El mayor enclaustramiento es mental. Prisioneros de doctrinas del ayer, obedecemos a la definición más elegante de la demencia: seguir intentando lo mismo, esperando un resultado diferente. Los indios aprendieron esa lección en 1991, cuando apostaron por una economía de mercado y empezaron a salir de la pobreza, para convertirse en potencia mundial. Ahora un empresario indio - Ratan Tata - le quita su joya automotriz, Jaguar y Land Rover, a Inglaterra, antiguo imperio colonizador. El Grupo Tata es dueño de 98 empresas, con 65% de sus ingresos provenientes de inversiones en 56 países, en 6 continentes diferentes.
La India tiene 120 veces más habitantes que Bolivia, en un territorio apenas tres veces mayor. No obstante problemas de inflación y pobreza, el ingreso per cápita indio en 2010 fue de Bs. 1.900 por mes. En términos de volumen, la economía de la India es la cuarta más grande del planeta. La India ha logrado sacar 300 millones de la pobreza y solamente China crece a un ritmo más acelerado. Pero en contraste con los Tigres del Asia, cuyo éxito se debe a las exportaciones, su economía es impulsada por el consumo interno. Cuando se tiene una fuerza laboral de 467 millones, es más fácil crear el efecto multiplicador que - para defender un incremento salarial del 15% - usan como argumento los líderes sindicales de la COB.
Al lograr su independencia en 1947, India adoptó un socialismo “fabiano” y proteccionista. En 1991, el endeudamiento público obligó a liberalizar su economía. No obstante el proceso gradual de apertura comercial, la economía India continúa bajo el yugo del Estado, con más de 500 empresas bajo su control (equivalente al 40% del PIB). Gracias al correspondiente alto gasto público, la deuda de la India es actualmente alrededor del 80% del PIB, por lo que es un imperativo reducir el déficit y encausar una disciplina fiscal que siga haciendo atractiva la inversión extranjera. Preocupado por su propio déficit fiscal norteamericano, el Presidente Obama recientemente indicó que “las inversiones no llegan a un país que no sabe equilibrar sus cuentas”.
En ese sentido, el gobierno boliviano actuó responsablemente cuando dio la cara ante la presión sectorial, para avanzar una política de austeridad, que evite un déficit fiscal que estrangule nuestra precaria economía. Su nuevo némesis es la irracionalidad de quienes utilizan el lenguaje económico para argumentar a favor del incremento salarial (efecto multiplicador del 15%), a la vez que luchan por eliminar la ley de la oferta y demanda (21060). Tales contradicciones hacen eco a la esquizofrenia que se apodera de un modelo de desarrollo que no parece entender bien cuál es su propio horizonte.
De los indios podríamos aprender a abrir nuestro mercado para atraer inversión privada. Si bien la economía parece dar un vuelco negativo, hay razones para tener un poco de fe. El apoyo de líderes de la oposición al Presidente Morales en nuestra reivindicación marítima tal vez permita a los poderosos iluminarse, para que trabajen en pos de crear condiciones para que el puerto marítimo que tanto añoramos sirva para algo más que mojarse los pies. Mientras, tan solo queda soñar con hacer las cosas diferentes, para atraer mayor inversión, productividad, para algún día exportar por aire, tierra y mar. Queda soñar con algún día tener nuestro propio Ratan Tata, un empresario indio con licencia para volar un Falcón 2000, más lento y más pequeño al que vuela nuestro Presidente. Si hacemos las cosas diferentes, algún día tendremos empresarios que surquen Bolivia creando empleos, con presupuesto para comprar su propio jet.
jueves, 14 de abril de 2011
viernes, 1 de abril de 2011
Ana Atómica
La anatomía de la energía nuclear es polémica por naturaleza. En el interior del átomo se encuentra el arquetipo de energía cósmica; una fuerza vital convertida por el hombre en espada de Damocles. Con Fukushima, resurgen miedos que van en contrasentido del único consenso entre el eje Irán-Venezuela y occidentales: construir más reactores nucleares. En el ojo de la cancerígena tormenta está Francia, líder de la acción exigida por la Liga Árabe y apoyada por “imperialistas” como Dinamarca, Holanda, Bélgica, España y Canadá; una intervención militar en Libia que vierte gasolina sobre la otra fuente de energía: petróleo.
En antesala al 2012, el genocidio y calentamiento global obligan al ser humano tomarse en serio su voluntad colectiva. Por lo pronto, la comunidad internacional de hoy han decidido no permitir se repita el Ruanda y Bosnia de ayer. En medio de una hipócrita apología del delito por parte del carnicero de Trípoli, que arremete con artillería pesada en contra del pueblo, debemos también resolver como proveer mañana la energía que necesitará muy pronto la humanidad. Pero al igual que los yankees satanizan el comunismo y los ideólogos mucho más confundidos satanizan el mercado, el fundamentalismo verde sataniza la energía nuclear.
