sábado, 17 de enero de 2009

®evoluci♀n

®evoluci♀n

El último gran mercenario de una batalla medieval se despidió con las siguientes palabras: “Asesinar inocentes para avanzar una ideología está mal todo el tiempo, en todo lugar”. Sugiero que expandir la democracia en nombre de la seguridad nacional norteamericana es una “ideología”. A su vez, utilizar fuerza militar para imponer libertad en Irak ha resultado en la muerte de inocentes. Con sutilezas semánticas y una movible interpretación legal de lo que representa “tortura”, el campo ideológico del ex -Presidente Bush pretenden exonerarlo de sangre estúpidamente derramada. Tal vez George W. Bush jamás tenga entre las manos el bastón de mando; pero su ignorante visión del “bien y el mal” continuará gobernando nuestra conducta.

Llegó a su fin una era contaminada por el cerebro menos privilegiado que desde la Casa Blanca haya gobernado. Nos engañamos, sin embargo, al suponer que el mundo ha cambiado mágicamente con su partida; o que nuestro cerebro procesa la información de manera diferente de aquel a quien con vil desprecio despedimos. La epidemia del narcisismo post-moderno nos conduce a la ilusión que nuestro cerebro no tiene nada en común con el cerebro de Bush. ¡Ya es hora que se vaya! Me refiero a una lógica reduccionista, que simplifica la realidad en polos opuestos, antagonistas y eternamente irreconciliables.

Es precisamente esta lógica lineal que en tierra de Jesús conduce a los bandos de una ancestral pugna empecinarse por eliminar al otro. Si el vecino encarna la maldad, lo lógico es intentar erradicarlo. Esta lógica lineal no es producto de la burguesía, capitalismo o moral judeocristiana occidental. Es una manera incompleta de procesar la información que – en el proceso evolutivo de la consciencia – ha favorecido al cerebro izquierdo, creando una escala de valores “masculina”. En la lógica lineal predomina el ímpetu de proteger a los nuestros, erradicar peligros y acumular armas que ayuden a enfrentar crisis, entre ellas el dinero.

La supremacía de la lógica lineal no ha impedido un proceso dialectico que permite a la civilización compartir valores. Simplemente ha hecho más tortuoso el camino. A pesar de esta limitación cognitiva, hoy tenemos en común muchísimo más que lo que jamás tuvieron civilizaciones enemigas de nuestros antepasados. El proceso continúa y ha de requerir de mayor síntesis dialéctica, fusión y libre interacción entre diferentes ideas sobre cómo perfeccionar nuestra convivencia.

El proceso de integración continuará, no sin antes caer en actitudes deleznables, como la de los medios de comunicación que “ofendieron, provocaron y humillaron” a George W. Bush. La crítica suele ser ruda. Pero es gracias al permanente cuestionamiento de la lógica con la cual pretendió hacer el bien para su pueblo y expandir la “gracia” divina de la libertad, que el mudo entero ha aprendido una valiosa lección: para enfrentar cualquier crisis debemos trascender el limitado fundamentalismo ideológico, para utilizar todas las herramientas disponibles.

Integrar la perspectiva “femenina” del cerebro derecho ayudará a procesar información de una manera más compleja. Para ello debemos aprender a escuchar mejor y sentir compasión por nuestros detractores. Es con compasión hacia su malvada ignorancia que me despido de la era de Bush, para dar la bienvenida a una nueva era de diálogo, tolerancia y reflexión orientada a reconciliar aparentes contradicciones. Es con compasión hacia mi propia inclinación a compartir con ironía únicamente aquello que puedo comprender, que acepto mis múltiples limitaciones. Es con compasión que intentaré entender la juvenil mentalidad con la que – en nombre de una “justa” discriminación –abusan de un bastón de mando que pertenece a todos por igual.

