viernes, 31 de agosto de 2012

Enajeno lo Ajeno

“Solo por enajenado podemos ignorar”. Hay muchas maneras de ser enajenado. Enajenado también es aquel que - en un mundo tan interconectado - ignora los debates sobre libertad de prensa y derecho internacional en Ecuador, el control cambiario en Argentina, o las elecciones presidenciales en Venezuela. Ser ignorantes de lo ajeno es un derecho constitucional. Lo ajeno, sin embargo, forma parte del ejercicio cívico, político e intelectual, que permite encontrar las mejores respuestas a los problemas que humanos encuentran en sociedad.


Aprender de la historia-en-movimiento implica una sed de debate; una sed que el pueblo boliviano parece poder substituir por su sabor preferido de consigna sectorial. En la aldea global, patrocinada por avances en la tecnología, siguen gobernando los malos hábitos, mientras los jóvenes disfrutan de enterarse si Rihanna sigue enamorada de Chris Brown.

Dos elecciones en nuestro continente brindan la oportunidad de tomar el pulso al debate entre izquierdas y derechas: EE.UU. y Venezuela. Pero por muy interdependiente y comunicada nuestra aldea global, la curiosidad que despierta el embarazo de Shakira es cien veces mayor que el interés que despierta nuestro destino compartido.

Todos sabemos que las decisiones que tomarán los líderes de estas dos grandes potencias regionales afectarán el rumbo y creará las condiciones para lidiar con las crisis que puedan azotarnos en un futuro cercano. Conocemos las consecuencias. Pero como no tenemos voz ni voto en esa decisión, tampoco tenemos tiempo para atender debate ajeno.

Las elecciones norteamericanas reflejan la polarización de un pueblo al borde una guerra civil verbal. Los norteamericanos están profundamente divididos en su visión del bien y del buen gobierno. Pero en vez de observar cómo una sociedad -otrora conservadora e imperial- lucha por transformarse en un pueblo conciliador y compasivo, la desidia intelectual conduce a dibujar caricaturas que deforman la verdadera naturaleza del debate y pugna por el poder en nuestro poderoso vecino.

El debate en EE.UU. es sobre  el equilibrio entre interés nacional (impuesto militarmente) y cooperación multilateral (en base a consensos internacionales); entre la fuerza pujante de la iniciativa individual para crear empleos y el papel regulador que, para evitar las externalidades negativas del mercado, debe jugar el Estado. En juego está la permanente transformación del capitalismo. La banalidad, sin embargo, parece ser parte de la condición humana. El disparatado discurso de Clint Eastwood en la Convención Republicana, por ejemplo, despertó mayor interés que el discurso del candidato de la derecha a la silla en Washington.

Si el Presidente de Egipto condena al régimen Sirio en la Reunión de Países No-Alineados nos tiene poco preocupados. Si ese debate ha avergonzado al anfitrión, Irán, nuestro aliado no-alineado, ello nos importa un comino.  El debate, las ideas, el asesinato en masa, son pálida competencia para la farándula y último grito de la moda. La herramienta que es utilizada por otros pueblos para liberar revoluciones y transformar su sociedad (Facebook), aquí tiene propósitos más banales. Algunos hunden la cabeza en la arena para ignorar lo que acontece en el mundo por complicidad con malhechores-del-mismo-bando, mientras otros lo ignoramos por flojera.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Amazonía y sus Laberintos


Con Maquiavelo empiezan las ciencias políticas. Con su libro, El Príncipe, nace una teoría de conspiración. Se rumora que los consejos brindados al mandatario eran, en realidad, una artimaña para terminar con su reinado. Por ejemplo, Maquiavelo aconseja al Príncipe acercarse al pueblo, para ganar su aprecio y legitimidad. Tal vez, en realidad, Maquiavelo quería que se mude de su castillo en el campo, al palacio en Florencia, lejos de la protección de murallas y mercenarios extranjeros. Con el Príncipe más cerca, el pueblo podría dejarse mejor escuchar. Si El Príncipe fue un ardid, Maquiavelo no dejó de ser un republicano, enemigo de la monarquía.

Si alguien aconseja desarrollar alternativas para que habitantes del TIPNIS salgan de su aislamiento, ¿será con trampa? Sugerir, por ejemplo, desarrollar vías de transporte masivo fluvial, para aprovechar los canales naturales que brinda la Amazonia, con caminos rurales de bajo  impacto ambiental, que conecten puertos y comunidades, ¿es un ardid?

Una alternativa para el predicamento de los habitantes más postergados de Bolivia podría incluir el designar un presupuesto para construir hospitales en sitios estratégicos, desarrollar un programa de trabajo social, para llevar capacitadores a regiones incomunicadas. El agua potable no llegará por carretera.

Si el objetivo del actual mandatario es ser reelegido a toda costa, un buen consejo sería no incurrir en el alto costo político de insistir con esta carretera, por muy buenos los resultados de la consulta. Si la mira ha sido fijada en el 2014, un golpe de timón en el TIPNIS es – a todas luces – la manera más cauta de proceder.

