Polonia tuvo el mayor número de bajas (en proporción a su población) durante la guerra que empañó en sangre a todo un continente; muertos que los europeos mencionan sólo para celebrar el milagro de la reconciliación entre naciones otrora mortales enemigas. Al argumentar que - de jamás haberse desatado la Segunda Guerra Mundial - Polonia hoy tuviese 28 millones de ciudadanos adicionales y por ende merece un mayor número de votos dentro de la Unión Europea, el entonces primer ministro polaco Jaroslaw Kaczynnski rompió esta tradición.
Muchos de nuestros antepasados murieron debido a la llegada del imperio español. Sería triste que un partido político asuma que, de no haber perecido millones debido a las enfermedades y espada española, hoy contarían con la preferencia electoral de los descendientes de víctimas de la conquista. Yo vote por el MAS, y lo hice porque sentía un revolver político apuntado a mi cien amenazándome con encender un polvorín si salía elegido un k’ara. La crisis era tan profunda que el MAS jamás se dio la molestia de definir, explicar o convencer de la idoneidad de su proyecto político en siquiera un solo debate. Por fin entendemos su proyecto y - más que “autonomía” - los bolivianos queremos debatir sobre el modelo de desarrollo que mejor se adapta a un país con una tradición milenaria de intercambio comercial.
El gobierno de Kaczynski es un pie de página en Europa, y la comunidad ahora rememora casi con nostalgia cuando su viceministro de justicia Andrzej Duda le refregaba en la cara a su colega Lene Espersen estadísticas de abortos en Dinamarca. El estilo del gobierno de Kaczynski en la defensa de muertos propios y extraños hoy no pasa de lo anecdótico. La estrategia de “suma cero” de nuestros políticos – apropiada en un jugador de ajedrez – refleja un estilo un tanto más trágico.
Diseñar una constitución que permita la convivencia y sinergia entre abnegados siervos del Estado y cerdos capitalistas es posible, y las grandes mayorías hemos de salir beneficiados el día que manifestaciones nocivas del interés personal sean atenuadas con mayor racionalidad y altruismo, y un equilibrio entre ambición y solidaridad permita avanzar - a la vez – desarrollo e igualdad. La justicia social del socialismo y crecimiento de la economía de mercado no son incompatibles, y muchas naciones han logrado armonizar ambos objetivos en un sistema incluyente, flexible y dinámico. La vida, economía y política no es una partida de ajedrez, y no deben reducirse a un juego de “suma cero”.
La radicalización del gobierno y oposición no demuestra genuino interés en negociar, o siquiera voluntad de sostener un verdadero diálogo. Lo que demuestra es que la estrategia de ambos se reduce a no ceder espacios políticos. Y como no existe un proyecto que pueda llenar el actual vacío, los políticos han decidió patear el tablero al proyecto autonómico para “ver qué pasa”. Por ende, el único requisito que debe cumplir el nuevo “referéndum” es que permita a los más vivos aferrarse a su poder. En tanto la codicia política siga seduciendo a nuestros mediocres líderes apostar a que haya un vencedor y un vencido, seguirán avanzando la peor de todas las estrategias: que mañana sean los muertos quienes deban decidir.
Flavio Machicado Teran
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