jueves, 25 de febrero de 2016

Dimensión Desconocida


Existe un conflicto constitucional dentro del electrón. Las leyes newtonianas no supieron comprender una dimensión donde una partícula se comporta como partícula y como onda a la vez. Luego, hace casi un siglo, se descubrió que la ley de la gravedad no gobierna el mundo infinitesimal. La contradictoria naturaleza de la realidad ahora obliga a la física a utilizar a veces una teoría; a veces otra (Einstein). Lejos de un conflicto intratable, lo que existe en el mundo de la materia es complementariedad.

Parece que la misma dualidad partícula/onda del mundo de la física se reitera en el mundo de la política. La libertad, por ejemplo, puede ser “positiva” o “negativa”, dependiendo de la visión que tenga el individuo. La libertad positiva es la capacidad de los individuos de crear una mejor sociedad. Es decir, la libertad positiva es la libertad de juntos construir utilizando el andamio del Estado. Esta libertad “por algo” es la libertad del socialismo, un espíritu guiado por el sueño de un mejor futuro.

En contraste, existe la libertad negativa; una independencia de la discrecionalidad del otro. Es decir, en la libertad negativa los individuos quieren ser libres de las imposiciones por parte de los poderosos. Todo sistema político requiere “poder” y el poder tiende a imponerse. Por ende, la libertad negativa es una libertad liberal y es la libertad “del otro”.

La fuerza de la acción colectiva es fundamental en la construcción de lo común. La fuerza del individuo también es fundamental para, cual átomo, canalizar a energía de la dimensión humana. Las dos fuerzas (colectiva e individual) interactúan de manera fluida, cual fuerzas que gobiernan el mundo de la materia. Y aunque el conjunto de átomos (materia) obedece a la teoría newtoniana y la partícula individual (energía) obedece a la teoría quántica, esa dualidad no implica necesariamente conflicto. Entre las dos realidades existe complementariedad y ambas libertades son importantes en la construcción de una sociedad.

Diversas columnas también sostienen la estructura de la democracia. A lo largo del tiempo una democracia se consolida una columna a la vez. El voto se ha vuelto cada vez más universal. Las reglas de juego se perfeccionan, para impedir abusos de poder; y  se desarrollan pesos y contrapesos e igualdad ante la ley. Por muy importantes que sean ambas, el “voto” (voluntad del pueblo) y la “regla” (leyes en la constitución) a veces entran en conflicto.

Las reglas no son inmutables. Bolivia ha promulgado 17 diferentes constituciones y miles de modificaciones. Reducir la democracia a sus normas/procedimientos en un entorno polarizado y democráticamente inmaduro puede llevar a mayor conflicto. A su vez, enarbolar al voto por encima de la ley también puede conducir a que las grandes masas violen los derechos de las minorías. Sin el equilibrio de la ley, el poder de la mayoría puede degenerarse en tiranía.

La democracia Bolivia es una institución incipiente, que ha permitido un periodo de estabilidad económica y social. Estamos superando un pasado racista y de exclusión social sin los traumas de sociedades con similares experiencias de segregación en base a etnia o religión. Con todas las imperfecciones del modelo de desarrollo implementado en la última década, hemos aprovechado de la bonanza mil veces mejor de lo que lo hubiéramos logrado si en vez de un proceso de cambio, el 2003 hubiésemos sembrado las condiciones para una guerra civil.

Es consuelo de tontos pensar que cualquier régimen es mejor que un conflicto intratable entre hermanos. Ello no nos exonera de entrever posibles consecuencias de nuestras decisiones. Si bien es cierto que el poder político y recursos del Estado permiten ventajas sobre adversarios, también es cierto que en un país polarizado, que recién da sus primeros pasos “democráticos”, existe el peligro de caer nuevamente en un impasse si un sector social percibe que se ha  marginado a su caudillo.

La democracia es una herramienta que permite resolver conflictos y optimizar procesos dentro de un marco civilizado, donde priman los mecanismos e instituciones por encima de la fuerza. En una democracia, al igual que en una buena negociación, ninguna de las partes obtiene todo lo que quieren. El objetivo de la democracia, por ende, es el de lograr un compromiso entre partes, evitando que las diferencias desencadenen en una crisis, luego en un conflicto, luego en una situación en la cual perdemos todos.

Existen buenas razones para votar en el referéndum de febrero por cualquiera de las dos opciones. En la mesa estarán dos principios democráticos: la “voluntad de la mayoría” vs. las “reglas de juego”. Ambas “teorías” tienen sus propias deficiencias y ninguna de las dos opciones habrá de garantizar una convivencia democrática. Mucho menos un referéndum logrará garantizar un modelo de desarrollo de avance a nuestra sociedad por un sendero estable y próspero. Gane quien gane, no hay garantías, todavía.

La democracia boliviana se mueve dentro de una dimensión binaria, donde hay “buenos” y “malos”, “patriotas” y “vende patrias”, “socialistas” y “capitalistas”. En caso de crearse el 2019 la “tormenta perfecta” (déficit fiscal, recesión o desaceleración económica), ¿tendrá el pueblo la madurez o sofisticación necesaria para asignar responsabilidad a quien verdaderamente le corresponde? O ante una posible marginación del caudillo, ¿será la percepción en un sector vocifero y movilizado que la culpa de la crisis le corresponde al que acaba de entrar?