En otras palabras, si la prioridad es ser reelegido, entonces lo más razonable es dejar el proyecto de carretera por el TIPNIS para otra generación. Con una serie de pequeños proyectos diseñados para proteger y mejorar la calidad de vida de los habitantes del Isiboro Sécure, el presidente Morales reduciría considerablemente la factura electoral creada por el impasse entre indígenas.
 
Si acaso hubiese artimaña en el consejo, posiblemente no consista en que hagan caso del consejo. Tal vez consista en profundizar las consecuencias de que no lo hagan y se proceda a toda costa con el proyecto de integración. Es decir, el maquiavelismo consiste en el desgaste político causado al no haber un cambio de dirección. En Florencia del Medievo, ello equivaldría a empecinar al Príncipe a que construya su castillo, ignorando posibles reclamos.

Admiro la entrega y obstinación con la cual el Gobierno intenta equilibrar su discurso pachamamista de preservación con un discurso enfocado en el desarrollo.  Siendo que mi escepticismo no es selectivo, confieso que (por grande el “efecto dominó”) aun no me convence que una carretera (en sí) ocasionaría el anunciado apocalipsis ecológico. ¿Cuál es el mejor consejo? ¿Empecinarse con un proyecto potencialmente impopular? ¿O alzar las manos y ceder ante la presión de algunos sectores indígenas y sociales?

Si alguien llegase a sugerir que - a cualquier costo político – se integren los dos océanos a través del corazón del TIPNIS, podría estar pecando de doble-astucia. Un buen consejo tal vez  es desistir, crear un comité multipartidista que proponga alternativas para la salud, educación, transporte masivo y agua para los pueblos consultados, dar un paso atrás y buscar una mejor batalla. Temo, sin embargo, que cuando no hay debate que valga (ni, supuestamente, oposición) todo consejo estará destinado a ser tomado como ardid.

sábado, 4 de agosto de 2012

Uno es Ninguno


Herencia del reduccionismo científico es la obsesión con las categorías. Sin una aplicación precisa de las matemáticas, no hubiese sido posible el triunfo de la ciencia moderna. Aristóteles desarrolló la doctrina de las esencias para cuantificar de manera objetiva aquello que observamos. Aquellas propiedades “accidentales” o “secundarias”, como ser sabor, color, olor (sujetas a la subjetividad humana), debían ser diferenciadas de características esenciales, como ser forma, número, duración y posición, que son propiedades medibles, no sujetas a la distorsión de los sentidos.  

Platón colocó la “esencia” de las cosas en una esfera de lo eterno, donde nada cambia. En ese reino platónico de las Formas perfectas, habitan los arquetipos divinos que inspiran las copias imperfectas que hacen el mundo material. Aristóteles no estaba de acuerdo con estas abstracciones. Desarrolló una teoría que, en vez de ver el proceso de transformación de la materia como evidencia del caos terrenal, veía el cambio como el ímpetu de la materia de alcanzar su verdadera forma. El embrión se transforma en niño, adolecente y forma final en la  madurez.  La semilla se convierte en roble.

Gracias a Aristóteles el ser humano pudo observar los cambios en la naturaleza como parte del diseño cósmico, en vez de contemplar el mundo abstracto e inmutable de las Ideas. Pero por grande su aporte a la ciencia, Newton y Descartes redujeron el mundo a un ente mecánico, de piezas en movimiento que debían ser sujetos a una precisa taxonomía. Ese ímpetu reduccionista cambió con la llegada de Darwin. En vez de un mundo atomista reducido a la observación de cambios en posición, el ser humano empezó a contemplar la adaptación de las especies.

El oscurantismo ignorante, que supone que Darwin propuso la “supervivencia del más fuerte” aun opaca su genio. Lo que aportó a la ciencia es una comprensión de cómo la selección natural desarrolla mejores estrategias de supervivencia, entre ellas la conducta superior en especies sociales: la cooperación. Darwin no conocía el mecanismo de reproducción genética, otro gran avance en nuestra comprensión del proceso de transformación de las especies. Los genes garantizan la diversidad en la naturaleza. La unidad es una empresa humana.

Las sociedades modernas desarrollan censos para determinar transformaciones sociales, necesidades regionales y proporcionalidad en la representación política. Si bien la definición biológica de raza es prohibida, en el censo 2012 se intentará medir la proporcionalidad de las diferentes categorías étnicas que componen nuestra nación. Este ejercicio cuantitativo se ve empañado por una pugna política entre bandos cuya identidad es tan fluida como el contenido genético de cada generación.

La categoría “mestizo” no ha sido incluida en el censo. Aquellos que no se identifican con alguna de los 36 pueblos indígenas originarios deberán identificarse como “ninguno”. Será lamentable que aquellos empresarios privados de herencia aymara, que no comulguen con el gobierno actual, marquen “ninguno” simplemente por consigna política. Lamentable también será que se manipule el censo para conferir representación y poderes desproporcionados.

El censo debería ser una herramienta para avanzar políticas de Estado, no para hacer política sectorial. El reduccionismo es antipático y la identidad étnica una identidad fluida. Pero cuantificarnos bien es un deber cívico. Habría que dejar las consignas para futuras campañas, no para los resultados del censo actual. No obstante, parece que será difícil categorizar nuestra esencia plurinacional.