jueves, 28 de febrero de 2013

Ser o No Ser


Antes ellos lanzaban diatribas desde su bunker de la Arce. Ahora, en Nueva York, somos nosotros quienes les decimos samba-canuta en su cara. Hace poco les dijimos que su ONU alberga un “Consejo de la Inseguridad”.  A ese Consejo le debe resultar difícil diferenciar entre un genocidio donde mueren menos de 70 personas, del legítimos derecho a bombardear con artillería pesada, tanques de guerra y bombarderos a niños y ancianos. No obstante, implícitamente instamos los lacayos de la ONU apoyar la lucha del Gobierno de Siria contra el “terrorismo”.

Detener a los terroristas en Siria obliga a su gobierno a ser cómplice en la muerte de más de 70,000 ciudadanos. Gajes del oficio. En Bolivia tenemos terroristas propios y esperamos que su largo proceso judicial y posible castigo disuada a otros de osar con experimentos separatistas.  Antes, EE.UU. era líder en esa batalla, ahora somos nosotros quienes apoyamos tácticas antiterroristas en el lejano Oriente. Los tiempos cambian, la retórica es la misma.

¿Bolivia asestando golpes diplomáticos contra “malos” vecinos? Es como si hubiésemos invertido roles con los norteamericanos. Antes ellos sermoneaban sobre el déficit fiscal y la importancia de hacer a un lado el partidismo tribal. Ahora son ellos los polarizados, incapaces de ponerse de acuerdo ni siquiera para salir de una de las mayores crisis de su historia.

El Congreso norteamericano ha diseñado un mecanismo de recortes automáticos generalizados, denominado “sequester”. Si los demócratas y republicanos no llegan a un acuerdo para superar el actual estancamiento presupuestario entonces, por ley, caerá un mazo fiscal y se reducirá el gasto a lo largo y ancho del Estado. Es decir, si en el Congreso no se puso de acuerdo el pasado viernes sobre cuanto el Gobierno puede gastar, entonces el presupuesto para educación, salud y defensa nacional se reduciría en 85 mil millones de dólares, con el correspondiente impacto sobre una economía que no puede darse el lujo de contraerse aun más.

La inversión de roles es curiosa. Antes nosotros no nos poníamos de acuerdo en nada. Ahora simplemente estamos confundidos entre “ser o no ser”. En este sentido, el tema del déficit fiscal nos confunde aun más. Nos resulta paradójico que se predique austeridad, pero que las naciones europeas que mayores medidas draconianas han impuesto para solventar la crisis sean las que campean menores índices de recuperación económica. Nos confunde que Obama argumente que una austeridad desmedida no es siempre la mejor receta en época de recesión.

¿En qué quedamos? ¿Más gasto o austeridad? Todo depende. Si los bancos ingleses manipulan la tasa Libor, entonces merecen multas multimillonarias (ver Barclays). Ello no justifica arremeter contra el éxito de la banca boliviana. Si EE.UU. y Europa necesitan políticas keynesianas para salir de la actual crisis, ello no justifica incrementar -sin reservas- el gasto público.

La economía no es una dimensión maniquea. No hay verdades absolutas; hay coyunturas. Por ende, para ser hay que ser plástico y adaptar la política según la necesidad. No hay que ser necio en el uso de la política favorita. En sus épocas de bonanza y liderazgo en la lucha contra el terrorismo, EE.UU. atizaba banderas nacionalistas, valores morales  y “cohesión” orgánica.  Si la caída del muro de Berlín no marcó el Fin de la Historia (ver Fukuyama), la política económica boliviana tampoco debería recaer en triunfalistas sonetos shakesperianos. Lanzar poéticas diatribas a cada vez más enemigos no sostendrá esta buena economía. Ser flexibles, no ser dogmáticos propagandistas; esa es la cuestión.  


martes, 19 de febrero de 2013

Lectura Perfecta


Avances en la ciencia forense atentan contra lecturas psicópatas de brutos que – en nombre de un apetito patriarcal – victimizan a mujeres. Expertos ahora pueden reconstruir la escena del crimen y recolectar evidencia incriminatoria. Treinta años de cárcel no son suficientes para aquel culpable de feminicidio. 

La economía es una ciencia menos exacta que la forense, por lo que abundan en su gremio lecturas antojadizas. En Washington, por ejemplo, leyeron mal la burbuja inmobiliaria; burbuja que se tragó millones de millones de dólares en riqueza del pueblo. La ingeniería comercial de “bonos basura” e ingeniería social de bancos estatales (que prestaban a individuos sin empleo ni ingresos), hundió a la economía en una crisis perfecta (ver: Freddy Mac, Fannie Mae y préstamos NINJA).

Menos exacta aun son las ciencias políticas. Ni siquiera espías de la CIA vieron venir la implosión del bloque comunista. Capaces de lanzar ojivas nucleares y miles de satélites al espacio, el muro de Berlín se precipitó a la tierra más rápido que meteorito que surca cielos de Siberia.

En Bolivia, dos malas lecturas podrían atizar una tormenta perfecta. La primera lectura involucra a la banca; la segunda a la constitución.  En las suculentas ganancias del sistema financiero, por ejemplo, hay economistas que leen una incitación a encajar en la bolsa estatista otra nacionalización. A su vez, políticos sin bastón de mando leen en la constitución los voluptuosos fundamentos  para emprender una temeraria pulseta jurídica que les permita interponerse a la participación del Presidente Morales en la próxima contienda electoral.

Una lectura miope de la salud financiera de los bancos interpreta su robustez actual como una invitación implícita a avanzar justicia social con las utilidades logradas por el cobro de tasas de interés. Ignorar que el sistema financiero es también vulnerable a  ciclos económicos es exponer al pueblo a un potencial economicidio. Si bien, por ahora, la cartera vencida de la banca está en niveles históricamente bajos, esos préstamos pueden estar siendo utilizados para especular con bienes raíces, o mercadería de Iquique; en vez de rubros productivos.  Evidencias de una burbuja que se infla no saltan a la vista.

Una desaceleración económica (producto de una banca nacionalizada), sumada a precios más bajos por materia prima y un gasto fiscal desenfrenado, puede crear una tormenta financiera. Pero si agregamos a ese escenario un potencial vacío político en el oficialismo (producto de deshabilitar legalmente la candidatura de Morales), una tormenta perfecta podría infiltrarse al menú. La ciencia de la economía no puede predecir si el cambio hacia el estatismo derrochador seguirá siendo sostenible en el tiempo. Pero no hay que ser analista político para entrever el grado de violencia que sería engendrada si la oposición gana el 2014 ante un candidato suplente, para luego heredar las facturas de la política-económica actual.

La ciencia forense lee lo que sucedió, no lo que sucederá mañana. La economía y ciencias políticas, en cambio, intentan evitar caer en ciclos económicos y continuas crisis políticas. Temo que los ciclos son inevitables y que la estabilidad es siempre frágil. El ímpetu nacionalizador fuera de control y las ganas de ganar elecciones en las cortes (en vez de las urnas), son lecturas que ponen en peligro la integridad del pueblo. Seguro que ni nacionalizarán la banca, ni evitarán la candidatura de Evo. Pero en el afán de unos de tirar abajo al egoísta capital privado, y de otros de tirar abajo un estatismo ineficiente, podemos leer perfectamente un ímpetu absolutista, propio de la mente patriarcal.