La voluntad de brindar a los nuestros lo mejor no siempre se refleja en el regalo que reciben en su día. Algunos salen del paso con un poco imaginativo regalo, otro regalan insípidas tarjetas, mientras que los demás aprovechan para - bajo efectos del alcohol – manifestar su gran amor. El padre podría brindar lo mejor actuando con mayor responsabilidad, y el hijo abandonando su destructiva rebeldía. Pero la estructura de poder en el “pilar de la sociedad” es inflexible, una rigidez que impide modifiquen su conducta los pelafustanes en ambos extremos del sartén.
Un padre desalmado sujeta a la familia por el mango y ningún argumento logrará inculcarle prudencia o sabiduría. Muchas familias sufren de disfuncionalidad y - en la comunidad internacional - Bolivia parece ser siempre la que acaba con un padre borracho de poder e hijos con un complejo de Edipo exacerbado.
En consecuencia, el pueblo boliviano ha manifestado gran desilusión hacia un sistema político que, bajo la bandera de un partido u otro, ha controlado con mayor mezquindad que desprendimiento el destino nacional. Los padres de la patria, memorables “líderes históricos”, han sido reemplazados por unos “patéticos líderes” de la implosión nacional.
En turno, la sociedad civil ha adquirido gran poder político, un poder que el MNR, UN, Podemos y MAS representan por default* (*una opción que es elegida ante la ausencia de alternativas). Si enterrado debajo escombros de un terremoto debo elegir entre beber mi propio orín o morir deshidratado, mi única opción será permitir que enfríe. El sistema político ha dejado de representar a las desafectadas masas, que ahora buscan identidad bajo banderas regionalistas, o ventilan su frustración mediante criminales actos de racismo.
No hay excusa para la vergonzosa humillación y ultraje al que fueron sometidos los campesinos en Chuquisaca. La histeria colectiva empezó en puertas de un estadio vacío - que irónicamente se llama “Patria” - un rio revuelto de borrachas turbas que el oficialismo pretende pintar como la expresión racional de una bien orquestada y calculada conspiración. Lo que ofusca la justificada indignación ante este despreciable acto racista es que - en esta crisis - la tripleta del vacío legal, vacío político, y vacío institucional es el verdadero enemigo; un vacío que no se llena simplemente confiriendo derechos, asfaltando avenidas, repartiendo dinero, o amenazas de fuego letal.
Bolivia está en una encrucijada y deberá elegir entre dos caminos, no entre tres o cuatro. Una de las opciones está muy bien defendida por el bloque bolivariano. La alternativa – descentralizar el Estado y construir una más dinámica y justa economía de mercado – no puede ser representada por tres o cuatro “salva patrias”. Para que el Referéndum Revocatorio ayude llenar el vacío, los patéticos líderes de la implosión (perdón, quise decir “oposición”) deberán hacerse un cachito a un lado, y permitir al pueblo expresar con unanimidad su otra visión y voluntad. Pero cuando lleguen las próximas elecciones, aún bajo los efectos del poder, seguramente intentarán seguir regalándonos puras mamadas.
Flavio Machicado Teran
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