La visión se empaña cuando los tonos verdes, rojos y azules se van al extremo. Al radical le resulta inaceptable que en tierra de dragones conviva el estatismo más poderoso del planeta con la inversión privada. Con el unicornio azul perdido entre sus nubes, románticos amantes del retrovisor quisieran eliminar también todo tipo de reactor, incluyendo los más tecnológicamente avanzados. De satisfacerse su añoranza silvestre, millones de humanos morirían en manos del hambre y caos a ser desatado cuando se acabe su preciado oro negro, que actualmente subvenciona las travesuras de más de un tirano. La visión radical auspiciada por el odio visceral, ofusca una comprensión más complementaria.
La energía nuclear es una energía limpia, mucho más eficiente que otras energías renovables. El único desperdicio que emiten sus turbinas es vapor de agua. En Francia y EE.UU. han muerto por radiación - en toda la historia de la energía nuclear - menos de 3 personas. Francia obtiene 70% de su energía de reactores nucleares y es el país más limpio de toda Europa. Tan solo una muerte o deformación debido a la radiación es una tragedia que pesa sobre toda la humanidad. La otra realidad es que cientos de miles mueren cada año por respirar los residuos de carbono que exportan los países más retrogradas del planeta. En 40 años tendremos que alimentar de energía a millones de comunidades. Si no desarrollamos a gran escala una alternativa al petróleo, serán millones los que mueran de hambre y se masacren cada año por un litro de gasolina, en un escenario dantesco a la Mad Max.
Una empresa francesa en manos de Estado – Areva - es líder mundial en el sector de la energía nuclear. Su presidenta, Anne Lauvergeon, conocida como “Ana Atómica”, es una de las diez mujeres más poderosas del planeta. Ana estuvo recientemente en Japón, ayudando a Tokyo Electric Power (TEPCO) implementar normas de seguridad que eviten se repita la crisis nuclear de Fukushima Daiichi. En Japón, la empresa privada TEPCO hizo las cosas mal. Su negligencia y tecnología obsoleta (1970) podría costarle casi 140 mil millones de dólares y posiblemente ser nacionalizada. En Francia, la mezcla de estatismo y libre mercado demuestra ser muy buen modelo, el aire que respiran muy limpio y sus reactores nucleares la tecnología del futuro. ¡Vive le différence!
En antesala al 2012, el genocidio y calentamiento global obligan al ser humano tomarse en serio su voluntad colectiva. Por lo pronto, la comunidad internacional de hoy han decidido no permitir se repita el Ruanda y Bosnia de ayer. En medio de una hipócrita apología del delito por parte del carnicero de Trípoli, que arremete con artillería pesada en contra del pueblo, debemos también resolver como proveer mañana la energía que necesitará muy pronto la humanidad. Pero al igual que los yankees satanizan el comunismo y los ideólogos mucho más confundidos satanizan el mercado, el fundamentalismo verde sataniza la energía nuclear.
La visión se empaña cuando los tonos verdes, rojos y azules se van al extremo. Al radical le resulta inaceptable que en tierra de dragones conviva el estatismo más poderoso del planeta con la inversión privada. Con el unicornio azul perdido entre sus nubes, románticos amantes del retrovisor quisieran eliminar también todo tipo de reactor, incluyendo los más tecnológicamente avanzados. De satisfacerse su añoranza silvestre, millones de humanos morirían en manos del hambre y caos a ser desatado cuando se acabe su preciado oro negro, que actualmente subvenciona las travesuras de más de un tirano. La visión radical auspiciada por el odio visceral, ofusca una comprensión más complementaria.
La energía nuclear es una energía limpia, mucho más eficiente que otras energías renovables. El único desperdicio que emiten sus turbinas es vapor de agua. En Francia y EE.UU. han muerto por radiación - en toda la historia de la energía nuclear - menos de 3 personas. Francia obtiene 70% de su energía de reactores nucleares y es el país más limpio de toda Europa. Tan solo una muerte o deformación debido a la radiación es una tragedia que pesa sobre toda la humanidad. La otra realidad es que cientos de miles mueren cada año por respirar los residuos de carbono que exportan los países más retrogradas del planeta. En 40 años tendremos que alimentar de energía a millones de comunidades. Si no desarrollamos a gran escala una alternativa al petróleo, serán millones los que mueran de hambre y se masacren cada año por un litro de gasolina, en un escenario dantesco a la Mad Max.
Una empresa francesa en manos de Estado – Areva - es líder mundial en el sector de la energía nuclear. Su presidenta, Anne Lauvergeon, conocida como “Ana Atómica”, es una de las diez mujeres más poderosas del planeta. Ana estuvo recientemente en Japón, ayudando a Tokyo Electric Power (TEPCO) implementar normas de seguridad que eviten se repita la crisis nuclear de Fukushima Daiichi. En Japón, la empresa privada TEPCO hizo las cosas mal. Su negligencia y tecnología obsoleta (1970) podría costarle casi 140 mil millones de dólares y posiblemente ser nacionalizada. En Francia, la mezcla de estatismo y libre mercado demuestra ser muy buen modelo, el aire que respiran muy limpio y sus reactores nucleares la tecnología del futuro. ¡Vive le différence!
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