No tengo evidencia que compruebe mi hipótesis. Si la historia comprueba que estoy equivocado, me hará feliz. De lo contrario, mi perturbada interpretación de los sucesos comprobará que– con tal de defender la hegemonía – en la política todo vale, incluso mentir. El gobierno de EE.UU. se ufana de lo que la guerra fría terminó sin disparar una sola bala y que la historia ha comprobado su “ideología” superior. Suficiente entonces para su aliada Georgia enarbolar su estrategia militar bajo la bandera de la libertad y democracia, para verse justificada en intentar resucitar la guerra fría.
Detesto las teorías de conspiración. Esta aversión personal hace tanto más difícil el ejercicio intelectual que los todavía nebulosos hechos me obligan a llevar a cabo. ¿Quién lanzo la primera piedra? Muchos conflictos regionales están supeditados a interminables interpretaciones embarradas en prejuicio personales que pretenden no solamente comprobar que fue el otro, sino también demonizar al oponente como cómplice en la agenda del mal. En agosto de 2008, mientras el mundo celebraba la paz y fraternidad entre naciones a través del deporte, alguien empezó un brutal ataque militar. No me dirán que - en plena era de avanzados satélites y permanente vigilancia militar – no podemos determinar a ciencia cierta si fueron los rusos o georgianos los primeros en violar en Osetia del Sur el acuerdo de cese al fuego.
Los medios de comunicación callan, y si no callan cuenta solo un lado de la historia. Saakashvili, presidente de Georgia, acababa de anunciar una resolución pacífica al conflicto con la población de Osetia del Sur – 90% con pasaporte ruso – cuando su ejército lanzó un feroz ataque sobre el pequeño contingente militar ruso estacionado en la periferia de la ciudad de Tskhinvali. La población de Osetia, cultural y étnicamente identificada con Rusia, sufrió un masivo e indiscriminado ataque por parte de las fuerzas “democráticas y amantes de la libertad” de Georgia. Cual mafioso que utiliza a sus lacayos como carne de cañón, el presidente Saakashvili seguramente se regocija ante la brutalidad con la que respondieron los rusos. Su macabro plan de convertir a su nación la victima de agresión rusa valió sacrificar, primero miles de separatistas, luego miles de compatriotas, todo en nombre de la geopolítica y poder político personal.
Los norteamericanos se han tragado el anzuelo, con plomo y carnada, para luego salir en incondicional defensa de su aliado militar. Ahora aprovechan para sacar a relucir sus propias teorías de conspiración, acusando a Rusia de utilizar a Georgia para castigar el acercamiento de Polonia y Ucrania al occidente. El trasfondo geopolítico incluye la intención de incorporar una serie de naciones del ex - bloque soviético a la OTAN, incluyendo Georgia. Este drama no exonera al presidente Saakashvili de ser un hábil y cínico mentiroso, que quiere hacernos creer que “estaba de vacaciones” cuando se desató el conflicto. Puede ser que la inteligencia militar norteamericana una vez más peca de incompetencia. Tal vez existe un intento deliberado de tergiversar los hechos para justificar a Saakashvili y avanzar la hegemonía política de EE.UU. en una región rica en petróleo. Pero ya no estamos en 1968, menos aun en 2003. Intentar calentarnos la cabeza con falsas dicotomías entre el “inocente” demócrata de Tbilisi y los malvados osos de Moscú es insultar nuestra inteligencia. Espero estar equivocado.
Flavio Machicado Teran