Flavio Machicado Teran

domingo, 11 de enero de 2009

Incorpóreo

Las palabras se las lleva el viento. Lo plasmado en tinta gobierna “para toda la vida”. Por lo menos hasta que el pueblo decida nuevamente borrar lo escrito. El domingo 25 de enero se decide si la nueva Carta Magna ayudará a Bolivia subsanar heridas, construir caminos y juntos transitar por el sendero del desarrollo. Igualdad ante la ley ya había sido promulgada. En la práctica, sin embargo, aquellos con más dinero resultaron tener sus propias reglas de juego. Si se pretende evitar futuras inconsistencias y asimetrías, restándole a la sociedad su capacidad de generar el maldito dinero, entonces vamos por muy buen camino.

Por perfectas las palabras que Moisés bajó del monte, lo difícil ha resultado ser que esas palabras cambien nuestra conducta. Incluso palabras talladas por Dios no han logrado transformar nuestra propia mezquindad. Lo que se pierde en la actual intransigente pugna por el poder, es que lo importante no es la voluntad que queda plasmada en un papel, sino el delicado balance entre definir derechos, establecer un marco normativo para el buen gobierno y nuestra capacidad de adaptación. En su capacidad de permitir flexibilidad para enfrentar circunstancias inimaginables es que las palabras sirven para desarrollar soluciones prácticas. Su servicio al ser humano no radica en quimeras hilvanadas con la mejor intención.

Las actitudes reflejan valores, ideales y códigos culturales que se transfieren sin necesidad de leer una sola letra. Mi padre escribe sobre actitudes que gobernaron en Bolivia entre 1952 y 1989. Otras actitudes datan de nuestro pasado primitivo, cuando las “ideas” de la tribu se protegían derramando sangre. Ahora las ideas impregnan cerebros a miles de kilómetros de distancia, sin necesidad de enviar misioneros o un ejército invasor. En la China, por ejemplo, cientos de millones de individuos entienden el beneficio del libre mercado. En el futuro cercano, las actitudes y valores seguirán cambiando en la China, según lo dicte la circunstancia. Las palabras, por ende, deben dibujar un mapa de navegación, no definir una sola nave, o un solo destino. El libre mercado, políticas fiscales e intervención en el mercado son herramientas, no verdades absolutas.

Las palabras aquí plasmadas no son sobre el referéndum o la nueva Constitución. Este escrito es sobre la capacidad de adaptar nuestra conducta a las crisis y problemas que rigen el momento. La adaptación requiere abandonar la idolatría que conduce a personificar nuestras herramientas en simples mortales. La izquierda norteamericana, por ejemplo, se rasga las vestiduras porque Obama piensa sostener la política tributaria de “Bush”. La derecha porque los principios “fundamentales” de Jefferson y Madison han sido vulnerados por el imperativo actual de intervenir en el mercado. ¡Son herramientas! Pero preferimos odiarlas o amarlas, como si fueran de carne y hueso.

Árabes e israelitas se deshumanizan mutuamente por una controversia sobre cuya palabra es superior. En lugar de herramientas para resolver crisis cada vez más profundas, las palabras se convirtieron en ídolos inamovibles. Enceguecidos por el dolor de sangre derramada, no podemos reconocer que “allá” tambien se conducen políticas de Estado atizando la inmolación de su propio pueblo en nombre de una extremista agenda religiosa, pero orar en un acto político “aquí” nos escandaliza. Dios no debería ser parte de la agenda política ni aquí ni allá. Pero como únicamente vemos inconsistencias consistentes con nuestros prejuicios, jamás podremos reconocer que las lindas plegarias que se pretende plasmar en un papel serán tan solo objetos de fe. En la doctrina de la carne no existen palabras que nos libere de nuestra mezquina ignorancia. Lo que reina aquí y allá no son palabras; aquí en la tierra el prejuicio de la piel es rey.

Flavio Machicado Teran

martes, 6 de enero de 2009

Transformación para Principiantes

Aquellos con el don de observación encontrarán incluso en una jauría de lobos reflejo del milagro de leyes creadas por la mano de Dios. Fieros lobos forjan amor que se convierte en leche para amantar sus recién llegados. Para lidiar con los inadaptados, la jerarquía hilvana orden en una fibra social que hace posible la supervivencia del clan. La observación de Charles Darwin sobre cómo evolucionan estos mecanismos fue precisa, pero incompleta. Darwin no supo reconocer un propósito divino en el proceso evolutivo que hace del aparente caos una fuerza vital de vida. Las jaurías de lobos han venido desarrollando lentamente “culturas” genéticas que reproducen conductas que funcionan. El supuesto capricho aleatorio en el arte de selección natural, mediante el cual las especies se perfeccionan, es en realidad una danza sincronizada a música compuesta por nuestro Creador.

