Sentirse aludido por el semáforo no mueve nada, ni a nadie. El rojo es el mismo para todos. Por muy mala la señal en la intersección, es mejor que un vacío legal, o anarquía. Todos tenemos derecho a transitar. Pero si lo hacemos de una manera prepotente y desordenada, quedamos igualmente atascados en medio del caos vehicular. Un mal semáforo es mejor que ninguno. Más adelante tendremos otra oportunidad de mejorarlo.
En contraste a herejes quemados en la hoguera y etnias reducidas a esclavitud bajo normas aymaras y europeas del siglo XV, la nueva Constitución es una obra de gran moderación y sabiduría. Nuestro nuevo marco jurídico no será el mejor para construir autopistas de varios carriles, que velozmente desplacen productos de Yungas y el Chapare al oriente boliviano. Pero es el resultado de un proceso democrático. Son demasiados rojos en el camino, pero en palabras del Hugo Chávez, habrá que detener el paso, “por ahora”.
Las actuales extravagancias jurídicas no permitirán que las baterías en coches eléctricos del futuro sean cargadas por litio boliviano. En su lugar, el arcoíris con el que se pretende regular el tránsito de nuestra endeble economía ha de convertir al Salar de Uyuni en mercado predilecto para el turismo especializado en belleza natural y artefactos medievales. Es mejor que el gas y el litio queden enterrados, que hablar de inversión privada. Esa es la voluntad de los que mandan. Por ahora.
Un afroamericano elegido presidente de EE.UU. en 1950 hubiese creado una nación muy diferente a la que ahora ayudará a construir Obama. En lugar de imaginarnos lo que hubiese sido, sugiero crear condiciones para lo que pronto será. Empecemos por evitar tomar personalmente la constitución que ha elegido un pueblo con capacidad de leer lo básico y letrado sobre todo en el dolor de la discriminación. Tocar incesantemente la bocina y vociferar insultos no ha de lograr se mueva la inepta vaca sagrada del estatismo que todos hemos contribuido a crear. Tan solo logrará se siga empecinando.
La post alfabetización es gran avance. La siguiente generación será tanto más instruida y sofisticada. Los letrados de mañana entenderán que debe premiarse una buena gestión pública, no la etnia del que gobierna. La siguiente generación ha de premiar el éxito, en lugar de la consigna política. Bolivianos del futuro necesitarán liberarse del yugo de un estado paternalista, porque se darán cuenta que sofoca su iniciativa. Bolivianos aun en el vientre han de demandar premiar la ética del trabajo y eficiencia, en vez de la corrupta angurria política. Pero en lugar de premiar el honor, se premia la capacidad de manipular el dolor ajeno. Por ahora.
Un político profesional debe acumular cada gramo de poder posible, incluso victimizando al 40% que sufrió una clarísima derrota electoral. No hay botín político en darle el paso al “genial” proyecto constitucional, incluso cuando los políticos saben que el incongruente ovillo seguirá enredando la mediocre gestión actual. ¡Dejen que flameen los nuevos semáforos! De lo contrario, el oficialismo ha de justificar el enredo y pobre desempeño de sus señales mezcladas con el pretexto de racismo y conspiración. Bloquear permite hacer usufructo de la frustración; pero también brinda excusas para el fracaso en avanzar nuestro país. Ninguna reflexión ayudará a mover la agenda cortoplacista de políticos que se benefician de la mutua intransigencia. Pero a quien me dirijo es a la siguiente generación; mocosos que tampoco entienden el nuevo paradigma de la cooperación. Por ahora.
Flavio Rodrigo
1 comentario:
En realidad es 40% + 10% que es el margen de fraude y manipulacion del voto en el campo. Para mi fue un empate.
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