovan, compiten y desarrollan manufactura, para crear empleos sostenibles.  Esperemos que la experiencia de la embajadora en una de las dos Coreas no se traduzca en cancillería (por lealtad ideológica), al modelo de desarrollo de Kim Jong-il.