Incluso millones de años de perfeccionamiento no logran que la jauría de lobos más efectiva que jamás haya pisado la tierra sea más hermosa que el clan más mediocre de toda la humanidad. Por crueles que hayan sido los humanos, amaron a los suyos con un don que los lobos no saben reflejar. Nuestra profunda ignorancia e incomprensión de las leyes de Dios - mecanismos que utiliza la naturaleza para reproducir hermosos cachorritos – tal vez hace que la convivencia entre seres humanos sea mediocre. Nuestra incapacidad de reconocer que Dios se manifiesta incluso en los instintos que forjan nuestro tribalismo, no desmerita el hecho que somos animales con una consciencia superior a la del lobo. Inclusive nuestra ignorancia refleja un don humano, tan humano. El lobo jamás se dará por enterado de sus deficiencias sociales o cognitivas.

Dios no hace las cosas caprichosamente. Su creación ha sido agraciada con la capacidad de adaptación a las condiciones físicas que gobiernan la superestructura. Karl Marx observó esta relación dialéctica entre la manifestación cultural y los mecanismos utilizados para reproducir la vida. Su observación, sin embargo, también fue incompleta. Los avances en la biología permiten entrever que incluso las especies – y no únicamente el ser humano – se organizan según las condiciones materiales que rigen la supervivencia colectiva. Si en Darwin podemos encontrar las leyes de Dios, y en Marx podemos encontrar la dialéctica materialista de Darwin, no debería ser imposible encontrar en nuestro primer dignatario un potencial estadista de talla mundial. Por lo menos no debería ser excusa para dejar de ayudarlo a convertirse en uno.

La premisa que aquí interesa no es tanto que todos los mecanismos que utiliza la creación para perfeccionar la manifestación divina de vida se integran y complementan en un manto biológico hilvanado por leyes que aun no logramos completamente comprender. La premisa importante es que tendremos a Evo para rato, y que lo único peor a perder su liderazgo será no saber aportar a su lenta evolución. Nuestra capacidad de adaptarnos a las nuevas reglas de juego, de descubrir los mejores mecanismos para amamantar el cachorro de democracia tendrá que ser perfeccionada. Si Dios nos ha arrojado un limón de hombre, es menester de esta jauría aprender hacer limonada.

El tribalismo es una herramienta tremendamente útil en el arsenal de mecanismos sociales que reproducen la vida. Gracias al tribalismo los seres humanos se solidarizan, creando una cadena de hermandad incluso con aquellos que no comparten su mismo código genético. Lo importante es extender los dones de este primitivo sentimiento - o instinto - a toda una nación. Lo importante es perfeccionar el tribalismo, aceptándolo, transformándolo, haciéndolo más tolerante e incluyente. En la base de nuestra organización social, la solidaridad y empatía hacia aquellos que comparten una misma bandera, infraestructura y destino es un secreto a gritos, base del éxito de grandes naciones. Lamentablemente el tribalismo primitivo –instinto que busca excluir a los que pecan de pertenecer a grupos humanos diferentes – fue utilizado en Bolivia para someter al pueblo y apoderarse de la riqueza de la nación. La culpa no es de la herramienta, sino del egoísmo con el cual se pretendió pasar por patriotismo un instinto tribal.

