Telesur ha despegado a nuestro espacio mental, izando un nuevo velo. Único medio de comunicación imparcial, con reportajes equilibrados, sin agendas políticas y con el único propósito de informar, Telesur promueve gloriosamente el descenso a la pantalla de su novela orwelliana. De no ser por Telesur, el pueblo latinoamericano seguiría creyendo mentiras, como la farsa norteamericana de aterrizar en la luna, un burdo propósito de distraer al pueblo del genocidio en Vietnam e inflar el ego nacionalista del imperio. Los heroicos periodistas de Telesur, dechados de objetividad, por fin siembran en nuestra mente colectiva la sospecha, porque huelen un efecto especial en un alunizaje que – en lugar del espacio sideral – tuvo un estudio de Hollywood de telón de fondo.
Gracias al ímpetu revolucionario de apegar medios de comunicación privados a la ley, se pone fin al “latifundio mediático”, para que el periodismo latinoamericano pase por su mejor momento. Elusiva ley, que se acopla hasta ser inexorablemente aplastante, asume el derecho de imponer soberbia (perdón, digo “soberanía”) sobre el espacio radioeléctrico por el cual transitan las mentiras de la oligarquía. Es potestad legítima de gobiernos democráticamente elegidos impedir que la burguesía contamine las mentes del pueblo con falsas promesas y calumnias; en particular cualquier defensa y proclamación de la virtud del libre mercado, que intentan vender los fariseos del capitalismo. Que vayan los defensores de valores e ideales de la burguesía apátrida con sus concesiones bajo el brazo, porque ha llegado la hora de “democratizar” la información.
Digno ejecutor de la nota editorial del nuevo periodismo es Mario Silva, de Venezolana de Televisión, cuyo programa La Hojilla es vanguardia de la honestidad intelectual y libertad mental. Con gran integridad profesional, el señor Silva ha anunciado que “está comprobadísimo” que los ataques a las Torres Gemelas el 11 de septiembre fue un “auto atentado” del gobierno norteamericano. A tiempo de felicitarlo por destapar esa vil conspiración, quiero acotar sus conclusiones con información de una fuente a mi allegada, que me informa lo siguiente: Una vez el equipo de Bush logró exitosamente burlar las cientos de cámaras de seguridad en el corazón del sistema financiero mundial para ejecutar el auto atentado y - posteriormente - derrotado el ejército iraquí, un asesor de la CIA sugirió que se envíe un equipo a Irak, para plantar armas de destrucción masivas en el desierto que justifiquen la invasión.
Esta “comprobadísimo” que George W. Bush enfurecido exclamó, “¡Su plan es demasiado obvio!”. El asesor de la CIA advirtió, “pero si no aparecen armas de destrucción masiva será un suicidio político”. Bush le contestó, “¡a esos bárbaros les enseñaré incluso a suicidarse!”. No satisfecho con alienar al mundo entero, Bush luego derrochó la poca buena voluntad que aun tenía el imperio torturando a supuestos autores intelectuales del atentado, a sabiendas de que los torturados no sabían nada (porque fue un auto atentado). Además de egoístas, sádicos los malditos.
Según el programa La Hojilla, la guerra contra las drogas de la DEA es en realidad una conspiración para que EE.UU. se quede con el dinero del narcotráfico y el Plan Colombia es un eufemismo para el Cartel de Washington. ¿La evidencia? Dos palabras: Oliver North. La crisis económica del imperio es también una crisis moral, por lo que están dispuestos a vender drogas en su propio suelo con tal de rendirle pleitesía a su único dios: el todopoderoso dólar. Si el imperio no tuvo inconveniente en torturar “por deporte”, tampoco tiene tapujos a la hora de poner su credibilidad internacional en juego con tal de subvencionar su rescate financiero de Wall Street. Afortunadamente, el nuevo periodismo latinoamericano destapará esas patrañas a base de insinuaciones y ecos del pasado; mientras que los verdaderos patriotas cuidan de nuestro patrimonio y protegen al pueblo de la contaminación mental. El proyecto de liberación requiere contrarrestar la hegemonía cultural del imperio con un contundente sesgo, para convertir la verdad en soberano disparate lunar.
