Aprender de la
historia-en-movimiento implica una sed de debate; una sed que el pueblo
boliviano parece poder substituir por su sabor preferido de consigna sectorial.
En la aldea global, patrocinada por avances en la tecnología, siguen gobernando
los malos hábitos, mientras los jóvenes disfrutan de enterarse si Rihanna sigue
enamorada de Chris Brown.
Dos elecciones en nuestro
continente brindan la oportunidad de tomar el pulso al debate entre izquierdas
y derechas: EE.UU. y Venezuela. Pero por muy interdependiente y comunicada
nuestra aldea global, la curiosidad que despierta el embarazo de Shakira es cien
veces mayor que el interés que despierta nuestro destino compartido.
Todos sabemos que las
decisiones que tomarán los líderes de estas dos grandes potencias regionales
afectarán el rumbo y creará las condiciones para lidiar con las crisis que
puedan azotarnos en un futuro cercano. Conocemos las consecuencias. Pero como
no tenemos voz ni voto en esa decisión, tampoco tenemos tiempo para atender
debate ajeno.
Las elecciones norteamericanas
reflejan la polarización de un pueblo al borde una guerra civil verbal. Los
norteamericanos están profundamente divididos en su visión del bien y del buen
gobierno. Pero en vez de observar cómo una sociedad -otrora conservadora e
imperial- lucha por transformarse en un pueblo conciliador y compasivo, la
desidia intelectual conduce a dibujar caricaturas que deforman la verdadera
naturaleza del debate y pugna por el poder en nuestro poderoso vecino.
El debate en EE.UU. es
sobre el equilibrio entre interés
nacional (impuesto militarmente) y cooperación multilateral (en base a
consensos internacionales); entre la fuerza pujante de la iniciativa individual
para crear empleos y el papel regulador que, para evitar las externalidades
negativas del mercado, debe jugar el Estado. En juego está la permanente
transformación del capitalismo. La banalidad, sin embargo, parece ser parte de
la condición humana. El disparatado discurso de Clint Eastwood en la Convención
Republicana, por ejemplo, despertó mayor interés que el discurso del candidato
de la derecha a la silla en Washington.
Si el Presidente de Egipto
condena al régimen Sirio en la Reunión de Países No-Alineados nos tiene poco
preocupados. Si ese debate ha avergonzado al anfitrión, Irán, nuestro aliado
no-alineado, ello nos importa un comino. El debate, las ideas, el asesinato en masa,
son pálida competencia para la farándula y último grito de la moda. La
herramienta que es utilizada por otros pueblos para liberar revoluciones y
transformar su sociedad (Facebook), aquí tiene propósitos más banales. Algunos
hunden la cabeza en la arena para ignorar lo que acontece en el mundo por
complicidad con malhechores-del-mismo-bando, mientras otros lo ignoramos por
flojera.