Nuestra democracia es incipiente. Construir una complementariedad entre la fuerza del grupo y la fuerza del individuo, entre el Estado y sociedad civil, entre diversas teoría de lo que significa “democracia” y “libertad”, no ha sido nuestra prioridad. Estamos enfocados en encontrar contradicciones y victimizarnos cuando la regla nos perjudica. Un empresario, por ejemplo,  puede comprar muchos avisos y clasificados en los medios de comunicación. Por ende, su  “libertad de expresión” no es comparable con la de un obrero. Es por ello que el Tribunal Supremo Electoral vela por cierta igualdad, para evitar asimetrías en el poder con el que los poderosos pueden ejercer sus “libertades” (o privilegios). Ello representa un equilibrio entre fuerzas, no una contradicción.

Para superar esta aparente dualidad se requiere forjar una cultura que comprenda que las herramientas de la democracia no están diseñadas para eliminar contradicciones, las cuales forman parte de la vida en sociedad e incluso del mundo de la física. Las herramientas tan solo pueden crear espacios y equilibrios. A su vez, crear complementariedad entre opuestos es parte de ejercer la “pluralidad” y “diversidad” que supuestamente enarbolamos. Ello requiere superar el maniqueísmo tribal que tanto daño hace.


Debemos entender que la construcción de una democracia estable y prospera no se consigue con un referéndum, o con una regla de juego; se logra mediante un espíritu democrático, que busca reconciliar diferentes tipos de libertades y diferentes tipos de herramientas para el desarrollo. La vida en sociedad es compleja. No es necesario elegir entre el Estado o el mercado, entre la comunidad o el individuo. Y si bien esta vez necesitamos elegir entre el “si” o el “no”, esperemos que no se reduzca nuevamente a un ejercicio binario. Esperemos que el referéndum de febrero forme parte del sendero dialectico hacia una dimensión más madura y que no pensemos que con una voluntad de la mayoría y una regla de juego hemos llegado al fin. 

viernes, 5 de febrero de 2016

El Lenguaje es un Carnaval

El lenguaje es el arte más elevado. La comunicación, sin embargo, es un ejercicio frágil. Ni hablar del razonamiento que, en contraste con el noble ímpetu de la sabiduría, se enfanga en sucias pugnas del ego y del poder. El lenguaje,  responsable de la acumulación de conocimiento, es a la vez vehículo de gran deshonestidad intelectual.

El significado de un conjunto de letras, idénticamente organizadas, depende del contexto. “Radio” es un aparato, una medida geométrica y elemento químico a la vez. El mango se puede comer o sujetar. Y si el significado de la capital y el capital depende del artículo que precede la palabra, un artículo de la constitución puede incurrir en confusión cuando la palabra utilizada es polisémica. No es lo mismo, después de todo, la yema del dedo, que una yema de huevo.

La palabra “control” proviene del término francés contrôle y significa comprobación, inspección o fiscalización.  Dependiendo del contexto, también puede hacer referencia al dominio, mando y preponderancia sobre el otro.

En un reciente debate entre la Presidenta de la Cámara de Diputados, Dra. Gabriela Montaño y el analista Carlos Cordero, se utilizó la palabra “control” en dos sentidos diferentes. No es lo mismo tener control “de” que tener control “sobre”. En el primer caso se refiere a dominación; en el segundo se refiere a una fiscalización.

La Dra. Montaña correctamente aclaró que el Poder Legislativo debe fiscalizar a los órganos del Estado. En el Articulo 158, la Constitución evidentemente dice “…controlar y fiscalizar”. La confusión se pudo haber debido a que la palabra “control” confundió a la Dra. Montaño sobre su debido deber. El llegar a la conclusión que ella desconoce la Constitución porque en un debate se confunde la acepción de una palabra me parece un sofismo muy elaborado.

¿Se defiende aquí un razonamiento, o al MAS? El lector rápidamente llegará a la conclusión que aquí el objetivo es político, no así intelectual. Espero que seguir leyendo le permita aclarar la figura.

El ex -Presidente Carlos Mesa recientemente opinó "Evo debe a Goni mucho más de lo que él se atreve a reconocer”, lo cual ha sido causa de vitriólicos análisis y una exegesis que más que un análisis parece un exorcismo del pasado “neoliberal”. Tal vez se pueda acusar a Mesa de obviedad o incluso una tautología. Todo Presidente del mundo, después de todo, construye sobre los que construyó el anterior. En ese sentido, Evo le debe a todos y cada uno de los que supieron avanzar la democracia, inclusión social y justicia. No olvidemos que su “revolución” fue pacífica y en las urnas, gracias a un sistema imperfecto, pero que supo reconocer la voluntad de mayorías otrora excluidas y discriminadas.

Por suerte Carlos Mesa no dijo que Evo le debe a Banzer y Quiroga por su papel en la construcción del gaseoducto a Brasil, sin el cual la nacionalización hubiese tenido un inocuo impacto económico. Jamás sabremos si Evo Presidente en el año 1996 hubiese conseguido financiar un proyecto de esa magnitud. Lo que sí sabemos es que la actual gestión no ha sido aún capaz de construir un gaseoducto al Mutún, condición sine qua non para la industrialización del yacimiento de hierro más grande del mundo.

Para las grandes mayorías, las palabras aquí plasmadas sólo deben servir para identificar al autor como fiel lacayo del proceso de cambio u opositor. El razonamiento detrás de las yemas que presionaron el teclado para compartir un principio le valdrá una yema de huevo. Y si las voluntades se dividen 55% a 45% en una u otra dirección, de lo que estoy seguro es que al 97% (+/- 3% de margen de error) sólo le interesa saber si un análisis está de acuerdo o en contra de su agenda política favorita.

El cura de la parroquia seguramente se lamenta que el contenido religioso haya sido extraído del carnaval, mientras que otros lamentamos que el maniqueísmo no tenga cura. Decir “si” o decir “no” parece ser la única opción disponible, en un mundo un tanto más complejo.