Haciendo a un lado la ironía, Telesur merece ser elogiada por sus excelentes documentales sobre la injerencia norteamericana en Latinoamérica y su complicidad en la oscura era de dictaduras militares que - a nombre de detener avances del bloque comunista - hundieron al continente en una cruenta y criminal represión. Reza el refrán que aquel que no entiende el pasado está condenado a repetirlo.
El espíritu de estos tiempos – sin embargo - sigue siendo orwelliano, la diferencia es de ideología, no de métodos para imponer una verdad. En lugar de controlar el pensamiento “controlando el pasado” y eliminando significados no deseados, la neolengua de Telesur (et al) pretende controlar el sentimiento popular, extrapolando el pasado al presente, reduciendo todo argumento de la oposición a códigos (“imperio”, “burguesía”) que – sin necesidad de escuchar el argumento - lo deslegitima. Si bien es cierto que – en contraste con la imposición de un orden represivo al servicio de las transnacionales y oligarquía política durante el siglo XX - el actual proyecto político es un considerable avance de ciertos principios democráticos, reemplazar la hegemonía impuesta por el consumismo capitalista y bota militar por el rebañismo intelectual de la pseudo-solidaridad producida en masa por una manipulación mediática, es reemplazar una ingeniería social por otra.
Cualquier argumento sobre las bondades del libre mercado – o cualquier otra reflexión sobre las transformaciones que vive el planeta - son inmediatamente reducidas por las fuerzas goebbelianas a una defensa de la “burguesía”. El hecho que la “burguesía” boliviana ha exiliado a mi familia en dos oportunidades, ha implícitamente expropiado nuestro patrimonio, a mí jamás me ha dado un trabajo y me condena al ostracismo social, tildándome de “indio” por mis modales comensales, debe ser evidencia (comprobadísima) de lo bien que me han lavado el cerebro agentes de la CIA. ¿Ese es el nivel de diálogo y libertad de pensamiento en este nuevo amanecer? Si algo “estoy” con mis argumentos es “equivocado”, un error que debe ser refutado mediante un debate respetuoso de la posición del otro. Rebatir asignando categorías - en función a lo que uno supuestamente “es” – no es debate; es guerra psicológica. El prejuicio antes era en base a la etnia. Ahora es en función a la supuesta condición social.
La “verdadera” democracia que se intenta imponer sobre los pueblos cansados de América Latina está sentada sobre tres pilares: miedo, sospecha y división. El comandante Chávez ha sido muy claro en declarar abiertamente una permanente lucha de clases, obligando a todo individuo elegir su opción bolivariana, o resignarse a la ignominia social. Lo que parece olvidar es que el año es 2009, no 1959. En Telesur legítimamente se reclama libertad de pensamiento para el pueblo hondureño y Radio Globo. Pero si ese derecho es selectivo y la libertad de pensamiento se convierte en privilegio reservado únicamente para aliados ideológicos, el pueblo se dará cuenta. El proyecto de instituir y defender derechos y libertades únicamente a quienes estén alineados a la hegemonía de una misma agenda política no es democracia, mucho menos progreso.
El pueblo sacará sus propias conclusiones sobre transformaciones que vive el planeta, en particular sobre un pueblo cansado de mentiras y manipulaciones, que ha elegido a Barack Hussein Obama para avanzar un nuevo orden político, económico y social. El surgimiento de nueva izquierda post-ideológica es la verdadera amenaza para la izquierda jurasica; y esa es la verdad detrás de su manipulación de la verdad. Extrapolar el pasado para convertirlo en presente sirve para ofuscar las mentes con odio y paranoia. Pero la evidencia del presente hablará con mayor elocuencia que cualquier manipulación mediática.
Desde Telesur se seguirán agitando fuerzas cinéticas lanzando piedras al ayer, mientras el mundo se integra a gran velocidad. Sumergidos en el pasado, América Latina queda – por ahora – condenada a ser el parque jurasico del mundo, para que antropólogos y ONGs europeas vengan a estudiar la pieza de museo más grande del planeta. Y sobre nuestra superficie lunática se clavarán muchas banderas, sus imágenes editadas en estudios de Caracas, manipulaciones que ahora se producen en suelo latinoamericano; la lacra del subdesarrollo de telón de fondo.
miércoles, 22 de julio de 2009
domingo, 12 de julio de 2009
Me Someto
Nuevas generaciones habrán de perfeccionar el modelo bolivariano. Siendo la versión actual apenas un primer intento - casi por definición - está repleto de omisiones. La evolución es un hecho irreversible que exige a los que llegan últimos mejorar lo que hicieron los primeros. Los recursos mentales parecen ser infinitos, pero son siempre limitados. Por ende, por mucho que se inviertan vastas energías, resulta imposible acelerar el proceso.