El clan de bolivianos es infinitamente más complejo y hermoso que cualquier jauría de lobos. Ello no es garantía que nuestro instinto no se manifieste en su dimensión animal. Los instintos hoy se apoderan del discurso y agenda política, haciendo tanto más fácil acusar al otro de aquello que carcome nuestras propias entrañas. Nos llenamos la boca de acusaciones y condenas al odio y resentimiento tribal con el cual se pretende encaminar a nuestros hijos. Pero incluso el odio y resentimiento son herramientas que utiliza la creación para perfeccionar nuestra convivencia. En el caso boliviano, son advertencias a nunca más obrar con el mismo desprecio hacia el prójimo con el cual nos habíamos acostumbrado a actuar. Si existe hoy resentimiento, es porque la clase gobernante actuó con idéntica arrogancia y racismo. No aceptar responsabilidad puede ser humano, tan humano, pero no es una buena estrategia política o existencial. Resignarse a la arremetida del frankenstein de nuestra propia creación es también manifestar mediocridad y atentar contra las leyes naturales de adaptación, perfeccionamiento y evolución. Aceptar y reconocer nuestro primitivo tribalismo ha de permitir construir sobre ese más básico instinto condiciones de convivencia que superen en efectividad la actual ley de la selva.

Una clarísima oportunidad de avanzar una identidad boliviana más compleja nos la ofrece nuestro mortal enemigo: Chile. El 2009 se cumplen 130 años de nuestra mediterraneidad. El acercamiento político y económico con el gobierno de Bachelet tal vez sea producto de circunstancias que pesan más sobre los caprichos personales, que sobre una estrategia racional. Tal vez juegos geopolíticos hacen que nuestra vieja estrategia de atizar el sentimiento de victimas, manipulando un tribal odio y resentimiento hacia el usurpador del Pacífico, sea momentáneamente una estrategia políticamente incomoda. Tal vez el odio y resentimiento vuelvan a ser atizado en caso que el próximo gobierno chileno deje de ser afín a la ideología que actualmente impera, o si el próximo presidente chileno no inspira el mismo cariño con la cual la presidenta Bachelet ha embrujado a todo un pueblo. No importa. Sea por el embrujo del amor, o por la fría racionalidad de un destino compartido, lo que importa es que existe la posibilidad de acercar a nuestros pueblos, para así permitir que nuestros hijos se beneficien de un acercamiento político, comercial y cultural entre naciones vecinas.

El patriotismo es el tribalismo mayor, sentimiento frecuentemente manipulado para doblegar la voluntad de las masas, en lugar de avanzar amor por nuestro prójimo, o el bien de la nación. En Chile se llenaron la boca de patriotismo para callar por siempre a líderes caídos un 11 de septiembre. En EE.UU se prepararon esa misma fecha para vengar sus torres caídas. El patriotismo, al igual que el tribalismo, muchas veces es solo excusa para obrar impunemente con ignorante malicia. Hacer lo correcto es un patriotismo de menor grado, un acto que inspira a quienes se benefician del don de la cooperación. La tentación el 2009 será impugnar las motivaciones, resaltar las inconsistencias y señalar las múltiples contradicciones de nuestro acercamiento al pueblo chileno. Crear condiciones para - en nombre de un mutuo beneficio y apertura comercial con un socio que nunca fuimos capaces de aceptar - abandonar nuestro primitivo tribalismo, será un avance para todos los bolivianos. Si no fuimos capaces de reconocer en Chile un aliado en esta brutal guerra contra el subdesarrollo, el 2009 tendremos una oportunidad más de perfeccionar nuestras deficiencias y evolucionar nuestra organización social.

Si en el proceso de crear sinergias básicas con nuestro vecino del sur nuestro primer mandatario aprende a ser un mejor presidente, debemos reforzar positivamente aquellas conductas que funcionan. De lo contrario, seguiremos reproduciendo un método que ha demostrado ser un gran fracaso: cooperar únicamente cuando nos conviene, y únicamente con aquellos que forman parte del inmediato clan. Si el presidente Morales es aquel elegido para sentar el precedente histórico de abrir mercados para Bolivia, merecerá el apoyo de todos que entienden el beneficio de la integración e intercambio comercial. Incluso lobos, fieros y faltos de misericordia hacia sus presas, entienden los dones de la cooperación. Los que debemos dejar el tribalismo primitivo, para transformar nuestra mezquina tendencia de apoyar únicamente la causa de nuestro partido, somos todos.

Flavio Machicado Teran