Quien más se indigna, y el primero en demandar que se castigue severamente a los ladrones, es quien en su vida más dinero ha robado. No lo hace por hipócrita, lo hace para proteger el dinero que ahora esta bajo su poder. El chisme es una conducta un poco más común, y se utiliza también para proteger el territorio. Al mellar la dignidad y reputación del otro, el chisme pretende eliminar la competencia, o por lo menos ponerla “en su lugar”. Mientras más territorial es un individuo, con mayor desprecio hablará del otro, y más le preocupará que hablen mal de él. Por ende, al igual que un ladrón, el chismoso será quien con mayor vehemencia condene el chisme y, exasperado, acusará de chismosos a todos los demás.
Al celebrar en la histórica localidad de Ucureña la Revolución Agraria, el Presidente acusó al sector productivo de pretender controlar los precios y la economía. Pero controlar es lo que pretenden todos. En la constituyente – en lugar de ideales, principios u horizontes - se debate a muerte cada gramo de poder de decisión. Y si la oposición acusa al oficialismo de pretender controlarlo todo, es porque otrora, cuando fueron gobierno, actuaron con idéntica compulsión. Si ahora el Gobierno lanza un grito al cielo porque los empresarios “controlan los precios en el mercado interno”, es porque nada quisieran nuestros gobernantes más que poder controlar hasta el sueldo que al mes ganamos.
Lamentablemente, mientras más plata entra a las arcas del Estado, menos son los empleos disponibles. Mientras más recuperamos la potestad del Estado de intervenir en la economía, mayor es la estagnación. Y en lugar de incentivar la producción y competitividad de nuestra industria, cuya actividad empresarial es la que crea empleos, e impulsa un efecto multiplicador que hace crecer la economía, surge la gran idea de que el Estado – ineficiente por excelencia –sea ahora quien compita con los demás.
El Gobierno dice no poder atender la solicitud de apoyo que hicieron los empresarios agropecuarios, pero que “sí respaldará plenamente los planes de los pequeños productores”. Insulso consuelo es que por lo menos no se piensa desmantelar completamente el sector agroindustrial – como lo hizo Mugabe en Zimbabwe – en nombre de la justicia. Producto de la absoluta ignorancia de las más básicas condiciones necesarias para un sector agrícola productivo, Zimbabwe hoy tiene uno de los índices de inflación y desempleo más altos del mundo, y una población que pasa miseria.
Para controlar el precio de azúcar, el Gobierno pretende impulsar la construcción de tres ingenios estatales en La Paz, Santa Cruz y Tarija, de manera que la supuesta especulación ocasionada por los grandes productores privados “no tenga impacto en el mercado interno”. Se acusa de especulación, cuando las arcas del Estado están siendo utilizadas para satisfacer la necesidad de sus bases políticas, y no los de la economía en general. Se acusa de pretender controlar los precios, cuando la construcción de los tres ingenios pretende precisamente controlar el mercado del azúcar. Se acusa al otro de ser ineficiente y de manipular la economía. ¡Por algo será!
Flavio Machicado Teran
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