Paso a paso, error tras error, la juventud mejora la capacidad del sistema de lograr en la práctica lo que se propusieron otros en teoría. La información necesaria no existe independientemente del proceso, sino que se va creando mediante una interacción entre voluntad política y cascada de consecuencias que van calando potenciales senderos. En un espiral de consecuencias, nuestros actos colectivos van forjando el nuevo entorno, el cual determina a su vez un nuevo ramillete de posibilidades a seguir. Tal fue el caso del pueblo Alemán, cuya ancestral sabiduría se traduce en una sociedad próspera, democrática y tolerante, después de mil años.
No fue así siempre. El ahora caído muro de Berlín fue testigo silencioso del trauma de un pueblo ideológicamente polarizado; sangre y lágrimas derrochadas en un muy largo proceso histórico, cuyos frutos eran inconcebibles hasta hace apenas dos generaciones. En lugar de imponerse los unos a otros, alemanes buscan integración, comprensión, intercambio y hermandad con otrora rivales de toda la vida. En lugar de fantasmas del pasado, el pueblo alemán ahora busca consensos, utilizando ideas y herramientas que funcionan en la práctica, en lugar de las rimbombantes consignas que alguna vez lograron movilizar al Volk.
No siempre fue así. Derrotar una conspiración internacional - encarnada por judíos - fue hace apenas dos generaciones la causa sagrada y milenaria del pueblo alemán; decidido a reconquistar sangre y tierra (Blut und Boden). El consumismo y hedonismo capitalista obligó la implementación de un estado totalitario al mando del Führer, única alternativa para un pueblo alemán determinado a reconquistar su historia y reconciliarse por fin con su verdad eterna, inmutable, incuestionable.
El proyecto político del nacionalismo socialista sometió todo argumento racional a las ardientes pasiones que emanaron de un pueblo comprometido emotivamente a derrotar a los fantasmas del pasado. Afortunadamente los contrastes con el proceso actual son mayores que las coincidencias. No obstante, de haber sido la revolución bolivariana implementada en 1933, sus métodos tal vez serían otros, posiblemente mejor alienados a los elevados propósitos de salvar al pueblo de la contaminación de ideas judías (léase “oligarquía”).
En Alemania más de una vez se impuso una visión etno-nacionalista. Los neo-judíos del 2009 debemos resignarnos a que – por ahora - las únicas ideas que transiten por el espacio mental sean aquellas ideas legitimadas por los patriotas. El único intercambio de ideas legítimo en tierras bolivarianas es entre los representantes del nuevo amanecer. Llegará el día que nuevas generaciones una vez más discutirán ideas, en lugar de resguardar la pureza de consignas y doctrinas. En el ínterin, se nos puede poner morada la cara proponiendo las mismas políticas del Presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva. Pero si incluso la impureza socialista y herejía de la presidente Bachelet será castigada por los movimientos sociales, someterse a la nueva hegemonía es anticiparse al espíritu de imponerse con su “solución final”.
Paso a paso, error tras error, la juventud mejora la capacidad del sistema de lograr en la práctica lo que se propusieron otros en teoría. La información necesaria no existe independientemente del proceso, sino que se va creando mediante una interacción entre voluntad política y cascada de consecuencias que van calando potenciales senderos. En un espiral de consecuencias, nuestros actos colectivos van forjando el nuevo entorno, el cual determina a su vez un nuevo ramillete de posibilidades a seguir. Tal fue el caso del pueblo Alemán, cuya ancestral sabiduría se traduce en una sociedad próspera, democrática y tolerante, después de mil años.
No fue así siempre. El ahora caído muro de Berlín fue testigo silencioso del trauma de un pueblo ideológicamente polarizado; sangre y lágrimas derrochadas en un muy largo proceso histórico, cuyos frutos eran inconcebibles hasta hace apenas dos generaciones. En lugar de imponerse los unos a otros, alemanes buscan integración, comprensión, intercambio y hermandad con otrora rivales de toda la vida. En lugar de fantasmas del pasado, el pueblo alemán ahora busca consensos, utilizando ideas y herramientas que funcionan en la práctica, en lugar de las rimbombantes consignas que alguna vez lograron movilizar al Volk.
No siempre fue así. Derrotar una conspiración internacional - encarnada por judíos - fue hace apenas dos generaciones la causa sagrada y milenaria del pueblo alemán; decidido a reconquistar sangre y tierra (Blut und Boden). El consumismo y hedonismo capitalista obligó la implementación de un estado totalitario al mando del Führer, única alternativa para un pueblo alemán determinado a reconquistar su historia y reconciliarse por fin con su verdad eterna, inmutable, incuestionable.
El proyecto político del nacionalismo socialista sometió todo argumento racional a las ardientes pasiones que emanaron de un pueblo comprometido emotivamente a derrotar a los fantasmas del pasado. Afortunadamente los contrastes con el proceso actual son mayores que las coincidencias. No obstante, de haber sido la revolución bolivariana implementada en 1933, sus métodos tal vez serían otros, posiblemente mejor alienados a los elevados propósitos de salvar al pueblo de la contaminación de ideas judías (léase “oligarquía”).
En Alemania más de una vez se impuso una visión etno-nacionalista. Los neo-judíos del 2009 debemos resignarnos a que – por ahora - las únicas ideas que transiten por el espacio mental sean aquellas ideas legitimadas por los patriotas. El único intercambio de ideas legítimo en tierras bolivarianas es entre los representantes del nuevo amanecer. Llegará el día que nuevas generaciones una vez más discutirán ideas, en lugar de resguardar la pureza de consignas y doctrinas. En el ínterin, se nos puede poner morada la cara proponiendo las mismas políticas del Presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva. Pero si incluso la impureza socialista y herejía de la presidente Bachelet será castigada por los movimientos sociales, someterse a la nueva hegemonía es anticiparse al espíritu de imponerse con su “solución final”.
miércoles, 1 de julio de 2009
¿A Cuyas Órdenes?
Insulso esfuerzo es intentar preservar la legalidad, cuando lo legal es cuestión de opinión personal. La dificultad es mayor cuando lo que significa “estado de derecho” es una entelequia a ser permanentemente redefinida. Bajo la excusa de consultar al soberano se ha legitimado el derecho a patear el tablero; estableciendo reglas de juego que se ajusten a las ambiciones del jefe en turno. Resguardados en el pretexto de defender a los pobres de la garras de la oligarquía, la hegemonía pasajera ha secuestrado la capacidad de definir cuales leyes son las únicas dignas de ser defendidas. Ahora estamos enfrascados en un pueril debate sobre qué quiere decir “legalidad”.
Opiniones teñidas hacen de facto ilegitimas reglas definidas en el pasado por los monstruos que gobernaron antes de que llegue - por fin - una parva de heroicos mesías. Invocar los fantasmas del pasado es una escuela en las Américas que ha sellado en el psique colectivo actitudes trogloditas de la cual – aparentemente - no se escapa nadie. El golpe militar en Honduras es una grave interrupción que hace eco perfecto a la crisis del orden democrático que - a nombre de obedecer órdenes – impone agendas políticas en lugar de un orden constitucional. La diferencia entre los soberanos es la habilidad de vestir sus estrategias políticas en velos democráticos, sin que nadie pueda entrever que la democracia está siendo secuestrada. Aun más triste es que el pueblo ahora estará convencido que el secuestro únicamente ha sucedido en calles de Tegucigalpa.
A base de la fuerza militar se acaba de dar órdenes en Honduras de avanzar el proyecto de pelear fuego con fuego. Las órdenes de ejercer violencia - disfrazadas de legalidad – son sumamente peligrosas. Afortunadamente hay órdenes de responder al golpismo mediante la implementación de la no-violencia, una postura que merece ser respaldada y aplaudida. Las reglas deben ser perfeccionadas; pero para eso también hay reglas. En lugar de un referente imparcial, las reglas de juego forman parte de un tablero de ajedrez sobre el cual se escriben consignas políticas, para luego llenarse la boca de legalidad. Las reglas de juego ahora son simples opiniones que se aplican según los intereses de quienes tienen el poder de interpretarlas. Los militares hondureños han sido groseros en la aplicación de la misma discrecionalidad que gobierna en otras latitudes.
La injuria política de militares hondureños es excusa perfecta para legitimar un intervencionismo selectivo. El derecho de autodeterminación de los pueblos tendrá ahora que subordinarse al derecho de interpretar lo que es – o no es – un orden constitucional. Insulso, por ende, es el pretexto de defender la democracia, cuando el concepto “democracia” depende que cuya hegemonía esté siendo defendida. Los militares hondureños se equivocan al pretender obedecer órdenes de una legalidad según su propia interpretación. El error suicida es suponer que los militares hondureños son los únicos que responden a órdenes dictadas por una agenda política. En el propósito de adueñarse de la legalidad – atentado contra el orden constitucional a nombre de defenderlo – los militares hondureños están en muy buena compañía.
Las órdenes deberían provenir de la ley. Las órdenes de una agenda corporativista hacen que la ley sea un concepto relativo. La aventura de imponerse a la fuerza tampoco ayuda el propósito de fortalecer el orden democrático, agregando años a nuestra condena. En América últimamente no se reconoce ni obedece absolutamente nada.
Opiniones teñidas hacen de facto ilegitimas reglas definidas en el pasado por los monstruos que gobernaron antes de que llegue - por fin - una parva de heroicos mesías. Invocar los fantasmas del pasado es una escuela en las Américas que ha sellado en el psique colectivo actitudes trogloditas de la cual – aparentemente - no se escapa nadie. El golpe militar en Honduras es una grave interrupción que hace eco perfecto a la crisis del orden democrático que - a nombre de obedecer órdenes – impone agendas políticas en lugar de un orden constitucional. La diferencia entre los soberanos es la habilidad de vestir sus estrategias políticas en velos democráticos, sin que nadie pueda entrever que la democracia está siendo secuestrada. Aun más triste es que el pueblo ahora estará convencido que el secuestro únicamente ha sucedido en calles de Tegucigalpa.
A base de la fuerza militar se acaba de dar órdenes en Honduras de avanzar el proyecto de pelear fuego con fuego. Las órdenes de ejercer violencia - disfrazadas de legalidad – son sumamente peligrosas. Afortunadamente hay órdenes de responder al golpismo mediante la implementación de la no-violencia, una postura que merece ser respaldada y aplaudida. Las reglas deben ser perfeccionadas; pero para eso también hay reglas. En lugar de un referente imparcial, las reglas de juego forman parte de un tablero de ajedrez sobre el cual se escriben consignas políticas, para luego llenarse la boca de legalidad. Las reglas de juego ahora son simples opiniones que se aplican según los intereses de quienes tienen el poder de interpretarlas. Los militares hondureños han sido groseros en la aplicación de la misma discrecionalidad que gobierna en otras latitudes.
La injuria política de militares hondureños es excusa perfecta para legitimar un intervencionismo selectivo. El derecho de autodeterminación de los pueblos tendrá ahora que subordinarse al derecho de interpretar lo que es – o no es – un orden constitucional. Insulso, por ende, es el pretexto de defender la democracia, cuando el concepto “democracia” depende que cuya hegemonía esté siendo defendida. Los militares hondureños se equivocan al pretender obedecer órdenes de una legalidad según su propia interpretación. El error suicida es suponer que los militares hondureños son los únicos que responden a órdenes dictadas por una agenda política. En el propósito de adueñarse de la legalidad – atentado contra el orden constitucional a nombre de defenderlo – los militares hondureños están en muy buena compañía.
Las órdenes deberían provenir de la ley. Las órdenes de una agenda corporativista hacen que la ley sea un concepto relativo. La aventura de imponerse a la fuerza tampoco ayuda el propósito de fortalecer el orden democrático, agregando años a nuestra condena. En América últimamente no se reconoce ni obedece absolutamente nada.
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